Se conmemora en Argentina un nuevo aniversario de la fundación de la Gazeta de Buenos Aires de Mariano Moreno. Pero casi nadie se pregunta por el sentido de la existencia del periodismo. “Entrevistamos” a los periodistas Karl Marx, Vladimir Lenin, Rosa Luxemburg y Pierre Broué.
Daniel Satur @saturnetroc
Lunes 7 de junio de 2021
Cuenta la historia que el 7 de junio de 1938 se realizó el Primer Congreso de Periodistas en Córdoba. Allí se estableció esa fecha como Día del Periodista, coincidiendo con la de la salida a la calle del primer número, en 1810, de la Gazeta de Buenos Aires de Mariano Moreno. El lema de la Gazeta era una interesante máxima liberal: “Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo” .
Hoy, con tanta tinta corrida bajo el puente en estos 208 años, la gran mayoría de la gente cuando lee los diarios y escucha los noticieros simplemente siente que se está informando. Que hay alguien en algún lugar que se encarga de saber lo que pasa, de analizarlo y de contárselo al resto de la gente.
Pero vivimos en una sociedad donde una clase minoritaria tiene todo en su poder y donde una enorme mayoría no tiene más que la posibilidad de ser explotado a cambio de su subsistencia. Es en esta sociedad, dividida entre quienes explotan y quienes sufren la explotación, donde unas pocas personas ocupan ese lugar privilegiado de “saber qué pasa y contarlo”. Supuestos personajes neutrales que, cuales dioses del Olimpo, ven todo lo que pasa en la tierra, lo analizan y después dictan sentencia sobre lo bueno y lo malo.
Vivimos en un mundo en el que la palabra del periodista tiene un valor mucho mayor que la del albañil, que la de la enfermera o que la de la empleada de comercio. Y hasta el mismo periodista se lo cree y asume el rol, encabezando hasta la más vil mentira si es necesario para que “la gente sepa lo que hay que saber”.
Es deber de la prensa abogar por los oprimidos que se encuentran a su alrededor. Su primer deber es socavar todas las bases del estado político existente, de la vieja burocracia, del viejo ejército, de la vieja justicia (Karl Marx)
¿Debe existir el periodismo?
La pregunta es válida, toda vez que el periodismo nos demuestra día a día que se puede obtener mucho poder vendiendo la palabra a quien mejor pague por ella. Si toda la tarea periodística se va a basar en recibir las órdenes, decorarlas y producirlas para entregarlas acríticamente todos los días a la misma hora y por el mismo canal, es legítimo pensar si realmente sirve para algo sostener al periodismo y a sus periodistas, comprarles sus diarios, sintonizar sus emisiones y consumir sus supuestas verdades.
Porque, en última instancia, si no nos van a decir la verdad, ¿para qué les tenemos tanto respeto?
Bajo el capitalismo, un periódico es una empresa capitalista, un medio de enriquecimiento, un medio de información y entretenimiento para los ricos, y un instrumento para engañar y embaucar a las masas trabajadoras. Nosotros hemos destruido ese instrumento de enriquecimiento y engaño. Hemos empezado a convertir a los periódicos en un instrumento para educar a las masas y para enseñarles a vivir y construir su economía sin terratenientes y sin capitalistas (Vladimir I. Lenin)
¿Y entonces por qué somos periodistas?
Porque vemos esa sociedad divida en clases y no nos gusta. Porque somos parte de esa parte de la sociedad que, en la división, se llevó la peor parte. Porque de a poco fuimos entendiendo que entre lo que se hace y lo que se dice hay una relación dialéctica.
Porque nos mintieron muchas veces. Porque nos acallaron. Porque cuando gritamos nos dieron con el fierro en la cabeza. Y porque sabemos que si todas y todos supiéramos la verdad estaríamos en muchas mejores condiciones para pelear por recuperar todo lo que nos pertenece.
Porque nos permitimos imaginar un mundo radicalmente opuesto a esta miseria. Y por eso luchamos.
La verdad es revolucionaria y porque uno es revolucionario es que se busca la verdad, y que se encuentra en ella un fragmento que permite atrapar la punta del ovillo, tirar de él y avanzar en la comprensión de este mundo en marcha que es necesario transformar (Pierre Broue)
Y así nos convertimos en responsables de contar. Porque vemos la verdad delante de nuestros ojos (que no son tan distintos a los del albañil, a los de la enfermera, a los de la empleada de comercio) después de masticar tanta mentira. Mientras miles y miles no la terminan de ver porque siguen padeciendo el bombardeo maloliente que impide creer que es posible otra historia. Una historia propia, donde las grandes mayorías sean protagonistas y donde a quien explota y quien reprime a su servicio se los confine al más merecido bajofondo.
Eso sí, la verdad, que es revolucionaria, tiene que ser bien contada, con las mejores palabras, con las más bellas expresiones, con lujos de detalles. No podemos caer presas de acostumbramientos.
La explotación no va terminar porque digamos las cosas más bonitas, pero a los millones de explotadas y explotados sí les interesa luchar por algo que valga la pena, algo bien distinto a la gris monotonía de gerentes y gendarmes marcando el paso.
La gente al escribir olvida, casi siempre, ahondar en sí misma y percibir la importancia y la verdad de lo que están escribiendo. Creo que cada vez, cada día, en cada artículo hay que sentir y revivir la causa, entonces surgirán con facilidad palabras frescas, palabras salidas del corazón y que alcanzarían al corazón para la vieja causa. Pero uno se acostumbra a la verdad y recita las cosas más grandes y más profundas como un padrenuestro. Me propongo no olvidar jamás que cuando escriba debo entusiasmarme y abandonarme en lo escrito (Rosa Luxemburgo)
¿Qué periodistas para qué periodismo?
Atentas y atentos, para que no nos pase de largo la verdad. Curiosas y curiosos, para que cuando la encontremos le saquemos hasta la última gota de sentidos. Fuertes, por si hay que correrla. Desconfiadas y desconfiados, por si se entrega sin resistencia. Abiertas y abiertos, para enamorarnos de ella si es preciso. Locas y locos, para animarnos a contar hasta aquello que nos lastima.
Hace falta ese periodismo. Un periodismo que no piense en sí mismo sino en las mayorías. Un periodismo que no se crea imprescindible. Un periodismo que se nutra del sufrimiento y las penurias de las masas. Un periodismo convencido de dar la batalla por dar vuelta la historia, aportando lo que sabe. Que cuente lo mejor posible, cada vez a más personas, la verdad que va construyendo el pueblo trabajador en su lucha cotidiana por dejar de, solamente, subsistir.
Un periodismo asociado estratégicamente a las mayorías acalladas. Un periodismo que, en la inevitable hora de elegir y tomar partido, lo haga por la clase obrera y los sectores populares.
Quien ejerza el periodismo tendrá que asumirse como un trabajador de la prensa. Un compañero del albañil, de la enfermera y de la empleada de comercio. Ocupando un lugar con más peligros y violencias que privilegios, al decir de Rodolfo Walsh.
Si no se asume así, aunque adquiera la maestría de la palabra, su destino será el de la triste tarea (muy bien remunerada) de defender al sistema de opresión y explotación que contrató sus servicios.
Quienes hacemos y sostenemos La Izquierda Diario, habiendo estudiado periodismo o bien encontrándonos de prepo con la necesidad de contar lo que nos pasa, saludamos a las y los periodistas que no se resignan a ser un gatillo más en el pelotón de fusilamiento de la verdad.
Texto publicado originalmente en 2015
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc