Semana horribilis para el partido socialista. Todo será diferente para la formación de Pedro Sánchez. ¿Los reyes de la corrupción finalmente serán investidos?
Viernes 30 de septiembre de 2016
La frase de Susana Díaz “no se puede gobernar con 85 diputados” fue la orden de largada. En esta semana la escalada fue tan grande que el grupo andaluz y la vieja guardia protagonizaron un histórico golpe de estado el miércoles pasado.
A día de hoy la batalla sigue enconada. Aunque parece que han encontrado un mediador, Patxi López, quien fuera Lehendakari en Euskadi. Aun así las dos partes siguen pugnando para lograr la mejor posición en una eventual negociación. Los de Sánchez insisten con la reunión del sábado y las primarias. Los de Díaz y González insisten con la Comisión de Garantías (donde son mayoría) y una gestora.
Es difícil saber si encontraran un punto medio de negociación que satisfaga a ambas partes. Debido al fuerte enfrentamiento de ésta semana no parece ser lo más probable. El gran problema es que ninguna parte reconoce a la otra. Es como si el PSOE se hubiera desvanecido en el aire. Incluso se puede decir que dejó de existir, al menos, momentáneamente.
Está tan degradada la discusión que ninguna de las partes habla de política y mucho menos de ideología. De lo único que se habla es sobre los estatutos. Si éstos permiten a las huestes de Sánchez seguir en Ferraz o si estos serán echados por la Presidenta andaluza y sus acólitos. Esta discusión rebajada a niveles de sócalo demuestra que en el PSOE las diferencias no son de estrategia, ni tampoco de una diferencia política enorme.
Los de Sánchez pretenden preservar al PSOE como el partido que contiene a las masas dentro del Régimen del 78. Los de Díaz-González por su parte, quieren poner en pie una nueva legislatura de Rajoy a la medida del Ibex 35. El problema es que si el PSOE inviste a Rajoy puede pasar a la marginalidad política y desaparecer debido a la existencia de Podemos.
Los reyes de la corrupción
La derecha tampoco está para tirar cohetes. El otro gran partido de Estado tiene una imagen mejor que los social liberales. Aunque perdió casi la mitad de sus votos. Está rodeados de casos de corrupción, son innumerables.
El caso de Rita Barberá es el más escandaloso. No solo por cómo la protegieron mientras era miembro del PP. Sino porque la siguen protegiendo aun siendo del “grupo mixto” como pasó en la última sesión del senado que ambos votaron conjuntamente en contra de anular el aforamiento. El caso de Valencia es el más alucinante, pero en todas las comunidades hay algún escándalo.
Este será el partido que gobernará el Estado español, si no vamos a unas terceras elecciones. Es el partido que junto al PSOE votó el artículo 135 de la Constitución, que privilegia el pago de la deuda al gasto social. El mismo, que con la ayuda del PSOE está diseñando los presupuestos que pide Bruselas para éste año.
La crisis del bipartidismo
El Régimen del 78 se asentaba, entre otras instituciones, en el bipartidismo del PSOE y del PP. Una alternancia entre la derecha franquista y el centro izquierda que pactó con el Rey la Transición era la forma de mantener a las masas laboriosas fuera de las decisiones políticas. Hoy día eso está en una profunda crisis de credibilidad.
Los social liberales del PSOE está acabando de destrozar la menguada confianza de las masas después de años de gestionar el capitalismo de las multinacionales españolas. El PP está salvando la ropa, sobre todo porque la crisis aflojó durante estos últimos trimestres y el paro bajó aunque con una precariedad de enormes dimensiones.
Entre los reyes de la corrupción y el partido partido, han aparecido nuevos fenómenos políticos: la nueva política. Por la derecha, surgió Ciudadanos, que acaba siendo la marca blanca de la derecha franquista. Por la izquierda Podemos que pasó de catalogar al PSOE como la casta a que sea el mejor socio de gobierno sin escalas. Ambas formaciones han permitido que se mantengan un poco más los partidos del Régimen.
La democracia española no es tal. Pasó de la dictadura conservando el Monarca por el Rey y el poder judicial y las fuerzas represivas intocables. Pero la degradación ha llegado a grados inconcebibles. La alternancia del “partido partido” y “los reyes de la corrupción” está llegando a su fin. Esto es lo preocupa al Ibex 35 y las potencias europeas.
Los trabajadores hasta ahora hemos estado fuera de la escena política. La burocracia sindical es la gran responsable. UGT y CCOO están ligados al PSOE y por mil lazos al poder. Por ello no han movido ni un solo dedo. Durante estos años de precariedad laboral, salarios ni mileuristas y una democracia degradada, la burocracia estuvo completamente ausente.
Ahora están hablando de movilizar las filas obreras contra los propósitos de la patronal de rebajar aún más los despidos y eternizar la temporalidad. Cada vez se hace más necesario que lancen un plan de lucha que culmine en la huelga general.
La clase obrera ha de retomar el camino de las últimas huelgas generales que había quedado truncado por culpa de la burocracia. Para ello es importante organizarse en los lugares de trabajo y de estudios. En esta grave crisis política los trabajadores debemos pegar un puñetazo en la mesa política para librarnos de los partidos del Régimen del 78 y la Monarquía en el camino de una República obrera.