Aceptar o dejar de aceptar el lenguaje inclusivo responde más a una postura política que a una lógica gramatical proveniente del conocimiento profundo de la lengua castellana y de las raíces comunes con las otras que componen la familia de las lenguas romances, las cuales son: catalán, sardo, portugués, francés, italiano, rumano, occitano, y gallego.
Sábado 8 de diciembre de 2018
Todos estos idiomas provienen del latín vulgar (Sermo vulgaris), no refiriéndose el adjetivo “vulgar” al hecho de que existiera otro latín “culto”, sino al dinamismo y presencia de la lengua en el Imperio romano; en resumen, la lengua hablada en el cotidiano, la lengua viva.
Al compartir origen, siempre encontraremos similitudes entre estos idiomas, como, por ejemplo, cuando decimos en francés “des autres” (de los otros/otras) que ya conlleva la inclusión, o su equivalente en catalán, “dels altres”, que también se refiere al femenino tanto como al masculino, y el italiano “degli altri”, mismo caso.
Saliendo un poco de las lenguas romances que en sí contienen tantos casos de lenguaje inclusivo que daría para escribir un libro, los invito a conocer algunos ejemplos de una lengua de las llamadas “aglutinantes”, en este caso, una ugro-finesa, el idioma húngaro o magiar.
En este idioma, tanto para decir “uno” o “una”, se emplea el artículo indeterminado “egy”. Lo mismo sucede cuando nos referimos a “alguno” o “alguna”, que se unifican en el vocablo “néhány”, o cuando al hablar de un profesor o profesora decimos “tanár” y si se trata de alguien que enseña a nivel universitario, “egyetemi tanár”.
Viajando un poco hacia el noroeste de Europa, en las lenguas anglosajonas se encuentra presente el factor unificador, como se da en inglés el caso de “some” (algo, algunos, algunas), “any” (nada, algo, ninguno, ninguna; acorde al contexto). Y siendo que los adjetivos en inglés carecen de género y número, tanto encontraremos una frase que diga “Some beautiful landscapes” (algunos paisajes hermosos) como “Some beautiful women were leading the parade” (algunas mujeres hermosas encabezaban el desfile).
Entonces, visto y considerando que la lengua es un hecho dinámico, que se renueva todo el tiempo, el tiempo y la energía que gastan en construir memes en detrimento del lenguaje inclusivo, bien harían en desglosar su propio idioma, compararlo con otras lenguas, ser honestos consigo mismos y verificar que nuestra habla de hoy no se parece en nada siquiera a la del siglo XIX; que el idioma inglés que hablaba mi abuelo materno en su infancia en Londres y en su juventud en Oxford, no es el mismo que hablamos hoy en día, puesto que fue en 1918 que gran cantidad de verbos regulares pasaron a ser irregulares, y dejó de usarse el “Thou” para referirse a una segunda persona a quien uno no tutea, equivaliendo a un “Usted” del español, para dar lugar a un “You” neutro, que tanto equivale a “Usted, como a ustedes, vosotros, tú y vos”.
Luego de ese gran cambio producido en la lengua inglesa (el tercero desde su formación en el año 1066 tras la Batalla de Hastings), y de otros que hoy no mencionaré para no salirme de la esencia pura de la idea que deseo transmitir, hubo otras modificaciones que se sucedieron y que aún ocurren.
De hecho, una de mis palabras favoritas y usadas en inglés es “Nevertheless” (“sin embargo”) que a mis alumnos suele encantarles por su sonido, y por la cual hace tres años que estamos en lucha (quienes enseñamos el idioma) con la Universidad de Oxford que la considera obsoleta, pretendiendo descartarla del diccionario para solamente promover y utilizar su equivalente “However” que, en mi opinión, si bien es un sinónimo, no es útil a la hora de emplearla en poesía, letras de canciones o fina prosa. Sí es más adecuada y breve para textos técnicos, científicos y cualquiera que no sea literario.
¿Y quién tiene razón en cuanto a un idioma, si ni siquiera quienes nos dedicamos a ellos y vivimos de ellos no podemos arribar a un acuerdo?
¿A dónde quiero llegar con esto? A que los idiomas van haciéndose y modificándose según los usos y costumbres de los lugares.
Siendo que el Reino Unido no cuenta con un equivalente a la RAE (Real Academia Española) ni a la AAL (Academia Argentina de Letras), allí, los cambios son impuestos por las universidades que se dedican al lenguaje, teniendo en cuenta qué palabras caen en desuso por parte de la población, y cuáles se incorporan como nuevas.
