En un contexto de profunda crisis política del ejecutivo, el presidente Pedro Castillo lanzó la denominada “segunda reforma agraria” que se expresa en un conjunto de medidas cosméticas que buscan mejorar la situación de los agricultores, pero sin chocar con los intereses de los grandes empresarios agrarios.
José Rojas Militante de la Corriente Socialistas de las y los Trabajadores "CST" de Perú
Jueves 7 de octubre de 2021 09:26
El pasado domingo 3 de octubre, el presidente Pedro Castillo acompañado del ex premier Guido Bellido y altos funcionarios del estado, lanzo en la histórica ciudad del Cusco la denominada “segunda reforma agraria” como iniciativa política orientada a paliar la difícil situación de los agricultores peruanos quienes padecen las consecuencias de la competencia desleal con los productos importados de primera necesidad que ingresan al país a raíz de la vigencia de las políticas que liberalizan el comercio exterior de bienes y servicios, las cuales, a su vez hacen parte de las políticas neoliberales que se han venido aplicando en el Perú en estos últimos 30 años.
Desde un primer momento Castillo dejo en claro que esta “segunda reforma agraria” no tocara los intereses de los grandes empresarios agrarios nacionales y extranjeros, así como tampoco afectara la propiedad ni la libre circulación de los importadores de alimentos, que son los grandes beneficiarios de los 30 años de neoliberalismo.
A decir del presidente y de los miembros del ejecutivo, esta medida se hará respetando la Constitución de 1993 y “sin expropiaciones ni confiscaciones”, lo cual pone en evidencia el carácter cosmético y poco sustantivo de esta medida ya que, sin tocar la riqueza y las propiedades de los grandes empresarios agrarios y los importadores de alimentos, no hay forma que se pueda conseguir los recursos, la tecnología y los mercados que requieren los pequeños y medianos agricultores. Así mismo, la preservación de los privilegios de los cuales gozan las grandes empresas mineras para utilizar el recurso hídrico, hará muy difícil – por no decir imposible - que los pequeños productores del campo puedan dinamizar y ampliar sus actividades productivas.
Esta actitud a favor de los grandes empresarios no es nueva en Pedro Castillo y en su equipo de gobierno, recordemos que durante su última gira por los EEUU, el presidente y su Ministro de Economía Pedro Francke hicieron llamados públicos a los grandes capitales imperialistas para que inviertan en el Perú asegurándoles desde el ejecutivo la estabilidad jurídica tan requerida por los capitalistas extranjeros para saquear los recursos naturales y sobre explotar la mano de obra local.
En ese entender, queda claro que esta denominada “segunda reforma agraria” no solucionara los grandes problemas del campesinado ya que se da bajo los lineamientos políticos y económicos del neoliberalismo que es la principal política de estado que el gobierno de Castillo mantiene, por tal razón y para reafirmar esta perspectiva, hace unos días atrás el presidente formalizo el nombramiento al frente del Banco Central de Reserva de nada menos que Julio Velarde, personaje vinculado estrechamente a la lógica neoliberal y a los intereses de instituciones financieras al servicio del imperialismo como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Del dicho al hecho hay mucho trecho: los ejes de la “segunda reforma agraria”
Según lo anunciado por el presidente de la República y por el Ministro de Agricultura, la “segunda reforma agraria” se sostiene en nueve ejes o líneas estratégicas de gestión, entre ellas tenemos: Seguridad alimentaria, asociatividad y cooperativismo, infraestructura hidráulica, servicio civil agrario - SECIGRA agrario. Todas estas iniciativas estarían orientadas a promover “políticas públicas en favor del desarrollo de la agricultura familiar y cooperativas agrarias”.
Los voceros del gobierno también anunciaron que con estas iniciativas “se busca la industrialización rural, mercados de productores y compras estatales, articulación intergubernamental e intersectorial en el territorio, repoblamiento ganadero, así como crédito desde un banco de fomento agrario al servicio principalmente de la agricultura familiar”. Los funcionarios del denominado gobierno del “Perú profundo” también han manifestado que con todo ello lo que buscan lograr es “una mayor inclusión social de los más de 2.2 millones de pequeños productores que provienen de la agricultura familiar”.
Y todo esto lo pretenden lograr en armonía con los grandes capitalistas y sin romper con los lineamientos neoliberales e institucionales amparados en la constitución de 1993, por eso se matan por crear confianza en los grandes empresarios al grado tal que hace poco el presidente Castillo no dudo en deshacerse de Guido Bellido – hombre de confianza del secretario general de Perú Libre Vladimir Cerrón - quien, por sus modales, era muy cuestionado por el empresariado y la derecha parlamentaria en su condición de primer ministro.
Es en función de este criterio político que, para no chocar con los grandes importadores de alimentos, y para tratar de quedar bien con los pequeños y medianos agricultores, Castillo anuncio que desde el gobierno realizarán ajustes a la franja de precios de los productos importados: “haremos ajustes a la franja de precios para proteger mejor la producción nacional de la competencia desleal de productos subsidiados importados del extranjero”. Así mismo, el mandatario menciono que los agricultores tendrán acceso a créditos bajo condiciones favorables para impulsar el desarrollo de este sector económico. También se dejó entrever que las cooperativas agrarias gozarán de los beneficios tributarios del resto de asociaciones de este tipo, a través de la ley de perfeccionamiento de cooperativas agrarias.
Para favorecer a los campesinos tenemos que afectar a los capitalistas
Todas las iniciativas propuestas por Castillo y sus funcionarios en el lanzamiento de la denominada “segunda reforma agraria”, no dejan de ser generalidades cargadas de demagogia y, en el mejor de los casos, de buenas intenciones, ya que al comprometerse a no tocar ni con el pétalo de una rosa los intereses de los grandes empresarios del agro y de las grandes mineras - quienes directamente afectan las actividades económicas de los pequeños productores agrarios – dejan sin posibilidad real de que estos sectores puedan acceder a planes sostenibles de financiamiento o a la tan ansiada tecnificación agraria lo cual los haría competitivos en el mercado local y nacional, los mismos que actualmente se encuentran inundados de productos alimenticios de primera necesidad importados del extranjero.
La única forma de favorecer a los pequeños productores agrarios que hacen parte de la denominada agricultura familiar con créditos a bajo costo, pasa por nacionalizar la banca y ponerla a funcionar bajo control de sus trabajadores ya que mientras los bancos estén en manos privadas lo fundamental para ellos no será el bienestar de los hombres y mujeres del campo, sino más bien el lucro y la ganancia de los grandes banqueros. Y para acabar con la competencia desleal provocada por el ingreso de productos alimenticios importados de otros países a raíz de los Tratados de Libre Comercio y las políticas de liberalización comercial impuestas por los gobiernos neoliberales, no basta con realizar ajustes superficiales a la franja de precios, sino más bien urge nacionalizar el comercio internacional e implementar una política de industrialización nacional sostenida en el control obrero de la producción.
Como va quedando claro ahora, estas y otras medidas transicionales no las hará el gobierno de Pedro Castillo el cual ha decidido gobernar bajo el piloto automático neoliberal y en el marco del régimen político de 1993 que preserva los intereses de los grandes empresarios. Solo un gobierno de las y los trabajadores y los sectores populares, sostenido en instancias de auto organización y nacido de la movilización obrera y popular, nos asegura esa posibilidad. Por eso, ahora que las ilusiones populistas despertadas por Castillo y Perú Libre muestran sus enormes limites, es importante continuar la lucha por esas transformaciones de fondo que trascienden al capitalismo.