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Pandemia: subvertir al enemigo invisible

Alejandra Decap

Pandemia: subvertir al enemigo invisible

Alejandra Decap

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Distintas personalidades del mundo intelectual contemporáneo se han referido a la crisis sanitaria producto del COVID-19. En el presente artículo/ensayo, polemizamos con dos de ellos, quienes por líneas distintas, proponen perspectivas más bien desalentadoras sobre los efectos del Coronavirus en la vida social: Giorgio Agamben y Byung Chul-Han.

La palabra es un virus

La palabra “pandemia” inmediatamente nos retrotrae a una sensación, de mínima, angustiosa. Aparece en nuestro cerebro la idea de la muerte; muchas muertes. Y si bien tenemos el conocimiento de que muere gente todos los días, por cuestiones tan horrorosas como el hambre y por cuestiones tan naturales como es envejecer, nos sobrecoge la idea de un otro enemigo imposible (¡un virus! Y no, no es un virus digital) puede asesinarnos.

Una pandemia (nombre femenino) [1] es, como hemos aprendido forzosamente estos días, una enfermedad o virus que se propaga rápidamente por extensos territorios. La palabra procede del griego: en su acepción inicial significaba “reunión de todo un pueblo”. Durante siglos fue utilizada como sobrenombre de Venus (referencia a la diosa griega Afrodita Pandemos). Los primeros registros de su uso en la medicina datan del siglo XVI, utilizando “pandémico” como adjetivo que señala “aquello que afecta a toda la población”. Es registrada su acepción médica actual en los diccionarios del español recién desde 1853, año donde además existió un brote de cólera devastador.

La humanidad, como especie con presencia en todo el planeta, ha vivido varias pandemias a lo largo de su historia. Muchas de ellas con números estratosféricos de fallecimientos, otras con bajas tasas de mortalidad, comunes como una gripe estacional. En la historia reciente se pueden encontrar algunos ejemplos con diversos niveles de gravedad: gripe aviar, gripe porcina, ébola. Sin embargo, en ninguna de estas experiencias recientes se aplicó tal política de aislamiento social masivo y tampoco tuvo un nivel de propagación como el Coronavirus.

El nuevo enemigo público, la pandemia de COVID-19, ha tenido consecuencias terribles en la vida de las personas y hace que se hable de una forma muy similar a la guerra. No es una guerra, pero tiene puntos que la rememoran. Al menos, en palabras de Giorgio Agamben rememora la “guerra contra el terrorismo”. El filósofo italiano, quien tuvo que retroceder de su inicial escepticismo con el COVID-19 [2], ha sido una de las tantas personas de la intelectualidad que han teorizado sobre las implicancias (o no) sistémicas que tendría esta pandemia que estamos viviendo. Otro académico que se ha pronunciado en este debate, polemizando con Zizek y su idea de la potencialidad revolucionaria del virus, es Byung Chul-Han [3], filósofo surcoreano. Ambos, en líneas distintas, proponen perspectivas más bien desalentadoras sobre los efectos del Coronavirus en la vida social.

La “guerra” contra un enemigo invisible

El estrago de la guerra es distinto a la vida misma: la guerra implica dolores inauditos, grandes padecimientos colectivos. Tememos por nuestra vida y lo que la sustenta. No podemos siquiera despedir a nuestros muertos y muertas de forma digna. Hoy los funerales son por videollamada. Todos nuestros puntos de encuentro han sido restringidos, no podemos, en teoría, ni besarnos para saludar. Agamben, aún viviendo en uno de los países con peores tasas de mortalidad del virus, afirma que “La falsa lógica es siempre la misma: así como frente al terrorismo se afirmaba que la libertad debía ser suprimida para defenderla, también se nos dice que la vida debe ser suspendida para protegerla” [4]
.
La política de aislamiento entrega esta sensación “de guerra” donde los que no producen quedan fuera, en cuanto los adultos mayores son quienes se pretende que se aíslen y resguarden más. Las autoridades gubernamentales utilizan el espejismo del “bien mayor” para abordar “la peste” (en este caso, un virus), en lógicas militarizadas y autoritarias, en un escenario global donde en varios países existían embates recientes de la lucha de clases.

