Ante el próximo cambio de rector en la UNAM, los candidatos ofrecen un “impulso a la ciencia”. Pero se requiere contextualizar la situación de la ciencia en México y discutir de que forma la universidad debería aportar a conquistar una ciencia y tecnología al servicio de la sociedad y de las grandes mayorías trabajadoras y populares.
Viernes 9 de octubre de 2015
El impulso de la ciencia: pocos científicos mexicanos
México es un país con gran rezago tecnológico, poca innovación científica y escasa producción de conocimiento de frontera. Esto se da a pesar de que existe un amplio sector de la juventud que piensa y busca aportar al desarrollo tecnológico y científico de su país y a las necesidades de las masas populares.
Sin embargo, año con año miles de estos jóvenes que intentan ingresar a carreras como química, física y biología en la UNAM son rechazados debido a la poca oferta de lugares en las licenciaturas. Este es un obstáculo concreto que limita cualitativa y cuantitativamente la formación de científicos mexicanos y por ende, a la ciencia mexicana.
Al mismo tiempo, la universidad atraviesa un proceso de elitización que se traduce en el hecho de que jóvenes con mayor nivel socioeconómico tienen mayor probabilidad de acceder a una educación de calidad, mientras que la juventud obrera y precarizada atraviesa grandes obstáculos materiales para ingresar y concluir una licenciatura.
La poca oferta laboral, la alta competitividad para alcanzar un empleo de investigador en algún instituto científico y la falta de cultura científica son algunos de los factores que se traducen en números: los científicos mexicanos representan apenas el 0.5% del total mundial.
Las prioridades del Estado capitalista
Sea cual sea la cantidad de científicos en México, en general su formación está orientada en capacitar individuos competentes para las empresas privadas y transnacionales, que sepan utilizar las tecnologías importadas de otros países, que operen la maquinaria que le pertenece a los dueños de las empresas. Esos dueños son los que se quedan con las ganancias generadas por los científicos e ingenieros.
Sus ganancias son millonarias y contribuyen a aumentar la brecha entre las clases pobres (quienes son los que pagan la formación universitaria) y entre los dueños de las fábricas, la tecnología y que utilizan a los profesionistas como mano de obra, como “proletarios capacitados”.
De fondo, pasa que las prioridades del gobierno no están en desarrollar la ciencia y la tecnología mexicana. Si acaso, le interesa el desarrollo asociado a su utilización en ciertas ramas de la industria y la formación de ingenieros y científicos. México está tan subordinado a las políticas imperialistas de Estados Unidos y la Unión Europea que no tiene interés en impulsar la ciencia y desarrollar tecnología propia.
A la ciencia en México no se le destina ni el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) y a la actividad científica que genera conocimiento se le destina vía el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) menos del 0.5% del PIB. Sumado a esto, el 7 de octubre, el CONACyT advirtió que se detendrá el desarrollo de infraestructura científica en México en 2016.
¿Y qué tiene que ver esto con el cambio de rector?
Como vemos, la situación tan desfavorable de la ciencia en México al día de hoy, es resultado de una política que impulsa conscientemente el gobierno mexicano. Pero para que esto sea aplicado, se requiere el apoyo de las instituciones científicas y universitarias. Una de ellas, es la rectoría de la UNAM y así lo ha hecho.
La universidad bajo la rectoría de Narro Robles hubiera aplicado al pie de la letra los mandatos de esos organismos internacionales (como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) a los que Peña Nieto está subordinado, de no haber sido por la resistencia de estudiantes que no han permitido la aplicación de tales políticas.
Un ejemplo de esto lo protagonizaron los estudiantes de biología de la Facultad de Ciencias quienes contuvieron hace unos semestres el intento de tecnificación de su plan de estudios impulsado por la doctora Rosaura Ruiz, quien es actual contendiente a rectoría. Esto era una clara política para enfocar la formación en biología en áreas especializadas, acordes a los requerimientos del mercado internacional.
Otro ejemplo de que la rectoría es un puesto político que impulsa las políticas del gobierno dentro de la universidad es el caso de Bolívar Zapata, quien hoy contiende por ocupar la rectoría y ha impulsado en México el desarrollo de las ciencias genómicas para ponerlas al servicio de producir especies genéticamente modificadas.
Esto a pesar de la resistencia de pueblos enteros, científicos y campesinos que plantean que la entrada de transgénicos en el campo mexicano aumentará la crisis alimentaria y ambiental, así como la pobreza de los campesinos, al ponerlos a competir contra grandes monstruos del agrobussiness (como Monsanto, empresa “amiga” de Bolívar Zapata).
Puesto que ningún candidato a rectoría está mínimamente cuestionando la aplicación de estas políticas dentro de la UNAM (sino que al contrario, candidatos como Rosaura Ruiz y Bolívar Zapata en sus puestos anteriores han demostrado estar alineados a los mandatos gubernamentales), representa una alternativa real para la comunidad universitaria.
Por tal motivo, se hace urgente que se impulse en la UNAM una ciencia al servicio de los intereses de las mayorías obreras, campesinas y populares, para terminar con la dependencia energética, recuperar la soberanía alimentaria y aumentar la producción científica mexicana, entre otras cuestiones fundamentales. Pero para lograr esto, la UNAM no debería estar en manos de los representantes de este gobierno al servicio de las trasnacionales. Para ello hay que luchar por gobierno tripartita con mayoría estudiantil, en la que los académicos e investigadores, los estudiantes y trabajadores seamos quienes decidamos el rumbo de la universidad.
Esto a la par que exigimos que se aumente la matrícula en las licenciaturas para aumentar la cantidad de científicos, así como laboratorios de alto nivel para que estos científicos desarrollen tecnología que sea puesta al servicio de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, las mujeres, la juventud, el campesinado pobre, los pueblos originarios.
Para contar con los recursos para ello, en alianza con los trabajadores, la comunidad universitaria debería luchar por el aumento en el presupuesto federal que se destina a la educación y a la ciencia. Pero todo esto solo se logrará con la movilización y la organización independiente, cuyo primer objetivo debe ser denunciar el proceso antidemocrático de cambio de rector y exigir el voto universal libre y secreto.
Las exigencias y necesidades de la comunidad deben conocerse y exponerse. Como una herramienta para ello, y para avanzar en la organización y movilización, es que desde la Juventud del MTS estamos impulsando una consulta en las escuelas de la UNAM, que sirva, por ejemplo, para conformar un pliego petitorio de la lucha.