Es sociólogo y ensayista, autor de varios libros. Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Reproducimos sus palabras de apoyo al Frente de Izquierda.
Martes 17 de octubre de 2017
Trato de responder lo más sucintamente posible a la pregunta que se hace (y me hace) el título.
Porque es la única fuerza de alcance nacional que ha venido sistemáticamente demostrando que se puede hacer una política radicalmente diferente: una política que no sea la competencia por el mejor reparto de los negocios abyectos y manchados de sangre entre las fracciones de la clase dominante, sino la lucha contra la explotación, la exclusión y la alienación de la clase trabajadora y los sectores populares, apuntando al socialismo.
Porque, en ese camino, es la única fuerza política que ha venido bregando por la organización autónoma y protagónica de la clase obrera y el pueblo, por fuera de los partidos y frentes burgueses, de las “centroizquierdas” inconsistentes, de la traición permanente de las burocracias sindicales y su complicidad con los explotadores.
Porque es la única fuerza política que articula la lucha parlamentaria con la presencia cotidiana en los conflictos obreros y populares, al contrario de la notoria reticencia de los autoproclamados “progresistas”, y por supuesto de la complicidad de las fuerzas de “oposición burguesa”, asistentes explícitos o implícitos de la creciente política represiva del macrismo.
Porque es la única fuerza política que no ha votado ninguna de las leyes macristas perjudiciales a los intereses de la clase obrera y el pueblo, y al contrario, las ha denunciado consecuentemente, mientras que todas las otras fuerzas de la “oposición”, en mayor o menor medida, han acompañado al gobierno en algunas de sus peores iniciativas, tomando partido de facto en la verdadera ofensiva de clase que ha emprendido el elenco gobernante.
Porque es la única fuerza política que consecuentemente ha denunciado las connivencias con el imperialismo -agravadas en el actual gobierno, pero ciertamente no ausentes en los anteriores-, sin dejarse extorsionar por el interesado discurso de las “polarizaciones” binarias.
Porque es la única fuerza política que no solo ha acompañado sino empujado con toda su voluntad la lucha de las mujeres y las minorías sexuales, así como de los/as jóvenes, incluyendo la lucha contra la violencia de género y por el derecho a la libre interrupción del embarazo, algo que muchos sectores “progresistas” -por las razones que ya conocemos- no pueden hacer con la misma consistencia.
Porque es la única fuerza política que en los últimos meses ha llevado adelante una campaña férrea contra la desaparición forzada de Santiago Maldonado, señalando sin descanso las sospechas de complicidad gubernamental en ese hecho delictuoso.
(La pregunta se me hace también en mi condición de “intelectual”. Paso por alto la dificultad de una definición semejante, que supondría una ambigua especificidad, e intento responder también desde esa “condición”).
Porque es lo único “intelectualmente” interesante que está ocurriendo en la política argentina. En tiempos de la “post-verdad”, de la más obscena manipulación mediática, del discurso político reducido a la más vacía mediocridad e ignorancia, la izquierda habla con otra lengua: una lengua que busca abrirse a la complejidad de las relaciones sociales, al examen de las significaciones políticas e ideológicas de lo que pasa por ser la “cultura”, a la demostración de que dicha cultura es un campo de batalla donde también se dirimen relaciones de fuerza sociales, y no un mero apéndice decorativo y banal para pasar el tiempo de ocio. La lengua de la izquierda es una lengua crítica -también en el sentido etimológico de una puesta en crisis de los sentidos comunes de la industria cultural-, y es por lo tanto la lengua de una empresa civilizatoria, que busca anticipar lo que sería, lo que podría ser un día, una verdadera cultura humana.
Nada de lo anterior significa que se haya alcanzado ninguna “perfección”, que no haya que revisar y discutir muchas cosas. Pero sí que el FIT marca, hoy por hoy, la diferencia absoluta en la política nacional. Por eso, creo que votar el 22 de octubre a militantes como Myriam Bregman y Marcelo Ramal en Capital, como Néstor Pitrola y Nicolás del Caño en la provincia de Buenos Aires, y a todos los/las demás compañeros/as que batallan en el país, es mucho más que ejercer un debido derecho ciudadano: es apostar a profundizar el camino que contribuya a abrir las puertas a otra realidad. La izquierda tiene que estar.
Eduardo Grüner
Sociólogo, ensayista, docente. Es autor, entre otros, de los libros: Un género culpable (1995), Las formas de la espada (1997), El sitio de la mirada (2000), El fin de las pequeñas historias (2002) y La cosa política (2005), La oscuridad y las luces (2011), Iconografías malditas, imágenes desencantadas (2017),