El aislamiento social masivo, en contraposición a las medidas aplicadas con otros enemigos públicos biológicos, moleculares, virus, etc., para muchos nos resulta problemático en tanto actúa sobre el criterio sanitario, el criterio de control de las masas: aplicando censura en la información, manipulación de los datos, medidas miserables como la compra masiva de bolsas mortuorias por parte del gobierno -en lugar de asegurar test gratuitos. Un aislamiento social planificado que permitiera realizar test masivos para prevenir el contagio, no tendría las consecuencias nefastas que ha tenido dicha medida hasta ahora. De forma planificada, con insumos, infraestructura, condiciones de seguridad e higiene en los trabajos, es una medida que podría servir para el manejo de la crisis de COVID-19. Pero así como está planteada, está operando de forma negativa: dejando a la gente sin salarios en cuarentenas obligatorias. Para Giorgio Agamben, los gobiernos nos ha empujado a una lógica donde todos somos potenciales repartidores del virus, “de la misma manera en la que se ocupan del terrorismo, consideran de hecho y de derecho a cada ciudadano como un terrorista en potencia” [5].

Si tod@s somos el enemigo
¿contra qué/quién estamos peleando y por qué eso implica este régimen?

El virus real

No es que no sepan que es mejor “prevenir que lamentar”. Ellos están previendo: por sus ganancias. Nos hacen creer que es nuestra responsabilidad esta locura. Expresivos son los casos de algunos territorios: en lugares del Estado Español, se han conformado redes de “chivatos (equivalente a “delatores, sapos”) de los balcones” que llaman a la policía cada vez que ven a alguien en la calle: quieren que hagamos de policía civil. Hay un oportunismo de los gobiernos: aprovechan la situación para instalar estado de excepción, con medidas represivas, como los toques de queda. Pero no es una lógica inmanente del poder: es producto de la dinámica actual de la lucha de clases a nivel mundial, con puntos críticos como Chile o Francia.
Acá en el tercer mundo, los gobiernos actúan de forma negligente, mantienen la producción para beneficio de los grandes empresarios, llevando a la gente al matadero y sacan los militares a la calle mientras el ministro de Salud espera que el virus se convierta en “buena persona”. Todos llaman a unificarse contra el enemigo invisible. Qué mejor que un poco de la vieja maniobra de la unidad nacional y recomponer la imagen de militares y carabineros para volver a navegar por el oasis chileno. El polémico último dictamen de la dirección del trabajo, demuestra a la perfección que los patrones del gran fundo de Chile han decidido que no van a perder un peso, y si nos morimos antes de hambre que de coronavirus, lo van a permitir.

El problema con eso es que no hay diálogo alguno. En particular en un país que “despertó” hace casi seis meses atrás. Ignoran que hay odio, y el odio genera resistencia, terreno que puede ser fecundo para el salto a la ofensiva. Odio produce ver las miserias que entregan al pueblo para enfrentar la pandemia, mientras los ricos de este país están en cuarentenas de lujo, después de haber propagado el virus de forma irresponsable. Odio produce ver la precariedad de migrantes que trabajan en delivery de comida, y que tengan que seguir repartiendo en el barrio alto. .Odio produce ver los atochamientos en el metro, gente que aún tiene que asistir a sus lugares de trabajo, expuestos a contagios en el transporte público. Odio produce que la televisión nos intente vender el aislamiento social como algo cómodo y deseable, como lo único posible para evitar el contagio de este enemigo invisible que nos acecha y cada persona que nos intercepta puede ser portador del maleficio.

Economía de pandemia

En la “guerra” contra este enemigo invisible, los capitalistas toman medidas inéditas, su libre mercado demuestra ser un caos y que la centralización es una respuesta racional para resolver la crisis. Porque el problema, en sí mismo no es solo el virus. Es la capacidad de respuesta que tienen los sistemas de salud pública, desfinanciados producto de años de políticas privatizadoras en todo mundo, que ya comienzan a colapsar. Byung Chul-Han no se equivoca cuando afirma que “El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema” [6]. Los países imperialistas compiten por quién será el que resuelva el misterio de la cura, mientras ponen a producir fábricas de lujo con mandatos estatales, contrarios a su neoliberal Estado ausente.

En tiempos de crisis, la burguesía se ve obligada a comerse sus palabras, tomando medidas que hacen homenaje triste a la necesidad de la planificación racional de la economía, de forma parcial. No obstante, esto no es algo nuevo. Solamente hace basta volver 12 años atrás, cuando para la crisis capitalista del 2008, los estados salvaron a las empresas sin miramientos. Desde la época imperialista, la economía no funciona sostenidamente sin la intervención del Estado, pagando deudas para que los bancos no quiebren o incluso nacionalizando empresas. Sin embargo, la presión que hoy ha llevado a los gobiernos a tomar medidas sin ningún tipo de previsión, puede devenir en que esas mismas medidas sean levantadas de forma más o menos abrupta. La mayoría de los economistas plantean que posterior al Coronavirus, la economía va a quedar muy golpeada [7], incluso el FMI anuncia recesión mundial.

