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Red Internacional
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Nacional. Osvaldo Soriano y el progresismo argentino

A días de las PASO Duhalde y Berni vuelven a escena. La Argentina sciolizada que todo progresista serio teme. Hacia la izquierda está el sur.

Jueves 30 de julio de 2015

A inicios de los años 90’ un ingeniero en informática deambula por la provincia de Buenos Aires. Va hacia Neuquén. O intenta ir hacía ahí. Como si fuera un anticipo de las promesas que hoy siembra Vaca Muerta, ahí parece estar la salvación en un país que se hunde.

El ingeniero no tiene nombre, ni lo adquirirá durante la novela. Ni él ni el sinfín de personajes que cruzan en su camino parece ser lo central. En esa novela, el centro está en el vagar constante del ingeniero, en su (no) ir hacia ningún lado.
A meses del final del ciclo kirchnerista, el progresismo argentino semeja el ingeniero de Soriano. Un vagar sin cesar por una Argentina cada vez más sciolizada. Desorientación atada a una promesa de “continuidad” que cada día significa algo distinto.

Los hombres de Duhalde

El inefable Eduardo Duhalde salió del ostracismo y señaló que tiene cuatro candidatos en esta elección: Scioli, Massa, Rodríguez Saá y De la Sota. No le faltan razones a la afirmación. Los nombrados son parte del peronismo desde hace décadas. Sus trayectorias los ubican cerca de Menen y del mismo Duhalde. Son parte de ese peronismo que nunca terminó de morir y se escondió, durante una década, tras el ropaje progresista.

Hace pocos días el periodista Pablo Ibáñez reveló en Ámbito un diálogo insospechado entre Scioli y Zannini, en la primera reunión con los colaboradores del gobernador. “Te quiero decir que acá no tenemos internas Carlos, cada vez que hubo una interna eché a alguien” disparó el ex motonauta. ¿Amenaza o broma? se pregunta el periodista. Para el caso el resultado es el mismo. El “control” tan mentado que, supuestamente, Zannini venía a ejercer en nombre del “kirchnerismo puro”, ya demuestra su impotencia, incluso antes de ser gobierno.

Al fin y al cabo…Peronismo

El verdadero poder crece y se concentra en Scioli. Éste, como una suerte de aspiradora, sale a buscar a quienes alguna vez jugaron el papel de díscolos, como De la Sota o Rodríguez Saá. En la tarea de reconstrucción del peronismo a escala nacional, Karina Rabolini hace las veces de embajadora itinerante. La tarea implica recoger heridos a izquierda y a derecha. Mientras se besa con el gobernador cordobés pide un ministerio para Randazzo en el hipotético futuro gobierno de su marido.

El peronismo cura sus heridas recurriendo a una de sus tradiciones fundacionales: borrón y cuenta nueva. Al fin y al cabo, como un viejo general sintetizó: “peronistas somos todos”.

Si la dinámica se desarrolla según lo previsto por las encuestas, las PASO dirimirán la interna peronista y afianzarán la hegemonía de Scioli. A partir de ahí, las tendencias centrípetas primaran sobre la dispersión. A la espera del 10 de agosto, muchos aguardan agazapados la hora de volver al redil. Hugo Moyano es uno de ellos. Como buen peronista y conocedor de la fuerza social que dirige burocráticamente, sabe que su peso cuenta y será bienvenido. Ya dio parte de neutralidad en las PASO, escudándose en su rol de “jefe de la CGT”, abandonando a Massa a pesar de haber sido massista hasta ayer nomás. El barco se abandona en silencio, aunque según dicen ya hay guiños al hombre que viste de color naranja.

El mundo Berni

El martes por la mañana el país despertó con las imágenes de Gendarmería apostada masivamente en la Panamericana. Las horas siguientes dieron dos brutales represiones. Sergio Berni volvió a irrumpir en la escena política al frente de las mismas. Horas más tarde apareció en televisión denunciando que “los trabajadores buscaban un muerto”.

Un cinismo increíble. Aunque se trata del cinismo oficialmente permitido. El que garantizaba que Milani pudiera abrazarse a Hebe de Bonafini; el que permite a Scioli prometer la creación de un ministerio de los Derechos Humanos, cuando la provincia que gobierna rompe todos los estándares de violación de los mismos.

El silencio del progresismo kirchnerista ante las palabras de Berni fue mayúsculo, con la excepción del CELS. La izquierda respondió activamente, impulsando en Mendoza y en el Congreso Nacional sendas declaraciones de repudio a la misma, logrando que se vote en la provincia andina. Nicolás del Caño claramente señaló que “el que busca un muerto es él” en relación al ex carapintada.

Aquí no hay Relato que valga. Al cierre de esta edición aún hay heridos de gravedad, en terapia intensiva, entre los trabajadores, producto del salvajismo de los gendarmes.

Berni declaró, hace pocos días, su apoyo completo a Scioli. No resulta extraño. Durante 2014 compartieron hasta el hartazgo ceremonias de presentación de nuevas camadas de policías. En los últimos días del ciclo político del kirchnerismo, una de sus figuras más reaccionarias vuelve al centro de la escena.

Hacia el sur

El personaje de Soriano arriba, después de un arduo trajín, a la estación de tren. Allí se reinicia su camino. Pero ahí también termina la novela. Pura incertidumbre.
Para el progresismo argentino el futuro se presenta de manera similar. La llamada década ganada prometió transformaciones profundas que no llegaron. Termina bajo la imposición –hecha por la misma Cristina- de un candidato que tanto Duhalde como Menem pueden reivindicar como de su riñón. La agenda de “paz social” la impone Berni a punta de pistola. Los empresarios piden –reiteradamente- un ajuste. Los economistas de Scioli lo sindican necesario. En este terreno, es evidente que las perspectivas de Macri y Massa no difieren radicalmente.

El derechismo imperante en las filas de los candidatos patronales no es el único componente de la situación política. Las duras luchas de trabajadores –como los de Cresta Roja y la Línea 60- apoyadas activamente por sectores de la izquierda, conforman una bocanada de aire ante tanto tufillo menemista. Allí se puede encontrar las bases de nuevas perspectivas que apunten, seriamente, a expresar los intereses de los sectores oprimidos y explotados de la sociedad. Para el progresismo que vaga, el sur está a la izquierda.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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