Una importante experiencia de unidad de trabajadores y comunidades mapuche está en pleno desarrollo en la comuna de Paillaco. El 28 de septiembre se inició una ocupación productiva del fundo Huite, por trabajadores de la empresa Chilterra y comunidades de ese territorio, en respuesta a la crisis vivida por la industria lechera en el sur.
En este artículo intentamos resaltar los elementos que marcan un precedente importante en la unidad de los trabajadores y mapuche frente a la crisis y la carestía de la vida vividas en el campo y la ciudad.
Esta experiencia inédita -por la ocupación productiva que se lleva a cabo por el sindicato y comunidades- , entra a la escena diferenciándose, tanto de los procesos de recuperaciones territoriales exclusivos de la comunidades mapuche sin alianza con otros sectores, como del programa de la plurinacionalidad en la Convención Constitucional, que mantiene ilusiones en la institucionalidad del Estado chileno.
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Contexto
El conflicto en Paillako se desarrolla en el contexto de la insolvencia del empresario Ricardo Ríos para pagar las deudas con su banco; el cual, por esta razón, ha amenazado con tirar todos los bienes de su empresa -Chilterra- a liquidación. En la actualidad el banco dio 18 meses para resolver lo de la liquidación. Sin embargo, pese a haber obtenido ese plazo, es evidente que Ríos “abandonó el buque”, dejando a la deriva el fundo y sus bienes, que se encuentran en manos de un "veedor de insolvencia y remeprendimiento" (ex síndicos de quiebra).
Las dificultades de este empresario, se explican por dos razones. Primero, por el hecho de que en el mercado de la leche y los lácteos existen ciertas empresas gigantes -Prolesur y Soprole en este caso- que imponen sus condiciones y precios, dado que Chilterra no puede procesar la leche y producir lácteos por sí sola; y, segundo, por las tendencias inflacionarias a nivel global -incrementadas por la guerra ruso-ucraniana-, que entre otras cosas, aumentan los costos de producción.
Como explica Gabriel Troncoso Michillanca, actual vocero de las comunidades que se encuentran en este proceso, “no es un problema solo a nivel país, sino a nivel global. La recesión que viene va a ser muy grande. Los fertilizantes están caros, a nadie le conviene tener un negocio para producir comida. Están todos quebrando”.
El conflicto en Paillaco gira en torno a la ocupación productiva y la restitución territorial, en el fundo Huite de la Agrícola Dos Ríos (ex propiedad del empresario Ricardo Ríos). El predio es bastante considerable: puede proveer a cerca de 500 mil personas en carne, trigo y leche. Es de 7.200 hectáreas y en él hay cerca de 12 mil vacas aproximadamente. A su vez, Ricardo Ríos, ahora caído en desgracia por sus deudas, era el tercer proveedor de lácteos a nivel nacional.
El potencial productivo lo explica Rodolfo Fernández Coliñir, que venía cumpliendo el papel de Werkén en el conflicto: “este predio produce alimentos para 500 mil personas en términos de leche, de carne, de trigo y derivados de la leche. Con la producción de aquí se puede abastecer una región completa o un par de provincias”.
Tres claves que marcan una novedad
Existen al menos tres elementos que marcan una novedad en este conflicto.
La conjugación ocupación productiva-recuperación territorial
En primer lugar, el método de la ocupación productiva conjugada con la recuperación territorial, ambos, llevados adelante por trabajadores y mapuche, constituye una importante novedad. No se trata de una ocupación del lugar de trabajo llevada a cabo exclusivamente por quienes laboran allí, tampoco de una recuperación productiva llevada a cabo exclusivamente por comunidades mapuche sin los trabajadores, sino de una combinación de métodos de lucha de trabajadores y comunidades mapuche en recuperación de sus tierras.
Esta conjugación es la primera clave que marca un importante precedente. La ocupación demuestra que es posible resistir y luchar por la defensa de las fuentes laborales, contra los despidos y por poner al servicio del pueblo pobre los centros productivos controlados por trabajadores y mapuche. La ocupación directa de trabajadores y mapuche demuestra que los explotados y oprimidos pueden tomar en sus propias manos la resolución de sus problemas.
