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Red Internacional
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ANDRÉ BRETON. Poesía y revolución: un encuentro único

Martes 29 de septiembre de 2015

Conocido como el encuentro entre el águila y el león el paisaje mexicano de lo maravilloso fue testigo de varios días de charlas y discusiones sobre el hombre, el arte y la revolución entre el poeta y el revolucionario, dos años antes de su muerte.

Este encuentro va a parir (con todas las dificultades que eso implicó, sobre todo para el propio Breton que en el esfuerzo de elaboración combinado con la profunda admiración y respeto por la figura de Trotsky que ejerció su peso, sufrió una afasia, su propio Complejo de Cordelia como él lo llamo) el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, que es nada más y nada menos que la prueba viva de la posibilidad de que confluyan arte y revolución, arte y marxismo, una confluencia que no podía darse sin peleas y desencuentros para ser tal, y que culmina en la puesta en pie de la FIARI (Federación Internacional de Artistas Revolucionarios Independientes), que llegó a sacar algunas revistas y a extenderse en Europa y América, en uno movimiento de varias decenas de artistas, aunque no pudo extenderse en el tiempo: el asesinato de Trotsky en el ’40, la II Guerra Mundial y algunos problemas dentro del movimiento surrealista, truncaron el proyecto.

Durante esas sesiones, que tuvieron incluso el proyecto de publicar en común, los temas de discusión fueron de una variedad exquisita: desde el psicoanálisis, el descubrimiento del inconciente y su posible relación con el marxismo, a la que Trotsky responde que “... son cosas que Marx no estudió” ante la pregunta del poeta, hasta la literatura de Zola, pasando por el azar objetivo y el peligro de misticismo que le achaca Trotsky y Breton va a responder certeramente acordando una definición para el Manifiesto, y el cuestionamiento al régimen stalinista y al realismo socialista como opuesto a la revolución, que quedarían plasmados en el texto común, y que implicaban también la definición clara de defender la “total libertad en el arte”, quitando del borrador original, a propuesta de Trotsky, el agregado que decía “salvo contra la revolución proletaria”.

Aunque hacia el final de su vida se aleja del marxismo, Breton nunca va a renegar del Manifiesto ni de su relación con Trotsky; en la década de 1950 mantendrá relaciones con el anarquismo, y participará activamente de la defensa de la Argelia insurrecta contra Francia, y también en el Mayo Francés del ‘68.

Hasta el final de sus días, la figura de Trotsky representa para él la causa de la revolución, que nunca abandona. Al poco tiempo de su regreso de México, decía a propósito de su encuentro: “Yo me representaba a ese hombre que fue el jefe de la revolución de 1905, uno de los cerebros de la revolución de 1917, no solamente como hombre que ha puesto su genio y todas sus fuerzas vivas al servicio de la causa más grande que yo conozco, sino también el testimonio único, el historiador profundo cuyas obras hacen más que instruir, porque le dan al hombre deseos de sublevarse. Me lo imagino al lado de Lenin y, más tarde, solo, siguiendo la defensa de su tesis, la tesis de la revolución en el seno de congresos falsificados. Lo veo solo, de pie entre sus compañeros ignominiosamente vencidos, solo, atormentado con el recuerdo de sus cuatro hijos a los que han matado. Acusado del peor crimen que pueda ser para un revolucionario, amenazado en todas las horas de su vida, librado al odio ciego de aquellos incluso a los que se consagró […]”.