Documental sobre el mítico lugar del under porteño pos dictadura que realizaron Natalia Villegas y Rubén Zárate.
Gustavo Grazioli @Discolo1714
Martes 23 de marzo de 2021 23:51
“Quién es dueño del punk!/ Quién es dueño de las palabras/ Los poemas/ De la poesía entera/ Quién es dueño del rock!/ Quién es dueño de tus labios/ De tu cuerpo vívido y maltrecho/ De tus huesos/ De tu carne y de tus días”, dice la voz en off de Luis Aranosky. El recitado guerrero y sentido del actor y performer (que participó de películas como Diablo, junto a Juan Palomino y Sergio Borissirve, y encabezó la histórica banda Los Triciclos clos), además de trepanar mentes dormidas, introduce el documental sobre el Parakultural - mítico lugar del under porteño pos dictadura - que realizaron Natalia Villegas y Rubén Zárate.
Este trabajo audiovisual de aproximadamente 105 minutos de duración acaba de estrenarse en la vigésima segunda edición del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y evoca la nostalgia de los que estuvieron alguna vez ahí y para aquellos que no lo conocieron, como dijo Villegas en una entrevista, que “sepan que en la Buenos Aires de fines de los 90s hubo un sótano mágico que nos regaló muchas de las bases de nuestra cultura”.
El Parakultural nació como producto de una necesidad. De la mano de Horacio Gabin y Omar Viola en marzo de1986, a pocos años de haber dejado atrás la última dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla (hoy se cumplen 45 años del golpe más cruento de la historia argentina), se inauguró un lugar que nunca tuvo requisitos para ingresar. El sótano húmedo de San Telmo estaba abierto para todo el público. Cobijó a freaks y marginales, y alentó la producción de una cultura border que nunca hubiera tenido otro lugar más que ahí. Pese a la democracia, no se hubiese aceptado tal frenesí en la agenda de una sociedad abotonada.
Los artistas sintieron la urgencia de salir a expresarse libremente. Sin ataduras morales. Y hacer del famoso “destape” una forma de vida. Stud Free Pub, Café Einstein, Cemento y el Parakultural oficiaron de guarida para la locura. La gesta de este último se situó en la calle Venezuela al 300 (lugar donde antes funcionó el Teatro de la Cortada) y fue el laboratorio de muchos actores y actrices que hoy triunfan en la pantalla chica. De ahí salieron Las Gambas al Ajillo (María José Gabin, Laura Markert, Verónica Llinás y Alejandra Flechner), el dúo Los Melli (Carlos Belloso y Damián Dreizik), El Clú del Claun, hizo algunos números Aranosky y se cocinó la mejor performance contracultural de la mano de un trío imbatible: Batato Barea, Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta. “Eramos jóvenes, éramos pobres y desconocidos. Estábamos en un sótano donde podíamos hacer lo que nos gustaba hacer”, dice Flechner en el documental.
"Un poco antes de que se terminara la dictadura y durante la década del 80, la libertad recién recuperada se celebró con un permanente y enriquecido show de la creatividad. Aquello que era silencio y temor hasta entonces, fue de pronto reemplazados por colores tan fuertes como palabras, por experimentos raros, por seres inesperados, por insolencias que nadie se había animado a sospechar, pero sobre todo por un montón de gente convencida de que había mucho pero mucho por decir”, escribió Fernando Noy en Historias del Under (2015).
Les directores junto a Carlos Belloso
Poner el cuerpo y el bocho en acción
La necesidad de ejercer esa libertad recuperada, como escribe Noy, convierte al Parakultural en un templo. Poco tiempo después de su apertura, la gente se situó en sus puertas. Hacen cola para entrar sin saber con qué se van a encontrar. Así como pasó en Cemento, lugar donde la gente iba sin importar lo que había, acá sucedió algo similar. Los habitués que se daban cita en Venezuela al 300 solo querían chocarse con insólitos combos creativos. “Al principio, muchas veces el límite no quedaba claro. Porque como el público veía que a veces podía actuar, a la segunda botella de vino todos querían subir al escenario. Solía haber más gente arriba que abajo”, supo declarar Viola en el libro Corazones en llamas: Historias del rock argentino en los 80 de Cynthia Lejbowicz y Laura Ramos.
La variedad de las expresiones que se situaron en el Parakultural fueron creciendo y no solo el teatro ocupó su grilla. También se sumaron exposiciones de fotos, pinturas y arribaron algunos de los grupos de música más relevantes de la escena under de aquel momento. Los Violadores, Sumo, Trixy, Comando Suicida, Don Cornelio y la Zona, Los Redondos, Los Fabulosos Cadillacs, Todos Tus Muertos y Los Pillos, son algunas de esas bandas que subieron la temperatura del lugar. “El Parakultural estaba hecho a prueba de todo”, dice Sergio Rotman en el documental.
Lo horroroso, o mejor dicho, lo que no cabía en el buen gusto general, formaba parte de los espectáculos del Parakultural. “El mal gusto se transformaba en vanguardia”, como dijo Marcela (habitúe del lugar) en el libro de Cristina Civale, Las mil y una noches. Una historia de la noche porteña 1960 – 2010 (Marea, 2011). “Chicas, chicos, olor a aserrín, escalones peligrosos, vino, gente vomitando”, lo describe Dreizik. “Me gustaba esa tercera dimensión que era el camarín. Entre la hora del varieté y la hora del rock se juntaba la guitarra eléctrica y la purpurina”, recuerda Walas en un pasaje del documental. “Fue una especie de antídoto. Nos salvó la cabeza a muchos”, concluye el frontman de Masacre.