La alianza de trabajadores y mapuche
En segundo lugar, el hecho de que los protagonistas de la ocupación sean tanto mapuche como trabajadores da cuenta de la relación natural que existe entre ambos en las empresas asentadas en este territorio:
“...una relación natural porque los trabajadores son mapuche. Siempre ha habido una relación, ellos son parte de las comunidades. Lo que sí, no había una articulación para desarrollar estos procesos. Entonces, una vez que establecimos estas conversaciones, la relación ha sido super fluida” (R. F. Coliñir).
Además, existe una importante presencia de mujeres, en los puestos de trabajo “más sacrificados”, con turnos que empiezan a las 3 de la mañana para ordeñar, por ejemplo.
Al menos desde la década de 1970, en pleno auge revolucionario, no se había producido una experiencia común de trabajadores y mapuche de ocupación productiva de un fundo. El hecho de que esto ocurra ahora, nos recuerda ciertas experiencias avanzadas como los Cordones Industriales o el control del Complejo Maderero Panguipulli, ambas, en la década de 1970 o la experiencia de la fábrica Zanón (desde 2001), en la provincia de Neuquén, donde también se han desarrollado experiencias de unidad con el pueblo mapuche.
En buena medida, la coincidencia de la crisis de la industria de la leche con un cierto fracaso de la política de la CONADI en el territorio (que no satisface las demandas), han motorizado esta unidad inédita.
El hecho de que una parte importante de los trabajadores de Chilterra sea mapuche, genera un ambiente favorable a la unidad del sindicato con las comunidades. Pero además de este factor, el hecho de que la empresa pertenezca al rubro alimenticio, y que produzca en altos volúmenes, brinda a sus trabajadores y a las comunidades con ellos aliados, un enorme potencial para articular a la población pobre del campo y la ciudad a partir de proponer que esa producción sea puesta al servicio de las necesidades de la comunidad. Esto es muy importante en el sensible contexto de inflación que perjudica los bolsillos más pobres. Desde esta “posición” que se ocupa en el ámbito de la producción, las y los trabajadores mapuche y no mapuche de Chilterra junto a las comunidades, están mostrando el potencial que tiene la gestión directa de un medio productivo para generar alianzas en la lucha. Como explica Gabriel Troncoso Michillanca en una entrevista con La Izquierda Diario:
«los poderes económicos alrededor están viendo esto con temor, porque si nos tomamos este campo y lo hacemos producir, es algo que se puede expandir.»
Rodolfo Fernández Coliñir explicaba además la posibilidad de generar una articulación “en torno a un consejo de comunidades y a través de un mecanismo de cooperativa” para organizar la producción del fundo tomado. En él podría haber “un representante de cada comunidad que sea a la vez la voz de ellos en la cooperativa y de esa manera va a haber 25 o 30 representantes en este consejo que va a decidir cómo se organizará la producción en su interior”.
Esta forma de gestión de cooperativa que pone en debate el Werkén Rodolfo, no predomina actualmente en la industria alimenticia, siendo más bien sostenido por capitales locales y trasnacionales. El sindicato de Chilterra y las comunidades entienden además que “este proceso de restitución territorial se enmarca en lo establecido en Ley Indígena 19.253 - Artículo 12”. Es decir, la expectativa es llegar a la gestión cooperativa a través de vías establecidas por la institucionalidad. El vocero actual, Troncoso Michillanca explicaba que se trata de generar una “presión al gobierno para que las comunidades que tenemos aplicabilidad puedan comprar la tierra”, y que las comunidades que no la tienen participen de todos modos de la cooperativa. No se trata de establecer una propiedad o estatal o colectiva de la tierra, sino de que las comunidades compren la tierra y la gestionen de manera cooperativa.
Si Ricardo Ríos “no dio la talla” para hacer frente a sus deudas y a las imposiciones de las grandes empresas como Soprole, ahora, trabajadores y mapuche sí podrían navegar en esas aguas turbulentas. Además, se trata de adelantarse a una crisis. Como explica el Gabriel Troncoso Michillanca, a propósito del escenario de crisis:
«El hambre que viene va a ser grande. Va a haber escasez de alimentos. Nosotros apuntamos a generar conciencia porque no es un problema solo a nivel país, sino a nivel global. La recesión que viene va a ser muy grande. Los fertilizantes están caros, a nadie le conviene tener un negocio para producir comida. Están todos quebrando. Tenemos que saber doblarle la mano a este sistema y generar otro modelo.»
