A modo de balance en esta nota nos proponemos analizar el ajustado triunfo del NO el pasado 27 de marzo; reflexionando a su vez sobre los desafíos que debe enfrentar la izquierda no frenteamplista para lo que resta del gobierno multicolor
Lunes 11 de abril de 2022
LUC, pandemia, ajuste
Si bien es cierto que el resultado del referéndum fue un triunfo del gobierno, el escaso margen (1 punto porcentual) muestra también que la oposición logró en poco tiempo casi equiparar los valores del oficialismo. No podemos olvidar que para este triunfo la Coalición no solamente contó con la plata del Estado para hacer campaña, sino que el propio presidente intervino en la campaña por el NO.
Como dato central podemos destacar que hay un apoyo al gobierno de prácticamente la misma cantidad de gente que lo votó en 2019, pero también que existe otra mitad del país que se opone.
El análisis de los resultados señala que el gobierno de coalición sigue siendo fuerte en el interior del país (donde primó la tradición blanca y colorada en varios departamentos, además que por otro lado existió mucha desinformación y despolitización), y que el Sí triunfó en Montevideo, Canelones y Paysandú (este último, por poco margen).
Eso lleva a un escenario donde el gobierno no puede capitalizar 100 % el triunfo, y no puede desconocer este resultado tan parejo.
De esto también han tomado nota sectores de la propia coalición oficialista; por ejemplo Manini y Cabildo Abierto se aprovechan de este escaso margen para volver a plantear con más fuerza ciertos reclamos a la interna de la coalición.
En este sentido, efectivamente fue una elección de medio término, pese a las intenciones de oficialistas y opositores:
El gobierno sale triunfante pero con un discurso que, a dos años de haber asumido, no ha logrado sumar apoyos por fuera de quienes ya lo habían votado en 2019 (contradictoriamente esto en sí es un mérito, si comparamos la suerte electoral de la mayoría de los oficialismos de la región durante la pandemia).
El mismo Lacalle Pou en su conferencia, y ya con los resultados a la vista, se dirigió a una clase media “que está sufriendo”, apostando a que este sector le permita ampliar su base electoral (ya que sabe que los sectores trabajadores y pobres de la sociedad son más permeables a las ideas del FA).
Tanto las declaraciones de actores de la coalición como Manini y su insistencia con el control de los precios, así como el discurso de Lacalle hacia la clase media nos dan pistas de posibles causas por las cuales se dio un resultado tan parejo.
Desde finales del 2021 se percibe cierto descontento, relacionado con la carestía y los aumentos de bienes de consumo: los precios de los combustibles han estado subiendo, y sufrieron una aceleración mayor aún con la crisis en Ucrania. También suben los precios de la harina (producto también de los altos precios internacionales) y otros productos de consumo básico como los huevos (producto de la sequía de enero y el traslado a precios por parte de los productores).
Aunque el régimen político de conjunto y las clases dominantes intentan presentar a Uruguay como una “isla” y un país de características excepcionales esta campaña se desarrolló con el telón de fondo de una situación internacional marcada por la alta inflación y las incertidumbres geopolíticas a partir de la invasión rusa a Ucrania.
Igualmente el gobierno también intentó sacar rédito de este contexto internacional, intentando “culpabilizar” al mundo de los aumentos de precios en el Uruguay. Existe, además de este contexto una clara política de la derecha multicolor de aumentar las ganancias de las patronales empresariales y atacar las condiciones de vida de los sectores populares.
Los factores internacionales están incidiendo en la economía uruguaya de forma contradictoria, ya que el alto ingreso de dólares genera una depreciación de la divisa en plaza, pero por otro lado, la política de los exportadores de vender al mercado interno al precio internacional, está generando una presión inflacionaria importante.
Algunos analistas políticos sugieren que a pesar de la popularidad sostenida por parte de Lacalle, y de su buena valoración de la gestión de la pandemia, el resultado (que como decíamos es prácticamente una imagen repetida de la segunda vuelta de 2019), podría sugerir que los problemas socioeconómicos, en un contexto de finalización de la pandemia del Covid, vuelven al primer plano de las preocupaciones populares.
Como llegamos a este referéndum
No podemos olvidar que el FA votó más de la mitad de los artículos de la LUC, y que el propio Pit-Cnt se negó a dar una lucha consecuente, en especial antes de que se votara.
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Por detrás de estas acciones está la lógica reformista de la mayoría de la izquierda uruguaya de no apostar a la lucha de clases para enfrentar las políticas de la derecha y, en cambio, canalizar el descontento por el camino de los instrumentos de la democracia burguesa (por ejemplo, los referéndums).
