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Red Internacional
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Bolivia. Pablo Iglesias y el rey Felipe VI en la toma del presidente boliviano

Junto con presidentes latinoamericanos, el rey Felipe VI y el secretario general de Podemos acuden a la toma de posesión del gobierno boliviano. El representante de la monarquía y el imperialismo español y del reformismo en el gobierno se plantan juntos en la ceremonia de asunción de Arce.

Lunes 9 de noviembre de 2020

Tras la victoria del MAS en las elecciones en Bolivia con el 55,10%, la asunción de Arce como presidente ha contado con la presencia de Pablo Iglesias y el rey Felipe VI, entre otros representantes diplomáticos de diversos países latinoamericanos.

El presidente del senado -el líder cocalero, Andrónico Rodríguez-, para recibir al rey optó por hacer una reverencia e inclinarse ante él, un gesto de reminiscencias coloniales. Por su parte, la ex presidenta de facto, Jeanine Áñez, al igual que todo el personal de su Gobierno, no estuvo presente y siguió el acto desde su domicilio en la ciudad de Trinidad en el Departamento del Beni. De la misma manera, Luis Fernando Camacho y su bancada parlamentaria, de la alianza Creemos, tampoco estuvieron presentes en el acto como gesto de denuncia por el reglamento parlamentario y por el supuesto fraude electoral con el que intentaron impedir la toma de posesión.

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A pesar de los votos, el gobierno de Arce nace fuertemente condicionado no solo por una profunda crisis económica y social en curso, sino también, por una crisis política que el resultado electoral del 18 de octubre no permite cerrar. Pero ¿qué pintan el rey y el vicepresidente “progre” juntos en Bolivia?

La monarquía ha sido y sigue siendo garante de que las grandes familias capitalistas que se enriquecieron y se posicionaron durante la dictadura franquista pudieran seguir haciéndolo hasta el presente. Una institución que no solo repudiamos por su corrupción y su anacronismo, sino porque es garante del capitalismo imperialista español, de la represión al derecho de autodeterminación y sus políticas de expoliación de los pueblos de otros continentes.

No en vano España siempre ha sido uno de los países con mayor presencia en la zona. De esta manera durante el auge del neoliberalismo las empresas españolas fueron grandes beneficiadas de los procesos de privatización y saqueo que vivió América Latina. El Estado español siempre ha intentado hacer valer su pasado colonial y cercanía cultural para competir ventajosamente con otros países imperialistas.

El desembarco en clave neocolonial de grandes empresas ibéricas en América Latina pegó un salto cualitativo en los 80 y 90. De esta manera sectores estratégicos como los hidrocarburos, la banca, la telefonía o los servicio esenciales (luz, agua) fueron copados por compañías como Repsol, Telefónica, Banco Santander, etc.

Entre los mayores escándalos que han protagonizado las grandes empresas españolas destacan el de la llamada guerra del agua en Cochabamba. Esta se produjo cuando los servicios de agua potable fueron privatizados en toda Bolivia en el año 2000. En Cochabamba, una de las principales ciudades del país, una de las empresas beneficiadas fue la española Abengoa. La primera medida que tomaron tras la privatización consistió en subir un 300 por ciento la factura del agua de un día para otro.

La acción de estas empresas hizo estragos en muchos países latinoamericanos. En una lógica de saqueo escandaloso, las condiciones ventajosas que les ofrecían los gobierno entreguistas de turno tuvo como efecto todo tipo de desastres sociales y medioambientales. Pero principalmente acrecentó el carácter de dependencia de las economías de América Latina. Poniendo los enormes recursos del continente al servicio de enriquecer a multinacionales extranjeras y las oligarquías nacionales y no de la mayoría popular.