Durante el año 2018, el gobierno de Piñera fue mostrando su línea represiva y criminalizadora, ante quienes se organizan por sus derechos y las consecuencias de que los “tiempos mejores” nunca llegarán. Trabajadores, jóvenes y mujeres han sido su principal flanco.

Gaba La Izquierda Diario Antofagasta
Domingo 23 de diciembre de 2018
El gobierno de Piñera si bien comenzaba con un 49% de aprobación (Adimark, 2018), hoy arroja un escaso 37% de aprobación ciudadana, siendo el nivel más bajo desde que asumió el mandato. Esta crisis de legitimidad, donde un 60% de la población realiza una evaluación negativa del gobierno, también golpea a sus instituciones, lo que se refleja en la baja histórica de 28% a los carabineros en cuanto a la aprobación de su gestión, con casos que evidencian la corrupción y sus privilegios, como el pacogate, Operación Huracán y recientemente el Caso Catrillanca.
El desempleo, los despidos, los cierres de empresa, la contaminación y Quintero, las reformas como el Estatuto laboral Juvenil, que precariza aún más el trabajo, Aula Segura, que contrario a la integración criminaliza expulsando a los estudiantes de la educación, el asesinato impune de dirigentes sindicales como Alejandro Castro y el comunero mapuche Camilo Catrillanca y la dura represión ejercida hacia los trabajadores portuarios y el reventón a su sede sindical, colocan en evidencia que el gobierno de Piñera más que tiempos mejores, trae consigo tiempos de hambre y represión.
Las burocracias sindicales y de los movimientos sociales, dirigidos en su gran mayoría por el Partido Comunista y el Frente Amplio, han dejado pasar todos estos ataques sin ninguna lucha seria, confiando en la acción parlamentaria y en el diálogo con el gobierno, la derecha y los empresarios, como la vía de resolución, buscando mediar con “hitos” de movilización con quienes son los que directamente han llevado adelante estos agravios.
Un callejón sin salida que nos lleva a la derrota es lo que dejó en claro la aprobación de Aula Segura e incluso el llamado del alcalde de Valparaíso Jorge Sharp a la calma y al diálogo con el gobierno en el conflicto portuario, para luego de un par de horas ser duramente reprimido por la policía.
Esta situación de inestabilidad y debilidad del gobierno no ha pasado silente, sino que remeció a sectores de trabajadores a salir a las calles a exigir sus demandas, así lo pudimos ver con la lucha de los portuarios en Valparaíso que paralizó los puertos a nivel nacional, coordinándose con otros sectores de trabajadores, federaciones estudiantiles, la Coordinadora de mujeres Ni Una Menos, tal cual lo hicieron en Antofagasta los ferroviarios despedidos y su lucha de más de 180 días contra los despidos de Luksic y la reincorporación a sus puestos de trabajo, la cual se fue forjando en unidad con docentes, asistentes de aula, trabajadores del sector público, estudiantes, impulsando junto a las mujeres y al calor de las pañoletas verdes, la demanda por el derecho al aborto legal.
En estos procesos de unidad y coordinación entre trabajadores, mujeres y estudiantes, la juventud cumplió un rol clave, mostrando combatividad en las calles, con movilizaciones en todo Chile contra la militarización de la Araucanía y el asesinato impune de Camilo Catrillanca, solidarizando a la vez con sectores de trabajadores en lucha, levantando asambleas para organizarse de conjunto, enfrentando brutales represiones, así lo observamos en la lucha portuaria, donde dirigentes jóvenes sindicales y activistas fueron amenazados de muerte, 2 estudiantes fueron atropellados por un policía de civil, mientras otro perdió uno de sus ojos.
Es esta fuerza, la de la coordinación y unidad, la que llevó a los portuarios a ganarle al gobierno, el cual tuvo que subir la oferta realizada por Von Appen, mostrando en los hechos una importante lección: la forma de ganar no es la mediación, sino que la unidad y coordinación de trabajadores, mujeres y jóvenes, organizados de forma independiente en las calles, en los lugares de estudio y trabajo.