Los líderes de Podemos hace tiempo que han apostado por resignificar el concepto de “patria” para que sea de izquierdas, a la vez que han abandonado la lucha por el republicanismo, que parece que empieza a resurgir.
Pere Ametller @pereametller
Sábado 8 de diciembre de 2018 00:00
La estrategia de Podemos siempre ha sido electoralista. Conquistar espacio de representación en las instituciones para presionar y escorar el PSOE hacia la izquierda. Esta estrategia es ni más y menos la que llevan haciendo el PCE y IU desde la Transición, solo que con menos éxito.
Esta estrategia conlleva ir abandonando luchas de la izquierda para captar votos del centro electoral. Toda la retórica del centro del tablero no es más que eso. En este camino hacia el centro los lideres de Podemos plantean que no se deben entregar a la derecha ciertos conceptos. Uno de ellos es el de “patria”.
La idea es coger un concepto al que muchos votantes alejados de Podemos se sienten identificados y resignifcarlo con valores de izquierda para captar a esos votantes. Así, dicen que la “Patria” no es llevar una pulsera de España mientras se evaden impuestos, sino que la patria es, por ejemplo, la sanidad y la educación pública. Se pretende vincular el concepto de patria con un orgullo por aquello construido por la izquierda y que tiene un carácter progresista y de justicia social. Se practica así una especie de nacional-populismo de izquierdas tomado de las experiencias latinoamericanas. ¿Pero puede funcionar este experimento?
Esta propuesta es totalmente errónea aunque en un principio pueda parecer atractiva. El principal error es que toma el concepto obviando su carga histórica. Copian el concepto del populismo latinoamericano cuando las realidades históricas no tienen nada que ver, por no decir que son contrarias. En Latinoamérica son países semicoloniales los que lo usan en la actualidad y con un pasado colonial. España ha sido y es un país imperialista. Por lo tanto, mientras en los países coloniales el concepto de nación o patria puede tener un significado de liberación contra la opresión imperialista, en un país imperialista conlleva la reivindicación de un nacionalismo reaccionario y opresor.
Podemos pretende encontrar un atajo para no tener que luchar, pero este atajo es un camino sin salida. Lejos de robarle a la derecha un espacio político lo que se está haciendo es legitimando y blanqueando las ideas reaccionarias del régimen del 78.
El nacionalismo español está ligado históricamente a regímenes dictatoriales y fascistas como el de Primo de Rivera y el de Franco. En España la “patria” es esa.
Por otro lado, olvidan que España es un Estado construido sobre el yugo de naciones oprimidas. Otra vez, reivindicar el patriotismo español es reivindicar esa opresión. Por mucho que se quiera decir que la verdadera patria española son sus valores plurinacionales, históricamente no lo ha sido y su significado actual tampoco lo es. Sin olvidar que Podemos no ha defendido la autodeterminación en un conflicto tan agudo como el de Catalunya. Ya que siempre ha supeditado el derecho a decidir de los catalanes a obtener el consentimiento del Estado español.
Pero, ¿Qué otro término podría realmente aglutinar el descontento político con el régimen del 78? Obviamente el de República. La segunda república española sí que es un legado democrático y social en el imaginario español. Aunque hay que criticar su carácter burgués y plantear la guerra civil como un conflicto entre la clase trabajadora y la burguesa, entre revolución y fascismo y no entre democracia burguesa y fascismo, es bien cierto que el republicanismo si tiene un carácter progresivo.
Además, un creciente movimiento estudiantil está realizando ya referéndums para cuestionar la monarquía en 26 universidades del Estado. A rebufo de este movimiento y de un descontento general con la Monarquía, el líder de Podemos ha escrito un artículo en El País cuestionando la conveniencia de la Monarquía. Como ya se repasó en este artículo, Iglesias realiza una defensa sin fisuras de la transición y el cambio a una república que propone, en consecuencia, se trata de una segunda transición que se pacte y consensúe desde arriba sin provocar ningún tipo de ruptura con el régimen actual. Como buen reformista, Iglesias trata de ponerse a la cabeza de un incipiente movimiento democrático con un potencial descomunal, no para hacerlo avanzar, sino para frenarlo y atar sus aspiraciones dentro de los márgenes del orden y la legalidad.
