De Brasilia a Buenos Aires. El retorno del ex candidato de Cristina. Su candidatura en 2015, vista desde hoy: el Alberto que no fue y el Alberto que todavía puede ser. A río revuelto, múltiples precandidaturas en el peronismo. Las dificultades de posicionarse desde un Gobierno en crisis.

Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Miércoles 8 de junio de 2022 21:35
Corrían los primeros días de abril de este año. Sin prisa, pero sin pausa, Daniel Osvaldo Scioli disfrutaba de su vida como embajador en Brasil, pero comenzaba ya a preparar el operativo retorno. Atrás quedarían las risas, los abrazos y hasta los festejos de cumpleaños que supo compartir con Jair Bolsonaro. La crisis del peronismo, pensaba, quizás le podría dar una oportunidad de volver a estar en carrera. Era hora de cerrar una etapa y encarar otra nueva.
Antes de hacer las valijas, sin embargo, había que preparar el terreno. Alguna mano invisible, entonces, hizo circular por esos días de abril un spot que se viralizó en redes sociales y llegó a los medios masivos de comunicación. La filmación era vieja, pero el objetivo era nuevo: posicionar la figura de Scioli en la carrera hacia 2023. “Contra todo tipo de pronóstico, ellos aparecen y le ponen el pecho a las balas”, decía la locución que vendía al todavía embajador.
El siguiente paso fue levantar su perfil en los pasillos del poder, mostrándose en cumbres importantes, como aquella que en un distinguido hotel de Recoleta nucleó en mayo a funcionarios del Gobierno junto a varios de los empresarios más importantes del país en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), presidido por Daniel Funes de Rioja.
La oportunidad más grande llegó, sin embargo, de la mano de un nuevo capítulo de la interna del Frente de Todos, aquel que el sábado pasado eyectó a Matías Kulfas del gabinete. Scioli, su reemplazante en el cargo, ya estaba listo y agazapado: desplegará su plataforma 2023 desde la vidriera del Ministerio de Producción, a la vez que deberá lidiar con los delicados problemas de la gestión, desde una posición de cercanía a Martín Guzmán, a quien se lo ve más asociado.
Aunque su tarea no será fácil. Quien sintetizó las dificultades que tendrá el nuevo ministro, en el marco de la crisis del Gobierno y la interna del Frente de Todos, fue la incombustible "Chiche" Duhalde: "Yo no me metería en este bardo", le recomendó.
Scioli 2015: el Alberto que no fue
De larga trayectoria en el peronismo, Daniel Scioli tuvo años de gran protagonismo político siendo gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 2007 y 2015. Antes, había llegado al Partido Justicialista en los años `90 de la mano de Carlos Saúl Menem. Fue diputado nacional, funcionario en diversas secretarías y vicepresidente de la nación bajo el gobierno de Néstor Kirchner.
Sin embargo, el punto máximo de su exposición pública fue su candidatura a presidente en 2015. Elegido por Cristina Kirchner, protagonizó en aquella ocasión una confrontación de alto voltaje contra Mauricio Macri por el sillón de Rivadavia.
Aquella derrota electoral, paradójicamente, Scioli la busca usar hoy como parte de su capital político. El impopular gobierno de Macri, el presidente de los ricos, le permitió al ahora ex embajador en Brasil decir que él “tenía razón”.
Qué hubiera hecho Scioli de ganar, es incomprobable. Pero haciendo un poco de historia contrafáctica, puede abrirse la hipótesis de que un triunfo suyo quizás hubiera adelantado la experiencia que hoy se vive con Alberto Fernández en el poder, es decir, la frustración de las expectativas sembradas en una campaña electoral, producto de un Gobierno peronista gestionando una crisis y encabezado por un íntimo amigo del poder económico. Alberto Fernández y Daniel Scioli, como tantas otras figuras, tienen en común aquel pasado fluido entre el menemismo, el kirchnerismo y las visitas asiduas a los cónclaves de lo más concentrado del establishment local. Vale recordar que en sus actos de campaña de 2015, Scioli se mostraba con el entonces embajador de Estados Unidos en Argentina, Noah B. Mamet, y se anticipaba predispuesto a negociar con los “fondos buitre” para abrir un nuevo ciclo de endeudamiento.
