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Red Internacional
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COVID-19. Por presión de Estados Unidos, industria automotriz arrancará el próximo mes

La presión de Estados Unidos para reactivar el sector automotriz surte efectos, y pese a la fase 3 de la pandemia, proyectan el arranque de toda la industria hacia mediados de mayo. ¿Qué hay detrás?

Camilo Cruz México

Martes 28 de abril de 2020

Desde hace quince días, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y la derecha panista presionaron para considerar la industria automotriz como parte de los sectores esenciales, argumentando el peso que tiene en el intercambio económico con Estados Unidos.

La debilidad de la derecha y la opinión popular en contra del empresariado no les hubiese dado el suficiente margen para exigir esto, pero este sector se respalda en cierta medida en la presión que ejerce la Casa Blanca en la economía y la política del país.

Reactivar la industria automotriz en el marco de que el 80% de la producción está ligada a Estados Unidos, se vuelve fundamental para el panorama económico estadounidense, que tiene 26 millones de despidos en 5 semanas. El presidente Donald Trump ha dicho en reiteradas ocasiones que el país no se puede parar por la pandemia y que es fundamental el regreso al trabajo.

Pese al millón de contagios, que ya representan un tercio a nivel mundial y un promedio de 2 mil muertes por día, que acumulan ya más de 54 mil, la vuelta al trabajo es una "necesidad" compartida entre demócratas y republicanos.

El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que se posicionó como una figura demócrata fuerte frente a las torpezas de Trump, afirma que pese a que NY sigue siendo la principal ciudad con contagios, para mediados de mayo regresarán las actividades en las industrias constructoras y manufactureras.

El gran problema es que esta política enfrenta la negativa de los trabajadores que en todo Estados Unidos encabezan un centenar de huelgas, que exigen el cierre de sus centros de trabajo y medidas sanitarias básicas.

Una “reactivación” automotriz anunciada

Desde la semana pasada Hugo López Gatell había asegurado que poco más del 25% de las industrias que se habían negado a cerrar en medio de la fase 3, correspondían al sector automotriz y que se ubican en ciudades con altos niveles de contagios. Esta situación puede replicar la situación de Bérgamo, en Italia, una ciudad obrera que lideró el número de contagios y muertes gracias a la negativa de las patronales a cerrar las industrias.

Ya para el fin de semana, en su mensaje sabatino sobre la reactivación económica, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguraba que primero se atendería a los pobres con los programas de créditos que había mencionado antes y la creación de 2 millones de empleos, aunque no especificó en qué sectores ni cómo.

Pese a sostener un discurso contra las políticas que buscan implementar los empresarios y la derecha, como el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, facilidades fiscales y que el gobierno pague la mitad del salario de los trabajadores para “evitar despidos”, lo cierto es que mantiene intactos los megaproyectos como el Tren Maya y el Corredor Transístmico, así como la continuidad de la principal política neoliberal reflejada en el Tratado de Libre Comercio, ahora Tratado México-Estados Unidos-Canadá.

El presidente aseguró que el T MEC entrará en vigor el próximo 1 de julio y que implica la reactivación de fábricas que contemplan a millones de trabajadores, 1 millón sólo de la industria automotriz y autopartista.

Ayer en la mañanera continuó la denuncia de que la industria automotriz sigue reticente al cierre de sus fábricas pero que no habría sanciones para las grandes patronales. Por el contrario, anunció que el gobierno federal había entablado diálogo con los empresarios y autoridades estadounidenses para reactivar el conjunto de la industria automotriz.

Refiriéndose a los empresarios estadounidenses, el presidente aseguró que: “no podrían abrir sus plantas si no abren en México algunas plantas que producen insumos, partes”.

Los empresarios aseguran que, para mediados de mayo, esperan que el conjunto de la industria automotriz esté operando al 100% y aseguran que los centros de trabajo contarán con las medidas necesarias para evitar los contagios.

Cosa que dista enormemente de lo que verdaderamente pasó en las fábricas. En General Motors complejo Silao, por ejemplo, la única medida de salubridad que ofrecieron fueron dos franelas y un litro de cloro para desinfectar sus áreas de trabajo, cuestión que denunciaron los trabajadores.

Frente a la inminente apertura del sector automotriz es fundamental pelear porque si se abre la rama automotriz, sea para reconvertir su producción, bajo control de sus trabajadores, y ponerlo al servicio de combatir la pandemia mediante la fabricación de ventiladores. Esta debería ser la única razón para la apertura de las fábricas.

Hay profundizar la organización de la base trabajadora. Es clave que en cada fábrica autopartista y armadora se generen comisiones de higiene y seguridad electas desde la base trabajadora. Estas comisiones pueden tener atribuciones para exigir medidas fundamentales -votadas en asamblea- que garantice la patronal, como guantes, caretas y cubrebocas, así como desinfección cotidiana de las áreas de trabajo.

Estas comisiones también tendrían la atribución de que en caso de que no haya condiciones para laborar, se decrete el cierre inmediato de la fábrica y que se garantice el 100% del pago de los trabajadores durante el tiempo que permanezca cerrada.

Para detener la avaricia de los empresarios, que no les interesa si los obreros se contagian o fallecen, es fundamental que toda empresa que despida, recorte salarios o incumpla con las medidas fundamentales de salubridad, sea expropiada puesta a funcionar bajo control de los trabajadores.