En la relación del kirchnerismo con la clase obrera, se hallan algunas explicaciones de por qué amplias capas no quisieran "volver" al ciclo K.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Domingo 29 de octubre de 2017 10:16
En la biblioteca desentona "La política en el Siglo XXI". El libro cuya autoría corresponde a Jaime Durán Barba y a Santiago Nieto, no tiene mucho que ver con el resto de la literatura que reposa en los estantes. "Es que hay que conocer al enemigo" se excusa el joven.
"Yo los felicito. Lograron que los trabajadores y sectores populares creyeran que sus intereses son los de los sectores dominantes", explica.
Habla con los ojos muy abiertos, levanta los hombros y sacude las manos, como si todo le pareciera una incógnita enorme. El joven votó a Unidad Ciudadana. Con los números aun frescos, no se explica la performance de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires ni en el resto del país.
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Lo que el joven tampoco se explica es la existencia de un importante techo político para la figura de la expresidenta, que encabezó la lista de Unidad Ciudadana. Su única hipótesis tiene que ver con la “estrategia duranbarbista” como fuente de todo convencimiento y persuasión a los votantes. Además de un exacerbado hincapié sobre el discurso de la corpo mediática.
CFK en el búnker de Unidad Ciudadana. Enfoque Rojo
Pero eso es solo la punta del iceberg. Hay que picar mucho hielo para encontrar las razones profundas por las que millones no creyeran en la necesidad de “volver” al ciclo kirchnerista. Más precisamente ¿qué implicaría volver para las amplias capas que componen lo que suele aparecer pegado en oraciones y consignas, los "trabajadores y sectores populares"?
No todo tiempo pasado fue mejor
“Decimos que la clase trabajadora está dividida en tres pedazos: la crema, la leche y el agua. La crema en una sociedad como la nuestra es hasta el 20% de los trabajadores, trabajadores integrados, los trabajadores reconvertidos, dicen ellos, ¿no? Son estos trabajadores que consumen, que compran dólares. Después está otro sector que sí es bastante más grande, que es la leche, que sí es el sector de trabajadores no reconvertidos. Muchos de la UOM, de textiles. Finalmente están los trabajadores de la economía popular. Ejemplos: fábricas recuperadas, cooperativas, los cartoneros”.
La metáfora corresponde a Emilio Pérsico, histórico líder del Movimiento Evita, quien definió así la división de la clase trabajadora, en diálogo con Paula Abal Medina. (Revista Anfibia, "Clase Obrera. Las formas políticas del trabajo").
En esas divisiones y lo que significó para cada franja el último período del ciclo kirchnerista, habría que buscar parte de las razones que explican los actuales límites electorales de Cristina Fernández.
Como punto de partida, es necesario convenir que la fuerte profundización de la fragmentación del sujeto "clase obrera", es parte del balance de las gestiones kirchneristas.
¿Egoístas privilegiados?
La relación del kirchnerismo con la "crema", los asalariados en blanco, sindicalizados y con los mejores sueldos, estuvo atravesada por la discusión del impuesto al salario. La bronca de las capas alcanzadas por este impuesto, se tradujo en la convocatoria de parte de la burocracia sindical de la CGT y la CTA a cinco paros generales durante el gobierno anterior.
Ante cada medida de lucha, la reacción gubernamental fue demonizar a los trabajadores, tratándolos de “egoístas”, dado que “no querían” aportar de sus sueldos "privilegiados" al bienestar general. Pero, mientras el discurso oficial hablaba de redistribución del ingreso, la política estatal se negaba a tocar las abultadas ganancias del empresariado, que como se ha repetido hasta el cansancio, "se la llevó en pala".
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Según el sitio Chequeado.com, en un chequeo de marzo de 2015, "en 2014 (último dato disponible), el número de trabajadores que pagó el impuesto a las Ganancias fue de 1,03 millones", es decir, un 11 % de los trabajadores registrados. Según se detalla acá por cada peso que aportaron las empresas a la recaudación por ganancias, entre 2014 y 2015, los trabajadores aportaron dos. Los asalariados contribuyeron con el 65 % de la recaudación a partir de este impuesto.
Ciudad vacía: postal de la contundencia del reclamo contra el impuesto al salario. Archivo Enfoque Rojo
En mayo de 2015 el gobierno introdujo cambios en el gravamen, que afectó a los asalariados que ganaban sueldos de hasta $ 25.000. El reclamo por entonces era la modificación del mínimo no imponibl, pero el gobierno no lo subió sino que redujo lo que tributaban quienes ganaban hasta $ 25.000 en bruto.
Un informe publicado en mayo de 2015 por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), se refería al impacto que tendría la modificación. Allí establece que "el trabajador alcanzado por el impuesto no verá disminuida su obligación impositiva en relación al año 2014, sino que por el contrario sufrirá un nuevo incremento de presión tributaria aun cuando esté comprendido en el beneficio anunciado (…) deberán destinar un porcentaje superior de su salario a pagar el impuesto".
Como se ve, ante una demanda muy sentida de este sector de los asalariados, la única modificación implementada por el kirchnerismo fue una medida cosmética, en medio de una especulación relacionada a los aumentos que los trabajadores recibirían en paritarias. Esto habilitó a Cambiemos para hacer demagogia y promesas hasta ahora incumplidas, sobre la eliminación de esta carga sobre el bolsillo trabajador.
