Ante los bombardeos y la continua intervención israelí en Gaza, las organizaciones feministas y personas LGBTI que luchan diariamente contra la opresión deben expresar su apoyo al pueblo palestino, que lleva décadas sufriendo bajo un régimen de apartheid.
Jueves 19 de octubre de 2023
Publicado originalmente en Révolution Permanente el 17 de octubre de 2023 como Les féministes et le mouvement LGBT doivent soutenir le peuple palestinien. Traducción: Jorge Remacha.
Más de diez días después de la ofensiva de las organizaciones armadas de resistencia palestinas dirigidas por Hamás, Israel prosigue sus violentas represalias en el marco de una operación militar a gran escala, con el bombardeo masivo de la Franja de Gaza, que ya ha causado más de 3.000 muertos, y el anuncio, el 9 de octubre, de un asedio total de Gaza, cortando el suministro de electricidad, agua, gas y alimentos a los 2 millones de palestinos hacinados en el enclave.
El martes, un ataque israelí contra un hospital en el corazón de Gaza mató a más de 500 palestinos. "Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia", declaró Yoav Galant, ministro de Defensa israelí: mientras se moviliza a los reservistas israelíes para una posible invasión terrestre de Gaza, se anuncia la perspectiva de una nueva limpieza étnica del pueblo palestino.
Un movimiento feminista dividido o silencioso frente al imperialismo
Las imágenes de la ofensiva palestina han dado la vuelta al mundo. Por un lado, inspiraron manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino, en los campos de refugiados, en los países árabes e incluso en Estados Unidos, y por otro, la condena de todos los dirigentes de los países imperialistas. El gobierno francés calificó la operación de Hamás de "atentado terrorista" y apoyó "el derecho de Israel a defenderse", en línea con las declaraciones de la Unión Europea y de Joe Biden.
Desde entonces, cualquiera que exprese su apoyo a la lucha del pueblo palestino, sin por eso reivindicar los atentados perpetrados por los combatientes de Hamás contra la población civil, es atacado por "apología del terrorismo". En Alemania o Francia esto supone la amenaza de acciones judiciales, detenciones o incluso de disolución de partidos políticos como La France Insoumise, el NPA, Révolution Permanente y asociaciones como el Colectivo Palestina Vaincra y la UJFP.
En este contexto de campaña internacional de apoyo a Israel, retransmitida por todos los medios de comunicación e intelectuales dominantes, el movimiento feminista parece dividido si tomamos el caso de Francia. Del lado feminista, algunas personalidades de izquierda como Sandrine Rousseau mostraron su apoyo a Israel denunciando "un ataque intolerable" el 7 de octubre, antes de pedir "un corredor humanitario" para "las mujeres y los niños" de Gaza el 10 de octubre. La diputada Clémentine Autain (LFI) condenó en un primer momento los ataques contra la población civil e hizo un llamamiento a "la paz y [el] derecho de los pueblos a la autodeterminación", al igual que el conjunto de su partido, pero más tarde declaró que el hecho de no calificar a Hamás de organización terrorista era un "error político" de La France Insoumise.
Figuras del feminismo antirracista se pronunciaron en apoyo de la lucha del pueblo palestino, como Françoise Vergès, que describió "por un lado una ocupación colonial con su violencia sistémica, su racismo estructural, su ilusión de democracia, su robo de tierras y sus torturas, y por otro una lucha legítima por la liberación. Nada más". El sociólogo Kaoutar Harchi declaró: "Todos los pueblos de la tierra tienen derecho a la tierra, a un techo político. Pero, evidentemente, las vidas de los civiles son desiguales, un civil no vale lo que un civil. De lo contrario, el mundo condenaría las muertes diarias de civiles palestinos. Pero sólo se condenan las muertes de civiles israelíes".
La activista antirracista y ecologista Fatima Ouassak también se pronunció: "En la guerra entre colonos y colonizados, debemos apoyar (sin temblar) al bando de los colonizados". La periodista feminista Mona Chollet se declaró conmocionada por la violencia del proceso de deshumanización desatado contra los palestinos: "Ahora está claro que han sido (al menos en Occidente) definitivamente expulsados de la humanidad. Nunca es, y probablemente nunca lo será, el momento de su derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad. Su sufrimiento nunca tendrá cabida. Debo admitir que esta constatación me ha sorprendido enormemente".
