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Red Internacional
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Precariedad Laboral. Por una UACM hecha también para nosotras

Desde esta reflexión quiero compartir con ustedes un par de las experiencias más significativas de mi práctica docente a través de mis años dentro de la universidad.

Martes 21 de enero de 2020

Mi nombre es Aída Chacón Castellanos. Soy miembro de la Asamblea de Profesores de Asignatura de la UACM en lucha y considero que es de suma importancia añadir a nuestra lucha laboral, los elementos cotidianos que la atraviesan, nuestras subjetividades, nuestras experiencias en la cotidianidad docente y partir de ahí para exigir un trabajo digno para todas nosotras y un alto a la precariedad laboral que se ha vuelto una práctica constate contra el sector trabajador no solo de este país, sino de América Latina en general.
Desde esta reflexión quiero compartir con ustedes un par de las experiencias más significativas de mi práctica docente a través de mis años dentro de la universidad.

En enero del año 2014 comencé a impartir clases en el plantel Cuautepec de la UACM. Este plantel tiene la singularidad de estar una de las zonas vulnerables de la ciudad de más difícil acceso. Mientras que los demás planteles tienen una cercanía relativa a estaciones del metro o avenidas concurridas, el Plantel Cuautepec se encuentra lejos de todo esto. Sin embargo, el problema no ese porque responde a una de las necesidades más puntuales del proyecto educativo y la universidad se hace presente en las zonas que la requieren. La cuestión es que se trata de una zona con altos índices de delincuencia y el reto de transformar la sociedad a partir de la educación y la integración de la comunidad, no es uno que pueda resolverse de la noche a la mañana. Se requiere entonces la correcta gestión por parte de las autoridades del plantel para que exista un sistema de transporte seguro y eficiente para los estudiantes, profesores, administrativos y todos los que laboren en el plantel y, a su vez, de la comunidad que también pueda servirse de dicho transporte.
Durante años este ha sido un tema sin resolver por completo porque, simplemente, no existe un plan bien diseñado que permita tener eficiencia en esta ruta. Los esfuerzos universitarios no van más allá de charlas, promesas, buenos deseos. El resultado que impera es un transporte ineficiente, con alternativas inseguras y caras.

Otra de las cuestiones que resultan imperativas para resolver en la universidad es la creación de un protocolo de atención a víctimas de violencia con perspectiva de género. Durante el año pasado tuve una alumna que se acercó a mí para pedir ayuda. Ella atravesaba por una relación violenta y me pedía que la orientara para terminar con eso, para poder salir de ahí. Mi reacción fue la que me habría gustado recibir a mí, la escuché, le pregunté qué quería hacer, pero estoy segura de que eso no fue suficiente. Yo no cuento con la capacitación adecuada para atención a víctimas, así que busqué ayuda en los diversos departamentos que existen en la universidad, fui a servicios escolares, a la oficina de asuntos escolares, pregunté a varios trabajadores hasta que llegué a servicios estudiantiles. Cuando estuve ahí nadie pudo explicarme qué hacer ni cómo apoyar a mi alumna. Tomaron mis datos y me pidieron que volviera a ir en una semana para ver si me habían averiguado algo. Regresé una semana después, y me dijeron lo siguiente: “como tal, no existe nada que podamos hacer, pero este es el teléfono de unas maestras que se dedican a esas cosas de género”. Al día siguiente, con ese papelito en la mano y con toda la impotencia por no saber qué más hacer, me presenté a la clase con la esperanza de hablar con mi alumna de nuevo. Ella no asistió, tampoco asistió a ninguna clase más durante el semestre. No la volví a ver.
En el plantel no existe un departamento, una sección o una oficina de atención a víctimas de violencia. No hay tampoco un protocolo, ni el personal adecuado para dar atención psicológica a quienes así lo requieran y soliciten. Queremos que existan elementos institucionales para apoyar a nuestras alumnas y compañeras que lo requieran. Queremos sentir que a la institución cuyo lema es “Nada Humano me es ajeno”, realmente deje de ser ajeno a las cuestiones elementales de seguridad integral para cada mujer que sea miembro de la comunidad uacemita.

La precariedad laboral no se trata únicamente de un sueldo injusto y la falta de prestaciones, también se trata de la falta de elementos necesarios para la realización de nuestra labor diaria, de la falta de una infraestructura digna para atender las cuestiones comunes en la universidad.
Nuestra escuela carece de la sensibilidad para acercarse a la comunidad. Día a día llegan a nuestras aulas alumnas de todas las edades, desde la joven de 17 años hasta la mujer de más de 50, todas con el anhelo de prepararse y estudiar para tener acceso a una vida mejor.

Para atender a una comunidad tan amplia, nos faltan espacios adecuados, nos faltan protocolos, nos falta que la universidad quiera visibilizar la realidad: se trata en cuantiosos casos de mujeres de escasos recursos, con hijos, sin una red de apoyo que les permita llevar a término sus estudios, sin acceso a atención psicológica para contrarrestar la influencia de su entorno que les dice cotidianamente “ya para qué estudias”.

Por estas razones y muchas más que quizá no puedo abordar de una por una en esta ocasión, es que las profesoras de asignatura de la UACM exigimos el derecho a un trabajo digno, el respeto irrestricto del proyecto educativo y social de la UACM y nos pronunciamos a favor de una educación pública y gratuita de manera crítica, científica, humanística y popular de manera irrestricta.

Exigimos mayor presupuesto para la educación, exigimos las condiciones mínimas necesarias para el desarrollo de nuestras alumnas y compañeras, queremos la creación de propuestas para la integración de la comunidad de manera más eficaz y permanente. Queremos que, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, lo humano deje de serle ajeno.

Muchas gracias.