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Perspectivas para la economía española

Alberto Fernández

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Ilustración: Diógenes Izquierdo

Perspectivas para la economía española

Alberto Fernández

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Sonando ya tambores de recesión en el horizonte de la economía mundial, la desaceleración es ya un hecho en el Estado español. La palabra crisis vuelve a estar en boga de todos los analistas. Pero ¿cuáles son las debilidades estructurales de la economía española y cuál será el impacto concreto de la próxima crisis en la misma? En este artículo buscaremos responder a estas preguntas y arrojar luz acerca de las perspectivas económicas para el período que se abre.

La desaceleración es ya una evidencia. Del 3,8 porcentual sobre el PIB al que la economía española crecía en 2015, al 2,2% actual, estimado por FUNCAS, y con perspectiva de 1,9% para el año que viene. Más allá del dato concreto, es importante fijarse en la tendencia que se dibuja, claramente descendente.

Tendencias que también se pueden observar en el mercado de trabajo, donde en el segundo trimestre del año se han creado cerca de 100.000 empleos menos que en el mismo período del año pasado, cifras sustancialmente menores que la tendencia de los últimos años.

Nadie lo duda ya, el enfriamiento de la economía española es un hecho. El debate que se plantea ahora entre muchos analistas ya es si el panorama a medio plazo será de desaceleración suave o caída en recesión. Los ritmos en el terreno material son muy difíciles de estimar, máxime en una economía como la española, tan dependiente del exterior.

El ejercicio que sí tiene sentido de cara a trazar unas perspectivas honestas, consiste en examinar las debilidades y contradicciones de la economía española, además de sus fortalezas. Tanto aquellas zonas del sistema donde éste se encuentra más expuesto, como su contrapartida más dinámica.

Por eso, de cara a arrojar luz sobre esta cuestión, planteamos la cuestión en los siguientes términos, ¿Cómo ha cambiado la fisonomía de la economía española desde la llamada Gran Recesión?

Fortalezas y debilidades

Una de las grandes bazas del capitalismo español, en realidad el gran empuje que permitió un crecimiento sostenido durante esta última década, han sido las exportaciones. Las mismas han evolucionado desde el 17% al 24% del PIB, en poco más de 10 años. En otras palabras, buena parte de la explicación detrás del crecimiento económico español durante esta etapa se halla en la capacidad de toda una masa de pequeños y medianos capitalistas para aumentar su tasa de ganancia mirando al mercado mundial, particularmente en la eurozona.

Aunque esto permite diversificar riesgos, de por sí supone un arma de doble filo, dado que ahora, tanto en el terreno material como en el terreno superestructural, España es mucho más vulnerable a las contradicciones de los distintos Estados. Véase sin ir más lejos la reacción de la patronal del campo andaluz ante el anuncio de Trump de subir los aranceles al aceite de oliva, hace unas semanas.

Además de las exportaciones, otro sector dinámico de la economía española está encabezado por las empresas del IBEX35 y las multinacionales con inversión extranjera directa en países de América Latina y otras regiones. Pero esto también hace depender sus ingresos de los avatares de la situación mundial.

Otra gran fortaleza supone la escalada en el llamado índice de Competitividad global, donde España ha pasado de 67 a 74 puntos. Más allá de la métrica contable del índice, España se ha colocado por encima de la media de la eurozona en este sentido. No es un secreto que esto ha sido conseguido sobre la base de una acusada caída de los salarios reales y de precarizar aún más el mercado laboral, o sea, sobre la base de aumentar la explotación de los asalariados.

A diferencia de 2007, cuando se produjo un estallido burbujístico en activos inmobiliarios, ahora el aspecto positivo es la inexistencia, al menos formal, de burbujas en ninguna clase de activos. Aun así, no hay que olvidar en ningún momento que, bajo la superficie, existe una hipotética burbuja de renta fija soberana en manos del capital financiero, que podría constituir una auténtica bomba de relojería, acallada coyunturalmente por una política monetaria anestesiante de la mano del BCE.

¿Qué hay respecto a los flancos más expuestos? Probablemente la contradicción más grave que enfrenta la economía española se halla en la deuda pública soberana. En menos de 10 años ha pasado del 35% a cerca del 100% del PIB. Deuda pública abultada es sinónimo de recortes futuros. Sobre bases capitalistas, no hay alternativa: será la clase trabajadora la encargada de pagar las facturas del capitalismo español.

Éste probablemente sea el gran talón de Aquiles para muchas otras economías de la Eurozona, tales como Grecia o Italia. En el caso español, lo es sin duda. A medida que la deuda pública aumenta, los intereses de la misma también lo hacen: ningún capitalista va a arriesgar su patrimonio en un mal pagador si no tiene un incentivo bajo la forma de un retorno suculento.

Esta podría ser una fotografía somera de la situación del capitalismo español. Como se ve, hay grandes interrogantes, pero una vez más, se impone una certeza, a saber: serán los explotados y el conjunto del pueblo los que pagarán los platos rotos de un hipotético descalabre del capitalismo mundial y estatal. Al menos, sobre bases capitalistas. Y ahora, la gran pregunta, ¿Cuál es entonces la alternativa de los socialistas revolucionarios?

Que la crisis la paguen sus responsables

El número de individuos del Estado con un patrimonio que supera el millón de dólares aumentó un 4% durante 2018, hasta llegar a 261.435, una población equivalente a la ciudad de Vigo. Al mismo tiempo, el número de multimillonarios en España, es decir, aquellos con un patrimonio superior a los 30 millones de dólares, se situó al cierre de 2018 en 4.111 personas, lo que equivale a un incremento del 5% con respecto al año anterior, según un informe facilitado por la consultora británica Knight Frank.

La fuerza de trabajo humana es un activo realmente precario en cualquier país capitalista del mundo, pero el Estado español se lleva la palma en esta cuestión. Sin parangón en la Eurozona, cierra una época de boom con una tasa de paro del 14%, lo cual supone un grillete que tira permanentemente a la baja los salarios para el conjunto de los trabajadores españoles. Un ejemplo paradigmático de lo que Marx y Engels llamaban “ejército industrial de reserva”.

La precariedad laboral y los bajos salarios son una constante entre los asalariados del Estado español, donde el 45,6% de los trabajadores cobra menos de 18.345 euros al año. Esta situación se vuelve especialmente lesiva hacia las mujeres, ya que el 55% tienen un salario bruto por debajo de esa cifra, mientras que en el caso de los hombres es del 36%.

La masa salarial experimentó una auténtica caída libre durante la recesión y aún no han logrado recuperar niveles precrisis, cebándose particularmente esta situación sobre la juventud trabajadora.

En este cuadro de contrastes, es necesario darle la vuelta a la tortilla. Que sean capitalistas los que se hagan cargo de las calamidades que este sistema provoca, luchando por medidas como la derogación de la reforma laboral, la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial y el aumento del salario mínimo, la renacionalización de empresas estratégicas como las eléctricas y el transporte, entre otras medidas. Recuperar las conquistas perdidas de la clase trabajadora, impedir nuevos ataques, recomponer la unidad entre ocupados y desocupados, entre trabajadores precarios y fijos, nativos y extranjeros, sería solo el primer paso.

La perspectiva de fondo es poner fin al sinsentido de los ciclos capitalistas de boom-recesión mediante la planificación consciente de las fuerzas productivas apoyándose en la técnica y la ciencia, implicando democráticamente en ello al conjunto del pueblo trabajador y buscando, no ya el lucro individual, sino la satisfacción de las necesidades colectivas de forma armónica y planificada.


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