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Red Internacional
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Opinión. ¿Por qué el mal menor lleva al mal mayor?

Después de las PASO, con amigos, compañeros de cursada y en el trabajo, no paramos de discutir por qué avanza la derecha, y cómo enfrentarla. También aparece mucho lo del mal menor, si no queda otra que votar al menos malo. Desde la izquierda opinamos que para enfrentar a la derecha hay que enfrentar el ajuste hoy, decimos ni cómplices ni sometidos. En esta nota queremos contar algunas de estas discusiones, para pensar una salida a favor de las enormes mayorías del país.

Lunes 11 de septiembre de 2023 00:12

Las semanas después de las PASO fueron de debate político intenso, como hace mucho no se veía en facultades, colegios y lugares de trabajo. Entre la preocupación por el avance de la derecha, la necesidad de entender por qué avanza, y qué tenemos que hacer para frenarla. Desde el kirchnerismo agitan un mal memorismo recargado y degradado, que hay que votar a Massa al costo que sea, que por lo menos el ajuste no sea tan terrible. Pero después de la devaluación y el salto inflacionario que sigue empeorando nuestra vida, de escuchar a Berni y Grabois diciendo que el peronismo le armó las listas a Milei, y que ante elacto negacionista de Villarruel el peronismo ni se movilizara, no queda otra que preguntarse: ¿Sirve el mal menor para enfrentar a la derecha? En esta nota queremos pensar por qué la lógica del mal menor, lleva al final, al mal mayor. Y discutir entonces cómo enfrentar a la derecha, parar el ajuste, y pelear una salida de las grandes mayorías trabajadoras y populares, que implica como decimos desde la izquierda con Myriam Bregman, no ser ni cómplices, ni sometidos.

¿Por qué avanza la derecha?

Muchos análisis señalan que en la base electoral de Milei hay dos sectores (esto también vale en otro nivel para Bullrich). Uno facho, el núcleo duro, que acuerda con sus propuestas, y con el que no hay nada que discutir. Y después, otro que no acuerda con sus propuestas, pero tiene bronca contra los políticos de siempre (la "casta"), y por eso empalma con Milei. Ahora, sí es importante tener en cuenta que dentro de este sector, hay quienes simpatizan con ciertos sentidos comunes que promueven los libertarios: el individualismo, la meritocracia, la “mano dura”, ver bien a los empresarios, enojarse con quiénes “cortan la calle”, o cobran planes. Esto es importante, porque es verdad que hay bronca, pero no se expresa por izquierda, con mayor organización y espíritu de lucha colectiva, sino por derecha.

Ahora, si la derecha no avanza porque hay una porción mayoritaria de la sociedad que quiere que tengamos menos derechos, ¿entonces por qué? Ya es un lugar común decir que es por el fracaso de las dos grandes coaliciones, que prometieron mejorar la vida de la gente y solo la empeoraron. Esto que es cierto, sin embargo, sólo explica por qué a las coaliciones tradicionales les fue tan mal, y surgen nuevas alternativas. Pero no explica por qué la bronca se expresa por derecha. Y si la derecha más tradicional del macrismo fracasó, abriéndole paso a ilusiones de recuperar lo perdido, a ganar derechos, como la enorme marea verde de millones de pibas que ganó el aborto legal en las calles, pero tambien a grandes luchas contra el ajuste, como las jornadas de diciembre de 2017 contra la reforma previsional y las “14 toneladas de piedras” que todavía atormentan a los poderosos; y cuando más avanzó la derecha de Milei fue bajo el peronismo, nos parece que ahí hay que buscar las causas principales de su avance, que sin embargo, tampoco empezaron en 2019.

Alguien podrá preguntar, ¿por qué desde la izquierda quieren tratar de demostrar que la derecha avanza justamente por responsabilidad del peronismo, que dice querer enfrentarla? Esto es justamente lo más difícil de entender, pero también, lo principal para pensar que si hacer, y que no, para enfrentar a la derecha posta.

