En las últimas cuatro semanas fueron asesinados más de 10.000 palestinos por los bombardeos del Estado de Israel, de los cuales más de un tercio eran niños. Esta terrible cifra supera por mucho la de todos los palestinos que murieron por los ataques del ejército israelí en los últimos 15 años. El bombardeo israelí al campo de refugiados de Jabalia, en el norte de Gaza, provocó al menos 150 muertes en pocos segundos. La caída de hasta 6 bombas de fabricación estadounidense pulverizó edificios y abrió dos grandes cráteres donde se siguen encontrando cadáveres de niños, ancianos y jóvenes. Las autoridades israelíes celebraron la acción militar, en la que aseguran haber eliminado a un dirigente de Hamas. Pocos días después, bombardeaban una caravana de ambulancias y varios hospitales. La imaginación, que a veces capta lo espeluznante con una sola imagen, tiene dificultades para hacerse una idea de las dimensiones de la masacre en curso.
Estamos presenciando una “fusión de violencia colonial y genocida de la vieja escuela con armas pesadas avanzadas de última generación” del siglo XXI, según Saree Makdisi, profesor norteamericano de origen palestino-libanés. [1] Los métodos de limpieza étnica se siguen utilizando a escala masiva (en septiembre de este año más de 130.000 armenios fueron expulsados de la región de Nagorno-Karabaj por el ejército de Azerbaiyán, con el apoyo de Turquía). Sin embargo, en ningún caso “se ha llevado a cabo una limpieza étnica mediante el uso de artillería masiva y bombardeos intensos con sistemas de armamento ultramodernos, incluidas las bombas de una tonelada (e incluso municiones más pesadas para destruir búnkeres) utilizadas por los israelíes que pilotan los últimos jets estadounidenses”. En la primera semana de bombardeos, los israelíes “afirmaron haber lanzado 6.000 bombas sobre Gaza, una cifra equivalente a un mes de bombardeos en el punto álgido de las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán, países muchísimo más grandes que la Franja de Gaza”. El “castigo colectivo” que está infligiendo Israel al pueblo palestino se puede definir como un nuevo genocidio, transmitido en directo a través de las redes sociales en todo el planeta.
En un reciente artículo, Raphael Poch señalaba que “con su complicidad con la acción genocida de Israel, las potencias occidentales son coherentes con su pasado, pero sobre todo apuntan una dirección de futuro” y señalaba que “la actitud de los gobiernos occidentales, sus medios de comunicación y propagandistas, contiene un claro aviso sobre cómo la parte privilegiada de este mundo puede solucionar el callejón sin salida al que en este siglo nos ha conducido el sistema capitalista por ellos inventado y defendido.”
Ciertamente, las masacres de Israel en Gaza se inscriben en una dinámica de mayor militarización y guerrerismo por parte de las potencias imperialistas, que pegaron un salto desde el inicio de la guerra de Ucrania. En estos 20 meses desde la invasión rusa y el comienzo de la guerra, los gobiernos imperialistas lograron mantener un frente bastante unido, legitimando ante la opinión pública el financiamiento y envío de armas a Ucrania bajo la supuesta defensa de la “autodeterminación de Ucrania” y la “democracia” contra el autoritarismo de Putin. Durante todo este período, quienes impulsamos movilizaciones de rechazo a la guerra y mantuvimos una posición independiente, denunciando el papel reaccionario de Putin y de los gobiernos imperialistas de la OTAN, hemos peleado bastante a contracorriente.
Ahora bien, el escenario político ha cambiado abruptamente. La masacre que está llevando adelante Israel genera una ola de indignación y simpatía con la causa palestina que no se veía hace décadas. Desde el mundo árabe a Europa, Estados Unidos y América Latina, ha emergido un masivo movimiento en apoyo al pueblo palestino y contra los crímenes de Israel que señala también a la complicidad del imperialismo con el Estado sionista.
Movimiento antiguerra y antiimperialismo
Desde que Israel comenzó a bombardear Gaza como respuesta a los ataques de Hamas del pasado 7 de octubre, se vienen desarrollando masivas movilizaciones en gran parte del mundo. Desde Washington a Oslo, de París a Londres, de Rabat a Buenos Aires. En el mundo árabe, donde gran parte de la población siente como propia la causa palestina, millones se han movilizado en los últimos días. Masivas manifestaciones en Jordania (donde viven más de 2 millones de palestinos), Irak, Qatar, Líbano, Yemen, Pakistán, Egipto o Marruecos. Muchos analistas señalan que la causa palestina es la “herida abierta” de la conciencia nacionalista árabe y concentra un cúmulo de malestares y descontentos contra los agravios de Israel y el imperialismo en la región. A esto se suma la ira que generan las constantes provocaciones sionistas en lugares considerados sagrados para el islam como la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.