Es decir, actúa como la pata izquierda del régimen, que porque no, en un momento dado puede estar dispuesta a deshacerse de la monarquía si su descrédito empieza a poner en riesgo seriamente la estabilidad y los intereses del conjunto de la burguesía. Así, Iglesias presenta su candidatura para dar una nueva salida al régimen si la situación se agrava, ofreciéndose a blanquear por izquierda una segunda transición ordenada que deje intactos los privilegios de la burguesía y deje sin resolver las demandas democráticas y sociales de la clase trabajadora.
Para nosotros no se trata de reivindicar una república burguesa. Sino de levantar la consigna de una asamblea constituyente donde se pueda imponer un gobierno de los trabajadores que ejecute un programa anticapitalista.
En el imaginario español el republicanismo tiene no solo un carácter democrático sino también social. Es por ello que en Cataluña, aunque el “procés” lo dirijan partidos burgueses y la izquierda independentista no proponga una política de clase independiente, se asocia por muchos sectores la consecución de la República con cambios y mejoras democráticas y sociales.
En torno a la idea de República se pueden articular todo un conjunto de demandas sociales y democráticas. No se trata solo de exigir un cambio de la forma política del Estado, de monarquía a república, sino de ligar la consecución de la república a otras demandas como: una única cámara representativa con circunscripción única con funciones legislativas y ejecutivas, la elección de los jueces por sufragio universal, que los diputados y funcionarios cobren como un profesor de instituto, nacionalización de les grandes empresas como la banca, las eléctricas, las telefónicas, el sector del transporte bajo control de los trabajadores y usuarios, repartición del trabajo entre todos los trabajadores bajando la jornada laboral, salario mínimo de 1.500 euros, derecho de autodeterminación para las naciones oprimidas, no pago de la deuda, etc.
Este programa se ha de financiar con grandes impuestos sobre los beneficios empresariales. Los beneficios de las empresas después de pagar el impuesto de sociedades alcanzan los 225 mil millones de euros, más 42.000 millones que se calcula que evaden las grandes empresas y fortunas. Es atacando estos beneficios del capital como se debe garantizar todas las demandas sociales.
Para que nos hagamos una idea estos 267.000 millones euros son una cifra mayor a los 250 mil millones que resulta de la suma del gasto en pensiones (140.000 millones), transferencias a otras administraciones publicas (48.000 millones), desempleo (18.000 millones), gestión y administración de la Seguridad social (14.000 millones), otras prestaciones económicas (13.500 millones), fomento del empleo (5.500 millones), Sanidad (4.000 millones), Educación (2.500 millones), Servicios Sociales y promoción social 2.400 millones), subvenciones al transporte (1.400 millones), Cultura (800 millones) acceso a la vivienda y fomento de la edificación (500 millones). Es decir, los beneficios empresariales conocidos y el fraude fiscal de las grandes empresas y fortunas estimados son mayores que todo el gasto social del Estado.
Pero un programa así no se puede conseguir de la mano del PSOE, como hemos comprobado en el acuerdo sobre los presupuestos entre PSOE y Podemos. Con el PP y Ciudadanos cada vez más a la derecha y el PSOE quedándose con todo el espacio del centro derecha hasta el centro izquierda, Podemos se ha convertido, tal y como pretenden sus dirigentes, en la pata izquierda del régimen. El agotamiento del bipartidismo se ha recompuesto en dos bloques de dos partidos y cada uno que cumple la misma función a la vez que le da una nueva vida y un nuevo barniz al régimen. En definitiva, viéndolos actuar a veces cuesta saber si Podemos es un partido o una corriente al interior del PSOE.
La crisis del régimen que parece que se empieza a cerrar en falso ha sido más aguda a nivel institucional y de los partidos políticos que en la conflictividad en la calle, con excepción del movimiento independentista y la huelga feminista. No obstante estas dos luchas, sumadas a luchas de momento no tan fuertes como la de los pensionistas y la lucha contra la precariedad laboral son un cocktail explosivo que tiene muchas posibilidades de estallar en la siguiente crisis económica que parece que llegará más pronto que tarde.
Además, se llegará a esta nueva crisis con una precariedad laboral y un paro mayor que en 2007. Con la experiencia en Catalunya que la dirección procesista lleva a un callejón sin salida. A nivel estatal ser habrá visto que el paso del “PP ni PSOE” del 15M a la alianza de Podemos con el PSOE no habrá resuelto ninguna de las grandes demandas sociales y democráticas.
Por todo ello es urgente la construcción de una izquierda anticapitalista que tome todas estas demandas y que llegue preparada a la próxima explosión social, no como después del 15M.