
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Sábado 15 de julio de 2017
Foto: Infobae
Mirás en la tele a un grupo de personas subidas a una terraza; subidas, más bien, al borde de la terraza. El zócalo dice que amenazan tirarse si se aproxima la policía. Vos no ves a la policía, pero sabés que está ahí, en ese techo, porque minutos antes la viste entrar a borbotones en la fábrica, con orden de desalojo.
Te parece que las personas en la terraza ya han protestado otras veces. Te das cuenta por la cara. Se nota que están nerviosas, pero no terminan de perder la tranquilidad. Como si ya hubieran visto avanzar a la policía, como si ya hubieran respirado gases, como si ya supieran qué hacer en una situación así.
También te parece que esas personas -los “empleados”, según el canal- no tienen intenciones reales de tirarse. Pero sabés que tranquilamente podrían caerse o ser empujadas en un posible forcejeo con la policía. Pensás: esas personas decidieron subirse ahí conscientes del riesgo. Pensás: ¿haría lo mismo en su lugar? Pensás: tienen que haberlo planeado. Pensás: nadie se subiría ahí sin un plan. Pensás: tiene que haber un plan. Pensás: por favor, que haya un plan.
Pensando en esto te asalta una idea: los planes salen mal. Y cuando eso pasa, se puede quebrar o improvisar, caer o remontar, lanzarse o vacilar.
Y entonces algo, efectivamente, sale mal. Lo presentís cuando ves que de entre las personas de la terraza sale un tipo con un celular y habla con el periodista del canal que estás mirando. Y ya no te acordás qué es lo que venía diciendo sobre los despidos y el cierre cuando el tipo se interrumpe a sí mismo y grita: ¡no! ¡ese es un caño de gas! ¡bajate de ahí! ¡rompieron un caño de gas! El tipo se va de la cámara y sigue gritando, en vivo. Un país se entera que esa fábrica puede volar en mil pedazos.
Estás todavía considerando el nivel de tragedia cuando el canal informa que ya cortaron el gas. Oís a la periodista. Ella explica que un grupo de obreros, de los que estaban afuera chupando gases y balas de goma, logró ingresar a la planta y cortar el suministro. En la tele no explican cómo entraron, pero vos sabés que tienen que haber traspasado el cordón policial, porque la planta está rodeada. Te imaginás que los señores policías no pusieron ninguna objeción para que los otros pasen. Pensás que quizás, ante la emergencia, los uniformados, enfrentados de golpe con su propia inutilidad, tuvieron que dejar pasar a los que saben.
Vos te das cuenta: no es magia. Hay gente que puede agarrar esa masa de caos y violencia y trabajarla como arcilla entre las manos, así de taquito, haciéndolo ver fácil. Y capaz que con eso no logra mucho, capaz que solo logra luchar dignamente y que le digan ¡ah, vos sos un utópico!, capaz que eso ya es mejor que andar haciendo de alfombra para quién quiera limpiarse las patas. Te das cuenta: hay gente que sabe que siempre se puede luchar, gente que sabe que, en cada situación, por más desesperante que sea, hay por lo menos una cosa que se puede pelear y la pelea.
Te das cuenta: todo el país está pasando en una terraza, como si fuera un teatro. Te das cuenta: lo que pasa en esa terraza depende de hombres y mujeres de carne y hueso, que están ahí, arriba o bancando desde abajo, en la calle o en el techo, que les late el corazón, les bombea la sangre, registran justo esa foto, hablan justo a ese micrófono, se dejan arrebatar por la indignación, dicen lo que tantos sienten y no se animan, saben cómo pararse junto al abismo para no caer, reaccionan con ímpetu, le ganan a la vacilación, preservan la claridad en el fragor de la batalla. Te das cuenta: existen personas así. Te das cuenta: están de tu mismo lado.

Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)