Las recientes manifestaciones de masas en medio oriente cuestionan las políticas de “normalización” de las relaciones diplomáticas con Israel por parte de varios gobiernos árabes. Estos ya eran mal vistos por gran parte de la población antes de los hechos recientes. En septiembre de 2022, una encuesta mostraba que, en nueve de 11 países encuestados, menos de uno de cada cinco personas apoyaba los acuerdos de normalización con Israel, incluyendo menos de uno de cada diez en Mauritania (8%), Libia (7%), Palestina (6%), Jordania (5%) y Egipto (5%). En Marruecos donde hace un año llegó a haber un 39% a favor de la normalización, estas semanas se produjeron masivas manifestaciones en apoyo a Palestina y en rechazo a las relaciones con Israel. En momentos en que existe un profundo malestar por la situación económica post pandemia, la inflación, los planes de ajuste y la degradación de las condiciones de vida, el creciente desapego de la población respecto de los gobiernos árabes es visto con preocupación por las burguesías y el imperialismo en la región.
El movimiento en solidaridad con Palestina tiene una dinámica propia en los centros imperialistas, donde las manifestaciones apuntan más directamente contra la complicidad de los propios gobiernos con Israel. En estos países no se veían manifestaciones tan masivas desde el movimiento contra la guerra de Irak en 2003 (aunque aún no ha alcanzado esa masividad). En Reino Unido se han desarrollado las marchas más multitudinarias, con 150.000 manifestantes el 14 de octubre y cerca de 500.000 dos semanas después. La ministra del Interior del gobierno conservador, Suella Braverman, había advertido que ondear una bandera palestina o cantar el lema “Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá” podía ser considerado un acto de enaltecimiento del terrorismo. Aun así, cientos de miles recorrieron las calles coreando esa consigna, que también se escucha en estos días en masivas manifestaciones en París, Roma, Berlín, Barcelona y Madrid.
En Estados Unidos, el sábado 4 de noviembre decenas de miles desbordaron las calles de Washington, en la movilización en apoyo a Palestina más masiva de la historia del país. En estas semanas se han organizado manifestaciones en Nueva York, Chicago, Los Ángeles y otras ciudades, además de las valientes acciones de judíos antisionistas con el lema “No en nuestro nombre”. Las acciones estudiantiles en campus de universidades de élite como Harvard y Columbia han polarizado el debate en esos centros, ya que autoridades y profesores tienen vínculos con fondos de inversión afines al lobby sionista. En muchas universidades de EEUU, Belfast, Madrid o Barcelona, han aparecido peticiones firmadas por cientos de profesores y alumnos, pidiendo que las universidades rompan relaciones con Israel.
En Reino Unido, Francia y Alemania, las manifestaciones siguen desafiando las prohibiciones de los gobiernos, que buscan criminalizar el apoyo al pueblo palestino como “apología del terrorismo” o “crímenes de odio” contra Israel. En Alemania y Francia ya fueron ilegalizadas algunas organizaciones de apoyo a Palestina como la red Samidoun e incluso se han abierto investigaciones de la policía contra partidos de izquierda como el NPA. También han sido masivas las acciones por Palestina en varias ciudades del Estado español, Italia e Irlanda.
En estos días también se han desarrollado manifestaciones en países de América Latina, como en Brasil, Uruguay, Chile, México y manifestaciones en Argentina y otros países.
El interrogante que surge es si este movimiento emergente se seguirá desarrollando, si logrará plantearse objetivos políticos más radicales y se articulará una denuncia más clara al papel de los Estados imperialistas. El hecho de que estemos recién en los inicios de la invasión terrestre a Gaza hace pensar que el apoyo activo al pueblo palestino seguirá creciendo. Sin embargo, actúan en contra diferentes corrientes burguesas, reformistas y burocráticas que intentan contener la movilización o transformarla en un mero movimiento de presión para apostar por salidas “negociadas”, ya sea con la mediación de las Naciones Unidas u otras propuestas imperialistas con rostro “humanitario”.
