Como señaló en su momento la CNTE, en las mesas de diálogo entre los maestros y el gobierno, la intención de este último siempre fue “administrar el conflicto”, apostándole al desgaste de la lucha magisterial y utilizando ese tiempo para fortalecerse y contraatacar.
Martes 6 de septiembre de 2016
Tras la matanza de Nochixtlán el 19 de junio, el movimiento de amplios sectores de la población en solidaridad con los maestros destacó en la Ciudad de México, con la emergencia de un profundo movimiento magisterial y popular que sentó de nuevo al gobierno en las mesas de negociación, luego de la primera suspensión del diálogo.
Hoy, sin embargo, y desde ese momento que creó condiciones favorables para el magisterio, el movimiento en la capital del país ha retrocedido significativamente -así como en varios estados-, dándole la oportunidad al gobierno de pasar nuevamente a la ofensiva con la suspensión del diálogo, retenciones salariales, despidos, “nuevo modelo educativo”, condicionamiento del diálogo a cambio de regresar a clases, incremento de la presencia policiaca en los estados y mayor represión en las escuelas.
Tras más de 110 días de que estalláramos el paro, el pasado 4 de agosto circuló a nivel nacional la noticia de que la dirección de la Sección XXII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, había acordado volver a clases. Anunciaron el “cambio” en la ruta política por la abrogación de la reforma educativa y señalaron que no dejarían de lado la exigencia de libertad para todos los presos políticos así como la cancelación de las órdenes de aprehensión giradas en contra del magisterio en lucha. Advirtieron que de no obtener respuesta por parte del gobierno federal, retomarían los bloqueos.
Las secciones magisteriales de Chiapas, Michoacán y Guerrero explicaron que tendrían que esperar a la Asamblea Nacional Representativa este martes, para definir si se levantarán los paros a nivel nacional. Por su cuenta, la Secretaría de Gobernación continúa negándose a establecer una mesa de diálogo sin que se normalicen las clases en todo el territorio.
En este contexto, el movimiento está en una encrucijada. En Oaxaca y Chiapas, si bien la convicción de los maestros y maestras es continuar la lucha hasta que la reforma caiga, la dirección de la CNTE no ha tenido una política para extender el conflicto al resto del país y fortalecer a estos combativos estados, sino que apostó a que únicamente con marchas en las calles y bloqueos se podrían resolver nuestras demandas.
El gobierno se ha valido de ello para acorralar a nuestros compañeros en esos estados, utilizando bases priistas en Oaxaca para forzar el levantamiento del paro desde las asambleas de padres de familia y con los esquiroles de la Sección 59.
En tanto que, para Chiapas, el gobierno lanzó un “ultimátum”, amenazando con volver a reprimir, al mismo tiempo que utiliza su táctica preferida, la negociación por separado, con la intención de dividir al movimiento. Es así que ofreció la suspensión de las evaluaciones en aquel estado hasta el fin del sexenio de Peña Nieto en el 2018, asegurando que “podemos seguir platicando sobre los temas que faltan por resolver, pero si no todo se va a la chingada”. Contaba con que el magisterio combativo no estaba respaldado con la movilización de otros sindicatos en las calles.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Con el inicio del paro el 15 de Mayo en Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Guerrero, las maestras y maestros de la Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase ya planteábamos la necesidad de la unidad con otros sectores de trabajadores, particularmente aquellos organizados en los sindicatos opositores, para lo cual propusimos muchas veces en nuestras asambleas que la CNTE debía convocar a un Encuentro Nacional de organizaciones, sindicatos y sectores en lucha (empezando por los sindicatos universitarios y de educación media superior), para discutir un plan de acción unificado y organizar el paro nacional.
Estas medidas tambien fueron planteadas por el Movimiento de Trabajadores por el Socialismo (MTS) en las reuniones de articulación con las organizaciones, a las que concurrían entre otras la UNT y la Nueva Central de Trabajadores. Sin embargo, ni la CNTE ni las direcciones que se reclaman opositoras convocaron a estas medidas de lucha, que podían jaquear la reforma educativa.
Alertábamos que éste no es un ataque más, sino que para el gobierno, el empresariado y los organismos internacionales, es un ataque clave (estructural), pues prepararía las condiciones para liquidar derechos históricos del magisterio (como la antigüedad) y avanzar en la privatización de la educación que garantice la mano de obra barata que la clase dominante necesita para incrementar sus ganancias.
