PSOE y Unidas Podemos (UP) no alcanzaron un acuerdo de investidura en la última reunión mantenida este pasado martes. Los de Pedro Sánchez siguen ofreciendo un gobierno de “cooperación” mientras que Iglesias mantiene su apuesta de formar parte del Gobierno.
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 10 de julio de 2019
Foto: EFE
El camino de Sánchez a la Moncloa se está convirtiendo en un trayecto tortuoso para el líder del PSOE. En la última ronda de reuniones que emprendió, ya sin mucho ánimo, este pasado martes, se certificó la distancia cada vez mayor que existe entre los socio liberales y su “socio preferente”, UP.
Las diferencias entre ambas formaciones que se centran particularmente en la petición de Iglesias y los suyos de entrar en el Gobierno, una extremo que desde Ferraz rechazan, han alcanzado un nuevo nivel y en estos momentos los ultimatums vuelan de bando a bando.
Tras la reunión entre ambos líderes, fue primero el turno de UP que ante los medios criticó la actitud del PSOE, a la que define como “la de un partido que ha obtenido mayoría absoluta”, pues “intenta imponer” su programa y posiciones sin negociar.
En este sentido Iglesias ha querido defenderse de las acusaciones que le llegan desde Ferraz, donde se critica que el único leitmotiv de UP son “los sillones en el Consejo de Ministros y los las políticas”. El líder de la formación morada ha señalado que la propuesta programática presentada por Sánchez es “un copia y pega” del programa electoral, algo que para Iglesias hace todavía más clara la necesidad de que esa formación entre en el gobierno.
En la comparecencia ante los medios y según fuentes de la formación morada, están dispuestos a nuevas elecciones si el PSOE no cede a formar un gobierno de multicolor.
El penúltimo ejemplo de la integración de UP al Régimen, donde ahora todo programa o estrategia de la formación está supeditado a gobernar conjuntamente con el PSOE, el partido de “la cal viva” y pilar fundamental de este régimen monárquico y antidemocrático.
No obstante, y a pesar de los esfuerzos desde UP de adaptarse a las necesidades del PSOE y del Régimen del 78 -como comprometerse a no apoyar un referéndum en Catalunya o no mover un solo dedo cuando se haga pública la condena a los presos políticos- desde Ferraz se niegan en absoluto.
Mantienen su voluntad de gobierno de “cooperación”, otorgando a Iglesias y los suyos un papel “preferente” durante la legislatura. Incluso como informó Adriana Lastra ante los medios tras la reunión de este martes, aceptan propuestas de “independientes de reconocido prestigio para ocupar carteras ministeriales”, pero esa es la línea roja, algo insuficiente para UP.
El ultimátum lanzado desde Ferraz es difícil de superar, puesto que tal y como comunicó Lastra “no habrá segundas oportunidades” y dejó caer la responsabilidad de unos nuevos comicios sobre los hombros de UP, además de afirmar que “Sánchez no volvería a presentarse”.
“Sería la segunda vez que Iglesias puede impedir que España tenga un gobierno de izquierdas”, puntualizó amenazante Lastra, sabedora que la presión pesa más en UP, que viene de un retroceso electoral y con perspectivas aún peores, a tenor de la última encuesta del CIS.
Según este barómetro, el 20% de los encuestados opta por un gobierno monocolor y con apoyos puntuales, mientras que el 16% sí es partidario de la entrada de UP en el gobierno. Además el estudio remarca la pérdida de hasta 3 puntos para la formación de Iglesias si se repitieran los comicios.
Es cierto que tras este cruce de cuchillos se esconde, en gran medida, un reparto de sillones. No obstante no es lo único que hay sobre la mesa y que escenifican estas negociaciones.
En primer lugar estas negociaciones suponen el enésimo paso de UP a la integración total en el Régimen del 78, que lo convierte en un actor que tan solo se preocupa de jugar un rol de estabilidad para el Gobierno y la Corona y lo deja como una herramienta inútil para revertir la situación de crisis y precariedad que sufren las clases populares.
Iglesias, en su crítica al programa presentado desde el PSOE para la negociación, señalaba que nada se decía sobre la reforma laboral (a la última reforma) o poner límites a los alquileres. ¿Acaso era posible esperar algo más de este Partido Socialista, arquitecto de este Régimen monárquico, antidemocrático e imperialista?
En segundo lugar este bloqueo en las negociaciones de investidura tienen implicancias más profundas para el régimen español. Si bien unas nuevas elecciones en noviembre aparecen en un horizonte aún lejano, lo cierto es que el Régimen no conseguiría cerrar su crisis de representatividad que lo llevaría a unas hipotéticas cuartas elecciones en apenas 4 años.
Ahora mismo asistimos a un juego de caretas con difícil pronóstico de resolución, si bien una nueva cita electoral parece ser el peor de los escenarios para UP. Pero lo cierto es que independientemente del resultado de estas negociaciones y de la investidura, ni la precariedad laboral, ni la crisis habitacional, ni las políticas imperialistas, ni las políticas racistas van acabar.