En un artículo publicado en Mondoweiss [2], el autor sostiene que las manifestaciones actuales por Palestina son las más importantes desde el movimiento antiguerra en EEUU en 2003. Y a modo de balance, señala que el mayor límite de aquel movimiento fue haberse solapado con el apoyo al Partido Demócrata. El movimiento fue muy masivo y activo bajo la presidencia del conservador George Bush - se llegaron a organizar manifestaciones de cientos de miles-, pero declinó de forma abrupta cuando Barak Obama llegó a la presidencia. A diferencia de aquel momento, ahora es el demócrata Biden el que ocupa la Casa Blanca, y su complicidad con el Estado de Israel es señalada por miles de manifestantes en las calles. Esto se expresa en lemas como "Israel bombs, USA pays, how many kids did you kill today?" [Israel bombardea, EEUU paga, ¿cuántos niños han asesinado hoy?] o en "Stop All US Aid to Israel"[Alto a las ayudas de EEUU a Israel]. Incluso algunos sectores más de izquierda llaman a Biden "Genocide Biden". Sin embargo, con la perspectiva de las elecciones norteamericanas en 2024, hay quienes quieren evitar una confrontación más abierta con el actual presidente. ¿Se podrá radicalizar el movimiento o será contenido nuevamente por la izquierda demócrata?
Si continuamos con la analogía entre el movimiento antiguerra del 2003 y la actualidad, encontramos un escenario político diferente también en Europa. El 15 de febrero de 2003, Europa vio las movilizaciones de masas más importantes de su historia reciente, como parte de un movimiento antiguerra en el que participaron millones de trabajadores, jóvenes y sectores de clases medias. Ese día hubo cerca de 3 millones de manifestantes entre Madrid y Barcelona, 1 millón en Londres, medio millón en Berlín y cientos de miles en París y Roma, en una jornada europea contra la guerra donde incluso algunos sindicatos italianos y españoles habían convocado huelgas.
En aquel momento, las manifestaciones antiguerra se daban en el marco de que el eje franco alemán de la UE se oponía a la invasión de Irak por la coalición encabezada por Estados Unidos. Mientras que Blair y Aznar apoyaban a Bush, los gobiernos de Francia y Alemania hacían gala de una ideología “europeísta” supuestamente basada en valores democráticos que oponían a la salida “unilateral” e intervencionista norteamericana. Intelectuales como Jacques Derrida y Jürgen Habermas llegaron a decir que el 15 de febrero de 2003 nacía una “identidad europea", contrapuesta a la norteamericana. Este tipo de posiciones pacifistas burguesas promovían la ilusión de que podía frenarse la guerra por medio de la presión de la “comunidad internacional” y la diplomacia europea, ocultando los intereses imperialistas de esas potencias. El movimiento antiguerra fue muy masivo, pero no se radicalizó, no adquirió un carácter antiimperialista más abierto, y faltaron acciones contundentes de parte de los sindicatos para tratar de frenar efectivamente la guerra.
Volviendo a la actualidad, después del 7 de octubre todos los gobiernos europeos se alinearon con el Estado de Israel, apoyando su “derecho a la autodefensa”. Aunque en los últimos días, ante la magnitud de las masacres israelíes contra el pueblo de Gaza, han comenzado a plantear la necesidad de una “tregua humanitaria” y buscan presionar a Israel para una moderación en los ataques, siguen siendo abiertamente cómplices de sus crímenes. Sectores como Los Verdes en Alemania, que hace tiempo han abandonado su pasado pacifista y desde la guerra de Ucrania vienen sosteniendo un discurso obscenamente guerrerista, vistieron con la bandera de Israel su sede central en Berlín. Esta complicidad con las masacres de Israel, que el historiador israelí Ilan Pappé ha denominado un “genocidio incremental”, es percibida por cientos de miles de personas y manifestantes, que lo expresan en cánticos como “Israel Asesina, Europa patrocina” que se corean en todas las manifestaciones.
Las coaliciones “progresistas” que integran diferentes corrientes de la izquierda reformista junto a la centroizquierda, están atravesada por los debates sobre el conflicto palestino. En el caso del Estado español, el PSOE defiende abiertamente el derecho de “autodefensa” de Israel, mientras que la vicepresidenta Yolanda Díaz de Sumar ha planteado una crítica moderada a Netanyahu. El Partido Comunista participa de las movilizaciones en apoyo a Palestina, pero defiende que los acuerdos de gobierno con el PSOE para una nueva legislatura son “magníficos”. Estos, de más está decirlo, no contemplan ni una sola crítica a las masacres sionistas, ni prevén la ruptura de relaciones diplomáticas. Por su parte, las ministras de Podemos vienen haciendo declaraciones públicas llamando a romper relaciones con Israel, aprobar sanciones y llevar a Netanyahu a la Corte Penal Internacional. Sin embargo, siguen ocupando ministerios del gobierno imperialista y se preparan para formar parte de un nuevo gobierno con el PSOE.
