Problematizar el desarrollo y función de las burocracias sindicales es fundamental para desarrollar políticas para que la clase obrera se configure como un sujeto político revolucionario.
La “rebelión de las bases” del profesorado en noviembre de 2014 contra el Presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo —del Partido Comunista (PC)—, así como la huelga de los obreros portuarios que obligó a renunciar a Roberto Rojas de la Presidencia del sindicato N° 1 de Estibadores de Valparaíso en diciembre de 2018, constituyen solo algunas muestras fidedignas de acciones de trabajadores que para obtener sus demandas debieron sobrepasar las estructuras burocráticas que entregaban un poder cuasi absoluto al Presidente de sus gremios.
La existencia de dirigentes sindicales convertidos en un aparato de funcionarios a tiempo completo, rentados por el mismo sindicato para cumplir funciones gremiales, pero que han sido corrompidos por las empresas y por los gobiernos de turno para satisfacer a estos y no las necesidades de los trabajadores, constituye un problema sociopolítico no solo de carácter académico, sino que esencialmente estratégico.
El marxismo de la Internacional Comunista —o Tercera Internacional— del periodo 1919-1924 definió a este fenómeno social como la burocracia sindical (1). Concepto que hizo referencia a los gigantescos aparatos de funcionarios sindicales de las formaciones sociales avanzadas que se incorporaron al Estado y que cumplieron —parafraseando a Antonio Gramsci— la función de policía al interior del movimiento obrero con el fin de mantener el orden social capitalista (2). No obstante, la existencia de la burocracia sindical no fue ajena a formaciones sociales semicoloniales y dependientes como América latina, en particular los gigantes latinoamericanos: México, Brasil y Argentina. Esta última produjo la burocracia sindical con mayor poder político y económico de toda América latina, y con un alto grado de incorporación al Estado, constituyéndose en el agente disciplinador por excelencia de la clase obrera argentina (3).
Cuando el ojo observador se desplaza hacia los países latinoamericanos de economías más pequeñas como Chile, la referencia a la burocracia sindical en la izquierda, así como también en las ciencias sociales y la historiografía es casi inexistente. Por ejemplo, en una de las últimas obras más completas y rigurosas acerca del movimiento de trabajadores en Chile durante el periodo neoliberal, solo en un artículo se hizo mención a las “burocracias sindicales” como “cúpulas sindicales” (4). Por otro lado, en el Frente Amplio, la burocracia sindical no existe como problema estratégico, ni siquiera en su ala izquierda, más comprometida con los movimientos sociales y con el sindicalismo.
¿A qué se debe esta omisión académica y estratégica del problema de la burocratización de los sindicatos y de la burocracia sindical en Chile?
En primer lugar, la emergencia y consolidación de un aparato de funcionarios sindicales rentados sostenidos en una compleja red administrativa burocrática que organiza y disciplina la acción colectiva de los trabajadores para la obtención de fines, no fue un fenómeno social característico del movimiento obrero chileno del periodo nacional desarrollista (1932-1973). La misma estructura sindical limitada al lugar de trabajo —que se mantiene hasta la actualidad neoliberal—, es decir, sindicatos formados en empresas y no a nivel ramal de la economía de modo centralizado —como Argentina o en términos relativos, Brasil—; las restricciones que impuso el Estado chileno en cuanto a la capacidad de los sindicatos de administrar recursos económicos y servicios sociales; y la no integración de dirigentes sindicales a los ministerios y cuerpos administrativos del Estado, contrarrestó la emergencia de poderosas burocracias sindicales y produjo un marco estructural de mayor conexión relativa entre las bases y las directivas sindicales (5). Solo por dar un ejemplo, en Chile el promedio de afiliación de los sindicatos industriales —o sindicatos de empresa— desde 1960 hasta 1970 fue de 191 socios. El año del triunfo de la Unidad Popular el promedio de los socios alcanzó la cifra de 137, la más baja en todo el periodo de existencia del sindicalismo industrial desde 1932, lo que permite evidenciar de modo general el tamaño reducido de la mayoría de las organizaciones sindicales (6). Como afirmó Alan Angell, la debilidad económica de los sindicatos y la falta de incentivos económicos para los dirigentes sindicales, facilitó el vínculo entre estos y los partidos políticos de izquierda y centro, es decir, los más comprometidos con el proyecto nacional desarrollista. Bajo esta lógica no resulta extraña la hegemonía que lograron los partidos de izquierda de orientación marxista, aunque reformistas, al interior del movimiento obrero. Durante el bienio 1972-73, las directivas sindicales ocupadas por el ala izquierda del Partido Socialista (PS) fueron las más comprometidas en promover coordinaciones territoriales de empresas que superaron las limitaciones legales: los denominados Cordones Industriales (7).