Es obvio que, ante la llegada de nuevos productos tecnológicos y fenómenos sociales a nuestras vidas, se nos hace imprescindible crear palabras y términos que describan desde un objeto hasta una situación, y siendo que la inclusión genérica es parte de la historia que nos toca protagonizar, tiene lógica y sustento el empleo del lenguaje inclusivo que deseche el masculino como abarcador de la totalidad, limitándolo a describir lo masculino únicamente.
¿Acaso hablamos hoy el castellano de nuestros abuelos? Ni siquiera ése hablamos. ¿Acaso ellos hablaban como cuando Cervantes escribió el Quijote en el siglo XVII? En lo absoluto.
¿Alguien dice hoy: “Rosa ha cantadas dos canciones”? Seguro que no. Pero antes sí se decía de ese modo, puesto que, en el pretérito perfecto compuesto, el participio pasado solía concordar en género y número gramaticales con el objeto directo, como sigue ocurriendo en francés (acuerdo del participio pasado) y en italiano antiguo, no ya en el contemporáneo.
Para hacer un paréntesis en los datos, quiero decir que observo cotidianamente mi entorno, y leo los muros de Facebook para analizar quiénes realizan las publicaciones más contrarias al lenguaje inclusivo. A priori, lo hace una gran parte del voto macrista, aunque también personas con ideas políticas diversas que, amparadas en el conservadurismo, opinan desde un lugar subjetivo, y en general, de desconocimiento del desarrollo lingüístico a lo largo de los siglos.
Me encuentro también con personas que no dominan ni su propia lengua, que en su universo vocabular abundan los vulgarismos, las faltas de ortografía, la sintaxis desarticulada, y aun así se sienten amos de un idioma que para ellos debería permanecer indemne, lo cual no ha sucedido nunca ni sucederá. Es que el mensaje implícito es que nada debe cambiar, que todo debe permanecer como está.
¿Estas personas que tanto defienden el dejar el idioma con su marca patriarcal, pensarán que un idioma es una imposición tribal, algo indiscutible, inmutable?
Primero surgió el grito, posteriormente nació la palabra. Más tarde, se hilaron las frases y nació la estructura sintáctica. Nada vino puesto desde la noche de los tiempos. Nada tiene por qué permanecer inmutable.
Por otro lado, quienes sí dominan su idioma y se posicionan en contra del lenguaje inclusivo como si fuese una afrenta a la dignidad humana, lo hacen mayoritariamente porque no desean extirpar el patriarcado de raíz, porque no empatizan con el movimiento feminista, porque ignoran lo que cité previamente, que, en otras lenguas de diverso origen, el género no existe y sí la generalización.
La historia de la evolución lingüística contradice a los detractores del lenguaje inclusivo, a los conservadores de mente pétrea que se sienten seguros en su zona de confort y prefieren burlarse y desdeñar a quienes hemos adoptado el castellano inclusivo para ciertas publicaciones en nuestros muros, que espero vayan intensificándose con el correr del tiempo hasta lograr una transformación del idioma que represente el cambio social que estamos presenciando y del cual participamos en primera persona (del singular y del plural).
Para culminar, mi último párrafo será escrito en lenguaje inclusivo y aprovecharé para enviar mi mensaje personal:
Todes juntes podemos cambiar el mundo; todes unides. Si solamente reaccionamos cuando nos toca a nosotres soles, de nada sirve; sería simplemente un grito egoísta. Que el bien de les otres esté primero y después, nuestras ambiciones personales.
Tu tristeza es la mía; tus causas, son mis causas. Yo me siento bajo tu piel, te entiendo, te apoyo; otro tanto espero de tu parte hacia mí. No me dejes naufragar en el mar de la soledad cuando soy tu camarada, tu par.
No te abandonaré. Sos mi compañere, mi prójimo, vivimos bajo el mismo cielo, ambes tenemos hambre, frío, calor, sueño, tristeza y alegría.
Tenemos que caminar juntes, respetarnos, valorarnos como personas humanamente diferentes, y socialmente iguales que deberíamos ser, como decía nuestra líder socialista Rosa Luxemburgo.
En lugar de pelear por el lenguaje inclusivo, te invito a pelear por los derechos de les más perjudicades por el sistema capitalista explotador de adultes, y ahora legalmente también de niñes.
Que te espanten el hambre, la enfermedad, la pobreza extrema, la miseria, el gatillo fácil, la falta de trabajo, la explotación, la segregación de les riques hacia les pobres, la deshumanización a estas alturas del siglo XXI, y no el cambio de un idioma por otro más representativo del sentir inclusivo, donde todes somos importantes y todes tenemos que luchar por los derechos de les más vulnerables.
Ni siquiera es obligatorio que uses tal idioma si no te gusta; pero no te burles. La burla habla más de les emisores que de les receptores.