En Alemania, el partido de la izquierda reformista Die Linke votó una declaración en el parlamento junto a todos los partidos, incluida la ultra derecha AfD, en apoyo a Israel, apoyando la ilegalización de organizaciones solidarias con Palestina. La ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock de los Verdes, ha repetido junto al SPD que “la seguridad de Israel es una razón de Estado” para Alemania. Sarah Wagenknecht, quien recientemente ha roto con Die Linke para formar un partido conservador rojipardo, fue la única en expresar una postura crítica con Israel, que le ha valido el cuestionamiento de la dirección de Die Linke.
En Francia, desde los ataques de Hamas el pasado 7 de octubre, tomó fuerza una campaña reaccionaria desde el gobierno y los medios criminalizando a todos los que defienden la resistencia del pueblo palestino, prohibiendo actos y manifestaciones. Las acusaciones de “antisemitismo” se lanzaron contra dirigentes de la Francia Insumisa como Melenchon, y contra organizaciones de la extrema izquierda, como el NPA o Révolution Permanente. El PCF incluso amenazó con romper la coalición NUPES con Melenchon, mientras este era acusado de “apología del terrorismo” en medios de comunicación.
En Reino Unido, las masivas manifestaciones en las calles van a contramano de la política de la dirección del Laborismo. Desde que se convirtió en líder del Labor en 2020, Keir Starmer encabezó una campaña contra la izquierda del partido y contra Jeremy Corbyn en particular, acusándolo de “antisemitismo” por sus críticas al Estado de Israel.
Las diferentes corrientes de la izquierda reformista que participan de las movilizaciones buscan presionar por un alto a los bombardeos, en el marco de buscar salidas negociadas por la ONU u otras instituciones de la “comunidad internacional”. Como si se pudiera terminar con las masacres del Estado de Israel sin poner fin a la ocupación sionista de los territorios palestinos y sin enfrentar de forma consecuente las políticas del imperialismo en la región.
Por un gran movimiento antiimperialista en apoyo al pueblo palestino
Es fundamental desarrollar la movilización para exigir un alto inmediato a los bombardeos y la ruptura de relaciones diplomáticas, comerciales y militares de todos los gobiernos con Israel, junto con el retiro de las tropas imperialistas de Medio Oriente. Para avanzar en ese sentido, está planteado que el incipiente movimiento antiguerra pueda dotarse de objetivos claros y una política independiente de todas las alas burguesas.
En muchos países están surgiendo asambleas, plataformas unitarias o espacios locales para convocar acciones y organizar la solidaridad. Es clave desarrollar el movimiento desde abajo, mediante la organización de todo tipo de iniciativas, asambleas y comités en los lugares de trabajo y estudio, con libertad de tendencias para todos los que apoyan la causa del pueblo palestino. Esta es la única manera de que el movimiento pueda crecer, mediante la confluencia en la acción de organizaciones que vienen hace años organizando el apoyo al pueblo palestino, junto a activistas de diferentes movimientos sociales, sindicatos y organizaciones políticas de la izquierda, sumando a nuevas camadas de jóvenes y trabajadores que en muchos casos están activándose por primera vez, conmovidos por lo que está ocurriendo.
El movimiento estudiantil tiene el desafío de retomar las mejores tradiciones de lucha antiimperialista, cuando en las décadas de los 60 y 70 se formaron comités en apoyo al pueblo argelino y al pueblo de Vietnam en universidades y escuelas. Empezando por cuestionar los acuerdos financieros y académicos de muchas universidades con el Estado de Israel y sacudiendo el ambiente para que las universidades dejen de ser una “burbuja”, mientras se está cometiendo un genocidio contra un pueblo.
La clase trabajadora en los países imperialistas está formada por millones de migrantes de primera, segunda y tercera generación provenientes de Medio Oriente o el Magreb, Asia y África, que sienten como propia la causa palestina. Muchos de ellos participan estos días de las movilizaciones. En este sentido, las campañas gubernamentales que pretenden criminalizar la solidaridad con Palestina, son continuidad de las políticas racistas e islamofóbicas contra grandes sectores de la población trabajadora migrante.
