Desde que comenzó el año, miles de jóvenes provenientes de Senegal, Mauritania o Marruecos han llegado a Canarias huyendo del hambre y el desempleo. Pero las multinacionales europeas hacen ganancias fabulosas con la pesca, el oro azul de Senegal.
Viernes 20 de noviembre de 2020 14:04
El 13 de noviembre, diversas organizaciones convocaron a una jornada de duelo nacional en Senegal por las 480 personas migrantes que han muerto o desaparecido en el Mediterráneo en las últimas semanas. Las aguas del mar están teñidas de rojo. Se trata de una verdadera crisis social y migratoria, que la UE responde, como siempre, fortaleciendo el cierre de fronteras y acelerando las devoluciones “en caliente”. Por algo se reunió este viernes el ministro del interior español, Marlaska, con el ministro correspondiente de Marruecos: asegurarse que se seguirá blindando la frontera europea. La situación actual recuerda a la “crisis de los cayucos” cuando en 2006 más de 30.000 personas llegaron las Canarias desde Senegal, Mauritania y Marruecos.
“Es triste, los jóvenes están abandonados, hay muchos que están muriendo en el Atlántico antes de llegar a las Islas Canarias, y los que llegan no tienen ninguna oportunidad, es un viaje perdido porque los jóvenes no tienen información”, afirmó Badara Ndiaye, el presidente de la asociación senegalesa Diáspora Desarrollo Educación Migración (DIADEM).
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Pero ¿por qué siguen muriendo jóvenes de Senegal, Mauritania o Marruecos, subidos a pequeños cayucos rumbo a Canarias? Hace falta poner contexto a esta situación y apuntar la responsabilidad de los Estados europeos en grave crisis económica que se vive en estos países africanos. Miremos el caso de Senegal.
El famoso “bonito del norte”, o el atún vasco, no es español, sino senegalés. En medio de la pandemia, los barcos de empresas pesqueras multinacionales de Portugal, España y Francia siguieron vaciando las aguas de las costas africanas, mientras los pequeños pescadores artesanales no podían salir al mar por cumplir con las restricciones de la Covid. Así lo denunciaban en octubre desde Greenpeace. Es el “oro azul” de Senegal, las aguas repletas de peces, que se llevan a costas lejanas en barcos extranjeros.
Y esos mismos barcos seguirán expoliando los mares de Senegal durante los próximos años, gracias a la confirmación del nuevo protocolo pesquero entre la UE y ese país, ratificado en el Parlamento Europeo: hasta 10.000 toneladas anuales de atún y 1750 toneladas de merluza negra por año, para ser congeladas y envasadas en España y otros países de Europa. En estos días también se están renovando los acuerdos pesqueros con Mauritania y con Liberia.
En un documento titulado: “Mareo: Mientras que África occidental está sellada por la COVID-19, sus aguas permanecen abiertas al saqueo”, la organización denunciaba las consecuencias de la acción de las empresas pesqueras europeas. También hay varios buques chinos pescando en la misma región. Por su parte, desde la Plataforma de Pescadores Artesanales de Senegal (PAPAS), denunciaron que aun en pleno confinamiento seguían funcionando las fábricas de harina y aceite de pescado para la exportación, desabasteciendo de pescado fresco para la población local. El sector pesquero en Senegal es muy importante para su economía, y según un estudio de 2008, ocupaba a más de 52.000 personas en la pesca artesanal y 5000 en la pesca industrial, representando más de un 30% de las exportaciones del país.
Según un informe de la Agencia Nacional de la Estadística y Demografía de Senegal, un 36% de los jefes de familia perdió su empleo durante la crisis de la Covid, mientras que un 85 % de los hogares perdió parte de sus ingresos. A su vez de acuerdo con un informe del aOIT, nueve de cada diez trabajadores se encuentra en el sector informal, por lo que fueron arrasados con la pandemia.
Diversas asociaciones critican también al Gobierno senegalés y las políticas migratorias y los proyectos de la UE, en los que se invierte mucho dinero que nunca se materializa en soluciones para los jóvenes que arriesgan su vida. "La gente está muy cansada. No podemos quedarnos aquí sin trabajar, sin tener dinero para alimentar a nuestras familias", contó a Efe Moustapha Diouf, el presidente de la Asociación de Jóvenes Repatriados de Thiaroye-sur-Mer, localidad periférica de Dakar desde la que salieron cientos de barcos en la crisis de los cayucos en 2006, que empujó a Canarias a miles de migrantes. “Quizás el coronavirus está ahí, pero hay la falta de empleo, la pobreza, hay muchos factores”, advirtió Diouf.
Los gobiernos europeos y las multinacionales son responsables de expoliar los mares y los recursos de países del centro y norte de África, desde donde huyen después los jóvenes desesperados. “Queremos vuestros peces, y vuestros recursos, pero no vuestros problemas”, contestan las autoridades europeas, que cierran fronteras y levantan muros fortificados.