Hace unos días policía federal uniformada fue captada dentro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Estudiantes de esta universidad nos preguntamos: ¿Qué hace la policía dentro de la máxima casa de estudios?
Jueves 23 de agosto de 2018
Una idea que se repite constantemente es que la autonomía de la UNAM impide por sí misma la presencia de policía en su territorio.
Efectivamente esto es un mito. Podríamos decir que el rechazo a que la policía “entre” a la universidad es más una cuestión de usos y costumbres de la comunidad universitaria, relacionada con su tradición de lucha y organizativa, y no propiamente con su legislación, pero ¿de dónde proviene este rechazo?
¿Qué es la autonomía de la UNAM?
La autonomía universitaria se remite principalmente a tres ejes: gobierno, académico y económico.
El primero significa que la constitución reconoce “la facultad que poseen las universidades para autogobernarse –darse sus propias normas dentro del marco de su Ley Orgánica y designar a sus autoridades.”
La parte académica “implica que sus fines los realiza de acuerdo con la libertad de cátedra e investigación y el libre examen y discusión de las ideas; la determinación de sus planes y programas; y la fijación de los términos de ingreso, promoción y permanencia del personal académico“.
Por último, la económica se refiere a que en tanto “Las universidades no pueden cubrir sus necesidades con sus propios recursos, (…) el Estado les otorgue un subsidio, pero son las propias universidades las que determinan en qué materias y en qué proporción se gastarán los recursos.”
Es decir que aunque la universidad posee autonomía para diseñar y llevar adelante una legislación propia, en teoría en ningún momento dicha legislación puede estar por encima de la legislación federal.
Esto quiere decir que si las fuerzas represivas del Estado deciden no entrar a la universidad, es mayor parte una conquista de la comunidad universitaria que ha logrado hacer valer su autonomía.
Nosotros no olvidamos
Históricamente, el estudiantado, los trabajadores y los académicos, incluso la opinión pública han rechazado la presencia de policía dentro de la universidad.
Esto es porque generaciones enteras hoy recuerdan que los momentos en los que las fuerzas represivas del Estado tuvieron presencia en la universidad, tuvieron como objetivo desarticular la organización estudiantil, incluso con otros sectores, acallar el descontento y reprimir brutalmente las voces disidentes.
El 30 de julio pasado, se cumplieron 50 años del Bazucazo, como se le conoce a la entrada del ejército a la Preparatoria número 1 de la UNAM, golpe contra el estudiantado que más tarde permitió presencia de soldados en las prepas 2, 3 y 5 de la UNAM y en las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional, en aquel emblemático 1968.
Al calor del profundo rechazo que las generaciones más jóvenes manifestamos contra el aparato represivo del PRI, Enrique Graue, actual rector de la UNAM declaró que esta “fue la última vez que se violó la autonomía de la universidad”, borrando con sus palabras la huelga de la UNAM de 1999.
Sin embargo, nuestra generación aún recuerda lo que significó la entrada de la policía, en complicidad con el entonces rector Juan Ramón de la Fuente, para detener a cientos de aquellos jóvenes que resistieron durante nueve meses y medio, que lograron frenar la implementación de cuotas y por la que aún ahora tenemos acceso a la educación pública y gratuita.
Rectoría frente a la inseguridad
Con las recientes manifestaciones de inseguridad que han tenido lugar dentro de la UNAM, ciertos grupos de derecha o vinculados a las autoridades, han reabierto el debate sobre la necesidad de la entrada o no de la policía.
Incluso rectoría ha emulado la política nacional para atacar la inseguridad y el narcotráfico, criminalizando a la juventud con campañas como “no es tu amigo es un narco”, fortaleciendo el aparato represivo vía trabajadores de confianza y “seguridad UNAM”, y arrebatando los espacios de recreación para la juventud con rejas y vigilancia.
Sin embargo, estas medidas al igual que la política de militarización del país han sido profundamente insuficientes para frenar la inseguridad que se refleja en asaltos constantes, narcomenudeo, e incluso feminicidios y asesinatos de jóvenes, dentro de la UNAM.
Es natural que en un clima de descomposición social como el que se ha desarrollado a nivel nacional, le universidad más grande del país sea una caja de resonancia de estas contradicciones.
Por ello, a pesar de que Rectoría, en complicidad con el gobierno, trate de normalizar la presencia de policía federal dentro de la universidad llamándoles cuando se presentan percances, ofreciendo cursos para militares y policías vestidos de civiles, mediante convenios que les permiten tomar clases o haciéndolos desfilar tranquilamente por la universidad con todo y uniforme, los estudiantes, trabajadores y académicos que damos vida a la universidad vamos a continuar defendiendo su autonomía.
*Mariel Ochoa es integrante de la Agrupación Juvenil Anticapitalista
Mariel Ochoa
Estudiante de la FCPyS