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Actualidad. “Pasaron cosas”: entre la rosca de los de arriba y las peleas de los de abajo

Un “martes negro” desordena la transición. ¿Alberto en modo vandorista para negociar con el FMI? El triunfo de Ran-Bat y la huelga de Chubut como ejemplos de resistencia.

Lucho Aguilar

Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2

Martes 27 de agosto de 2019 23:47

Para cualquier que no conozca un poco la Argentina le debe parecer de película. Hace solo 16 días fueron las elecciones primarias. Dos semanas. Después del voto en las urnas votaron los mercados y sacudieron la economía. Enseguida una conferencia del Presidente le dio otro empujón a la crisis. Para tratar de aquietar las aguas llegó el diálogo para “una transición ordenada”. Alberto avaló la devaluación y pidió calma a la CGT. Preguntó “¿estás tranquilo Clarín?” y sonrió a los empresarios.

Parecía que se calmaba nomás. Pero pasaron cosas.

La semana comenzó con un cruce de comunicados tras la reunión del Frente de Todos con la misión del Fondo y siguió con otro “martes negro”. La jornada financiera terminó con un riesgo país de 2001 puntos, un dólar subiendo a $58,66, una caída del 4,6% en la bolsa porteña y pérdidas de las acciones de empresas argentinas en Nueva York. Se agrega otro dato no menor: el Banco Central vendió más de 300 millones para contener el dólar y en el último mes sus reservas cayeron más de U$s 10 mil millones.

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Enseguida el gobierno nacional salió a responsabilizar al Frente de Todos. “La incipiente estabilidad que habían logrado los mercados financieros en los últimos días terminó”, dijeron desde la Casa Rosada. Miguel Ángel Pichetto tiró otro título: “quieren una megadevaluación, fogonear la tempestad”.

Al cierre de esta edición no había respuesta de los principales referentes del peronismo.

Entre las urnas y el futuro del pacto con el Fondo

Hay que ver cómo continúa este nuevo capítulo de la crisis, pero lo que no hay dudas es que el “martes negro” le metió ruido a la transición y dejó claro que ésta tiene sus pactos pero también sus contradicciones. La idea de mantener un dólar a 60 pesos pone en riesgo todo el tiempo las reservas del Banco Central, el bien más preciado para los que se van de la Rosada y los que llegan. El “dólar alto” amenaza con descontrolar la inflación. Los vencimientos de la deuda agitan el fantasma del default. Encima, el FMI quiere discutir las condiciones para hacer el desembolso de 5.400 millones que deberían llegar en septiembre.

Bajo estas condiciones es que el gobierno y el peronismo se preparan para octubre y negocian la transición. Para muchos, estos cimbronazos son parte inevitable de los cálculos electorales de dos candidatos que – al menos formalmente – todavía compiten por la presidencia. Macri quiere achicar la distancia y Alberto aumentarla. Para otros, las que están en discusión son cuestiones más de fondo. Por un lado, quién hace el trabajo sucio: Macri quiere irse lo menos averiado posible, Alberto quiere que antes de irse le facilite todo el trabajo sucio posible. Por otro, que estos cruces abren el debate sobre cómo será la relación de un probable gobierno peronista con el Fondo Monetario Internacional.

Por eso muchos entienden que, luego de una semana de diálogo con el macrismo y gestos a las corporaciones, los Fernández intentan utilizar el resultado electoral para “golpear” y – llegado el momento – “negociar” en mejores condiciones con el FMI. Quieren aprovechar la debilidad del gobierno y el desprestigio de un Fondo que, de cualquier manera, negociará duro para imponer sus condiciones.

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No hay ninguna batalla cultural ni nueva épica en este rapto “vandorista” del Frente de Todos. Alberto ya confirmó que honrará los compromisos con los especuladores reconociendo la fraudulenta deuda y garantizando su pago sin quitas. Tampoco está en discusión el pacto con el Fondo. Pero el peronismo sabe que al asumir tendrá que lidiar con un escenario económico complicado y millones que votaron contra el ajuste. Por eso quiere llegar a 2020 con buena parte del trabajo sucio hecho por Cambiemos, la mayor cantidad posible de reservas y una renegociación con el FMI que le permita “ganar tiempo”.

