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Red Internacional
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DEMOCRACIA SINDICAL. Pemex: se va Deschamps y se quedan los de siempre

Tras la salida de Romero Deschamps del sindicato petrolero, confirman que un incondicional quedará al frente del sindicato hasta el 2024. En el marco de la reforma laboral que promete democracia sindical tenemos que preguntarnos ¿esta se puede garantizar desde el Estado?

Lunes 6 de enero de 2020

El pasado 16 de octubre del 2019 el charro Carlos Romero Deschamps, ícono del charrismo sindical priista, renunció a la secretaría general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.

Su renuncia fue en el marco de un discurso del gobierno de Morena en pro de la democracia sindical, diciendo que el tiempo del charrismo se había acabado, vendiendo esta premisa como justificación para la aprobación de la reforma laboral.

La Unidad de Inteligencia Financiera comenzó a investigar a los líderes sindicales. Esta jugada del gobierno federal sirvió para golpear un pilar fundamental del PRI: la burocracia sindical de los sectores estratégicos: la industria petrolera, la industria automotriz y maquiladora y los trabajadores al servicio del Estado.

Fue así que la renuncia del charro Carlos Romero, fue precedida por la renuncia al PRI de Joel Ayala, secretario general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado y el anuncio de un retiro momentáneo de la dirección de la Confederación de Trabajadores de México de Carlos Aceves del Olmo, aunque posteriormente aclararon que no renunciaría.

La oposición sindical petrolera, ligada al gobierno de Morena, clamaba entonces el avance de la democracia sindical y el gobierno reafirmaba que con la reforma laboral, sería la base trabajadora quien verdaderamente pudiera elegir a sus representantes sindicales.

Sin embargo, en estos primeros días del 2020 se dio a conocer la noticia de que la Secretaría de Trabajo y Previsión Social extendió una constancia en la que reconoce a Manuel Limón Hernández como nuevo secretario general del sindicato petrolero.
Manuel Limón Hernández, hasta hace unas semanas, fungía como secretario del interior de la planilla de Romero Deschamps, uno de sus incondicionales y actualmente diputado plurinominal del PRI.

Limón Hernández estuvo involucrado en el Pemexgate y ha sido investigado por corrupción y desvíos millonarios del fondo del gremio petrolero.

La noticia de que este sombrío personaje ocupará el cargo de secretaría general hasta el 2024, cae como balde de agua fría en la base petrolera que tenía expectativas de un cambio impuesto desde el gobierno de Morena para remover al charro y dar pauta a un sindicato más democrático.

¿Por qué si el gobierno de AMLO quería finalizar con la era del charrismo sindical, aceptó a un charro frente al sindicato petrolero? ¿Cuál es entonces el objetivo del gobierno? Y más importante aún ¿Cómo debemos posicionarnos los trabajadores frente a estos acontecimientos?

La lucha por el dominio en los sindicatos

El cambio de gobierno es una refracción del descontento con el viejo sistema de partidos (PRI, PAN, PRD), pero este descontento tan profundo, genera ilusiones de cambio no sólo en el andamiaje partidario en el país, sino en los efectos inmediatos de las principales políticas antipopulares que se impusieron en los sexenios anteriores.

Este descontento quiere barrer con “lo viejo” y eso engloba a la odiada burocracia sindical que en la gran mayoría de los sindicatos es orgánica al PRI.
El nuevo gobierno si bien goza de un amplio respaldo popular, no tiene el andamiaje que gozó en su mejor momento el propio PRI: no tiene una base consolidada que se exprese en aparatos que le permitan tener un mayor control es sectores clave como la burocracia sindical en sectores estratégicos de la economía mexicana: la industria automotriz, el petróleo, la maquila y la minería. Un factor clave si se quiere hablar de un gobierno consolidado.

Esta situación se combinó con la exigencia del imperialismo estadounidense sobre una reforma laboral, que pulveriza aún más los pocos derechos laborales, para poder avanzar con el T MEC.

Es entonces que el gobierno de Morena pone en marcha un discurso que empalma con el clamor de millones de trabajadores: democracia sindical, un factor que en el movimiento obrero mexicano ha costado vidas, intervención del ejército en los sindicatos combativos y dirigentes democráticos y combativos presos.

La “deuda histórica” con la clase obrera mexicana sería saldada por la cuarta transformación mediante la reforma laboral.

Sin embargo, el caso de Pemex es categórico para que los trabajadores veamos que el fin del gobierno federal mediante la injerencia directa del Estado en la vida interna de los sindicatos no es democratizarlos para que estén al servicio de la base trabajadora, sino para que le garanticen estabilidad al gobierno entrante.

Es decir, más que democracia, se busca un apriete en las direcciones sindicales estratégicas para evitar cualquier brote de lucha obrera. Esta posición negativa para la movilización de los trabajadores por sus demandas por parte del gobierno de Morena, se expresó el año pasado frente a la huelga del 20/32 y las huelgas en el sindicalismo universitario.

El gobierno de Morena busca entonces afianzar a la clase obrera vía sus direcciones sindicales, no importando si se pintan de democráticas como la Confederación Internacional de Trabajadores, dirigida por el senador de Morena, Napoleón Gómez Urrutia o si se queda el viejo aparato priista, siempre y cuando garanticen estabilidad el nuevo gobierno.

Recuperemos nuestros sindicatos

La base trabajadora de decenas de organizaciones sindicales ha pedido la intervención directa del gobierno del Morena para echar a los charros de los sindicatos o para tener garantías de un proceso electoral democrático, otros tantos confían en que la reforma laboral sienta las bases para una nueva etapa en la vida sindical del país.

Morena no inventa nada nuevo con la presión ejercida para que Romero Deschamps renunciara al sindicato petrolero. Décadas antes el propio PRI habría encarcelado al dirigente sindical petrolero Joaquín Hernández Galicia “La Quina” o a la propia Elba Esther Gordillo, líder del magisterio nacional.

La intervención en la vida interna de los sindicatos en México no es una novedad y lejos de ser progresiva para los trabajadores, ha garantizado la subordinación de nuestras organizaciones sindicales al Estado con consecuencias terribles para nosotros.

No discutiremos las minucias de la reforma laboral, pero aseguramos que, como requisito del imperialismo para garantizar la firma del T MEC que implica mayor subordinación económica y política a los Estados Unidos, no podemos esperar que bregue por nuestros intereses, completamente opuestos a los intereses de los dueños de las trasnacionales expresados en el parlamento estadounidense.

Entonces la única manera de garantizar una auténtica democracia obrera, es con la organización desde la base trabajadora. Tenemos que pelear por plena independencia política del gobierno del Morena y los partidos del congreso, a la par de que levantemos la bandera de democracia sindical.

Sólo la plena independencia política de nuestros sindicatos puede garantizar que estos respondan a nuestros intereses como trabajadores.

Sabemos que la burocracia sindical no va a caer por la simple acción u organización en abstracto de la base trabajadora, es por eso que te invitamos a formar parte de la red de agrupaciones democráticas y clasistas que impulsa el Movimiento de los Trabajadores Socialistas, organicemos en tu centro de trabajo una corriente clasista que sea capaz de pelear por democracia sindical y por recuperar nuestros sindicatos de las manos de la burocracia sindical.