Promesas y ajuste

El macrismo fracasa justamente porque su plan era seguir empeorando las condiciones de vida de las mayorías con un ajuste brutal, y ataques directos. La reforma jubilatoria, que pudieron aprobar, pero también la laboral y muchos otros ataques, con los que no pudieron avanzar porque implicaba que hubiese mayor resistencia desde abajo. A este proceso de organización, movilización y lucha que empezó, el peronismo le propuso irse de las calles con él “Hay 2019”, esperar a las urnas, y preparar la candidatura de Alberto Fernández, que hoy es algo así como Voldemort, desde el kirchnerismo ni siquiera lo pueden nombrar, y agradecen que no aparezca.

Pero en ese momento había ilusión con sacar a Cambiemos, y también muchas promesas. Recuperar lo perdido, ganar derechos, que los primeros son los últimos, renegociar la deuda con el FMI, que vuelva el asado, ley de humedales, terminar con el patriarcado. Una cosa es que te traicione la derecha clásica, pero otra es que un movimiento político de base popular que se planteaba como el principal enemigo de Macri asuma, y que sea un gobierno todavía peor que el de Macri. No sólo traicionó todas sus promesas y siguió ajustando, sino que en todos los momentos claves donde podía optar por una salida progresista, eligió la reaccionaria. En Vicentin, en Guernica, con Berni, y después llegó al extremo de poner a Massa en el centro. Porque no es solo que la derecha avanza, sino que el peronismo perdió 6 millones de votos, hizo la peor elección de su historia, y le dio de comer como nadie a Milei (incluso votantes que pierden con el libertario).

El mal memorismo y la resignación

El problema no es solo que todo esto hizo que avance Milei, y que hoy sigan con el mismo cuento de que no queda otra que votar a Massa. Que dicho de paso, si bien están intentando instalar está lógica del mal menor, apoyándose en que Milei es un mal muy grande, y esto impacta a un sector de la sociedad, incluso a quienes votaron a Grabois porque no querían comerse tan tremendo sapo, en el propio kirchnerismo muestran serias dudas de que esto les permita recuperar el caudal suficiente para entrar en la batalla. A diferencia del mal memorismo entusiasta y con ilusiones del 2019, el de ahora es uno recargado y degradado, que se siente débil para armar a su propio núcleo duro, y salir a convencer ampliamente, porque no pueden negar su responsabilidad en el ascenso de la derecha, porque están gobernando, y porque gobernando no paran de ajustar.

Pero el problema de fondo es que esta traición a la base popular y progresista, que mostró voluntad de enfrentar a la derecha, no solo en las urnas, sino también en las calles, desmoraliza al sector de la sociedad en el que justamente hay que apoyarnos para luchar por otra cosa. La conclusión que se saca de esta experiencia es que no hay nada que pueda hacerse, que hagamos lo que hagamos vamos a vivir peor, que no queda otra. Y es central tener en cuenta que esta no es una conclusión espontánea, que se saca sola, o que es la única posible, sino que se construye: Instalar la resignación, proponerle que no se puede hacer otra cosa que poner de candidato a Massa que se sabe que va a seguir ajustando, y que esto es lo menos malo acostumbra a un sector a vivir peor y aguantar pasivamente los sufrimientos. No se le propone un horizonte donde sea posible vivir mejor, entonces siente que no queda otra que resignarse, porque solo se puede estar peor, o mucho peor.

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Desmovilizar y pasivizar

Y además, si ante cada ataque del propio gobierno, y ante cada brutalidad de la derecha, no hay ninguna respuesta, también se instala que no se puede hacer nada, que no se les puede parar la mano a los poderosos. Pero que no haya respuesta tampoco es “natural”. No pasó que desde el peronismo, desde los sindicatos, desde los centros de estudiantes, desde los movimientos sociales se le propusiera a las masas salir a la calle, luchar y pelear por otra cosa, y que estas no respondieron, y eligieron quedarse en sus casas o votar a la derecha. Desde los espacios que las masas, que la base popular y progresista hubiese esperado un llamado, no hubo ninguno.