Más allá de toda la rosca, hay algo que no podemos perder de vista. Las dos fuerzas que se disputan el gobierno están de acuerdo en lo más importante: los costos de la crisis la deben pagar las mayorías populares.

Las peleas duras de los de abajo

Mientras los de arriba discuten quién gobierna y “negocian duro”, los de abajo ya sienten los efectos en el salario y el empleo.

La CGT dice rechazar los despidos y calcula que el salario mínimo debería ser de 31 mil pesos. Sin embargo, no está dispuesta a hacer nada para conseguirlo. Con esa actitud arranca perdiendo desde el vestuario el Consejo del Salario de este viernes.

En cambio, desde abajo la clase trabajadora encuentra otras banderas.

En defensa del salario se levantan miles de docentes y estatales de Chubut. Llevan cinco semanas de huelga ante el ajuste de Mariano Arcioni, aliado de Alberto Fernández y el Frente de Todos. El gobernador viene haciendo pagos escalonados y llegando septiembre no ha terminado de pagar los sueldos de julio. Un escándalo. Las trabajadoras y trabajadores se han organizado por localidad, realizando asambleas para discutir las medidas de fuerza. Además de los paros conjuntos de distintos gremios, han realizado piquetes, movilizaciones y se han ganado la simpatía de los petroleros y la mayoría de la comunidad.

En las asambleas de algunas seccionales docentes le reclaman un paro general a CTERA, el gremio docente nacional, para que triunfe la lucha. Hasta ahora la conducción alineada con el kirchnerismo no ha dado respuesta.

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Otro ejemplo conmovedor es la lucha de los obreros de Ran-Bat (Arcynur). El “martes negro” fue para ellos un día de triunfo. Porque los trabajadores, su comisión de mujeres y quienes los apoyaron, nunca especularon. El 5 de agosto sus casi 40 trabajadores podrían haberse ido a la casa cuando se encontraron con el portón cerrado. Es lo que les hubiera aconsejado la CGT. Esperen el año que viene. Un poco más si es posible. Pero estaban despedidos y rotos. Se plantaron 22 días. Su primera pelea fue una escuela de unidad y solidaridad de clase. De asambleas, acampes y movilizaciones. El día que cortaron el Puente Pueyrredón todos se enteraron que la lucha iba en serio. La CGT, la gobernadora macrista y el intendente peronista. Junto a los obreros y obreras de Coca-Cola, Siam, MadyGraf y quienes ya venían protagonizando luchas en defensa de los puestos de trabajo, encararon un duro conflicto que este martes tuvo su primer triunfo: la reincorporación de todos los despedidos y el pase a planta permanente de quienes estaban contratados. Además, abrieron la discusión de las condiciones de seguridad e higiene porque muchos de ellos estaban emplomados. Además de chuparle la sangre, los empresarios se la envenenaban.

Ahora habrá que defender esa conquista ante nuevos intentos de ataque. No bajar la guardia. Pero el conflicto de Ran-Bat muestra que la lucha paga. Y además, muestra un camino para el resto de la clase trabajadora.

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El Frente de Izquierda Unidad viene denunciando la rosca de los de arriba y sus pactos. También plantea que la crisis no la pague el pueblo trabajador. Por eso, viene reclamando medidas de emergencia: que el salario aumente cada punto que sube la inflación; la anulación de los tarifazos; la ocupación de cada fábrica que cierre o despida masivamente y la nacionalización del sistema bancario bajo administración obrera para terminar con la especulación y la fuga de capitales.

Además viene marcando la necesidad de intervenir en la crisis. Por un lado exigiendo a la CGT un paro activo de 36 horas y un plan de lucha: hay que unir a toda la clase obrera, no importa a quién haya votado en las urnas, para enfrentar el ataque al salario y las condiciones de vida.

Pero también es clave el apoyo a cada una de las luchas que resisten el ajuste, para que triunfen. El PTS se viene jugando con todo en cada una de ellas, así como acompañando las jornadas de los movimientos sociales independientes. El sindicalismo combativo y la izquierda tienen que levantar con todo los ejemplos de Chubut y Ran-Bat. Dejar de lado cualquier mezquindad y ponerlos adelante como bandera. Porque si esos ejemplos se contagian, nos estaremos preparando mucho mejor para lo que viene.


Lucho Aguilar

Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.

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