Efectivamente la planificación de la economía permite que cuestiones tan inesperadas como una pandemia se puedan enfrentar de una forma mucho más racional y con respeto de la vida humana, versus el mecanismo macabro de la salud al servicio del capital. Resulta absurdo que en una época donde existe inteligencia artificial, nos obliguen a recurrir a métodos medievales. Como nunca en la historia, la humanidad tiene los medios científicos para enfrentar una pandemia. Sin embargo, esto no quita que los efectos del virus sean catastróficos bajo el régimen de vida que nos tocó enfrentarlo.
Bajo el sistema que nos tocó enfrentarlo.
Bajo el capitalismo.

Las lógicas del capital sostienen de forma irracional la doctrina de la propiedad privada. La planificación de la economía en este caso responde a una medida de emergencia. La crisis sanitaria muestra que incluso la burguesía necesita eventualmente dicha planificación. Podemos imaginar bajo los márgenes de este sistema una estatización de la propiedad privada de sectores esenciales como la minería o -como hoy parece necesario a gritos- el sistema de salud, unificando la salud pública y privada en un sistema estatal gratuito y bajo control de trabajadores, en coordinación con las comunidades y poblaciones. La depresión económica que augura esta crisis no parece ser de corto aliento, y esto puede implicar que la ocupación de fábricas y la gestión obrera estén a la orden del día. Pero estas medidas, siempre serán parciales sin una planificación democrática del conjunto de la sociedad. La expropiación estatal, orientada en la perspectiva del control obrero, debe apuntar a un gobierno de las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo, lo que permite abrir el horizonte de una propiedad social, un horizonte comunista [8].

La grieta pandémica

No podemos negar los efectos terribles que ha tenido el COVID-19 hasta ahora. Es como negar la crisis medioambiental: negar algo que, nos guste o no, está ocurriendo. Por supuesto que podemos decidir que nos importe un carajo, actitud que recuerda a Bolsonaro -posiblemente contagiado- tomándose un test por tercera vez, después de compartir con centenares de personas en las calles de Brasil. Seguir negando la pandemia constituye una irresponsabilidad suprema. Otra cosa es que aceptemos de cabeza gacha todas las indicaciones y medidas represivas de los gobiernos, sin denunciar la militarización y represión, y avanzar en una política de subversión del estado actual de las cosas. Pero sin ser ingenuos/as con las consecuencias de una pandemia bajo el yugo del capitalismo patriarcal, que mal que mal quienes pagaremos los platos rotos seremos los sectores oprimidos y explotados por su orden social irracional.

En el contexto de la crisis sanitaria abierta por el COVID-19, que ha azotado al pueblo trabajador en todo el mundo, se abren importantes grietas en el sistema ¿es este el único mundo posible? ¿es posible que una pandemia pueda cambiar el mundo? Y si es así, ¿cómo ser políticamente subversiva, revolucionaria, en un escenario donde nos imponen la quietud y el no-movimiento? ¿Cómo sacamos el cuerpo a la calle en cuarentena, si sacar el cuerpo a la calle es lo político? Para Byung Chul-Han, “el virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia”. Y sentencia: “La digitalización, toda la cultura del “me gusta”, suprime la negatividad de la resistencia” [9].

Para Agamben, el adoptar las medidas de resguardo que nos han impuesto nos empuja a la nuda vida, la vida desnuda, que no es otra cosa que la preservación biológica de nuestra existencia, dejando de lado todo el resto de actividades que no forman parte de esta preservación. Agamben ve un estado de excepción permanente desde 1995; contraponiendo regímenes, lo cierto es que la situación mundial ha cambiado desde entonces.

Los poderosos se preparan, pero no para usar el estado de excepción como medida permanente, sino hasta que se aseguren que pueden gobernar con las armas escondidas y con el manto pasivo de la democracia normal: necesitan cierta estabilidad para seguir lucrando.

Contrario a lo que propone Byung Chul-Han, la crisis sanitaria no está necesariamente fortaleciendo al capitalismo; ha tenido factores que contradicen las dinámicas inmanentes del neoliberalismo; muestra de ello es la tendencia a la reconversión de la economía, tomando la idea del Estado como ente regulador, cuestiones completamente contrarias a la ley de oferta y demanda. Y la idea de la “nuda vida” que nos sugiere Agamben ignora la posibilidad de subversión del marco establecido. Parece ser que Chul-Han y Agamben culpan a la gente del estado actual de las cosas, en lugar de ver el potencial subversivo de la organización de base frente a la bestialidad de los gobiernos capitalistas.