Al contrario, Massa habló en televisión contra los docentes que hacen paro, los sindicatos no convocaron a ninguna movilización ni acción de lucha en todos estos años, cuando desaparecieron a Facundo Castro y crecía el sentimiento de que Berni tenía que renunciar se lo mantuvo en su puesto, a las familias y mujeres de Guernica las mandó a reprimir Kicillof. La policía de Larreta mató en el obelisco a Facundo Molares, un militante popular, y no hicieron nada (y Massa dijo que hubo “incidentes en el obelisco con un muerto”, a tono con la portada de Clarín “La crisis causó dos nuevas muertes”). Lo mismo frente al acto negacionista de Villarruel. Desmovilizar y pasivizar fue una opción consciente, lógicamente el peronismo no iba a enfrentar el ajuste del peronismo. Pero si los sectores de la población que apoyaron al peronismo porque confiaron en sus promesas no se les propone dar ninguna lucha, no se puede responsabilizar a las masas por no luchar. Desde ya además que si ante todo esto no hay respuesta, también avanza la derecha, que siente que tiene “vía libre”.

Los efectos del mal memorismo recargado y degradado

Los efectos del mal memorismo recargado y degradado son justamente que en un sector avancen sentidos comunes reaccionarios, ya que si no hay lucha colectiva tiene sentido que por ejemplo avance el individualismo, la meritocracia, el salvarse solo, y así avance la derecha; o si la educación y la salud pública son un desastre producto del ajuste, la privatización no suene tan mal;y así otros ejemplos. Pero en otro sector, genera que avancen, no sentidos comunes reaccionarios, pero sí un sentimiento de resignación y pasividad. Y esto es lo contrario a preparar una fuerza para pelear por vivir mejor. Tanto en caso de que gane Massa, como si gana la derecha de Bullrich o Milei. Si se acostumbra durante años a vivir peor y a que no se puede hacer nada, ¿cómo enfrentamos el ajuste, gane quien gane?

Un párrafo aparte merece Grabois. La odisea de condicionar a Massa terminó con las PASO, después de eso el que bajó varios cambios no fue Sergio, sino Juan. Ya no hay críticas, no hay proyecto alternativo, en la facultad de Humanidades de la UNLP se lo escuchó decir: "La patria está en peligro, basta de boludeces y pases de factura, de ahora en más Massa es re peronista, un tipazo, me encanta". Aquí, los efectos del mal menorismo son buscar contener bajo el gobierno ajustador, justamente al sector que quería otra cosa. Millones que no querían resignarse a Massa, llevados otra vez a un callejón sin salida. O mejor dicho, a una salida por derecha. Otra crónica de un fracaso anunciado. No se busca que esos millones impacten para torcer el curso de Unión por la Patria, sino que bajen todas sus expectativas.

Pero esto no es algo nuevo. Juan Grabois y su partido, el Frente Patria Grande, desde el 2019 se integraron al peronismo con la excusa de “cambiar las cosas desde adentro". Terminaron votando presupuestos y leyes de ajuste; uno de sus diputados, Itai Hgaman, tuvo la oportunidad de trabar el acuerdo con el FMI que presentó el Frente de Todos, pero optó por permitir que pueda tratarse esa ley infame; y aunque se presentan como algo distinto a Massa y el PJ, tampoco fueron parte de ninguna lucha contra el gobierno (su gobierno). ¿De cambiar las cosas desde adentro a que desde adentro te cambien a vos? Al final, ¿quién condiciona a quién?

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¿Qué hay que hacer?

Para empezar, basta de mal menor, de resignación y pasividad, y de responsabilizar y echarle la culpa a las masas por no luchar, o por hacerse de derecha. La responsabilidad es del peronismo y las conducciones de los sindicatos, centros de estudiantes y movimientos sociales que han sido cómplices del ajuste, por acción con su discurso, y por "omisión", no haciendo absolutamente nada ante los ataques.