En segundo lugar, estudiar las burocracias sindicales implica problematizar la delicada relación entre: a) las empresas y las directivas sindicales, b) los sindicatos base y las centrales sindicales, c) las bases y las directivas al interior de los sindicatos de empresa de mayor tamaño, lo que conlleva a entrar en un terreno muy escabroso, que sociólogos, abogados laboralistas y estudiosos del movimiento sindical tienden a eludir bajo el argumento de que esto implicaría entregar información de modo indirecto a la derecha política, sus centros de investigación y think tanks, que lo único que buscan es debilitar aún más las organizaciones sindicales en la actualidad e incluso eliminarlas como interlocutores válidos de negociación con las empresas.
Sin embargo, algunos cientistas sociales se han atrevido a investigar el problema de la representatividad de los sindicatos en Chile (7), así como demostrar de modo tangencial la existencia de sindicatos fantasmas y el sistema de votación fraudulento para elegir directiva nacional en la CUT (8). En efecto, estos y otros investigadores han demostrado que no solo las transformaciones estructurales del capitalismo en Chile produjeron un debilitamiento de la organización sindical. La dirección del movimiento sindical por los partidos de la Concertación (el eje PS-DC) durante el periodo 1990-2010 contribuyó a la neutralización y/o aislamiento de la protesta obrera y sindical, evidenciándose con mayor claridad durante la década de 1990 cuando la CUT y varios de sus gremios estuvieron bajo la conducción de la DC, el partido más comprometido con el proyecto neoliberal al interior de la coalición democrática (9). No obstante la llegada del PC a la directiva de la CUT en 2012, la estructura burocrática de esta se mantuvo intacta (10).
Lo que no se ha tomado como base de la argumentación es que el control que las directivas sindicales concertacionistas ejercieron sobre los trabajadores organizados, se ha visto facilitado por una estructura de organización sindical modelada por la legislación laboral de matriz pinochetista y estatutos sindicales que muchas veces otorgan un poder casi absolutista a las directivas —en particular los Presidentes— sobre sus socios. Esto no solo se evidencia en las centrales sindicales y federaciones, sino también en sindicatos de empresa de mediano y gran tamaño —con más de 250 socios.
En tercer lugar, la mayor parte de la izquierda chilena actual omite o niega a la clase trabajadora como sujeto central de transformación social y política. Por un lado, el PC —viejo partido obrero chileno— administra y se afirma en los cargos burocráticos de la CUT y otros sindicatos manteniendo alianzas con las viejas fracciones sindicales concertacionistas que han mantenido intacto el desigual modelo socioeconómico neoliberal, contribuyendo a la degradación de la democracia sindical interna; por otro lado, en el Frente Amplio (FA), nacido de las luchas del movimiento estudiantil de 2011, la mayoría de sus partidos miembros poseen una estrategia que construye sujetos políticos desligados del lugar de la producción —por el contrario, se referencian en la abstracta “ciudadanía”—, a diferencia de las izquierdas clásicas reformistas de raigambre marxista del periodo nacional desarrollista. Descartada la clase trabajadora como sujeto fundamental de la transformación social y constructor del socialismo, queda descartado por completo la problemática de la burocracia sindical y la burocratización de los sindicatos. Problematizar este fenómeno social es fundamental al concebirlo como posible bloqueo estratégico de la emergencia de nuevas vanguardias obreras y el despliegue de la autoorganización de los trabajadores en proponer alternativas políticas y económicas al capitalismo.
Es cierto que al interior del ala izquierda del FA existen grupos que afirman la importancia estratégica de la clase trabajadora y sus organizaciones. No obstante, no queda clara su posición política frente al problema de las estructuras burocráticas de los sindicatos y la existencia de directivas burocráticas, que no necesariamente tienen que estar vinculadas al “tronco histórico” del movimiento obrero chileno, el eje PC-PS-DC.
