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Red Internacional
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A 21 AÑOS DE LA OCUPACIÓN MILITAR. Nosotros, los perseguidos y encarcelados de ayer en la UNAM, hoy somos presente

A todos los estudiantes que se quedaron hasta el último momento, a aquellos que fueron encarcelados por defender el derecho a la educación, a los que fueron torturados, golpeados, perseguidos, enjuiciados, expulsados, a los que llamaron intransigentes, a todos ellos los reivindico y recuerdo con amor y agradecimiento.

Sábado 6 de febrero de 2021

A este compañerito lo recogí en el Paseo del Estudiante, un camino famoso en el que universitarios de distintas facultades confluíamos y que hoy está enrejado, expropiado y extinto, como tantos espacios públicos en Ciudad Universitaria. Fue el 14 de febrero del año 2000, día en que la Policía Federal Preventiva desocupó las escuelas y facultades para iniciar clases, luego de 10 meses de huelga del Consejo General de Huelga en la UNAM.

Teníamos compañeros presos y manteníamos un plantón fuera del Reclusorio Norte para exigir su libertad, sin embargo, era preciso acudir a CU ese día, cuando las autoridades llamaban a “restaurar la normalidad”, para recordarles que no habría normalidad mientras los universitarios estaban en la cárcel, con una larga lista de delitos inventados y la única certeza de estar ahí por defender la educación pública y gratuita para todos.

El gobierno ordenó eliminar toda memoria de la huelga y los policías federales borraron cientos de murales en todas las escuelas, quitaron las barricadas, lavaron y pintaron las paredes con toda pinta del CGH, ignorantes y autoritarios se paseaban orgullosos pisoteando prados y entregaban nuestros perros para su ejecución, por órdenes de directivos.

Pero detrás de la represión del gobierno surgió una masiva solidaridad en las calles, con miles de personas exigiendo la libertad de los presos políticos del CGH. A unos meses de la elección presidencial, el gobierno sorteaba los costos de mantener presos a casi mil estudiantes y una larga lista de órdenes de aprehensión.

Después de hacer un mitin en la explanada de Trabajo Social y de regreso al plantón del Reclusorio Norte, algunos compañeros caminamos por el Paseo del Estudiante, vimos que había sido utilizado por la PFP como tiradero de basura, encontramos todavía algunas cobijas, trastes y pertenencias personales, ahí recogí un cactus que estaba a un lado del camino, quedó ahí tirado y roto, mediría unos cinco centímetros, lo llevé en una bolsa de plástico y desde entonces me ha acompañado, de aquí para allá, ha sobrevivido a varios cambios de domicilio y aquí sigue conmigo.

Meses después con la movilización continua y la solidaridad de varios sectores, logramos que salieran libres todos los estudiantes, mientras la persecución y represión se hizo permanente y de bajo perfil, vino una ola de procesos penales y más de mil expulsados de las escuelas.

Han pasado veinte años de aquel 6 de febrero y recientemente hubo foros académicos, libros, ciclos de conferencias hablando del movimiento estudiantil del CGH. Los estudiantes que entonces fueron parte del Consejo Estudiantil Universitario, dirigido por el PRD, muchos buscan reacomodarse y contar una historia haciendo a un lado las principales lecciones del CGH y omiten que ellos abandonaron la huelga y las escuelas meses atrás, que los acompañó toda la lucha su visión derrotista y conciliadora, que acudieron a las asambleas con diversas maniobras, pretendiendo votar el levantamiento a cambio de la suspensión del Reglamento General de Pagos, dictando la política del movimiento estudiantil desde afuera, sin éxito, pero no olvidan en cada foro denostar a la llamada “ultra” y retoman el discurso del Estado al señalarnos como intransigentes, necios y violentos.

Al tercer mes de la huelga, cuando el rector anunciaba que las cuotas serían voluntarias y que se ofrecía “amnistía” a quienes hubieran cometido faltas disciplinarias durante la huelga, la estrategia divisoria de las autoridades echó a andar toda una maquinaria de presión para que aceptáramos que habíamos ganado y levantáramos la huelga. La mayoría de las escuelas (27) rechazaron la propuesta de nuevo reglamento y exigieron el cumplimiento de los seis puntos del pliego petitorio. Los incondicionales de la Rectoría y el ala “bien portada” del movimiento pedían “sensibilidad”, “capacidad de negociación”, “ganas de resolver” en las asambleas que contundentemente dijimos No y desconocimos al rector Francisco Barnés como interlocutor válido.

Sería el inicio de una disputa cruenta. Los grupos estudiantiles ligados al PRD encabezados por el CEU, los incondicionales de la Rectoría, los medios de comunicación iniciarían una campaña violenta de señalamiento, descalificación e intimidación con tonos policíacos y represivos en contra de compañeros a los que identificaban con el ala "ultra". Las asambleas masivas votaban por continuar con la huelga, muchos habíamos comprendido que no se trataba únicamente de las cuotas sino de algo más amplio y profundo. Era enfrentar el proyecto privatizador del FMI y del BM que había venido avanzando sobre el país y en ese momento ponía en la mira a la educación superior empezando por la UNAM.

Han pasado 21 años y todos los moderados han intentado desaparecernos de la historia, imponer su versión de los hechos y callar nuestras voces para borrar el legado de nuestra generación, que los llamó traidores y vendehuelgas, pero no han podido a pesar de que algunos de ellos se han vuelto gobierno.

Aquí seguimos cantando “parista moderado, mañana será diputado”, sentencia que se ha cumplido muchas veces en todos aquellos exceuistas que han vivido del erario, a la sombra de los partidos del régimen.

Nosotros somos presente, reivindicamos la lucha del CGH, sus lecciones y su legado con cada nueva generación que hace carne aquella consigna cegeachera: “Cerramos hoy para que permanezca mañana abierta para todos” y decenas de miles de jóvenes cada año acceden a la UNAM pública y gratuita que les heredamos y ahora caminan a nuestro lado poniendo sus conocimientos al servicio del pueblo.

Este cactus, a pesar de la bota militar encima, creció, floreció, tuvo hijos, florecieron sus hijos. Este año floreció más de lo normal, lo veo y pienso en mis compañeros llamados "ultras", aquellos a los que llamaron violentos, necios, intransigentes. Aquellos que en las barricadas con nuestras propias manos, defendimos lo que era nuestro y del pueblo trabajador. Pienso en ellos y veo que también florecieron. Son maestros, trabajadores de la educación en Michoacán, en el Estado de México, en la ciudad y el campo, somos trabajadores sociales y nos enfrentamos a la cerrazón institucional para lograr atención y salud digna en medio de esta terrible pandemia, son contadoras, administradoras, dentistas, abogadas, maestras, matemáticas, diseñadores, biólogos, son revolucionarios, militantes, son enfermeros, trabajan en el IMSS, el ISSSTE y la Secretaría de Salud, son madres y padres de nuevas generaciones de universitarios.

Damos vida a la solidaridad aprendida en las barricadas, conseguimos un tanque de oxígeno, un medicamento, cobijo para el que se quedó sin trabajo, un oxímetro comunitario, traslados al hospital, los juguetes del Día de Reyes, los estudios médicos, asesorías legales, el nacimiento de un bebé. Florecen mis compañeras, son médicas y paramédicas que enfrentan exitosamente la pandemia contra la negligencia imperante y salvan vidas, florecen mis compañeros, somos pueblo, somos trabajadores y florecemos aquí, allá y más allá aún a pesar de todo.