Ambos se equivocan. La debacle se logra vía el temor; pero no podemos tener temor frente a la pelea por la vida misma. La “nuda vida” encuentra resistencia en las luchas obreras contra la desidia patronal, con acciones como la huelga en Italia, la elaboración de insumos en los hospitales públicos o la coordinación desde asambleas territoriales para atender a la población de riesgo. Podemos superar este estado de excepción con la organización y coordinación efectiva de trabajadores y territorios, porque es necesario recuperar también el control de nuestras vidas.

Las redes y lo viral

No estamos obligados a resignarnos a la aporía que nos obliga Byung Chul Han: elegir entre autoritarismos. No estamos obligados a tomar el autoritarismo occidental de la restricción de movimiento y libertad de reunión; o el autoritarismo del control y seguimiento tecnológico de oriente que no respeta privacidad alguna. No existe una tecnología unilateral; parte de eso es pensar posibilidades de subversión al aislamiento desde las mismas aplicaciones de interacción social y redes sociales a las que accedemos con la masificación de los teléfonos inteligentes y el internet móvil. Pensemos cómo usamos esas redes para organizarnos con quienes aún no las tienen.

Las herramientas que se ha dotado la humanidad para interactuar con el mundo no necesariamente tienen la connotación que nos quieren empujar a que tenga. Hoy el internet para mucha gente ha sido una herramienta para verse y comunicarse en un tiempo donde no quieren que nos miremos a la cara. Luces de pensar una sociedad completamente distinta se encienden, también. La necesidad de un proyecto político emancipador de ruptura con el capitalismo, por la superación de esta sociedad irracional, por una vida sin explotación ni opresión, se muestra como una necesidad de primer orden y existen mecanismos prodigiosos para la más amplia difusión de estas ideas [10].

Con el nivel de respuesta que están dando los gobiernos, sobre todo en "el tercer mundo" no se puede tener esperanza sino en una respuesta independiente, de los gobiernos y de los grandes empresarios. La otra violencia posible en este marco, frente a la brutalidad y la pedagogía cruel del capitalismo, es subvertir el aislamiento generando redes nuevas, que nos permitan regresar a la vida real, que nos habiliten un regreso menos desastroso. La primera tarea es responder con un plan alternativo para enfrentar la crisis sanitaria, en concreto [11]
. La clase trabajadora tiene que mostrar ante toda la sociedad que su plan es el único que puede dar una respuesta real a la "catástrofe", fortaleciendo la articulación que en Chile se ha formado desde la revuelta de octubre, para que se pueda dar una acción unificada desde los puestos de trabajo y los territorios. Es una posibilidad la respuesta revolucionaria a la pandemia, incluso considerando la dispersión a la que hemos sido forzados desde la burocracia sindical y las políticas del gran empresariado internacional.

Resistencia contra la “nuda vida”

Ya entrados en el estado de contagio masivo a nivel nacional, por suerte cada vez hacen menos eco las teorías conspirativas o los llamados a desobedecer las cuarentenas. En Chile estamos en un momento evidentemente defensivo donde los ataques son cruentos y descarados. La huelga general revolucionaria, por ejemplo, como método histórico de lucha de la clase trabajadora, hoy se ve constreñida como posibilidad ya no solamente por el desvío institucional del Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución y la tregua de las direcciones sindicales con el gobierno, sino por el temor legítimo de la población y la desprotección frente a un virus que atacará con mayor fuerza a la vejez en los sectores obreros y populares. Hay una necesidad objetiva de producir, y garantizar los trabajos reproductivos; sobretodo en los sectores estratégicos esenciales. Esto no desecha el método de la huelga política en general, absolutamente planteado por la realidad.

Hoy sí existe la posibilidad de levantar mecanismos de lucha contra las políticas del gobierno. Por ejemplo, no existen las condiciones de higiene y seguridad básicas para que las y los trabajadores puedan enfrentar la pandemia. Estas condiciones solo podemos conquistarlas si la clase trabajadora emerge como sujeto político, con sus propios mecanismos: la auto-organización; la solidaridad de clase. Exigiendo al Estado todo lo necesario, todo, pero controlando y vigilando todo. Desde ahí levantar organismos que reflejen esa perspectiva, que efectivamente puede superar la crisis sanitaria, para proponernos el camino de un nuevo orden social donde no sea una minoría enriquecida la que decida por la mayoría empobrecida.

