La falta de respiradores lleva al colapso el sistema sanitario. Sectores industriales tienen la capacidad de fabricarlos. Que sean nacionalizados bajo control de sus trabajadores para la fabricación urgente.

Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Miércoles 18 de marzo de 2020 08:00
El gobierno británico ha solicitado a Ford, Jaguar, Land Rover y Honda que comiencen a reconvertir parte de sus plantas de automóviles para la fabricación urgente de respiradores. Una petición, casi una sugerencia, que dice dos cosas al mismo tiempo.
Es posible que con la tecnología y capacidad productiva disponible dar una salida a esta crisis sanitaria. Pero en manos de Boris Johnson, como de Pedro Sánchez, y de las grandes empresas, para aplicar esta solución hay un límite mortal: el respeto a la propiedad, a los beneficios de las grandes empresas y el desprecio de nuestras condiciones de seguridad de parte de estas patronales.
Se torna una cuestión de vida o muerte la nacionalización bajo control de sus trabajadores de este sector industrial. Para una rápida reconversión al servicio de atajar los peores efectos de la pandemia, y para que las condiciones de trabajo sean compatibles con el control de la epidemia y la salud de las plantillas.
No hay stock disponible de respiradores, urge fabricar miles
En el Estado español, las unidades de cuidados intensivos están sobrepasadas y el personal sanitario advierte que para abrir nuevas plazas de de este tipo faltan, justamente, respiradores. Estos aparatos son esenciales para el tratamiento de los casos graves y críticos de las personas infectadas por coronavirus.
El stock existente a nivel mundial se está agotando en la atención de la crisis en los países donde ésta ya ha escalado y llevado al colapso sanitario
Que toda la producción se ponga al servicio de esta urgente necesidad social, y sea organizada en todos sus aspectos -medidas de higiene, turnos, jornadas, quienes deben quedarse en casa por especial riesgo...- por los mismos trabajadores de forma democrática.
Las empresas dedicadas a su fabricación están produciendo a máximo rendimiento. Incluso empresas como Polisur en Huelva, de plásticos, han comenzado a reconvertirse para atender la demandas. Nacionalizar bajo control de sus trabajadores todo este sector de producción de enseres sanitarios es una tarea urgente, pero no suficiente ante la magnitud del desabastecimiento.
Un gran sector industrial que puede ser puesto al servicio de la sociedad
En el Estado español tenemos un sector automovilístico muy potente, que representa nada menos que el 10% del PIB y ocupa al 9% de la clase obrera. Contamos con grandes fábricas como SEAT, Nissan, Volkswagen, Mercedes, Iveco, Opel o Ford, así como decenas de empresas auxiliares que reúnen un total cercano a los dos millones de asalariados. A esta cifra habría que añadir los de industrias dedicadas a la fabricación de bienes como electrodomésticos o productos de plástico.
¿Cual ha sido la actitud de estas patronales ante la crisis del coronavirus? El más absoluto desprecio por la salud de sus trabajadores y trabajadoras, y por contribuir a frenar la expansión de la pandemia. Hasta ayer, y todavía hoy muchas de ellas, han obligado a sus plantillas a seguir produciendo sin las condiciones de seguridad e higiene requeridas para evitar contagios. En muchas de ellas, como Mercedes, Iveco o Balay, tuvieron que ser los mismos trabajadores quienes pararan las cadenas para obligar a la empresa a cerrar y poder marchar a sus casas.
Sectores industriales como el automóvil y otros similares, pueden jugar también un papel como lo hacen estos días los y las trabajadoras de la sanidad, la limpieza o los supermercados, que están al pié del cañón para atajar la grave crisis socio-sanitaria y reciben los aplausos de millones desde sus ventanas cada noche.
El gobierno las premió ayer con su plan de rescate a los capitalistas. En vez de decretar la prohibición de los despidos y la licencia con el 100% del sueldo para sus trabajadores a costa de sus millonarios beneficios, les facilitó enviar a sus plantillas a un ERTE, ahorrándose así salarios y cotizaciones, mientras sus trabajadores verán reducir un 30% sus ingresos.
Los y las trabajadoras del automóvil tienen la solución, no sus empresas
Contra este plan que pone por delante salvaguardar los beneficios de estas grandes empresas a nuestras vidas, la clase obrera y sus organizaciones debemos oponer un programa de emergencia desde su propia decisión y autoorganización. Exigiendo la nacionalización bajo control obrero de todas sus industrias, para que sean comités conformados por representantes de los trabajadores y asesores sanitarios e ingenieros, organicen la reestructuración necesaria de las fábricas en que sea posible la fabricación de respiradores. Que toda la producción se ponga al servicio de esta urgente necesidad social, y sea organizada en todos sus aspectos -medidas de higiene, turnos, jornadas, quienes deben quedarse en casa por especial riesgo...- por los mismos trabajadores de forma democrática.
Sectores industriales como el automóvil y otros similares, pueden jugar también un papel como lo hacen estos días los y las trabajadoras de la sanidad, la limpieza o los supermercados, que están al pié del cañón para atajar la grave crisis socio-sanitaria y reciben los aplausos de millones desde sus ventanas cada noche. Y no solo para atajar la crisis aquí ¿Qué va a pasar cuando las curvas de contagio se disparen en otros muchos países? Se necesita la fabricación urgente de miles de respiradores para todo el mundo.
No es el único sector que podría jugar este rol. En otros muchos sus plantillas podrían estar al frente de implementar un plan de emergencia obrero y popular; en las industria textiles y químicas para la fabricación de mascarillas, batas y equipos de protección; en las grandes cadenas de hostelería para atender el problema de las comidas de menores de familias sin recursos, mayores solos o dependientes como proponen los trabajadores de Telepizza; en el sector del telemarketing para dejar de trabajar hacinados en call center para vender seguros y trabajar en condiciones de seguridad solo para reforzar los servicios de atención telefónica sanitaria y otras urgencias; o en el de los hoteles para, además de que se medicalicen habitaciones, se de alojamiento para un confinamiento digno a las personas sin hogar, los menores que vivien en centros atestados o los migrantes que permanecen encerrados en los CIEs y que se están empezando a rebelar.
Nos dicen que estamos en “guerra”, y con esa excusa nos quieren hacer pasar grandes “sacrificios” y que nos quedemos paralizados por el shock y el miedo, mientras las grandes empresas y la banca se rescatan como en 2008. Nos querrán imponer medidas excepcionales a base de militarizar nuestras calles, sanciones y otras medidas autoritarias. La clase trabajadora tenemos que oponer nuestra propia alternativa, con medidas que toquen los beneficios e intereses de los grandes capitalistas para hacerle frente y que nos tenga a nosotros, la clase trabajadora, como parte central de la solución, no a los empresarios sedientos de ganancias y sus gobiernos.

Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.