Hay que organizarnos y salir a luchar hoy, por eso este jueves 14 desde la izquierda estamos impulsando una Jornada Nacional de Lucha, planteando que a la derecha, el ajuste, y el FMI, los frenamos en las calles. Hay que exigirle a los sindicatos, centros de estudiantes y movimientos sociales que convoquen y se movilicen, poner toda la fuerza que tenemos donde les duele a los poderosos. También hay que estar en las calles, de manera independiente, el 16 y 18 de septiembre, en un nuevo aniversario de la noche de los lápices y la segunda desaparición de Jorge Julio Lopez, por Memoria, Verdad y Justicia, y contra los discursos negacionistas de los fachos, y la represión de todos los gobiernos. Y volver a poner en el centro los reclamos del movimiento de mujeres y diversidades, por la plena implementacion del aborto legal, el cupo laboal trans, y la educacuon sexual integral; y del movimiento ambientalista contra el extractivismo. Si toda la fuerza de la clase trabajadora, lo sectores populares, las millones que ganaron el aborto, y el movimiento ambiental estuviera en la calle: ¿Podrian avanzar con el ajuste? ¿Podría avanzar la derecha?

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¿Con qué fuerza?

Pero esto implica pelear, no solo con la derecha, sino con el mal memorismo, la resignación, y las direcciones que desmovilizan y pasivizan. En una palabra, con el peronismo. Y para esto, necesitamos una izquierda más fuerte en el país, en cada lugar de trabajo y estudio, y en cada barrio. Lo que tenemos que hacer los de izquierda es organizarnos, ponerle el cuerpo a las ideas, salir a defenderlas, y poner en pie una fuerza que pueda plantear una alternativa. Ir a convencer a los que ya son de izquierda de que hay que organizarse, que tienen que ser parte de dar esta pelea. A los que están pensando en ir a votar a Massa con la nariz tapada, que el mal menor lleva al mal mayor. A los votantes de Milei que no son de derecha, que el tipo es un mentiroso. Que para lo que se viene se necesita una fuerza que no haga promesas vacías, que diga la verdad, que si no nos organizamos desde ahora y luchamos nos pasan por arriba. Que las jornadas de diciembre del 2017, que la lucha por el aborto, que Jujuy muestran que tenemos mucha fuerza, que somos las enormes mayorias del pais y podemos pelearla y pararles la mano.

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Y me quiero detener en el ejemplo de Jujuy, porque este muestra que una cosa es la dinámica electoral, donde pesan las promesas y las ilusiones, pero otra, la relación de fuerzas, cuando esas ilusiones se vuelven nuevas decepciones y empujan a miles a las calles. Como dijimos más arriba, allí la mayoría votó a las fuerzas políticas que terminaron atacando al pueblo. Esto solo hizo que la lucha fuera más profunda, y que la izquierda se ganara un lugar, por ser la que siempre estuvo del mismo lado. Pero si cuando miles salen a las calles, porque ya no aguantan los sufrimientos mayores a los habituales, no hay una fuerza política con peso, que plantee cómo triunfar, no podemos lamentarnos si esa energía que surge desde abajo se disipa.

Ni cómplices ni sometidos

Y plantear cómo triunfar es señalar que en esta crisis es falso que todos pierden. Los ricos, los grandes empresarios, los banqueros, el campo, están ganando como nunca. Para poner en el centro nuestras necesidades, hay que afectar sus ganancias. No puede ser que se enriquezcan mientras millones pasan hambre. Hay que aumentar los salarios, indexarlos a la inflación, reducir la jornada laboral y repartir las horas de trabajo para que todos tengamos laburo con derechos, aumentar los presupuestos de salud, vivienda y educación, para que toda la población tenga acceso, garantizar los derechos de las mujeres y las diversidades, y terminar con el extractivismo.

A los de izquierda siempre nos dicen que no podemos votar a quien nos gustaría, que hay que votar a tal para que no gane tal. Pero hay una candidata a presidenta que representa todo esto, que es Myriam Bregamn, junto a Nicolás del Caño, Chipi Castillo que está peleando para ser diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, y cantidad de trabajadores, desocupados y estudiantes en todo el país. Una sola fuerza política que dice, ni cómplices, ni sometidos al poder económico y al FMI, que invita a organizarse y a pelear por todos nuestros derechos, que propone un horizonte donde las grandes mayorías que hacen funcionar el país, y el mundo, puedan disfrutarlo plenamente.


Segundo Asse

Estudiante de Sociología UNLP

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