Las mentiras y ganancias millonarias de una de las multinacionales para las que gobiernan Macri y Vidal. Su plan de ataque a las condiciones laborales y a una organización gremial democrática y combativa.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Jueves 22 de junio de 2017
Pepsico Argentina emitió un comunicado en la mañana de este miércoles, anunciando el cese de operaciones de su planta en Florida, zona norte del Gran Buenos Aires, “debido a los obstáculos inherentes a la ubicación de la planta en un área mayormente residencial, su compleja estructura de costos y extensos requerimientos logísticos”, por lo cual anuncia su relocalización en su planta de Mar del Plata.
En el marco de la crisis económica que atraviesa al país, quieren hacerle creer a la población que no les quedó más alternativa que tomar esta decisión.
Sin embargo, una rápida mirada a los números de la empresa permite desmentir los argumentos esgrimidos para intentar dejar a cientos de familias en la calle. Pepsico no es precisamente una pequeña empresa en dificultades, sino que se trata de un gigante multinacional de origen estadounidense de bebidas y aperitivos. Tiene su sede en Purchase, Nueva York, y en 2016 obtuvo ganancias por U$S 10,3 mil millones a nivel mundial, de las cuales el 8 % salieron de su división en América Latina.
Pepsico es parte de un selecto club de marcas de alimentos y bebidas que controlan la mayor parte del mercado mundial en este rubro, junto con firmas como Nestlé, Mondelez International (ex Kraft Foods), Mars, Coca Cola, Unilever, Danone, General Mills, Kellog’s y Associated British Food.
El propio comunicado de la empresa refleja la magnitud que tiene la marca en nuestro país cuando informa que “posee operaciones en Argentina desde hace 58 años, llegando a sus consumidores a través de 15 sucursales de venta, 5 centros de distribución y una red de distribuidores que cubre 900 rutas de venta para alcanzar 200.000 puntos de venta en todo el país”. Incluso el comunicado afirma que “el objetivo de estos planes (se refiere al cierre de la planta de Florida) es asegurar el crecimiento y desarrollo sustentable de Pepsico en Argentina en el largo plazo”.
Algunos de los productos más conocidos y rentables de la marca son Lay’s, Doritos, Twistos, Cheetos, Pep y Pehuamar.
En nuestro país, la empresa se encuentra en una situación de completa irregularidad, ya que la misma no presenta sus balances contables a la Inspección General de Justicia desde el año 2003. Un proceder impune propio de una multinacional prepotente, que cuenta con el guiño de funcionarios públicos que miran para otro lado. Ya durante los gobiernos de Cristina Kirchner esta multinacional, y otras como Lear o Kraft, contaron con total apoyo de los funcionarios y las fuerzas represivas contra los trabajadores.
Teniendo en cuenta estos y otros datos, rápidamente la Comisión Interna de los trabajadores respondió anunciando la continuidad de un plan de lucha en defensa de los 600 puestos de trabajo (que ya había comenzado hace tiempo con acciones contra el vaciamiento), exigiendo la reapertura de la planta, porque la misma “está en perfectas condiciones de producir”.
Detrás de las mentiras de la empresa solo hay sed de ganancias
Bajar la “estructura de costos”. Con ese eufemismo se presenta el plan de la empresa. A tono con el clima alentado desde el Gobierno nacional, favorable al gran capital, Pepsico busca flexibilizar el trabajo, despedir y bajar los salarios en busca de “competitividad”, es decir, de aumentar sus tasas de ganancia a costa del sudor y la salud de los trabajadores.
Desde el comienzo de su gestión, Mauricio Macri promovió los ataques a las condiciones laborales como una supuesta forma de atraer inversiones. Hasta el momento la flexibilización llegó en sectores como Vaca Muerta, pero de la anunciada lluvia de dólares no hubo ni noticias. No es más que de otra mentira para atacar a los trabajadores, dentro de un “plan” económico que ya dejó más de 200.000 despedidos, un retroceso del salario real y una gran transferencia de ingresos hacia los capitales más concentrados.
En este sentido, desde hace años los trabajadores de Pepsico (Florida) vienen denunciando el vaciamiento de la empresa (con cierre de líneas de producción, retiros voluntarios y maniobras antisindicales), y llevando adelante medidas de lucha como bloqueos y actos para enfrentarlo. El objetivo de la patronal es trasladar la producción a otra planta de la misma firma en Mar del Plata, donde el trabajo es más precario, o bien seguir produciendo también en Florida pero con menos personal e incorporando obreros nuevos más flexibilizados.
Este año se han escuchado argumentos parecidos en AGR-Clarín, donde la empresa esgrimió como causa del cierre que la Comisión Interna había rechazado aceptar peores condiciones de trabajo. Otra empresa, un chantaje parecido, ahora bajo el discurso de la "estructura de costos". Pero no es casualidad: además de apoyarse en la política del Gobierno nacional, ambas empresas cuentan con el asesoramiento de Gestión Compartida, una firma que entre sus servicios ofrece ayuda para “reducir costos operativos (salarios, equipamiento, etc.)”, “ganar flexibilidad ante cambios en los mercados”, “sustituir las complejidades de las relaciones laborales con su personal, por una relación exclusivamente comercial”.
Más claro, imposible.
Un ataque antisindical contra la organización combativa de los trabajadores
El vaciamiento de la planta de Florida para “bajar los costos” va de la mano con un ataque a la organización de los trabajadores. Hace casi 20 años, Leonardo Norniella, junto a Catalina Balaguer y otros compañeros, se transformaron en los principales organizadores de una Comisión Interna democrática y combativa para defender los derechos de los trabajadores, tradición de lucha que hoy continúan otros delegados, militantes y activistas de la agrupación Bordó que es la oposición en el gremio.
Forjaron una tradición de lucha por la unidad entre efectivos y contratados (contra el trabajo precario), de lucha contra la discriminación a las mujeres trabajadoras a quienes les dan las peores categorías, de unidad con otros sectores en lucha y de defensa de las condiciones laborales, en una empresa donde, lejos de las felices e hipócritas imágenes que muestran sus publicidades, son moneda corriente las enfermedades como la tendinitis, bursitis, cervicalgia, hernia de disco, escoliosis, rectificación de columna, entre muchas otras. Las ganancias de la multinacional se construyen arruinando la salud de los trabajadores, y encima ahora van por más.
En el último tiempo, como señalamos arriba, la clave venía siendo la organización de las medidas de lucha contra el vaciamiento.
En estos largos años, múltiples fueron las maniobras de la patronal y la burocracia del sindicato de la alimentación (STIA) para intentar derrotar la organización combativa de los trabajadores, desde el despido de Norniella y Balaguer (esta última reincorporada mediante un fallo histórico que se estudia en las universidades, que la consideró delegada “de hecho” a pesar de no tener fueros sindicales), hasta el fraude en elecciones gremiales, pasando por innumerables episodios en el medio. También el activista Alejandro Morelli fue reincorporado en 2011 por fallo judicial, considerando que su despido había sido discriminatorio y antisindical.
Hoy, la empresa anuncia el plan de trasladar la producción a Mar del Plata, lejos de esta organización combativa, para poder engrosar sus ganancias pisoteando las vidas de los trabajadores. Contra ellos, al cierre de esta columna, se preparaban las acciones de lucha de los trabajadores junto con las organizaciones solidarias, para enfrentarlos.
Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.