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Red Internacional
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ENTREVISTA. Pablo Castilla: “Sobran los motivos para que quienes salimos hace dos años por la libertad de Hasél volvamos a las calles”

Hablamos con Pablo Castilla, portavoz de la agrupación juvenil Contracorrent y uno de los miles de jóvenes que hace dos años se manifestaban contra el encarcelamiento de Pablo Hasél. Desde los micros abiertos y en varias entrevistas a medios de comunicación señaló las raíces profundas de aquella explosión de rabia juvenil, sus responsables políticos y la actitud de una izquierda independentista que en esos días negociaba la posterior investidura de Pere Aragonés.

Jueves 16 de febrero de 2023

Hace dos años del encarcelamiento del rapero Pablo Hasél ¿Qué representó en tu opinión este hecho?

El encarcelamiento de Hasél sin duda era parte de una ofensiva represiva que se inició bajo el gobierno de Rajoy, que se ha mantenido bajo el del PSOE y Unidas Podemos y que tiene a Catalunya como su principal escenario, aunque no el único. Lo vimos también contra los trabajadores del metal de Cádiz, hace un año, o contra las manifestaciones que denunciaban el asesinato homófobo de Samuel en Madrid. La Ley Mordaza sigue sin ser derogada y el ministerio de Marlaska ha infiltrado a policías nacionales en movimientos sociales en Catalunya y el País Valenciano, al puro estilo franquista. Una política represiva a cargo del PSOE y de la que Unidas Podemos, aunque haga alguna declaración en contra, es también responsable como miembro del gobierno. En Catalunya también hemos seguido viendo cómo la Generalitat de ERC es parte de esta represión. Es la acusación particular en muchos procesos, manda a los Mossos a los desahucios y otras protestas, o han apoyado el endurecimiento del delito de desórdenes públicos contra la protesta social.

Entonces miles de jóvenes salisteis a la calle a exigir la inmediata puesta en libertad. Pero entre los manifestantes había una idea que se repetía “Es por Hasél y no solo por Hasél” ¿Cuales fueron las razones profundes de aquella explosión de malestar?

Estábamos en la inmediata post-pandemia. Veníamos de ver cómo se aplicaba un plan compartido por todos los gobiernos basado en proteger los beneficios de las empresas y las grandes fortunas, que no perdieron ni un euro, más bien al revés. Mientras, se nos hacían pagar las consecuencias de esta nueva crisis social y sanitaria a la clase trabajadora y los sectores populares. Se puso en evidencia que teníamos un sistema sanitario totalmente devastado por una década de recortes, como lo denuncian todas las trabajadoras del sector en las huelgas que vemos ahora. La juventud además habíamos sufrido una campaña de criminalización, éramos los responsables de los contagios. A esto hay que añadirle la situación estructural de precariedad, con muchos jóvenes sin curro o con curros temporales, sin poder emanciparnos, con las universidades cerradas... Todo eso se condensó en un gran estallido de rabia contra un futuro en el que solo nos prometen miseria. Y esto no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado en muchos sentidos: la precariedad se mantiene, la reforma laboral de Yolanda Díaz blindó las anteriores, la inflación se come los salarios, en especial los más bajos, los alquileres por las nubes... Y además vuelven los aires de guerras y rearmes imperialistas. Sobran los motivos para seguir luchando contra este sistema.

¿Por qué crees que en Catalunya, y en particular en Barcelona, estas manifestaciones se extendieron por más de dos semanas y con un alto de nivel de combatividad?

Seguramente la juventud catalana se ha sentido doblemente criminalizada y doblemente engañada en los últimos años. Por un lado, la derecha, el “progresismo” españolista y todo el aparato del Estado han llevado adelante una brutal represión contra el independentismo y el derecho a decidir. Lo vimos el 1 de octubre, en las movilizaciones contra la sentencia... Pero también vimos cómo se reprimía brutalmente manifestaciones en solidaridad con Catalunya en Madrid. Por el otro lado, doblemente engañada porque los dirigentes procesista, con ERC y JxCat, habían prometido la república y contenido la movilización para después venderse completamente. En 2017 llamaron a la calma, sobre todo en la huelga del 3 de octubre. En 2019 fueron ellos quienes se pusieron a la cabeza de la represión de las manifestaciones. Y ahora con el govern de Aragonés se ve claro que hay una vuelta a la normalidad autonómica y a aplicar las mismas políticas social-liberales, como vemos en estos últimos Presupuestos pactados con el PSC y los Comunes.

En aquellos días vimos a periodistas, tertulianos y políticos de todo signo criminalizar las protestas y tacharlas de violentas. En un debate televisivo decidiste plantarte y decir claramente que tú no te ibas a sumar a esas condenas criminalizadoras, como te exigía el presentador ¿Cómo les respondiste?

Primero no entrando a su juego de condenas que es la forma que tienen siempre de criminalizar la lucha de la juventud y otras protestas. Dejé claro que fueran o no mis métodos, respecto a algunas acciones concretas, me negaba a sumarme a sus condenas. Que lo que sí condenaba y denunciaba tajantemente era la verdadera violencia vista esos días, la de la Policía, que le sacó un ojo a una chica de 19 años. Ninguno de los tertulianos de turno denunciaba esa y el resto de las agresiones policiales. Y también las otras violencias estructurales, la que nos condena a vidas precarias, a no poder sostenernos, realizar nuestros proyectos vitales, la que genera muertes en los curros por falta de medidas de seguridad, en las fronteras, en las comisarías… De esa violencia siempre callan.

