La segunda jornada de movilización de los “Gilets Jaunes” (chalecos amarillos) demostró la persistencia y la determinación del movimiento, pero también la necesidad de expandirlo y estructurarlo desde las bases, de manera democrática y junto a los trabajadores y estudiantes de las grandes ciudades si queremos hacer retroceder al gobierno de Emmanuel Macron.
Daniela Cobet @DanielaCobet
Lunes 26 de noviembre de 2018 15:44
Artículo original publicado en Révolution Permanente
El discurso del gobierno, a través del Ministro del Interior, Christophe Castaner, sobre la disminución del número de manifestantes en relación al 17 de noviembre, y la búsqueda de asimilar al conjunto del movimiento y su radicalización a Marine Le Pen, no es más que un vano intento de minimizar la explosión de la bronca social que emerge de las profundidades de las fracturas sociales y de las injusticias cultivadas desde hace años.
La realidad de esta jornada, innegable para cualquiera que haya estado en los Champs Elysées, no fue para nada una operación de “infiltrados” (lo mismo si hubo grupúsculos de extrema derecha). Hemos asistido a una etapa de mayor radicalización de una franja considerable del movimiento frente a la obstinación del gobierno de mantener “cueste lo que cueste” su agenda antisocial.
Los Gilets Jaunes no han hecho más que demostrar una gran determinación a ejercer su derecho de manifestarse a pesar de la prohibición, disputando hasta la noche las calles frente a la policía, resistiendo los gases y las bombas y levantando barricadas, y en un contexto donde la mayor parte del movimiento está en las regiones (al interior de Francia) donde se han mantenido los bloqueos.
La operación del gobierno tiene como objetivo dividir el movimiento entre supuestos grupos de extrema derecha y manifestantes pacíficos, de manera de debilitar la unión de otros sectores. En este sentido es que Le Pen intenta capitalizar la movilización para fines electorales, por lo que se muestra como “amiga” de los Gilets Jaunes. En este marco, la jornada de lucha de este sábado plantea un número de cuestiones para desarrollar, y en esto concierne centralmente la necesidad de expandir y de estructurar el movimiento.
Por comités de acción que estructuren, controlen y expandan el movimiento desde las bases
Se trata de un movimiento que tiene un fuerte componente espontáneo, pero que para hacer retroceder al gobierno va a tener que organizarse mejor, expandirse, desarrollar una estrategia de lucha.
Una cuestión de métodos de lucha ya se plantea abiertamente en el seno de los Gilets Jaunes, entre aquellos que privilegian las acciones como los cortes de ruta y aquellos que prefieren orientarse a grandes empresas e instituciones del Estado; entre aquellos que estaban dispuestos a resistir la represión y aquellos que creían que los enfrentamientos con la policía podrían volverse contra el movimiento, por no hablar de aquellos actos racistas que pudieron haber tenido lugar en los márgenes de las movilizaciones de los Gilets Jaunes y que deben ser combatidos firmemente.
La única manera de resolver el conjunto de estos problemas y de estructurar y organizar el movimiento desde las bases, de manera democrática, es a través de asambleas generales y de comités de acción locales que decidan las acciones a seguir, de cómo tomar la palabra del movimiento y coordinar con otros comités locales.
Estos comités de acción locales permitirían, por otra parte, construir la unidad con otros sectores que compartan la lucha contra el gobierno de Macron, tales como aquellos trabajadores y sindicalistas combativos de las ciudades y los estudiantes que luchan contra la selección universitaria. La primeras acciones de convergencia que tuvieron lugar esta semana y, sobre todo, la participación de una delegación de ferroviarios a la manifestación de los Champs Elysées constituyen pasos importantes en este sentido, que se deberán multiplicar y desarrollarse, pese a la actitud divisionista de las direcciones sindicales a escala nacional.
Más aún, que los comités de acción agrupen a trabajadores sindicalizados y no sindicalizados (como lo son la mayoría de los Gilets Jaunes) sería una herramienta formidable para librar al movimiento obrero de todo conservadurismo, y para combatir el obstáculo que representan las direcciones sindicales para una generalización de la lucha, por el método de la huelga general, que sería la única manera de transformar en realidad el “¡Macron, dimisión!”, coreado por los Gilets Jaunes en las protestas.
El desarrollo de este tipo organización sería la mejor manera de evitar toda instrumentalización por fuerzas de extrema derecha, de combatir prejuicios que puedan existir entre los Gilets Jaunes, así como también asegurar que la voz levantada por el movimiento sea aquella de la base en lucha y no de autoproclamados voceros, como Frank Buhler. El movimiento debe quedar en manos de quienes lo construyen desde abajo.
Daniela Cobet
Integrante de la Dirección Ejecutiva del Nuevo Partido Anticapitalista (Francia) y del comité de redacción de Révolution Permanente. Escribe sobre política y luchas sociales en Francia.