A su vez, en los países oprimidos por el imperialismo, que padecen los ajustes del FMI, la simpatía con el pueblo palestino puede también crecer como un movimiento internacionalista y antiimperialista entre la clase trabajadora, las mujeres y la juventud.
Para que el movimiento no se agote en manifestaciones sin objetivos claros, es necesario exigir a los sindicatos que rompan con su pasividad (cuando no su complicidad directa con Israel) y que convoquen huelgas y bloqueos. Si la clase trabajadora, nativa y extranjera, interviene en varios países con sus métodos de lucha para denunciar la complicidad de los gobiernos imperialistas con el Estado genocida de Israel, podría realizar acciones contundentes. La iniciativa de los sindicatos de transporte de Bélgica, que anunciaron un bloqueo al envío de armamentos a Israel o el llamamiento de sindicatos griegos para impulsar en Europa una jornada de huelga general en apoyo a Palestina, son ejemplos todavía pequeños, pero muy significativos que es necesario promover en todos los países, en especial en aquellos que son grandes vendedores de armamento al Estado sionista.
En este sentido, venimos interviniendo activamente los grupos de la FT-CI y la red internacional de la Izquierda diario en Europa, Estados Unidos y en América Latina con un internacionalismo militante. En Francia, a pesar de las prohibiciones del gobierno, los compañeros y compañeras de Révolution Permanente impulsan activamente las manifestaciones, actos, asambleas y comités unitarios en defensa del pueblo palestino en varias ciudades. Desde Du Pain et Roses han impulsado una declaración unitaria con decenas de organizaciones feministas y de la diversidad sexual en apoyo al pueblo palestino y se han movilizado en un bloque común de feministas y LGTBI por palestina. De igual modo, desde Pan y Rosas en varios países estamos participando de plataformas unitarias para impulsar una acción global de las feministas por Palestina el próximo 25N.
En Estados Unidos, desde Left Voice participan en acciones y manifestaciones, impulsando la Red Snare [batucada roja] para apoyar manifestaciones y organizar a sectores juveniles. En el Estado español, desde la CRT, además de participar en las masivas manifestaciones, los compañeros y compañeras de la juventud de Contracorriente – Pan y Rosas están promoviendo, en común con otras organizaciones, la formación de comités y asambleas en apoyo al pueblo palestino en universidades y escuelas. También han apoyado la huelga de estudiantes secundarios por Palestina y son parte de plataformas unitarias en barrios y lugares de trabajo. En algunas ciudades se ha impulsado una juntada de firmas entre trabajadores y trabajadoras sanitarias, en apoyo a los trabajadores de los hospitales en Gaza. De igual modo, en Alemania e Italia, los compañeros de RIO y la FIR están desarrollando activamente la solidaridad con Palestina. En la Universidad Libre de Berlín, esta semana se reunieron casi 300 estudiantes en una asamblea promovida con la agrupación Las armas de la crítica.
En América Latina, compañeros del MTS de México han participado de varias manifestaciones frente a la embajada de EEUU, al igual que lo vienen haciendo desde el Frente de Izquierda en Argentina, así como en Chile, Uruguay y otros países. En Argentina, el pasado 3 de noviembre desde el PTS en el Frente de Izquierda participaron de una importante concentración frente al Congreso. Myriam Bregman, diputada nacional del PTS en el Frente de Izquierda, fue la única candidata presidencial que en el debate en TV apoyó al pueblo palestino y cuestionó al Estado de Israel, lo que desató una campaña de amenazas de sectores de la derecha en su contra.
Finalmente, el apoyo incondicional a la lucha del pueblo palestino contra Estado sionista y el imperialismo no significa que no se pueda cuestionar o discrepar abiertamente con las diferentes corrientes políticas y estrategias que están presentes en la resistencia palestina. De hecho, en varios países hay un debate abierto sobre la posición de la izquierda frente a la estrategia y los métodos de Hamas, como se plantea en este artículo, en este otro y una vez más en este también. En nuestro caso, hemos polemizado con sus métodos y estrategias y planteamos que la única salida de fondo para lograr la autodeterminación del pueblo palestino es la lucha por una Palestina libre, laica, obrera y socialista, donde puedan convivir en paz árabes y judíos, en el marco de una Federación de Repúblicas socialistas de Medio Oriente.
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