Notoria es la experiencia que se está llevando a cabo en el hospital de Antofagasta [12], donde, tomando el ejemplo de la comisión de higiene y seguridad de la fábrica de explosivos Orica, impulsaron su propia comisión. Esta comisión de higiene y seguridad organizó una potente paralización en el hospital y lograron cuestiones que desbordan la idea de la “nuda vida”; que tienen rasgos de control del lugar de trabajo. Desde cuestiones mínimas como todo el equipo de protección personal para quienes trabajan en el hospital, pasando por conseguir licencias laborales pagadas para la población de riesgo y todo quien debiese pasar cuarentena por contacto o posible contagio, hasta la administración de mascarillas, antiparras y alcohol gel por parte de la comisión.

Y no sólo esto; hoy junto a otros sindicatos, se disponen a preparar alcohol gel y mascarillas para repartir y abastecer en las poblaciones de la ciudad. Este es un ejemplo a seguir: una respuesta subversiva al orden impuesto. La clase trabajadora, en contexto de pandemia, ha realizado actos de resistencia valerosos que muestran la punta del iceberg de sus capacidades para regular la sociedad entera desde otra lógica: la posibilidad de subversión completa de las lógicas del capital no está por fuera del desarrollo y profundización de esas tendencias.

Subvertir al enemigo invisible, ser pandemia

Subversión es atender afectuosamente a nuestra colectividad y mantener viva la llama de querer recuperar lo que nos habíamos planteado recuperar. Esta crisis demuestra lo irracional que es el capitalismo para enfrentar un azar que no sea el de sus juegos de apuestas, los mercados bursátiles. Temerosos del balance del próximo trimestre, comienzan a recortar por el hilo más delgado. Anuncian despidos, desploman todo. Corren en círculos. El temor a perder sus ganancias nos lo tiran encima. Y nos obligan a tener miedo como ellos, mientras matan a nuestros abuelos y abuelas. Por algo la primera persona en morir fue una anciana de Renca y no una de Vitacura.

Contrario a lo que proponen Agamben y Chul-Han, existe la posibilidad real de oponerse al triunfo del capitalismo patriarcal, y levantar un nuevo orden; uno racional, que no antepone las ganancias de un pequeño grupo, a una vida libre y digna para todes. Para que ese horizonte no sea solamente una construcción ideológica, tenemos que hacerlo carne hoy. Podemos aprovechar las condiciones actuales para subvertir la dinámica relacional que impone una pandemia.
Contra el escepticismo catastrófico, seamos esa reunión de todo un pueblo, seamos la “pandemia”.

El enemigo no es invisible. Este no es el único mundo posible.
Frente al aislamiento, coordinación y multiplicidad.
Cuidarnos colectivamente para seguir peleando contra el enemigo que si es visible, que también es cuerpo: la burguesía.

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NOTAS AL PIE

[1Se han publicado recientemente varios étimos interesantes de la palabra “pandemia” producto de la crisis sanitaria. Se utiliza como referencia el siguiente artículo: https://www.elespanol.com/cultura/20200318/malo-viene-pan-griego-nombre-palabra-pandemia/475454465_0.html

[2En febrero, cuando Italia comenzaba a entrar en crisis sanitaria por el alto contagio de COVID-19, Agamben denuncia que había “la invención de una epidemia” en Agamben, G. (2020). La invención de una epidemia, extraído de https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1327

[3Desarrolla su posición en Chul-Han, Byung (2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín, extraído de https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

[4Agamben, G. (2020). Contagio. Extraído de https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1344

[5Agamben, G (2020). Contagio

[6Chul-Han, B. (2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín

[7El FMI advirtió que la recesión será peor que la de 2009. (2020). Extraído de http://www.laizquierdadiario.com/El-FMI-advirtio-que-la-recesion-sera-peor-que-la-de-2009

[8Esta idea se encuentra desarrollada con especial hincapié en el reciente artículo de Matías Maiello, https://www.laizquierdadiario.cl/Pandemia-y-capitalismo-la-lucha-en-dos-frentes-de-la-clase-trabajadora

[9Chul-Han, B. (2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín

[10Ejemplo de esto es el salto que ha tenido en visitas la red internacional de La Izquierda Diario, en: http://www.laizquierdadiario.com/Record-historico-de-visitas-a-La-Izquierda-Diario-una-voz-potente-por-otra-salida-a-la-crisis

[11Al respecto, el Partido de Trabajadores Revolucionarios ha desarrollado un programa que se propone responder de forma anticapitalista a la crisis sanitaria http://www.laizquierdadiario.cl/Del-Estallido-a-la-crisis-del-Codiv19
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