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Tal como venimos señalando en notas anteriores la estrategia del Frente Amplio apunta a desgastar al gobierno para proponerse posteriormente como una salida de cara al 2024. Esta política que desde el marxismo se define como estrategia de desgaste se contradice con la estrategia de una fuerza revolucionaria que apuesta a la lucha de clases para enfrentar las políticas neoliberales de los gobiernos de derecha (lo que Rosa Luxemburgo llamaba estrategia de derrocamiento).
Esta lógica que impulsa el FA no es de ahora; se viene observando desde los tiempos de la transición democrática, comenzando con el plebiscito sobre la ley de caducidad. Los derechos humanos, son derechos inalienables, no son plebiscitables ni están sujetos a resultados de elecciones (por ejemplo, el derecho a la huelga, o la posibilidad de que un policía te mate por la espalda) y sin embargo el FA nos lleva con los plebiscitos a un callejón sin salida en el que el régimen se consolida y asume rasgos más represivos y autoritarios.
La realidad política vuelve a mostrar lo endeble de esta estrategia, a pocos días del triunfo del NO, el gobierno retoma su intención de habilitar los allanamientos nocturnos, cuando esto supuestamente ya estaba laudado en las urnas.
Esta política de oposición “responsable” y “republicana” que actúa en los marcos acotados de la institucionalidad burguesa, que pone énfasis en el diálogo y hace de la actividad parlamentaria su centro de gravedad, plantea puntos de acuerdo tácitos con el gobierno más allá de las rencillas discursivas.
El papel histórico del FA en última instancia, desde su fundación en el 71 a la fecha, es actuar como “dique de contención” de la lucha de clases y este rol tiene expresiones concretas y actuales por ejemplo con el nefasto rol que jugó la FUS en el conflicto de Casa de Galicia La dirección sindical del PCU jugó un papel saboteador y abiertamente traidor de la lucha. Por enésima vez primó la política de la izquierda reformista de dar estabilidad al régimen político aún a costa de la pérdida de fuentes laborales de los trabajadores.
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Hay fuerzas para luchar
Sin embargo, pese a la política reformista y de lucha dentro del régimen que impulsa el FA, contamos con una fuerza social de casi la mitad de la población uruguaya que se manifestó contra la política del gobierno.
Hoy hay fuerzas para enfrentar la política neoliberal y el ajuste, la suba de los combustibles y de los precios de la canasta de alimentos, para enfrentar los recortes en la educación y en la salud, la reducción de las políticas sociales y de empleo y vivienda; así como las políticas autoritarias y represivas que se consolidaron con la LUC.
Hoy, si el FA y el Pit-Cnt se propusieran movilizar al menos un 10 % de toda esa gente que dijo Sí, estaríamos hablando de poner en movimiento a unas 100 mil personas.
Hoy, si el Pit-Cnt quisiera hacer un paro general contra el ajuste y el aumento del costo de vida podría movilizar a decenas de miles de personas, lo que verdaderamente sería un golpe para el gobierno porque se plasmaría en las calles una relación de fuerzas favorable a la lucha de clases.
Pero esas fuerzas que podrían ponerse en movimiento y enfrentar al gobierno, no se van a poder expresar en las calles porque el Frente Amplio (y, por ende, su correa de transmisión de su política en el movimiento obrero, el Pit-Cnt) se niega a romper con un pacto que tiene con el régimen político de nuestro país, es decir con la democracia (burguesa) uruguaya.
Lamentablemente el Frente Amplio es un partido inserto y totalmente adaptado al régimen y está comprometido con la perpetuidad de esta democracia para ricos que, como diría Lenin, es la mejor envoltura de la dictadura del capital.
Ya lo hizo en muchas ocasiones. Por ejemplo, en 2002 cuando Jorge Batlle tambaleaba, el FA, en vez de desarrollar la movilización hasta hacer caer el plan de ajuste del gobierno, desvió el descontento hacia la salida electoral, diciendo a la gente que en vez de luchar, había que esperar las próximas elecciones. Nuevamente una estrategia de desgaste contra la derecha para que luego asuma el reformismo, pero que contradictoriamente cuando llega al gobierno termina sirviendo a los mismos intereses de la burguesía.
La discusión al interior de la izquierda no frenteamplista
Ya desde el momento en que la LUC se votó en el parlamento, sectores de la izquierda no frenteamplista se dividieron entre quienes juntaban firmas contra Toda la LUC, contra los 135 artículos, por ambas propuestas o directamente por ninguna.