Por ello era necesario presentar una respuesta proporcional a la magnitud del golpe, para lo que se requería mostrar la mayor fortaleza con medidas que fueran más allá de las acciones constantes de presión para el diálogo.
Luego, con la importante emergencia del movimiento magisterial y popular en la Ciudad de México, planteamos también insistentemente la necesidad de convocar a una Asamblea Metropolitana para avanzar a una coordinación de las secciones 9, 10, 11 y 36, incorporar como sujetos del proceso a los padres de familia, y poder discutir y definir desde las bases el rumbo de la lucha, así como la organización de brigadas que salieran a extender el paro a cada escuela en cada rincón de la ciudad. Es decir, medidas que fortalecieran la organización del magisterio en la capital.
Esto no era una idea nuestra, surgía del sentimiento profundo de unidad que mostrábamos los maestros en cada acción y de la necesidad de apoyar a nuestros compañeros que, por debilidad, no pudieron superar la represión en sus escuelas por parte de directivos y charros, a pesar de estar convencidos en muchos casos de que debían sumarse al paro.
En este caso, si bien la propuesta de Asamblea Metropolitana fue bien recibida por el movimiento en un Pleno de la Sección 9, debieron aceptarla formalmente desde la mesa, pero como todas las propuestas diferentes a las de la dirección, rápidamente se borró de los puntos discutir en la ANR. Sin embargo, al llevar desde otras escuelas la propuesta a la Asamblea de Coordinación de las Secciones 10 y 11, ahí se votó con mayor contundencia y hasta se le puso fecha desde la base, pero, una vez más, fue borrado del calendario de la CNTE, argumentando que “no había condiciones” y que se llevaría a las comisiones, de las cuales nunca volvió.
Más adelante, cuando parecía extenderse el movimiento a otros estados, planteamos la necesidad de que la CNTE tuviera una política de unidad de las filas magisteriales para extender el paro a todas las escuelas de la ciudad y del país, buscando atraer los miles de docentes que sentían la necesidad de unirse a la lucha por la abrogación y quienes aún no son parte del movimiento, así como los miles que no han podido sumarse por la represión en sus escuelas pero que tienen la misma aspiración, y así extender la influencia de la CNTE más allá de los 4 estados donde dirige; debilitando a los charros y sentando las para ir por la recuperación de nuestro sindicato para ponerlo en manos de sus verdaderos dueños. Lamentablemente, una vez más se desoyó nuestra propuesta.
Consideramos que el grave error fue depositar confianza en que la satisfacción de nuestras demandas podría venir de las mesas de negociación con el PRI -acompañada con medidas de presión-, en lugar de buscar todas las formas de fortalecer la lucha en las calles de manera independiente, confiando en la fuerza de los trabajadores unidos y organizados para imponerlas. Sobre todo cuando Peña Nieto, Osorio Chong (Gobernación) y Nuño (SEP) anunciaron que la mesa de negociación no discutiría la abrogación y que no habría marcha atrás en esta medida.
Esto tuvo como resultado que, a pesar de ser decenas de miles de maestros y padres de familia los que nos movilizamos, no pudimos hacer efectiva nuestra fuerza con toda su potencia, sobreviniendo el desgaste y permitiendo al gobierno pasar a la ofensiva.
Pero aún no nos han derrotado
El profundo enojo mostrado durante los últimos meses por el magisterio persiste, así como nuestro convencimiento de luchar por abrogar la reforma. Esto no tiene que ver sólo con la educación, sino con un profundo hartazgo de gran parte de la sociedad, que comenzamos a expresar cuando desaparecieron a los 43 y luego con el rotundo rechazo al PRI en las elecciones del 5 de junio.
Pero para recomponernos, opinamos que es necesario que el movimiento tenga otra política, retomando propuestas como el Encuentro Nacional de organizaciones y trabajadores en lucha, la Asamblea Metropolitana en la CDMX y centralmente la preparación de un contundente Paro Nacional que voltee definitivamente esta reforma, como parte de una lucha contra el conjunto de las reformas estructurales.
Necesitamos urgentemente medidas que apunten a la recomposición independiente de nuestro movimiento, sin confiar en los partidos y las instituciones del régimen sino en nuestras propias fuerzas, en la unidad con nuestros hermanos de clase y nuestros aliados del campo y la ciudad. Sólo por la fuerza podremos imponer nuestras demandas, tirar la reforma educativa y abrir el camino para echar abajo todas las reformas estructurales.