Respecto a esto último, dentro del sindicalismo disidente de izquierda a la CUT, existe una gran variedad de confederaciones y sindicatos de empresa que si bien no constituyen burocracias sindicales en el sentido ortodoxo del término o aquellas vinculadas a los partidos de la ex Nueva Mayoría, poseen directivas a tiempo completo sin vínculo con su lugar de trabajo, entregados de modo exclusivo a funciones netamente gremiales, reproduciendo de ese modo la lógica burocrática, aunque a una escala menor, de “administrar el sindicato” y generar las condiciones para la formación de pequeñas burocracias con intereses materiales propios. Esto último —más allá de la adscripción ideológica general de algunos a un sindicalismo de izquierda y el socialismo— al constituirse en una rutina cotidiana de las directivas sindicales y en el fin último de la estrategia de la dirección sindical, termina constituyendo un sindicato completamente inerme ante los giros abruptos de la lucha de clases —oleadas de despidos, huelgas nacidas desde la base de sus propios sindicatos—.
No obstante lo anterior, las derrotas sindicales y el retroceso en la subjetividad combativa de los trabajadores a una conciencia pasiva, contribuyen a facilitar la burocratización del sindicato, cuya sobrevivencia se convierte en tarea exclusiva de las directivas. El problema político-sindical se presenta en aquellos momentos en que las asambleas y la participación de los trabajadores reemerge y sectores de la directiva lo perciben como una amenaza a su poder conquistado después de largos años de pasividad de las bases.
Estudiar la burocratización de los sindicatos y la burocracia sindical bajo el neoliberalismo en Chile
La existencia de una directiva sindical rentada a tiempo completo por el sindicato, que se mantiene en algunos casos más de veinticinco años en el directorio, sin ningún vínculo con el lugar de trabajo y cuya función exclusiva es mantener la vigencia del contrato colectivo firmado con la empresa —o acuerdos anuales en el caso del sector público—, puede tener efectos regresivos sobre la organización de los trabajadores si no existen mecanismos de control democrático sobre aquellos. El principal efecto regresivo es la formación y consolidación de una directiva burocratizada que persigue intereses materiales propios ajenos a los trabajadores. El distanciamiento de las directivas sindicales respecto a sus bases los eleva a tal punto que se exponen a la fuerte presión e influencia de las empresas, parlamentarios del régimen neoliberal y el Estado.
Como se señaló más arriba, en Chile podría objetarse la existencia de burocracias sindicales debido a que el neoliberalismo es completamente regresivo desde el punto de vista de las organizaciones sindicales. A diferencia del periodo nacional desarrollista cuyo proyecto de industrialización iba de la mano de promover la sindicalización, el neoliberalismo se sostiene en la premisa del debilitamiento de los sindicatos. La legislación laboral chilena tiene por finalidad consagrar la fragmentación de las organizaciones sindicales y el debilitamiento de su poder de negociación, lo que también ha tenido, por un lado, un efecto limitador en la capacidad movilizadora de las bases, y por otro, un efecto debilitador de los márgenes de poder de las directivas sindicales que se han visto obligadas a recurrir con mayor frecuencia a los tribunales del trabajo para defenderse del poder empresarial (12). Al respecto, los gobiernos de la Concertación (1990-2010) mantuvieron intacta esta realidad, lo que trajo un enorme costo social al mundo sindical y a los mismos partidos de la transición a la democracia que dirigieron los principales gremios del país.
No obstante la debilidad de los sindicatos, se han producido las condiciones para un proceso especifico de burocratización bajo el neoliberalismo, y por tanto la emergencia de genuinas burocracias sindicales, que si bien, no poseen la fuerza social, económica y política de las burocracias de los gigantes latinoamericanos, ejercen un poder disciplinador sobre los trabajadores en concordancia directa o indirecta con los fines de las empresas. De este modo, lo que propone este artículo es operacionalizar un concepto de burocracia sindical ampliada, con todas las especificidades expuestas para el caso chileno o de economías más pequeñas como Chile.
Estudiar el fenómeno burocrático en los sindicatos tiene por finalidad contribuir a la democratización y fortalecimiento de las organizaciones sindicales en Chile para que los trabajadores se constituyan en actores sociales y políticos y se unifiquen como clase. Desde su nacimiento, los sindicatos fueron creados con la finalidad de unificar a los trabajadores y contrarrestar la fragmentación que impuso el capitalismo. Por el contrario, la emergencia de burocracias sindicales transforma a los sindicatos en su contrario: en sostenedores y administradores de la fragmentación de la clase trabajadora. El caso de la CUT constituye el mejor ejemplo. Mantener los fueros y prebendas entregadas por parlamentarios neoliberales resulta más atractivo que luchar por la unificación de la clase trabajadora en Chile, dividida ya no solo por múltiples funciones económicas, sino por distintos tipos de contrato —subcontratados, plazo fijo, part-time, por nombrar algunos— que acentúan el nivel de fragmentación y los obstáculos para unificar a los trabajadores como clase.