Renovar una tradición feminista antiimperialista
La debilidad de la respuesta del movimiento feminista a la limpieza étnica en curso en Palestina es indisociable de la presión política desplegada estos últimos días por los gobiernos, la derecha y la extrema derecha en apoyo del Estado de Israel, su aliado estratégico en Oriente Medio. Aprovechando las escenas de toma de rehenes y de violencia contra civiles israelíes, en particular mujeres y niños, pretenden sofocar cualquier forma de protesta contra el destino de los palestinos reuniendo a las organizaciones de izquierda, incluidas las feministas, en su frente contra el "terrorismo".
Este tipo de retórica no es nada nuevo. Como explica la activista feminista Angela Davis en su libro Una lucha sin tregua (2016): "Poner la cuestión de la violencia en primer plano permite ocultar las cuestiones que están en el centro de las luchas emancipadoras. Esto ya ocurrió en Sudáfrica durante la lucha contra el apartheid. Es interesante observar que Nelson Mandela -que ha sido sacralizado como el mayor defensor de la paz de nuestro tiempo- permaneció en la lista negra de terroristas de Estados Unidos hasta 2008. De este modo, quienes quieren hacernos creer que la resistencia palestina al apartheid israelí equivale a terrorismo minimizan y oscurecen las verdaderas cuestiones que están en juego en la lucha por la liberación de Palestina".
Pero frente a las maniobras de los defensores del imperialismo, el movimiento feminista no siempre ha permanecido tan acallado. Desde la lucha por la liberación de la población afroamericana en Estados Unidos hasta la denuncia de la intervención norteamericana en Irak y la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, ha surgido una tradición internacionalista y antiimperialista en el seno del movimiento feminista. En el corazón de la primera potencia imperialista mundial, las militantes socialistas y afrofeministas han puesto a la orden del día el principio de que, como afirmaba Audre Lorde en 1981: "No soy libre mientras cualquier otra mujer esté privada de su libertad, aunque sus cadenas sean muy diferentes de las mías".
Hoy, luchar por la libertad de todas las mujeres significa apoyar la lucha del pueblo palestino contra el Estado colonial de Israel. Porque las mujeres palestinas están en primera línea de la miseria provocada por la limpieza étnica en curso, al igual que han estado en primera línea de las guerras, los desplazamientos forzosos y el apartheid impuestos al pueblo palestino desde hace más de 70 años.
Pero también porque la liberación de las mujeres en todo el mundo pasa necesariamente por la lucha contra el imperialismo: los palestinos que luchan por la autodeterminación son los aliados de las mujeres y de las personas LGBTI en la UE y Estados Unidos contra el imperialismo de Von der Leyen y Biden. Estos últimos apoyan a Israel en Oriente Medio igual que oprimen y se oponen a diferentes grupos sociales en territorio nacional, con el mismo objetivo: proteger un sistema capitalista patriarcal, en el que una minoría vive a costa de la inmensa mayoría, los pueblos oprimidos, las mujeres y las personas LGBTI.
En un momento en el que las organizaciones feministas que afirman estar comprometidas con la "interseccionalidad de las luchas" se niegan a adoptar una postura sobre Palestina como si se tratara de una cuestión ajena a la lucha feminista, urge revivir la tradición antiimperialista de la lucha de las mujeres y las personas LGBTI. Como explica una vez más Angela Davis:
"Hoy en día, todavía nos enfrentamos al reto de comprender hasta qué punto nociones como raza, clase, género, orientación sexual, nacionalidad y discapacidad están inextricablemente unidas. Tenemos que aprender a ir más allá de estas categorías para poner de relieve las interacciones entre ideas y procesos que parecen separados e inconexos. Insistir en las convergencias entre las luchas contra el racismo en Estados Unidos y las luchas contra la represión de los palestinos por parte de Israel es, desde este punto de vista, un enfoque feminista (...) Del mismo modo que la lucha contra el apartheid en Sudáfrica ha recibido el apoyo de personas de todo el mundo y se ha convertido en un objetivo prioritario para muchos movimientos progresistas de todo el mundo, la cuestión de la solidaridad con Palestina debe convertirse en un tema central para las organizaciones y movimientos emancipadores a escala mundial".