En los micros abiertos y en varias entrevistas a medios de comunicación tú te mostraste muy crítico con el papel de la CUP en esos días ¿Qué rol crees que jugó la izquierda independentista?

Hay que recordar que en esos días la CUP estaba negociando la investidura de Pere Aragonés, al que le acabaron dando su apoyo unos meses más tarde. Nosotros les decíamos que no podían hacerlo, que era el mismo gobierno que nos estaba reprimiendo cada noche. Pero además, ERC no es ningún aliado ni en lo social ni en la lucha por la autodeterminación, como vendía la CUP. Lo habían dejado muy claro durante el procés, junto a Junts, reprimiendo en 2019 y antes, haciendo todo lo posible por evitar que la movilización de 2017 pusiera en jaque al Régimen del 78. Y en lo social son los herederos de Convergencia, de las políticas neoliberales de siempre en Catalunya. Volviendo a los Presupuestos que se van a votar ahora, vemos de nuevo megaproyectos urbanísticos, recortes de la sanidad y la educación sin revertirse... Más gestión autonómica de los negocios de las grandes familias. Por eso fuimos tan críticos con el rol de la izquierda independentista en aquellos días, seguían sembrando ilusiones en los partidos de la burguesía catalana y en los hechos se negaban a enfrentarlos, aun cuando la juventud estábamos empezando a hacerlo en la calle. La necesidad de construir una izquierda anticapitalista y revolucionaria, que parta de la independencia política respecto a estos partidos, volvió a expresarse como una necesidad pendiente y urgente en Catalunya.

¿Qué le faltó a aquella explosión de rabia para llegar más lejos?

Faltó algo esencial que también faltó en 2017 o 2019. Hacía falta impulsar la autoorganización y estructurar el movimiento en los centros de estudio, buscar despertar la solidaridad de otros sectores de trabajadores, sobre todo jóvenes, que también están afectados por toda esta situación de crisis que decía antes. Por eso les planteamos a los compañeros y compañeras del SEPC y de otras organizaciones de la izquierda independentista como Arran que tenían un mayor peso en la juventud, impulsar juntos asambleas en las facultades, los institutos, los barrios... Para desde ahí poder organizar toda aquella rabia, politizarla y dirigirla a enfrentar al govern catalán que nos estaba reprimiendo. Pero lamentablemente, la izquierda independentista esos días estaban comprometidos con la política de la CUP, que quería evitar cualquier desborde de la calle porque estaban negociando la investidura. Actuaron parecido a 2017, por la misma razón, estaban comprometidos con una estrategia de unidad nacional que se ha demostrado estos años como un obstáculo total a que la movilización social se desplegara y desarrollara todo su potencial.

¿Qué ha pasado en estos dos años? ¿En qué punto está la juventud?

La situación, como decía antes, es peor. Hay un aumento de la precariedad, de los precios, de los alquileres... Los salarios se están quedando en nada. Además, a nivel internacional vemos cómo las potencias imperialistas, incluyendo el Estado español, se rearman hasta los dientes para defender sus intereses. Esto quiere decir, defender al IBEX35 en todo el mundo y blindar aún más las fronteras, con más episodios como la matanza que vimos en Melilla. Rechazamos frontalmente la invasión reaccionaria de Putin, pero sabemos que hay que enfrentar el rearme de nuestro propio imperialismo. Sobran los motivos para que quienes salimos hace dos años por la libertad de Hasél volvamos a las calles.

¿Cuál es la propuesta de Contracorrent para esta vuelta a las calles?

Hay que partir de qué el rol han jugado el reformismo de Podemos o el procesismo es criminal. Lo que han vendido es que no hay alternativa, que no se puede aspirar a nada más que a ser la muleta izquierda del PSOE o una autonomía en clave neoliberal. Nos dicen que aspirar a cualquier cosa más solo puede traer la llegada de la derecha mientras la derecha justamente no para de crecer gracias al desencanto que ellos alimentan. Son los mayores contribuyentes a la pasividad, la desmovilización, a que pasen sus políticas de derechas...

Nosotros creemos que hay que romper con este relato de la derrota. Contra el relato de los que quieren convencernos de que vamos a un mundo distópico, hay que retomar la lucha porque los recursos sociales pasen a manos de los que los hacemos funcionar todos los días, las y los trabajadores, y se pongan al servicio de resolver las grandes necesidades, no del lucro de una minoría que nos lleva a cada vez peores crisis y guerras. Hay elementos de la realidad que demuestran que se puede salir de ese esquema, como la vuelta de la lucha de clases a Europa, con las huelgas en Francia o Reino Unido, o aquí con las luchas sanitarias. Esta fuerza de la clase trabajadora es la base para pensar como construir otra izquierda, una izquierda revolucionaria, de clase y socialista. Aquí, la juventud tenemos que estar a la cabeza junto a las y los trabajadores en lucha para dar una salida de conjunto al avance de la derecha, las crisis -incluida la ambiental- y el rearme imperialista. Es urgente retomar la lucha por un socialismo desde abajo que cambie realmente el mundo de base.