Hace pocos días tuvo lugar en Londres una presentación de Podemos. En ella estuvieron, entre otros, el cineasta Ken Loach, el escritor Owen Jones, la eurodiputada de Podemos Tania González e Iñigo Errejón. El evento, que duró unas largas cinco horas, tuvo un momento destacado hacia el final de la charla.

Diego Lotito @diegolotito
Miércoles 24 de septiembre de 2014
Ken Loach, portavoz del partido Left Unity (“Unidad de la izquierda”), aprovechó la reunión para hacer una propuesta a Podemos de “trabajar en común”. Pero la misma fue rechazada amablemente por Errejón, quien dijo que “Podemos no es una coalición de grupos de izquierdas, y si me apuráis, tampoco es un partido de izquierdas”.
La afirmación “apurada” de Errejón, que mereció el título de la crónica que hizo Alejandra Ríos para Izquierda Diario desde Londres, suscitó encendidos debates en Twitter. Sin embargo, esta definición no es nueva.
Infinidad de veces los principales líderes de Podemos (como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero o el propio Errejón), han sostenido públicamente que “Podemos no es de izquierdas ni de derechas”. Un axioma que contrasta con la sensibilidad de un amplio sector de trabajadores, jóvenes, activistas políticos y sociales, que se reivindican de una tradición de izquierda y encuentran sus fundamentos en la propia historia de lucha de clases en el Estado español, desde la Guerra Civil española, hasta la lucha contra el franquismo y los duros años de la llamada Transición democrática.
Es cierto que gran parte de la izquierda tradicional española se encuentra en crisis. En particular Izquierda Unida, desprestigiada por su participación en gobiernos austeritarios (como con el PSOE en Andalucía), atada al cordón umbilical de la burocracia sindical de CCOO e inmovilizada por luchas internas, por no remontarnos al papel del PCE –su núcleo central– como partícipe clave de la gestación del régimen del ’78. Pero esta crisis de la izquierda tradicional, no significa que haya que “tirar el niño con el agua sucia”.
La emergencia de Podemos, sustentada en la aguda crisis del régimen político español y en la persistencia de la indignación social, vino a patear el tablero político. Su proyección electoral es una clara muestra de ello.
Programáticamente no existen diferencias sustanciales entre Podemos e Izquierda Unida. Ambas formaciones se proponen el objetivo de “regenerar la democracia” (capitalista), sostienen un programa económico neokeynesiano y hacen eje en la acción parlamentaria antes que en la movilización. Aunque si hay diferencias ideológicas. Con una estrategia igualmente moderada, muchos sectores de IU mantienen un discurso en el cual la clase trabajadora tiene entidad y se proponen honestamente una "perspectiva rupturista", cuando esto es inexistente en el discurso de los lideres de Podemos.
Hay quienes sostienen que, en realidad, el discurso moderado de los líderes de Podemos, sería una suerte de “puesta en escena”, para no espantar a nuevos votantes frente a los ataques que hace la derecha. Hay que reconocer que los representantes del “Tea Party ibérico” atacan descaradamente a Podemos con inventos de lo más insólitos. Sin embargo, una visión tan maquiavélica de los portavoces de Podemos resulta por lo menos ingenua. Sin duda Pablo Iglesias y los representantes de Podemos se cuidan de “no espantar” a nadie que pueda votarlos. Pero no porque escondan bajo la manga una alternativa de izquierda. Es su estrategia política.
Estrategias viejas y nuevas
Para los referentes de Podemos, la necesidad de “recuperar la democracia”, combinando “representación” y “participación” ciudadana, va de la mano del abandono de los “dogmas de la vieja izquierda” y las “certezas sobre el mundo del trabajo, los partidos y sindicatos”. Lo político se transforma en una esfera absolutamente autónoma de las relaciones sociales de producción existentes, negando toda centralidad de la propiedad privada y la explotación del trabajo asalariado. La ciudadanía se transforma así en el “nuevo sujeto” de la política y el nuevo eje de la confrontación política, el antagonismo entre la “casta” y los “ciudadanos”.
A pesar de la retórica de lo “nuevo y lo viejo”, estas propuestas remiten a la “vieja” tradición reformista y parlamentarista, sustentada en una ilusión asombrosa en las posibilidades que ofrece la democracia liberal. Si existe algo de “puesta en escena” en el discurso de los referentes de Podemos, nada indica que sea para camuflar una perspectiva de ruptura con el estatus quo.
Tomemos un ejemplo. Pablo Iglesias popularizó la denuncia de la “casta política”, una noción acertada para denominar a los representantes políticos del poder económico y financiero, sus corruptelas generalizadas, etc. Pero la casta es la expresión política de los poderes reales, es decir, el Estado capitalista moderno y las clases explotadoras. Por ello, resulta extraño que esta denuncia de la “casta” sea acompañada por una alabanza a los empresarios, como la que les dedicó una de sus portavoces, Carolina Bescansa, cuando afirmó recientemente que la mayoría de los empresarios se sitúan “en contra de la corrupción” y a favor de la “recuperación de la democracia y de la soberanía”, ya que en su mayoría son “empresarios dignos y decentes”.
