La incompatibilidad del discurso sobre la emigración y la multiculturalidad de los Países Bajos se hace patente en la polémica sobre Zwarte Piet, el ayudante de origen incierto de Sinterklaas, el Papá Noel neerlandés.
Miércoles 7 de diciembre de 2016
En estas fechas tan navideñas, en este pequeño rincón del mundo llamado los Países Bajos, las tradiciones varían un poco con respecto a lo que estamos acostumbrados en España. Mientras que allí tenemos a los reyes magos y últimamente a Papá Noel, aquí por contra los niños disfrutan de Sinterklaas: una mezcla de paganismo, santurrería y anciano obeso que en resumen no deja de ser un Papá Noel a la holandesa, aunque en este caso, el santo hace su magia el día 5 de diciembre y no el 25.
La tradición y su historia son bastante interesantes, pero es su dicharachero ayudante Zwarte Piet el centro de la polémica en estas tierras. Desde la perspectiva de alguien como yo nacido en el Estado español, lo que causa más curiosidad es que en teoría la tropa viene de Madrid... en un barco de vapor. Sí, la primera vez que me contaron que en teoría bajan el Manzanares en barco me dio un ataque de risa. Aunque al menos tienen en cuenta que se tarda un rato largo en ir en barco de Madrid a Ámsterdam y suele llegar con bastante antelación al país, en torno a mediados de noviembre.
En términos oficiales, el santo tiene un ayudante, de procedencia incierta. Existe debate en torno a su origen diabólico o humano, tiene el pelo ensortijado, grandes labios de color rojo y la cara y las manos completamente negras. ¿Entonces es de origen africano? No exactamente. Oficialmente, el ayudante, Pedrito en castellano, no tiene una raza oficial y su color oscuro es únicamente fruto de mancharse al bajar por las chimeneas cuando deja los regalos a los niños.
La sociedad neerlandesa se caracteriza por su carácter bipolar, o bienpensante. Es habitual encontrar incongruencias entre sus actos, tradiciones palabras y leyes.
El caso del Zwarte Piet no es una excepción. Por ejemplo, descartado el origen diabólico del personaje, no se sabe con certeza si Pedrito es italiano, español, morisco. Se intuye que es de la cuenca del Mediterráneo. Lo que invita a pensar en alguien blanco o de tez morena. En ningún caso se explica por qué recién llegado al país ya tiene tanto hollín en la cara que parece negro tizón. Tampoco está muy claro cómo siendo de la zona del Mediterráneo tiene un pelo tan ensortijado y unos labios tan impropios de las gentes de esos lares.
Arañando un poco en la cultura holandesa, es que en realidad Pedrito sí es negro, pero la presión de lo políticamente correcto impide representarlo como tal.
Por tanto, oficialmente el personaje no será de ningún sitio en particular, pero la historia será endulzada ligeramente para ocultar el carácter racista del asunto. Hay que tener en cuenta que en el nacimiento de esta tradición el comercio de esclavos era algo existente o, mejor dicho, los Países Bajos eran una potencia mundial en el área. Es a la luz de todos estos detalles, cuando la historia de Pedrito comienza a encajar.
A este país hay que reconocerle que de forma amplia revisa su pasado colonial. En un par de ocasiones he visto a gente poco sospechosa de izquierdista hablar con extrema crudeza de sus episodios coloniales de los últimos siglos.
Sin embargo, lo chocante, quizás fruto de la bipolaridad neerlandesa, hace que cualquier modificación de la tradición de Sinterklaas y el Zwarte Piet sea fruto de una enorme resistencia.
El caso más reciente sería la polémica generada alrededor de una “fiel” representación del personaje original: occidental pero lleno de hollín->
http://amsterdamshallowman.com/2016/10/changing-zwarte-piet.html]. Esta historia no cuenta con consenso social. La historia oficial queda correcta de cara a la galería, pero la cristalización de la misma no sienta bien.
En cualquier caso, esta cuestión es difícil de generalizar, ya que las ideas nacionalistas, el tradicionalismo y la religión sufren grandes variaciones a lo largo del territorio. Por ejemplo, en Ámsterdam los actos están organizados y enfocados de forma que apenas han provocado discusión, mientras que en Rotterdam las movilizaciones en contra del Zwarte Piet tradicional (manifestaciones antirracistas) han sido controladas de cerca y finalmente reventadas por la policía.
Hay demasiada flexibilidad en toda esta historia y siendo emigrante en estas tierras es difícil comprenderla y conocerla al detalle. A la cuestión cultural y de idioma hay que sumar la mencionada bipolaridad.
Quizás, a modo de conclusión, Zwarte Piet es un fiel reflejo de las cuestiones económicas y nacionales que tenemos en Europa. Es decir, oficialmente somos tolerantes con la emigración y rechazamos el ideario racista. Sin embargo, este discurso capitaneado por la izquierda (o el liberalismo social, que en el norte no es lo mismo que izquierda) es solo el discurso social superficial que se apoya en una realidad económica de derechas.
La emigración es bienvenida en nuestras tierras por motivos económicos, fomentada por las patronales que buscan en la emigración una herramienta de beneficio económico y control social. Es decir, es una vez más la “izquierda” jugando el papel de tonto útil de la derecha al fomentar ideas equivocadas e impotentes en torno a la multiculuralidad y el antirracismo.
Cuando se hace un análisis serio y meticuloso de algunos aspectos racistas de nuestras sociedades presentes, cuando en la izquierda hacemos lo que debemos, es entonces cuando queda patente nuestra debilidad para hacer valer sus ideales más básicos, como el antirracismo.
Por un lado, la dialéctica y conquista de formas realmente antirracistas e inclusivas por parte de la izquierda provoca que se agiten los mecanismos reaccionarios y conservadores de ciertos partidos. De ahí se entiende que el ámbito cercano al PVV (partido de ultraderecha líder en las encuestas) fomente el purismo del Zwarte Piet.
Por otro lado, si el discurso de la apertura a la emigración y la multiculturalidad es real ¿por qué provoca tanto rechazo una modificación mínima de la tradición? Pedrito es querido por todos por ser un cachondo, muy travieso, divertido y jugársela bajando por las chimeneas para dejar regalos, eso no va a cambiar por cambiarle el nivel de saturación.
Podemos ser complacientes y creer que la apertura neerlandesa a los emigrantes es fruto único de un discurso progresista o de izquierdas, pero en casos como en la polémica sobre Zwarte Piet esta idea se disuelve.
Como decíamos, la emigración se tolera y fomenta en este país únicamente por motivos económicos. Pragmatismo neerlandés, hágase un tatuaje con ello. La resistencia al cambio en la tradición de Sinterklaas es la prueba tangible de que no hay un gran interés en representar la sociedad neerlandesa con los valores actuales de los que hacen gala. Y algunos de los motivos para esta resistencia los encontramos en partidos de ultraderecha que necesitan agitar las banderas del miedo y la disolución de la identidad nacional.
Esta situación se cerrará en falso, aplastada por lo políticamente correcto, se ganará por parte de la progresía en las formas, pero será la ultraderecha quien gane el discurso de las ideas. Será un victoria superficial, efímera y venenosa para la izquierda y el antirracismo en Europa.