Las elecciones generales y el “caos” que viene. Aníbal Fernández negociando en la provincia de Buenos Aires. Apología progresista del clientelismo. Los asesores derechistas de Scioli en la mira de Verbitsky.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Domingo 13 de septiembre de 2015
Después de octubre el caos
Los analistas de La Nación de este domingo buscan “sembrar el caos” después de las elecciones de octubre. A partir de los resultados de las elecciones en Tucumán, señala la perspectiva del desgobierno si los resultados no son claros.
Morales Solá titula directamenteY si Zamora fuera presidente en alusión al presidente del Senado y escribe que “envuelto en la sospecha y el descrédito, el viejo sistema electoral podría dejar a los argentinos sin un presidente nuevo el 10 de diciembre. Habrá un presidente electo, sin duda, pero nadie sabe ahora cuándo estará en condiciones de asumir (…) Si Tucumán lleva escrutando 20 días y no terminó, ¿cuántos días consumiría el escrutinio definitivo de todo el país? (…) Cristina Kirchner y Amado Boudou deberán irse a sus casas el 10 de diciembre, pase lo que pase. Su mandato constitucional concluirá indefectiblemente ese día. La única alternativa posible sería que Cristina le entregara el gobierno al presidente provisional del Senado, el radical K Gerardo Zamora, uno de los peores líderes feudales del país, hasta que la Justicia proclame al nuevo presidente”.
También en La Nación y en el mismo sentido, dando cuenta de la continuidad del espacio político ocupado por Massa, Fernando Laborda escribe que “la resistencia que opone el massismo a la polarización Scioli-Macri estaría perjudicando, al menos por ahora, la capacidad del jefe de gobierno porteño para crecer muy por encima del 30% (…) en el oficialismo se entusiasman con la posibilidad de que, aun cuando no llegue al 45%, Scioli pueda evitar el ballottage obteniendo el 25 de octubre al menos el 40% y más de diez puntos de ventaja sobre Macri (…) Scioli pueda soñar con imponerse por 42 a 31 o 41 a 30. Un resultado tan exiguo que, tras el escándalo tucumano, despertaría toda clase de sospechas”.
No cabe duda de que un escenario de ese tipo podría significar una crisis nacional. Sin embargo, hablar de que asuma Zamora suena a mucho. Más a expresión de deseo que a conocimiento de la realidad política argentina y de su funcionamiento.
En su columna de Página12 Mario Wainfeld define precisamente a este operación afirmando que “el Plan B es deslegitimar una eventual revalidación del Frente para la Victoria (FpV). Alegar que hubo fraude, que los cómputos no son creíbles, que mediaron trapisondas, que faltó transparencia. O sea, deslegitimar desde el origen a un mandatario consagrado por el voto popular (…) el plan B –que puede ascender al rango de A si las cifras lo determinan– acumula otra faceta que no excluye a la anterior. Atribuir el resultado no ya (o no solo) a malas artes sino al influjo del clientelismo. A la falta de conciencia o educación de las clases populares o a su sumisión por necesidad”. Sobre esta definición volveremos más adelante.
Buenos Aires, Aníbal y las encuestas
Los problemas de Scioli para no tener que ir a segunda vuelta están, como ya se ha dicho, en la provincia de Buenos Aires.
Laborda señala “los problemas de Scioli no son pocos. El mayor de ellos lo representa Aníbal Fernández. Si hoy hubiera elecciones de gobernador bonaerense exclusivamente, no hay dudas entre ningún encuestador de que la ganadora sería María Eugenia Vidal (…) Mientras que el 48,8% de los ciudadanos bonaerenses afirma que podría llegar a votar a Vidal contra el 42,3% que no la votaría, apenas el 33,3% asegura que podría apoyar al actual jefe de Gabinete de Cristina Kirchner contra el 62,4% que jamás lo votaría, de acuerdo con la consultora Management & Fit”.
En Clarín y en el mismo sentido, Julio Blanck afirma que “después de largas semanas de confusión y fastidio luego de ganar las PASO por menos de lo soñado, gobernadores, intendentes y gremialistas creyeron ver ahora en Scioli señales de despabilamiento. Coinciden en que “Daniel está muy apretado”, pero se esperanzan por ciertas señales del candidato en dirección a recuperar su perfil de siempre, menos sujeto a sólo congraciarse con la Casa Rosada”. La reunión –con foto incluida- entre el sciolista Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia, con sectores opositores del massismo y el PRO, fue leído como una señal en ese camino. Sin embargo, el mismo periodista agrega que la desautorización posterior y las “explicaciones” del encuentro dan cuenta de los límites de esta “autonomía”.
El mismo periodista agrega que “más allá de especulaciones y estadísticas, el peronismo bonaerense está buscando cerrar filas. Scioli en persona se ocupó de contener a los jefes territoriales que perdieron sus internas y asegurarse que jueguen al derecho en octubre. Aníbal avanzó en reuniones con los intendentes y los candidatos a serlo. Son ellos los que tiran del carro del aparato y los que pueden trabajar, a favor o en contra, sobre el corte de boleta (…) a los intendentes Aníbal les habló con franqueza. Les dijo que todos tenían que trabajar para que Scioli mejore su desempeño (…) “Si quieren que vaya al territorio voy, si no les conviene no hay problema, les dijo. Y lo mismo con la propaganda: yo les mando los afiches, si les sirve lo pegan”. Honestidad brutal como le dicen.