Aquella historia de Scioli, de cuyo prontuario se podría decir mucho más (como que "se quedó dormido" siendo diputado en 2017 cuando había que votar la reforma previsional de Macri), no tendría ya mucha importancia, si no sirviera para pensar el presente.
A río revuelto en el peronismo, el hombre nuevamente reaparece en escena ofreciendo sus servicios, aunque, por supuesto, ahora su suerte quedará atada al Gobierno que pasa a integrar desde una alta posición en el gabinete: se trata de alguien que puede tener diálogo con las distintas tribus que habitan el Frente de Todos, que es visto como un dialoguista que busca esquivar los conflictos -dentro de un espacio convulsionado-, y que cuenta con un alto nivel de conocimiento, con aquel 48 % del balotaje de 2015 en su carta de presentación.
Claro que no es el único que se anota para la carrera, ni está claro que se consolide como candidato: desde Jorge Capitanich hasta Sergio Massa o “Wado” de Pedro, entre otros, son muchos los nombres del peronismo que se anotan para competir en el 2023 contra las listas de Juntos por el Cambio y las de Javier Milei (dicho sea de paso, el dirigente libertario afirmó hace pocos días, en LN+, que "yo tengo buena relación con Scioli. De hecho en la línea liberal que el tenía dentro de sus equipos, que se llamaba Fundación Acordar, yo estaba ahí").
A lo largo de toda esta historia, lo importante sin embargo es que hay una lógica que perdura. En esa apuesta justificada siempre bajo el discurso de "enfrentar a la derecha", vienen prevaleciendo en el peronismo los candidatos más moderados y amigos del poder. Cristina Kirchner, electora de Scioli en 2015 y de Alberto en 2019, fue la artífice de esta estrategia durante estos años.
Los resultados son los que hoy están a la vista. Al fracaso de Macri le sucedió el actual Gobierno del Frente de Todos, que legitimó la herencia del PRO y hoy conduce un país que, de la mano del FMI, tiene 17 millones de pobres a pesar de atravesar un boom exportador y un récord de ingreso de dólares que a los de abajo nunca les llegan.
A la par de esta situación social, hoy la desilusión de la base electoral del Frente de Todos lleva a una crisis del peronismo de cara al desafío electoral 2023, donde es creciente el temor a una derrota como la de 2021. ¿Puede una figura como Scioli contar con el aval nuevamente de Cristina Kirchner después de la crítica experiencia internista con Alberto Fernández? Son interrogantes que hoy no están definidos y que seguramente se definan más adelante entre encuestas y negociaciones por espacios de poder. Por ahora, a más de un año de la elección, hay muchos globos de ensayo que habrá que ver cómo se desarrollan en el tiempo.
Por supuesto, no se trata de sembrar ilusiones respecto de otro rumbo posible para el peronismo. Un curso "progresista" después de estas fracasadas experiencias no está en el horizonte de la vicepresidenta, como se puede ver en sus gestos hacia todos los factores de poder del peronismo, o en sus reuniones con el embajador de Estados Unidos en Argentina o la jefa del Comando Sur del Pentágono. Lo mismo respecto del plan económico, sobre lo cual, más allá de las posturas críticas, brilla por su ausencia algún horizonte de romper las ataduras con el capital financiero internacional o con el consenso extractivista con el que hoy quieren ilusionarse amplios sectores de las clases dominantes locales, pero que no conducen más que a saqueo y destrucción del medioambiente, sin salir del atraso. Más allá de las internas, todas las alas del peronismo demuestran sobradamente que están en ese mismo barco, al igual que Juntos por el Cambio, por no hablar de los planes de la derecha libertaria de Milei. De lo que se trata entonces, es de sacar conclusiones. Junto con los planteos urgentes ante los golpes de la crisis, por un paro nacional y plan de lucha por nuestros reclamos, es necesario construir a la par otra salida de fondo, desde un horizonte socialista y de los trabajadores.

Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.