Lejos de perfilar una perspectiva verdaderamente democratizadora, enfrentando los poderes reales detrás de la casta política, la perspectiva de los líderes de Podemos pareciera ser conquistar una relación de fuerzas que permita convivir y negociar con estos poderes, para implementar las reformas que sean posibles.
Aunque aún no poseen experiencia de gobierno, en uno de los borradores de documento político, presentados recientemente por la dirección de Podemos para su primera Asamblea Ciudadana este otoño, reconocen que ser “un claro referente de la dicotomía ‘nuevo/viejo’ (…) será incompatible con el menor caso de corrupción y es hasta cierto punto difícil de mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea solo de construcción de voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias transacciones y compromisos, en un momento de estrechamiento de la autonomía de las instituciones subnacionales frente al plan de ajuste.”
Esta sorprendente declaración, aunque desapareció del último borrador presentado, indica sin embargo una disposición natural a los “compromisos” con sectores de las clases dominantes, algo que lamentablemente no depararía más que nuevas frustraciones.
Ilusiones y malestares
La enorme afluencia de personas que comenzaron a organizarse en Podemos muestra que, en cierto modo, comenzó a superarse el momento inicial de la movilización pos 15M donde primó una “ilusión de lo social”, en la posibilidad de “cambiar el mundo” sin intervenir en el terreno político. Sin embargo, hay un peligro de que este proceso de lugar a una nueva ilusión, la “ilusión política” de que se puede “recuperar la democracia” en los marcos del actual sistema capitalista.
Sin embargo, Podemos es todavía un proceso en desarrollo y no todas las personas que participan en él tienen las mismas opiniones que sus principales referentes. Sin ir más lejos, los documentos presentados por la dirección de Podemos para el debate interno, han generado múltiples reacciones críticas desde distintos sectores de la militancia de Podemos, organizada en círculos temáticos o territoriales en todo el Estado.
En particular, el malestar de las bases de Podemos se manifiesta en las críticas al documento de principios básicos de organización, cuyo eje fundamental puede resumirse en la subsunción de la militancia activa de los Círculos en la “participación ciudadana” por internet y la construcción de un sistema cuasi plebiscitario, cuya quintaesencia es la relación entre el líder del partido y las votaciones por internet de cualquier persona que se inscriba como afiliada. Es decir, milite o no, sea un trabajador que fue despedido, o el dueño de la empresa que lo dejó en la calle, tanto un integrante de las fuerzas represivas, como una mujer desempleada que fue desalojada de su casa.
Ser o no ser
La distinción política entre izquierda y derecha tiene sentido si está ligada a la delimitación de un sistema de ideas, programas, y especialmente, de estrategias. En ese marco, hay que considerar que dentro de la “izquierda”, hay diferentes programas y orientaciones, sectores moderados o reformistas y sectores que se reivindican revolucionarios. Pero la formula demagógica de que la “dicotomía derecha e izquierda” ha sido superada, sólo puede ayudar a que miles de trabajadores y jóvenes que ven en Podemos una posibilidad de intervenir en política, no distingan quienes son sus aliados y quienes sus enemigos.
Si pudiera resumirse, el debate de fondo que plantea la emergencia de Podemos es si es posible o no “recuperar la democracia” manteniendo incólume el poder de los capitalistas. Una verdadera democracia sólo es posible si es una democracia que supere el capitalismo, que no solo combine representación y participación, sino que esté basada en la auto-organización de los trabajadores y la alianza con las clases populares, la única palanca social que puede hacer, como decía la canción de la Guerra Civil española… que “la tortilla se vuelva”.
Ser o no ser de izquierdas, es una cuestión mas profunda que las frases hechas a las que estamos acostumbrados. El debate no es solo de “nuevas o viejas formas”, sino con qué ideología, programa y articulación política es posible superar la crisis capitalista actual. Y sobre todo, qué fuerza social y qué alianzas sociales son necesarias para lograrlo. Porque para ser realistas, reivindicaciones como que los cargos públicos ganen lo mismo que un trabajador y que sean revocables, el no pago de la deuda externa, la derogación de la reforma laboral o la nacionalización de los bancos, solo pueden imponerse si la fuerza de las trabajadoras y trabajadores, mediante su movilización, ponen en jaque el poder capitalista.
* Para elaborar esta columna he tomado como referencia los artículos “De la ‘ilusión social’ a la ‘ilusión política’”, de Josefina Martínez, y “La ilusión gradualista”, el cual escribimos conjuntamente. Ambos artículos fueron publicados en la revista Ideas de Izquierda.