Apología progresista del clientelismo
Mario Wainfeld inicia su columna hoy con una cita que busca atacar a los que critican al oficialismo por el “clientelismo”.
“El clientelismo aparece como un término (peyorativo) para calificar un determinado conjunto de intercambios: aquellos que protagonizan los políticos con muchos ciudadanos de los sectores subordinados de la sociedad. El clientelismo remite a los pequeños ‘favores’ que los políticos le hacen a mucha gente. Quedan fuera del concepto los grandes favores que les hace a pocos, pero poderosos, agentes sociales. (...) Desde este punto de vista el clientelismo es un término potencialmente engañoso, ya que potencialmente puede ocultar la subordinación de la política a intereses particulares poderosos.”. Emilio Tenti Fanfani (prólogo al libro Votos, chapas y fideos, de Pablo Torres).
Más abajo al periodista dirá que “es un clásico identificar a los sectores populares como rehenes, manadas, víctimas o seguidores del flautista de Hamelin. Se reincidirá en eso, ya está ocurriendo. A cuenta de un tratamiento más extenso digamos que la subestimación de los más humildes es un acto de soberbia de quienes no consiguen su favor. Atribuir a la “clase media” votar solo conforme a valores, con un grado de altruismo y republicanismo enorme forma parte de la jugada. En puridad, lo deseable y habitual es que todos voten en función de sus intereses, valores y creencias que suelen diferir en distintos estamentos de la escala social”.
Pero el desprecio es por partida doble. Por un lado, desde los sectores reaccionarios y gorilas que pretenden imponer la idea de que los sectores más pobres no votan más que por “el colchón”. Pero también desde quienes lo ejercen y lo justifican.
Es evidente que el clientelismo político existe y se práctica en gran escala. El mismo está basado en las condiciones de pobreza y miseria en la que aún viven millones de personas en el país. Eso es responsabilidad política del oficialismo nacional y de los de las provincias. Wainfeld deja de lado esta cuestión de manera abierta.
La perpetuación de un sistema de clientelismo y la negativa a dar solución real a esa situación de pobreza van de la mano. Otro tipo de desprecio, pero desprecio al fin.
La “zona gris” del kirchnerismo
Horacio Verbitsky, en su columna dominical, sale a marcarle la cancha al sciolismo a través de sus funcionarios. Dice “el miércoles 16, de 9 a 11, el Club Americano de Buenos Aires será escenario de una presentación del Asesor General del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, Gustavo Ferrari, sobre “La Argentina del futuro, desafíos y oportunidades”. Hombre de esa zona gris en la que transitan dirigentes del oficialismo y de la oposición siempre que compartan algunos valores e intereses superiores a los de la política nacional, Ferrari acompañó al filántropo colombiano Francisco De Narváez en la reestructuración de su empresa familiar, Casa Tía, y en su posterior salto a la política. En 2009 fue electo diputado nacional en la lista que encabezó De Narváez y al año siguiente, con Maurizio Macrì y Elisa Carrió, intentó convertir el Tedeum del 25 de mayo que oficiaría el entonces cardenal Jorge Bergoglio en el mayor acto opositor, para que “el gobierno se dé cuenta que hay valores que no se pueden atropellar”. En 2013 no le alcanzaron los votos para renovar su banca y a fin de ese año se incorporó en un cargo prominente al gobierno de Daniel Scioli”.
El sciolismo parece haber funcionado como ambulancia para todos aquellos sectores que, apostando a la derecha del peronismo, fracasaron y debieron volver al redil oficialista. Los intendentes del Conurbano y este funcionario dan cuenta de una forma de establecer esos vínculos.
En esa reunión se discutirá acerca de la fusión entre las funciones de Defensa y Seguridad, habilitando la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de represión interior. Medidas de este tipo fueron propuestas ya hasta por el mismo Bergoglio, también conocido como Francisco que “desde entonces –asegura Verbitsky- procuran instalar la cuestión del narcotráfico como si fuera el principal problema del país”.
“El miércoles, cuando Ferrari termine su exposición en el Club Americano, se sabrá cuál es la sensibilidad del sciolismo a esta seducción que irradia desde la embajada y entusiasma a medios y partidos opositores” afirma el periodista.
Como ocurre con un amplio sector progresista que hizo bandera de la defensa de los derechos humanos, el apoyo a Scioli genera contradicciones a doquier, dado el perfil claramente represivo que ostenta, así como sus asesores.
En ese marco, nuevamente queda claro que la única alternativa que levanta claramente las banderas contra la impunidad y la represión está en el Frente de Izquierda y en sus candidaturas presidenciales con Nicolás del Caño y Myriam Bregman.
Hoy esa fuerza, de la mano de Javier Musso (PTS) y Cintia Frencia PO) apuesta a lograr un lugar en el Concejo Deliberante de Córdoba, la segunda ciudad del país. Por la noche se sabrá si se consiguió dar este importante paso.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.