Dentro del movimiento obrero, vimos cómo algunos sindicatos se manifestaron contra toda la LUC, aunque perdieron en la votación general porque la alianza del PCU y Articulación que dirige la mayoría del Pit-Cnt impuso el referéndum parcial.
Sin embargo, cuando se consumó el referéndum parcial, no optaron por sumarse a la campaña de juntada de firmas para derogar toda la LUC, sino que simplemente se sumaron acríticamente a la campaña oficial.
Desde quienes impulsamos La Izquierda Diario y Pan y Rosas nos propusimos militar con todo la campaña por el Sí pero con una postura contra el ajuste, contra la represión, por derogar toda la LUC y en apoyo y coordinación a todas las luchas en curso. En cambio estos sectores de la izquierda no frenteamplista no plantearon una postura diferente, que podría haberse erigido en una alternativa política.
Lamentablemente, otros sectores de la izquierda no frenteamplista (como por ejemplo sectores anarquistas y guevaristas) llamaron a anular su voto con argumentos de “ultraizquierda” diciendo que las fuerzas represivas son el brazo armado del Estado con LUC o sin LUC, menospreciando la legitimidad que le otorga la LUC al accionar policial y poniendo un signo igual entre que el hecho de que estén legitimadas las medidas represivas o que no estén. Podemos tomar como ejemplo los 70 y preguntarnos si era lo mismo un gobierno que pudo decretar las Medidas Prontas de Seguridad que habilitaron a la represión interna y la persecución política a que si estas medidas no se hubieran podido llevar a cabo.
Con un discurso izquierdista estos sectores terminan siendo abstencionistas en la discusión política y le dejan el terreno libre al reformismo del FA. Por si fuera poco acusan a la izquierda que hizo la campaña – por ejemplo, nosotres – de meternos a militar una herramienta de la democracia burguesa, o enfrascarnos en “cuestiones “leguleyas” cuando supuestamente la dominación del capital es la misma.
Este es un punto no menor que hace a una política revolucionaria socialista. El sindicalismo se caracteriza por separar la lucha sindical de la lucha política. Algunos grupos son una muestra de esto; políticamente maximalistas en el discurso, y sindicalmente adaptados al rutinarismo sindical.
Por el contrario, desde el trotskismo creemos vital la discusión contra el Estado y sus fuerzas represivas. Es también en este terreno (el de las libertades democráticas) y no en el puramente sindical económico es que podemos explicar la naturaleza del Estado burgués y la función del aparato represivo como brazo armado de los capitalistas.
Quien pone un signo de igual a la situación previa a la LUC con la situación posterior a su afirmación, simplemente está obviando esta pelea política que es de vital importancia para todo aquel que se precie de revolucionario.
En este sentido, seguir discutiendo la LUC y sus implicancias desde el punto de vista represivo, así como acompañar la denuncia de los posibles abusos y violencias que sucedan debe formar parte de nuestra política de conjunto; apuntando todo el tiempo a minar el poder de fuego del Estado capitalista y, en última instancia, de los empresarios.
¿Qué política deberíamos tener las y los revolucionarios?
Como resultado del referéndum es posible que la estrategia del FA coyunturalmente se fortalezca, y que las ilusiones generales de volver en 2024 se refuercen.
Sin embargo, la situación objetiva de carestía de la vida por el aumento de inflación, la pérdida de derechos laborales (y la restricción del derecho de huelga, que puede hacer los conflictos relativamente más “salvajes”), la violencia policial en los barrios pobres y contra la juventud, así como el intento de reforma de seguridad social, plantean contradicciones a una dirección frenteamplista que apuesta por una paz social duradera y el desarrollo de la movilización social controlada en los estrechos marcos del régimen.
Esto nos plantea desafíos a quienes nos reivindicamos de la izquierda obrera y socialista, y pone en un lugar central el apoyo a los conflictos, la oposición a los desalojos como el de Nuevo Comienzo, la denuncia sistemática de la violencia policial, el rechazo a cualquier intento de aumento de la edad jubilatoria. Estos son solo algunos puntos programáticos centrales de nuestra acción cotidiana y desde La Izquierda Diario y Pan y Rosas nos comprometemos con esta tarea.
Frente a la ofensiva antipopular se vuelve aún más imprescindible un plan de lucha discutido democráticamente en las bases trabajadoras. El PIT-CNT debe abandonar su subordinación al FA para tomar el camino de la independencia política y la organización popular para derrotar los planes de la derecha.
Hay fuerza para enfrentar a la derecha; trabajadoras y trabajadores junto a los distintos movimientos sociales podemos frenas los planes del gobierno en base a la organización democrática desde las bases y a la movilización en las calles.