Una de las vías de contrarrestar el poder de burocracias al interior de los sindicatos de empresa o los efectos regresivos que tiene la burocratización sobre la organización de los trabajadores, es mediante el establecimiento de mecanismos y organismos sindicales que garanticen la democracia interna y un control democrático sobre las directivas. No obstante, la existencia de diversas estrategias de democracia proletaria al interior del sindicato constituyen un factor fundamental para realizar el mencionado programa democrático radical. Esto pasa por modificar los estatutos de los sindicatos, los que a su vez rigen su organización interna, lo que puede entrar en tensión con la ley laboral neoliberal.
Los estatutos de los sindicatos deben contener como mínimo para contrarrestar la burocratización: cuerpos de delegados por sección en una empresa o planta si la empresa es a nivel nacional —lo que plantea el debate en los sindicatos por el reconocimiento del fuero de los delegados; las directivas deben ser revocables en todo momento y todo lugar por los trabajadores; si los trabajadores deciden que las directivas deben estar a tiempo completo dedicado a labores gremiales, no debe ser mayor a un año y que terminado el mandato retornen al lugar de trabajo a cumplir horario; las directivas no pueden percibir un salario superior al que reciben por su función laboral en la empresa; la existencia de organismos permanentes de transmisión fluida de información entre las directivas y las bases; secretarios de actas de la asamblea elegidos entre los trabajadores base y sometidos a rotación por asamblea; debe quedar reconocido el derecho de los trabajadores a elegir con plena libertad ser miembros de organizaciones o partidos políticos y emitir su opinión al interior de la organización; el sindicato debe tener independencia política y económica de las empresas, organizaciones patronales y el Estado. Estas son solo algunas de las medidas que se pueden tomar para contrarrestar la burocratización de los sindicatos en una sociedad capitalista y preparar el terreno para momentos de ofensiva social y política de los trabajadores.
No obstante, no basta con establecer una estructura democrática formal en un sindicato que posibilite el empoderamiento de los trabajadores base. Si la lucha por la democratización radical del sindicato no es acompañada por un combate que involucra y enfrenta a los trabajadores con la empresa y los dirigentes burocráticos, cualquier reforma democrática de los estatutos puede quedar en una mera formalidad, manteniéndose intacto el dominio burocrático.
Resulta evidente que la fracción de trabajadores que impulse un programa antiburocrático al interior del sindicato, entrará en abierto conflicto con la empresa y la burocracia sindical o con directivas sindicales de rasgos burocráticos que defiendan los estatutos y la estructura sindical impuesta por la autoritaria legislación laboral. Respecto a directivas que utilizan métodos burocráticos-autoritarios para dirigir el sindicato se debe hacer una precisión.
Existen sindicatos de diverso tamaño cuyos dirigentes realizan funciones gremiales en correspondencia con la ley (artículo 249 del Código del Trabajo) y cobran un sueldo acorde a su labor. Sin embargo, mantienen estrecho vínculo con la empresa y aseguran la “lealtad” de los trabajadores con su directiva y el contrato colectivo acordado con la patronal. Son directivas de orientación corporativa y “apolítica” cuya única función es “administrar el sindicato”. Esto equivale a garantizar el cumplimiento de la autoritaria normativa laboral al interior del lugar de trabajo y la existencia de normativas burocráticas en los estatutos que se corresponden con lo exigido por el Código del Trabajo. Las consecuencias políticas de esto para la organización sindical son evidentes: educa y forma una conciencia de clase economicista, gremialista y por lo tanto conservadora. Esto coloca un obstáculo estratégico para que los trabajadores avancen a constituirse en sujeto hegemónico, es decir, que integren demandas de cambio estructural de la sociedad que los obligue a su vez a criticar sus estructuras burocráticas de funcionamiento sindical.
No resulta extraño que estos dirigentes realicen reuniones a puertas cerradas con la empresa de modo recurrente sin informar a los trabajadores, tomen decisiones que afectan de modo directo a los trabajadores sin consulta a las bases, hostilicen con métodos autoritarios a activistas y la izquierda y no tengan ninguna capacidad de respuesta sindical cuando la empresa realiza despidos masivos o alteraciones en el proceso de trabajo que afecten la calidad de vida de los trabajadores.