Tras 75 años de opresión colonial, el pueblo palestino, disperso en campos de refugiados en países vecinos como Líbano, Siria y Jordania, pero también al oeste del Estado de Israel, en Cisjordania, donde está sometido a una política de colonización que se ha intensificado en los últimos años, y también en la verdadera prisión al aire libre que es la Franja de Gaza, sigue luchando por su derecho a la autodeterminación. En un momento en que se criminaliza este apoyo, el movimiento feminista y LGBT debería ponerse alto y claro del lado de quienes sufren bajo un yugo colonial, y exigir el derecho a la autodeterminación y a poder vivir con dignidad.
Esta lucha es inseparable de la lucha contra el secuestro de la lucha feminista, canalizada para servir sólo a una minoría de mujeres de las clases altas de los países imperialistas. Para recuperar su fuerza política, el movimiento feminista debe asumir de nuevo el reto de liberar a todas las mujeres, a todos los oprimidos. Esta tarea enfrenta frontalmente al feminismo con el imperialismo. La lucha por la emancipación de las mujeres es inseparable del desmantelamiento del proyecto imperialista que oprime a los pueblos de los países colonizados, no sólo desde un punto de vista moral sino también estratégico, para ganar a la mayoría de la población para el proyecto feminista.
Denunciar el pinkwashing de Israel
Renovar esta tradición significa también denunciar los intentos de Israel de hacerse pasar por aliado de las mujeres y las personas LGBTI. La investigadora queer Jasbir Puar y Sarah Schulman, antigua activista de Act Up Nueva York, han documentado los intentos de Israel desde al menos 2005 de mejorar su imagen internacional explotando los derechos de las mujeres y de las personas LGBT.
La campaña Brand Israel, lanzada ese año por el Estado de Israel con la ayuda de agencias de comunicación, pretendía construir una imagen "moderna" y "progresista" para un Estado que hasta entonces había sido visto sobre todo como "militarista" y "religioso", con el fin de ganarse a la población de los países imperialistas para el proyecto sionista. Esta campaña consistió en financiar expediciones gratuitas a Israel para las élites culturales europeas y norteamericanas capaces de documentar sus viajes y transmitirlos al público de sus respectivos países. "El reto al que se enfrentaba Brand Israel era inmenso", escribe Schulman. "En una clasificación de 2009 de EastWest sobre la percepción de las naciones, Israel ocupaba el puesto 192 de 200, por detrás de Corea del Norte, Cuba, Yemen y Sudán.
A principios de la década de 2010, desarrolla Schulman, a raíz de los esfuerzos de rebranding, el Ministerio de Turismo israelí se centra en el turismo gay a ciudades como Tel Aviv, presentadas como enclaves progresistas que albergan una escena queer vibrante y dinámica. En 2011, se calcula que el Ministerio de Turismo y el ayuntamiento de Tel Aviv invirtieron más de 94 millones de dólares en turismo gay.
La campaña Brand Israel financia el "Mes del Orgullo Israelí" en San Francisco, símbolo de la comunidad LGBT en Estados Unidos. Esta política también afecta a otros países, como Francia. En 2013, la velada oficial del Europride en Marsella se tituló "Forever Tel Aviv" y los dos primeros beneficiarios del matrimonio entre personas del mismo sexo en Francia fueron invitados al desfile del orgullo gay de Tel Aviv por la oficina de turismo de la ciudad. La oficina de turismo de Tel Aviv también ha participado en varias ocasiones en la marcha del orgullo de París.
También se están haciendo esfuerzos especiales para renovar la imagen de Tsahal, el ejército israelí responsable de crímenes de guerra y del asesinato de civiles palestinos. Dado que el servicio militar obligatorio en Israel no es exclusivo para hombres, el Estado de Israel intenta legitimar su ejército destacando el papel desempeñado por las mujeres soldado como signo de progresismo. En los principales medios de comunicación estadounidenses, como Vice, han aparecido artículos en los que se destacan "retratos fotográficos íntimos de mujeres soldados de las FDI", destinados a suavizar la imagen del ejército del Estado colono.
El medio de comunicación sionista Times of Israel publicó una entrevista con una soldado lesbiana del Tsahal, en la que presentaba al ejército israelí como uno de los "más progresistas del mundo", estando incluso "por delante" del propio Estado. "Me encanta el Tsahal. Creo que el ejército es el único lugar donde no se nos discrimina en términos de salario. Seas hombre o mujer, cobras lo mismo", afirma entusiasmada.
