El Ministerio de Educación presenta su nuevo proyecto para la ESO y confirma lo que sabíamos: el futuro de la juventud lo marcan el mercado y las empresas
Lunes 11 de octubre de 2021
Pilar Alegría sigue con el programa iniciado por Celaá de reciclar las políticas neoliberales del PSOE en materia educativa con palabras que suenen «progres». Desde que se presentara la Lomloe ésta ha sido objeto de múltiples críticas. La más repetida en los medios fue la de la derecha, quien acusó al Gobierno de querer acabar con el castellano y de pretender destruir la "libertad social" que suponía el sistema de la concertada-privada.
Sin embargo, la «Ley Celaá» no iba a hacer nada de eso, ya que era un restablecimiento de la anterior LOE educativa del PSOE, la cual ya era un terreno fértil para las empresas y la segregación de clase, racial y sexista.
El currículo y la estructura de la ESO no quedaba recogida en la ley, que establecía el contexto a nivel macro. Pero en los últimos días, Pilar Alegría ha presentado el nuevo borrador que comienza a especificar el modo en que la Lomloe pretende materializarse y, de nuevo, vemos la hueca propuesta del Gobierno maquillada de progresismo.
Hace un mes, Alegría anunció en rueda de prensa que este nuevo borrador pretendería hacer la educación "más competencial y a medida de todos". Podría entenderse entonces que la propuesta pretendía atender a un nuevo modelo pedagógico más abierto y adaptado al alumno. Parafraseando, Alegría afirmó que la escuela es para disfrutar aprendiendo, y esto debía mostrarse en las metodologías de los centros.
Sin embargo, tras el escaparate de las palabras que suenan a progresismo llega una nueva vuelta de tuerca neoliberal, que presenta novedades, algunas más polémicas que otras, pero todas insuficientes para una educación de calidad.
En primer lugar, ofrece más autonomía a los centros para determinar ciertos rasgos de la metodología (horarios, programas educativos, etc). Esta autonomía es bastante relativa: si tenemos en cuenta la saturación laboral del profesorado y lectiva del alumnado, además de que estas innovaciones metodológicas dependen de modo en que la Comunidad Autónoma aplique a ley, no es precisamente una puerta a la experimentación educativa.
En última instancia, la Ley será un quid pro quo a las Comunidades Autónomas: establece un marco y unos mínimos de horas definidas (sobre todo en materias fuertes, como matemáticas y lengua), pudiendo a Comunidad determinar hasta un 40% del modo en que se aplique en sus centros. La autonomía en los centros no es más que un gesto para con los centros, cuyas propuestas toparán con el muro de la administración autonómica.
Por otra parte, la mejor forma de ver el espíritu de la Ley está en el currículo. Contra todo pronóstico de la derecha, Religión permanece como asignatura computando muchas más horas que Valores Cívicos, asignatura que será reducida a un único curso entre primero y tercero de la ESO (antes se daba en toda la ESO). Como hemos referido en otros artículos en ID, creer que el PSOE, un pilar del Régimen del 78, iba a cortar la mano más preclara que tiene la Iglesia en el sector educativo era ingenuo. Por el contrario, reduce asignaturas de tono «laico» frente a estas.
Sin embargo, el cambio más interesante se da en 4º de la ESO. El Gobierno apuesta cada vez más por una mayor elección de asignaturas para el alumnado. Alegría advirtió que era su intención hacer de la escuela un derrotero libre que el alumno recorre según sus intereses y aptitudes. En la actualidad esta libertad es falsa: en los hechos, los alumnos se matriculan hasta alcanzar la ratio, y al resto de alumnos, si hay menos de 15, se los incluye en la optativa más escogida, de modo que hay un alto porcentaje de alumnos (segregados por nota) que sirven de relleno para clases que no quieren. En otras palabras: no se contratan profesores para que los pocos alumnos que quieran una asignatura (aunque sea uno) puedan realizarla; y, por el contrario, los menos aptos van a parar a donde Jefatura decida para recortar gastos y personal.
El nuevo modelo contrasta con la actitud progresista y pedagógicamente abierta que anunciaba Alegría. La optativa de filosofía, al igual que otras optativas como Cultura Clásica y Artes Escénicas, desaparecen para dar paso a asignaturas más competitivas (traduzco: más acordes con lo que las empresas esperan de los hijos de los obreros).
Estas nuevas asignaturas tienen que ver con la digitalización, las nuevas tecnologías y, sobre todo, con la formación en economía, el emprendimiento, la dirección de empresa y orientaciones social y profesional. Si había todavía alguna duda de que la nueva Ley, creada por el PSOE y apoyada por UP, sólo iba a reforzar una educación plegada a las necesidades del mercado, se disipan con esta decisión.
Por otra parte, resulta risible el empeño del Ministerio en el refuerzo de las nuevas tecnologías. Cada vez más los centros están sufriendo recortes y viven, en algunos casos, auténtica carestía de medios. Haría falta una dotación de formación docente y de medios para digitalizar la educación que está muy por encima de lo que están dispuestos a pagar. Dejando de lado la vital importancia en formarse en los medios digitales, ¿no resulta contradictorio que se propongan hacer esto al tiempo que son incapaces de contratar los suficientes profesores para cumplir con los deseos de los alumnos en las optativas o, al menos, para cumplir todas las horas que un departamento está obligado a cumplir?
Al tiempo que no respetan las necesidades educativas de los alumnos, que no dedican una importante partida de los presupuestos a mejorar los centros y que eliminan cualquier resquicio de asignaturas «poco productivas» a ojos del capitalismo; inciden en la necesidad de disfrutar aprendiendo y que toda la educación debe estar atravesada por una educación en valores de respeto que incluya (y esto ha sido recalcado) perspectiva de género. Desde un punto de vista del aprendizaje claro y no meramente transversal, esto contrasta con la eliminación de asignaturas centrada, precisamente, en educar en valores.
En este sentido, el borrador es más que limitado. En lugar de dedicar un espacio específico a la perspectiva de género, al feminismo (como a otras tantas perspectivas necesarias como el antirracismo, el antiespecismo, etc.); en lugar de eso, el PSOE pretende precarizar aún más la educación. No basta que el docente deba enseñar el contenido en bruto de su asignatura en una clase atestada, sin medios ni refuerzos, siempre con la inspección acechante. Ahora también debe dedicar un porcentaje de su asignatura a la formación del alumno en la perspectiva de género.
Eso por no hablar de cómo concibe el feminismo y la perspectiva de género el programa educativo de mano de PSOE y UP: un feminismo laico y hecho a medida para el capitalismo, sin estar atravesado por las condiciones de clase y raza, un feminismo poco transformador y que sirve para los discursos y las fotos de ministras, pero no para organizar y combatir la violencia real que se da en las calles contra las mujeres.
En última instancia, el borrador confirma lo que ya se temía. El PSOE retoma formulas antiguas y se pliega todavía más a los deseos de las empresas, que quieren de los centros educativos penitenciarías que doten a la incipiente clase obrera de la disciplina y formación necesaria para ocupar su sino en la producción. Esta degeneración educativa, que será acompañada de nuevas limitaciones para los centros, de mayor precariedad y peor calidad, no será revertida por el mismo Gobierno que la impone. Sólo la organización de los trabajadores, unidos a los estudiantes y padres pueden forzar a una configuración pedagógica que realmente responda a las necesidades y anhelos de futuro de los hijos de la clase obrera.