Cuesta imaginar que los empresarios, el Estado y sus fuerzas represivas, apoyen tan facilmente esta unidad obrero-mapuche y que todo el proceso se desarrolle en la medida de que se realize "una buena gestión”, accediendo de esa forma a ceder la propiedad a una cooperativa. Es mucho más lo que está en juego: la posibilidad de que se expanda un ejemplo de lucha común. Por eso, lo más probable es que busquen impedir que esta lucha continúe expandiéndose y que fomenten la división entre trabajadores y mapuche.
Una salida concreta a la crisis y la carestía de la vida
La ocupación del predio perteneciente a Chilterra muestra potencialmente una respuesta obrera y mapuche a un problema apremiante y actual: el encarecimiento de los alimentos, a través de propuestas como abastecimiento directo. En palabras del Werkén Rodolfo:
«Para satisfacer las necesidades de alimentos, se pueden crear unos centros de acopio que podemos, digamos, nosotros ligar ahí con las juntas de vecinos, para, digamos, saltarnos a los supermercados. Y desde ahí, saltándonos a los supermercados, de que se genere una especie de compra, ahí lo tenemos que ver de qué manera de que permita acceder a todos estos productos que vamos a poner a disposición.»
La escala y el potencial productivo de fundo, permite encarar frontalmente al apremiante problema de la carestía de la vida. En la declaración de lucha leemos:
«Para resguardar la soberanía alimentaria de la región de Los Ríos, las comunidades mapuche, con los trabajadores del sindicato de Chilterra continuaremos con la producción del predio, e iniciaremos un proceso productivo para abastecer de alimentos a la región, pero esta vez, a precios justos, satisfaciendo las necesidades de 374.849 personas con leche, 45.222 personas con trigo y con 61.475 personas con productos derivados de la carne y la leche.»
Por su parte el Werkén declaró que “nos ponemos a disposición de toda esta situación que está pasando, de los abusos que nosotros vemos con la gente pobre de la ciudad. Eso es lo que vamos a ir a buscar en esta segunda etapa, porque no nos parece a nosotros que hoy día, mira, nos duele el alma que nuestra gente no tenga”.
En su declaración, el sindicato de Chilterra y las comunidades que pelean junto a éste, hablan de “enfrentar a las trasnacionales que precarizan la vida en nuestro territorio”. Este elemento es sumamente relevante: se identifica a los responsables de los precios cada vez más altos. Hoy, millones de trabajadores viven el encarecimiento de los alimentos. Sólo el trigo -uno de los productos de Chilterra- ha experimentado un alza de un 45% en 2022. El pan de todos los días está cada vez más caro. También los trabajadores de Chilterra y las comunidades mapuche ven la enorme dependencia que tienen los alimentos con respecto a los vaivenes del mercado mundial y empiezan a imaginar otras formas de abastecimiento que permitan la coordinación con sectores populares. Son conscientes, también, de que el fundo requeriría una mayor implementación tecnológica, pues solo, por ejemplo, no puede transformar la leche en lácteos. De esa manera, esta lucha empieza a perfilar una serie de problemas que tienen que ver con el ámbito de la planificación económica y la lucha contra el poder de los grandes capitalistas.
Conclusión
Pero no se trata sólo de gestión económica. La lucha de Huite muestra el potencial que tienen los trabajadores si controlan la producción junto a los mapuche para resolver las urgencias como la carestía de la vida. G. T. Michillanca explicaba que se trata de “generar apoyo social. Es un proceso social colectivo”. Los trabajadores en este caso ubicados en la industria alimenticia, muestran su potencial para responder a una problemática social urgente como el encarecimiento de los alimentos, y junto a las comunidades mapuche, muestran la enorme fortaleza de pelear unidos, si se toma en conjunto también la pelea por la restitución territorial. Esta experiencia debe rodearse de solidaridad y de apoyo, ya que el triunfo de sus demanas es un triunfo para el conjunto de las comunidades mapuche y trabajadores golpeados por la crisis, que pueden ver en esta experiencia un ejemplo a seguir. Lecciones muy importantes para quienes peleamos por poner en pie una corriente revolucionaria, anticapitalista, que asumimos desde La Izquierda Diario y la revista Ideas Socialistas.
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