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Red Internacional
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ETIMOLOGÍAS. Ocio y negocio

De diccionarios, acepciones, etimologías e ideologías.

Domingo 4 de septiembre de 2016

[Según el Diccionario de Usos del Español de María Moliner:

Ocio: estado de la persona que no trabaja. Asueto, descanso, desocupación, dolce far niente (dulce hacer nada en italiano).

Negocio: palabra latina formada por nec y otium, negación del ocio. Cualquier ocupación, empleo, o trabajo. Cualquier actividad relacionada con la compra y venta de cosas, en que se persigue una ganancia.
]

A los romanos les encantaba su otium, y lo usaban, sobre todo, para realizar actividades divertidas y placenteras, además de usarlo para socializar entre ellos. Pero ¿cómo es que los romanos tenían tanto tiempo para el placer? Sencillo: ellos vivían de fiesta porque el trabajo lo hacían sus esclavos.

Para los romanos ni ocio ni esclavos eran malas palabras. Y el tiempo robado al ocio, era para sacar ganancias, por ejemplo, comprando mejores esclavos.

Cabe preguntarse cuándo y para quién estar ocioso se volvió algo vergonzante, y la cultura del trabajo un valor imprescindible para cualquier persona.

En mayo de 1886 estalló en Estados Unidos una huelga por “Las triple ocho”: ocho horas para trabajar, ocho para dormir y ocho para estar con los hijos y la familia”. Los mártires de Chicago peleaban, ni más ni menos, que contra las jornadas agotadoras de hasta 16 horas y por su propio derecho al ocio.

Han pasado más de cien años de aquella gran lucha y los que nos hablan de la cultura del trabajo son los políticos y empresarios que no tienen ni idea de lo que es madrugar, hacer horas extras para llegar a fin de mes, correr el colectivo para llegar a horario y no perder el premio. O inclusive, tener dos trabajos porque con uno no se pagan las cuentas. Nos hablan de no estar ociosos los dueños de las empresas que tienen reuniones de trabajo jugando al golf y comiendo manjares o los diputados que no pisan nunca el Congreso y cobran dietas que superan los $90.000.

El ocio de esta gente descansa en la vida que dejamos en sus empresas. Y nosotros no tenemos ni el ocio ni el negocio, porque el negocio lo hacen ellos, comprando nuestra fuerza trabajo por migajas y haciendo su ganancia. Igualito que los romanos cuando compraban esclavos.

Dice Bertolt Brecht en su maravilloso texto Si los tiburones fuesen personas:

(…) Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba solo estaría asegurado si aprendían a obedecer. (...)

Contra la falsa cultura del trabajo, que es solo nuestro agotador trabajo, luchemos por el ocio creativo de los millones de hombres y mujeres que producimos todo lo que hay en el planeta.

Sin fe en los tiburones que nos devoran, luchemos para que el arte en todas sus formas y el conocimiento sean nuestros y luchemos para tener tiempo para disfrutarlo, por nuestro dolce far niente, es decir: por nuestro otium.