La dialéctica de la burocratización de los sindicatos en Chile reside en que la estructura descentralizada y atomizada de estos atenúa el poder económico y político que las directivas sindicales burocratizadas pueden adquirir. A esto se agrega, por un lado, la limitación de la negociación colectiva al lugar de trabajo sin existir un control burocrático de parte de la CUT, y por otro lado, una economía capitalista orientada a la exportación de bienes primarios, sostenida en bajos salarios y un sistema de trabajo precario, lo que agrava las condiciones de vida de los trabajadores. Esto ha producido las condiciones para la potencial emergencia de nuevas vanguardias proletarias y sectores antiburocráticos de trabajadores que lleven adelante movilizaciones por fuera de la legalidad autoritaria neoliberal (12). El ejemplo de las huelgas de trabajadores de la basura en 2013, los profesores en 2014 y los portuarios en 2018, constituyeron no solo nuevas formas de acción colectiva para luchar por sus demandas, sino que la obtención de sus fines estuvo unido con superar a sus propios dirigentes burocráticos.
En comparación con los gigantes latinoamericanos, las burocracias sindicales chilenas y el proceso mismo de burocratización de los sindicatos es relativamente más débil. Es un punto de apoyo estratégico que los trabajadores deben aprovechar para democratizar y revolucionar sus organizaciones bajo un programa antiburocrático. Sin embargo, la capacidad que tengan las burocracias sindicales de hacer uso de la fuerza para mantenerse en el poder de las centrales sindicales, federaciones o sindicatos de empresa, es un proceso que todavía está por verse, y será determinado por la correlación de fuerzas entre los trabajadores, las empresas y el Estado en los momentos de agudización de la lucha de clases.
(1) Los primeros debates en torno a la burocracia sindical en: Bosch, C.; Gaido, D. (2012). “El marxismo y la burocracia sindical. La experiencia alemana (1898-1920)”. En Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 1, 129-152.
(2) Gramsci, Antonio, Cuaderno 2, §150, redactado después de enero de 1933.
(3) Al respecto ver la clásica obra de: James, Daniel. Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina (1946-1976), siglo XXI, 1990.
(4) Álvarez, Rolando, “las políticas laborales de la dictadura militar: Entre la institucionalización del neoliberalismo y la represión. 1979-1989”, p. 57, en: Ponce, José; Santibáñez, Camilo; Pinto, Julio (comp.), Trabajadores & Trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno. 1979-2017, Editorial América en Movimiento, 2017. Se debe aclarar que el autor no tenía por qué problematizar en torno al concepto y experiencia histórica de la burocratización de los sindicatos ya que no era su objeto de estudio.
(5) Al respecto ver: Angell, Alan & Moroni, Marta, La clase obrera y la política en Chile, Desarrollo Económico, Vol. 9, No. 33 (Apr. - Jun., 1969), pp. 33-65; Angell, Alan, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, Editorial ERA, 1974, p. 71 y p. 133,
(6) Barrera, Manuel, El sindicato industrial como instrumento de la lucha de la clase obrera chilena, Universidad de Chile, Instituto de Economía y Planificación, 1971, p. 12.
(7) Al respecto ver: Gaudichaud, Franck, Chile 1970-1973. Los mil días que estremecieron al mundo, Lom ediciones, Santiago, 2016.
(8) Gutiérrez Crocco, Francisca, ¿Sindicatos sin socios, pero representativos? Ideologías de la representatividad sindical en Chile, Revista Polis N° 43, 2016.
(9) Osorio, Sebastián, “De la estrategia concertacionista al sindicalismo de contención. Un balance de la CUT en la postdictadura, 1990-2016”, pp.127-153. Ver p. 136. En: Ponce, José; Santibáñez, Camilo; Pinto, Julio (comp). Op. Cit.
(10) Astudillo Laroze, Gabriel, Entendiendo la baja conflictividad social en Chile durante los primeros gobiernos de la Concertación (1990 – 1996).Tesis para optar al grado de magíster en ciencias sociales, mención sociología de la modernización. Universidad de Chile. 2018. Ver p. 44 en adelante, en particular pp. 103-107.
(11) Osorio, Sebastián, op. cit.
(12) Gutiérrez, Francisca & Gutiérrez, Ignacio, “Movilización legal: una estrategia sindical con efectos ambivalentes”, Izquierdas, 36, noviembre 2017: 200-221.
(13) En Chile, desde 2007 a 2015, del total de trabajadores involucrados en huelgas en el sector privado, más del 65% ha sido en huelgas extralegales o ilegales. Al respecto ver: Medel, Rodrigo; Pérez, Domingo; Velásquez, Diego, “Radiografía de las huelgas laborales en el Chile del neoliberalismo democrático (1990-2015)”, pp. 162-165., en: Ponce, José; Santibáñez, Camilo; Pinto, Julio (comp). op. Cit., pp. 155-176.
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