Por último, en TikTok, las mujeres soldados de las FDI llevan años realizando una campaña de desinformación sobre el conflicto, utilizando los códigos de las mujeres influyentes en las redes sociales. Esta es la nueva cara de la propaganda nacionalista a favor de la guerra.
Durante casi dos décadas, Israel, con el apoyo de los países imperialistas, ha llevado a cabo una propaganda destinada a presentar al Estado colono como una democracia liberal que, al igual que los países de Europa y Norteamérica, ha estado a la vanguardia de la liberación queer y LGBT. Sin embargo, como escribe Schulman, los escasos avances logrados para una parte de la población israelí -el matrimonio gay, por ejemplo, sigue estando proscrito- y especialmente para los turistas LGBT de las clases altas de los países imperialistas, coexisten en Israel con la brutal opresión de los palestinos, tanto dentro como fuera del Estado judío.
El brillo del Orgullo de Tel Aviv no puede lavar la segregación racial, la detención de miles de presos políticos o el bombardeo de civiles. El escaparate democrático de apoyo a las luchas feministas y LGBT no puede enmascarar la situación de un Estado colonial que oprime a los palestinos y se beneficia del apoyo de las principales potencias occidentales para garantizar la posición estratégica del imperialismo en Oriente Medio.
Feministas y activistas LGBTI antiimperialistas: ¡apoyemos la lucha del pueblo palestino!
En mayo de 2021, durante los enfrentamientos armados en la Franja de Gaza en los que Tsahal mató a 256 palestinos, entre ellos 66 menores, el Colectivo Feminista Palestino, con sede en Estados Unidos, lanzó un llamamiento a las feministas de todo el mundo: "Palestina es una cuestión feminista. Afirmamos la vida e imploramos a las feministas de todo el mundo que alcen la voz, se organicen y se unan a la lucha por la liberación de Palestina".
Feministas y activistas LGBTI, es nuestro deber político responder a este llamamiento e inscribir nuestro feminismo en la herencia de las luchas de las mujeres que lucharon contra el colonialismo francés y británico, contra la segregación racial y el apartheid en Estados Unidos y en Sudáfrica. Tras décadas de pinkwashing, ha llegado el momento de demostrar que los activistas LGBTI no desempeñarán el papel de garantes de un Estado colonial, basándose en las luchas y el trabajo de los numerosos activistas feministas y LGBT que han destacado la necesidad de vincular estas luchas con el antiimperialismo.
Como explicó hace más de una década Leslie Feinberg, activista norteamericana comunista, judía y LGBT: "No creo que nuestra sexualidad, nuestra expresión de género y nuestros cuerpos puedan liberarse sin que una feroz movilización contra la guerra imperialista y el racismo forme parte integral de nuestra lucha. El grado en que un movimiento es progresista o revolucionario se mide por su independencia de los gobernantes de la sociedad que pretende cambiar". Exiliado en París desde finales de la década de 1940, el escritor gay y activista por los derechos civiles James Baldwin se sintió profundamente concernido por la lucha argelina por la liberación nacional, y escribió en No Name In The Street (1972): "Su destino estaba de alguna manera ligado al mío, su lucha no era sólo suya, sino también mía, y se convirtió en una cuestión de honor para mí no intentar eludir el peso de esta realidad".
Frente a la presión imperialista para legitimar lo que no es más que una limpieza étnica masiva disfrazada de operación militar contra el "terrorismo", las organizaciones del movimiento feminista deben apoyar incondicionalmente la lucha de liberación nacional de todo el pueblo palestino contra el Estado colonial de Israel. Para acabar con el régimen de apartheid, es urgente defender la perspectiva de una lucha masiva del pueblo palestino en su conjunto, junto a los trabajadores, los jóvenes y las mujeres de todos los países de la región que se levantan, como hemos visto recientemente en Irán tras el asesinato de Mahsa Amini, pero también junto a los trabajadores israelíes que rompen con el sionismo y optan por enfrentarse al Estado de Israel como su propio explotador y opresor.
El derecho fundamental del pueblo palestino a la autodeterminación exige el desmantelamiento del Estado sionista de Israel y de su maquinaria militar. La legítima aspiración nacional de los palestinos sólo puede garantizarse efectiva y plenamente mediante el establecimiento, por medios revolucionarios, de una Palestina obrera y socialista en la totalidad del territorio histórico, en la que las poblaciones árabe y judía puedan convivir en paz e igualdad.