Concluida su gira por Sudamérica, culminará en Panamá el 18 de agosto, el vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence volverá a su país para decir misión cumplida: alinear los gobiernos serviles que visitó detrás de sus intereses.
Nicolás Miranda Comité de Redacción
Viernes 18 de agosto de 2017
La nota común en su paso por Colombia, Argentina y Chile, fue la confirmación de su ofensiva contra Venezuela. No la militar que anunció Trump y que pocos quería incluso en su país, sino la diplomática, económica y política.
Aunque ya desde la Cumbre del Mercosur, después con la Declaración de Lima, los gobiernos serviles de América Latina le habían mostrado su fidelidad, asegurando un cerco contra Venezuela favoreciendo a su oposición de derecha pro-golpista y pro-imperialista, la intervención de China y Rusia en favor del gobierno de Maduro podía desbalancear las cosas.
La gira de Pence tenía por misión ratificar que América Latina es su patio trasero y alinear sus gobiernos detrás suyo. “Lo que hagamos, lo haremos unidos”, declaró Pence.
No requirió mayores esfuerzos. Todos condenaron al Gobierno de Maduro sin decir una palabra de la oposición derechista. Agregó con menor fuerza la condena a Corea del Norte, incluso pidiendo a Chile ruptura de relaciones diplomáticas, un gesto simbólico que como tal no obtuvo.
Los países del ALBA aparecen disminuidos, una ola de gobiernos derechistas prevalece ahora en el subcontinente sin contrapesos -y que la gira chica paralela de Piñera a la Argentina de Macri y el peru de JPK convalida, y Estados Unidos busca reforzarlos detrás de sus intereses. Pence se puede ir satisfecho.
Prometió inversiones. Pero ahí China lleva la delantera. América Latina vuelve a entrar a la escena internacional, primero con la crisis en Venezuela, y ahora nuevamente como arena de rivalidades entre potencias. El viaje de Pence confirma esto que traerá consecuencias en el próximo período.
