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Red Internacional
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Obama y Peña Nieto: no los une el amor, sino los negocios

Bárbara Funes

Bárbara Funes México D.F | @BrbaraFunes3

Viernes 22 de julio de 2016

Esta visita tiene lugar en el contexto de la campaña electoral hacia las presidenciales del gigante del norte, cuando el magnate Donald Trump acaba de dar el sí a la candidatura del partido republicano. Trump ha montado su campaña en un discurso de odio, desprecio y xenofobia hacia México, un socio comercial estratégico para el imperialismo estadounidense.

Según el análisis de El País, que Obama convoque al presidente de México en este momento es un gesto político para fortalecer la campaña del partido demócrata.

Los lazos comerciales y sociales entre ambos países son muy fuertes. México es el principal destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, y el segundo para otros 20 estados de la Unión. A un millón de dólares asciende el comercio bilateral por minuto. En 2015 fueron 582.6 mil millones de dólares. Sólo contando la “economía legal”.

Alrededor de 70% de las armas confiscadas al crimen organizado entre 2007 a 2011, fueron vendidas en Estados Unidos. Los cárteles del narcotráfico mexicano son los principales proveedores de cocaína, marihuana y metanfetaminas al vecino del norte. Venden aproximadamente de 19 a 29,000 millones de dólares. No hay cifras claras en torno a la trata de personas.

Unos 50 millones de habitantes de suelo estadounidense son de origen mexicano: migrantes, sus hijos y sus nietos. Contribuyen con alrededor de 8% del PBI estadounidense y los empresarios se benefician de su fuerza de trabajo pagándoles los sueldos más bajos de Estados Unidos, vocifere lo que vocifere Trump, por cierto, uno de los beneficiados. Ambos países comparten una frontera de 3,185 km.

Al sur del río Bravo, el gobierno y los partidos al servicio de los empresarios temen la llegada al poder de Donald Trump. En el terreno económico, si esto sucediera, la perspectiva sería muy sombría para las trasnacionales. Acuerdos comerciales como el TLC, que coadyuvaron a construir y/o fortalecer las fortunas de varios millonarios mientras sumieron a millones en la miseria, podrían ver su fin.

La agenda de los poderosos

De acuerdo con declaraciones de Claudia Ruiz Massieu, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el objetivo central es transformar a “México y Estados Unidos en una región binacional competitiva”. La base es una relación centrada en temas como migración, seguridad, competitividad, y la fuerza laboral. Le faltó mencionar el tráfico de armas y de drogas, ¿no?

Así fue que la reforma laboral, la energética y la educativa -que enfrenta en las calles el magisterio- se diseñaron de acuerdo con los requerimientos del imperialismo estadounidense y los organismos internacionales. De hecho, de la oficina de Hillary Clinton, actual candidata por el partido demócrata, salió el proyecto de la reforma energética.

También la militarización desplegada a partir de la Iniciativa Mérida ha contribuido a renovar la injerencia imperialista en México. Con consecuencias nefastas para la clase trabajadora y los sectores populares: expansión del tráfico de drogas, de armas, de niñas y mujeres, desapariciones forzadas, ejecuciones sumarias, torturas, feminicidios. Fenómenos terribles producto directo de la alianza reaccionaria entre las fuerzas represivas, los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y la administración estadounidense, que más allá de su signo político mantiene como estrategia el aumento de la explotación capitalista, al costo que sea.

Y la cuestión migrante atravesando todo. Los migrantes centroamericanos y los mexicanos, perseguidos, criminalizados, acosados por los agentes del Instituto Nacional de Migración, militares y policías de México. Que los entregan al crimen organizado. Y si logran pasar la frontera, están expuestos a la persecución por parte de la Border Patrol. Y si aun sobreviven a eso, los espera la superexplotación laboral, la amenaza de la violencia racial, la cárcel y la deportación.

Sí, Obama y Peña Nieto tienen una cita. Una agenda de negocios y estrategia de seguridad, la de los poderosos contra el pueblo trabajador y la juventud.

Ellos tienen su propio cártel: el de las trasnacionales. Es necesario oponerle la unidad de la clase trabajadora y los sectores populares de Centroamérica, México y Estados Unidos, empezando por su comunidad latina. Como se ha visto en las calles en la solidaridad con Ayotzinapa, con los jornaleros de San Quintín, en la campaña por el aumento de salario a 15 dólares la hora, en las manifestaciones contra la violencia policial y también en los mitines en solidaridad con el magisterio mexicano. Todos pasos hacia una alianza internacional de los de abajo, la única que puede poner un alto a la injerencia imperialista y a la militarización en la región.