Con los salarios más bajos y la tasa más alta de trabajo en negro, Tucumán es el principal reservorio nacional de mano de obra barata y sobreocupada. La reducción de la jornada y el reparto de las horas de trabajo como salida a la precarización laboral.
Emiliano Trodler Economista
Sábado 27 de mayo de 2017
La idea de reducir la jornada laboral a 6 horas, 5 días, repartiendo las horas de trabajo entre todas las manos disponibles con un salario mínimo igual a la canasta familiar, puede sonar utópica en una provincia que tiene semejantes índices de informalidad y precarización laboral. Sin embargo, la propuesta que vienen impulsando los precandidatos del PTS en el Frente de Izquierda es la única que apunta a una solución de fondo a problemas estructurales que el capitalismo no pudo resolver.
Tras un ciclo histórico de crecimiento económico a tasas record, el saldo para los trabajadores de la provincia es un desempleo de casi el 8% y el record nacional de trabajo en negro (45,6%). La informalidad laboral es la norma y no la excepción. La mitad de los trabajadores no goza de ningún derecho laboral, y esto se agrava para las mujeres y la juventud.
Hasta el 2014, último dato disponible, la informalidad laboral en lo jóvenes de hasta 24 años alcanzaba el 84% del total y al 50% de las mujeres. Teniendo en cuenta que desde entonces los índices laborales tendieron a empeorar, podemos decir que al menos 8 de cada 10 jóvenes, y 1 de cada 2 mujeres, trabajan en negro en nuestra provincia.
Por el lado del desempleo, el Indec calculaba una tasa cercana al 8%, es decir 31.000 desocupados en Gran San Miguel y Tafí Viejo. Para toda la provincia, extrapolando ese índice, habrían cerca de 50 mil desocupados. Sumando los desocupados a los trabajadores subocupados (trabajan menos de 35 horas semanales), la población demandante de empleo que el Indec mide en 25,1%, se estaría aproximando a las 100 mil personas en nuestra provincia. Es decir, por cada 10 trabajadores ocupados hay al menos 3 personas esperando dispuestas a ser empleadas bajo cualquier condición.
A esto hay que sumarle los miles de temporarios del azúcar y el citrus que trabajan de 3 a 5 meses y luego deben rebuscárselas como puedan para sobrevivir. En diciembre del año pasado el Secretario de Trabajo de la Provincia reconocía que al menos 50 mil “trabajadores golondrinas” emigraron a Río Negro para trabajar la cosecha de frutas de estación. A este sector de la clase obrera, que Marx incluye como parte de la reserva de mano de obra disponible, lo denominaba la “infantería ligera del capital” porque se moviliza a través del territorio según las necesidades de los capitalistas.
Esa masa de desocupados y trabajadores precarizados es utilizada por los capitalistas también para para imponer los peores salarios en blanco y jornadas más intensas y extensas. No es extraño entonces que con semejante nivel de informalidad, precarización y desempleo, Tucumán tenga los salarios en blanco más bajo del país.
Hasta el tercer trimestre de 2016 el salario registrado promedio se ubicaba en 14.300, un 30% por debajo del promedio nacional, y muy lejos del costo de la canasta familiar estimada en 21.000 pesos en ese momento.
Los promedios tienden a empeorar para las mujeres. A nivel nacional la brecha salarial llega hasta el 35%. Es decir que por las mismas tareas, las mujeres cobran hasta un 35% menos que los hombres.
Pero además para la población ocupada las jornadas tienden a alargarse más allá de las 8 horas diarias que establece la ley. A nivel estadístico, estamos hablando de 28% de trabajadores sobreocupados. Es decir, más de 100 mil personas, casi un tercio de los trabajadores, trabajan más de 45 horas semanales.
La incorporación de nuevas tecnologías a los procesos productivos lejos de aliviar la carga del trabajo genera desempleo estructural y aumento de los ritmos de explotación y de la duración de la jornada laboral.
Es por eso que la sobreocupación no se produce solamente en los empleos informales. Sucede a menudo por la carga de las horas extras necesarias para completar el salario y llegar a fin de mes. También por la extensión de la jornada laboral sin límites que la misma ley permite para los trabajadores agrarios y para quienes trabajan por “turnos”.
En el caso de los trabajadores cosecheros y de los empaques del citrus, el régimen a destajo legalizado lleva a jornadas legales de 12 y 14 horas diarias.
Como las temporadas son cada vez más cortas, los trabajadores aprovechan para hacer una diferencia porque el resto del año estarán a la deriva. En este sector, la reducción de la jornada laboral va indisolublemente ligada a la pelea por tirar abajo esta modalidad de trabajo y establecer un salario fijo mínimo igual a la canasta familiar.
En el trabajo por turnos, muy extendido en la industria, la ley de contrato de trabajo solo exige que entre jornadas haya al menos 12 horas de descanso. Por lo tanto, la ley fija un máximo y al mismo tiempo habilita jornadas de hasta 12 horas diarias. Esto ocurre actualmente la textil TN&Platex, que empezó el año con decenas de despidos y retiros “voluntarios” al mismo tiempo que la jornada se va intensificando para los que quedan adentro.
Si se redujera la jornada…
Supongamos por un momento que la jornada promedio sea de 8 horas diarias. En un año laboral de 248 días, tendríamos 1984 horas de trabajo anuales per cápita (la OCDE calculaba 1900 horas promedio en Argentina).
Si redujéramos la jornada laboral a 6 horas y se repartiesen las horas de trabajo, en nuestra provincia se abrirían 130 mil vacantes de empleo para mantener el mismo nivel de producción. Es decir que una medida semejante absorbería por completo el desempleo y el subempleo en Tucumán y garantizaría la continuidad laboral para los temporarios.
Pero bajo el capitalismo la organización social del trabajo no es una organización racional puesta en función del bienestar general de los trabajadores, sino un sistema de competencia anárquico en función de las ganancias de un puñado de parásitos. La explotación de la fuerza de trabajo es la fuente de la ganancia, y la jornada laboral es un terreno de disputa.
Como planteara Marx, “la fijación de la jornada laboral normal es, por consiguiente, el producto de una guerra civil prolongada y más o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera” (K. Marx, El Capital, p. 361).
Es por eso que a campaña que venimos impulsando por reducir la jornada ha puesto nervioso a los economistas, ex funcionarios, y CEOs de grandes empresas.
Lo primero que dirán los empresarios es que no pueden absorber el costo de reducir la jornada e incorporar nuevos turnos. En esta nota hemos puesto en evidencia que grandes empresas como la citrícola San Miguel, según sus propios Estados Contables, podrían duplicar su planta de empleados. Si las empresas dicen que no pueden afrontar el costo deben abrir los libros de contabilidad.
Pero la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo no se plantean como una medida aislada para una fábrica, sino como medida general anticapitalista y única salida posible al problema del desempleo y la precarización laboral generalizada.