¿Economía popular o desigualdad institucionalizada?
"Sobre el final del gobierno de CFK quedó claro que las organizaciones del otro movimiento obrero tendieron a quedar ‘atrapadas’ en el ministerio de Desarrollo Social. Reconocidos como sujetos organizados, ya no serían ‘los asistidos’, pero su condición de pobres solaparía la de trabajadores", sostiene Paula Abal Medina, en "¿Existe la clase obrera?" (Capital Intelectual, 2017).
El "otro movimiento obrero" del que habla la autora, contiene a lo que se conoce como movimientos sociales o piqueteros: el "agua", como lo definió Pérsico, o "las cabecitas negras del siglo XXI". La alusión a la cartera de Desarrollo Social tiene que ver con la ligazón existente con el Estado a través de subsidios y planes sociales.
Según Abal Medina, "la estructura sindical parece estar ensanchándose" y ahora existen tres estructuras gremiales: la CGT, la CTEP y la CTA.
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Pero el surgimiento de la categoría "trabajadores de la economía popular", la consolidación de sus organizaciones como la CTEP (Central de Trabajadores de la Economía Popular) y la conversión de sus dirigentes en "sindicalistas", no implica necesariamente un avance en las condiciones de vida de los sectores que comprende. Más bien se relaciona con la institucionalización de la pobreza y la informalidad.
Los referentes de los movimientos sociales hablan de “salarios sociales” y de “canasta básica popular”. ¿Cuál es la diferencia entre salario a secas y salario social? ¿Y entre canasta básica y canasta básica popular? Esta institucionalización y la nueva fraseología para hacer referencia a las condiciones de vida del segmento más pobre de la clase obrera, está llena de eufemismos para disimular que lo que se está haciendo, es legalizar la división entre precarios y efectivos.
La Asignación Universal por Hijo (AUH) fue impulsada por el kirchnerismo en 2009. Actualmente da cobertura a 3,5 millones de niños, niñas y jóvenes aproximadamente, distribuidos en 1,8 millones de hogares. La última modificación de la misma en el ciclo kirchnerista (junio 2015) llevó su monto de $644 a $837, una cifra que, a pesar de ser un paliativo, no deja de ser irrisoria.
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Como se señala acá, el número de beneficiarios de estos planes, permite tener una medida de la "consolidación de un ’modelo’ con un tercio de la fuerza de trabajo en ’negro’ y bajos salarios".
Es innegable que la política de las asignaciones significó un paliativo para el día a día de estos sectores, que de todos modos no superaron el nivel de la pelea diaria por la supervivencia. La posibilidad de acceder a trabajos y salarios genuinos, estuvo vedada para estos millones.
Emilio Pérsico y la ministra de Desarrollo Social de Cambiemos, Carolina Stanley
Si el gobierno anterior hubiese tenido la determinación de afectar profundamente los intereses del gran empresariado, podría haber otorgado subsidios mucho más cuantiosos. En junio de 2015 todas las asignaciones sumaban un presupuesto anual de $ 31 mil millones: un tercio de lo que se preveía gastar ese año en pagos de la deuda externa, más de $ 100 mil millones. Recordemos que hasta hoy además, siguen sin pagar impuesto a las ganancias la renta financiera y el juego.
Tal como se ha señalado “la gestión “nac&pop” sobre la pobreza estructural resultó tan limitada que hasta la CEOcracia actualmente gobernante puede ejecutar un plan similar, sin por eso tensionar su programa de matriz neoliberal”.
¿La precariedad vuelve o se profundiza?
En el último tramo de la campaña de Unidad Ciudadana, Cristina utilizó mucho el concepto de “precarización”. Lo hacía como forma de describir el efecto que las políticas de ajuste de Cambiemos generan en la vida de las personas. Incluso llegó a hacerlo más extensivo y acuñó la idea de “democracia precarizada”.
¿Es la precarización y la flexibilización de las condiciones de vida y laborales del pueblo trabajador un fenómeno nuevo? O mejor dicho, dado que la flexibilización y precarización laboral son procesos que se instauraron con fuerza en los años 90, ¿se puede decir que no existió continuidad alguna durante las gestiones K? El kirchnerismo habla de la precarización como si fuese algo que vuelve a instalarse, pero la realidad es que amplias capas de la población padecieron este flagelo a lo largo de toda la “década ganada”. La precarización laboral es parte de la herencia kirchnerista de la que el macrismo no reniega. Por el contrario, se propuso profundizarla desde el día uno de su mandato.
Así “la leche” es el segmento de trabajadores más amplio, diversificado y sometido a distintas formas contratación laboral y niveles salariales. El “precariado” como se lo ha denominado, abarca por lo menos a un tercio de la clase trabajadora. Paula Abal Medina engloba en este segmento a los “tercerizados, subcontratados, eventuales. Por ejemplo, los trabajadores jóvenes que rotan indefinidamente entre trabajos inestables y mal remunerados: un local de ropa, un shopping, un call center, una empresa de comidas rápidas o un supermercado”.
Un informe del Indec de fines de 2015 estableció que uno de cada tres trabajadores no estaba registrado de manera formal al cierre del tercer trimestre de 2015. El kirchnerismo dejó el poder con un tercio de los trabajadores en negro.
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“El gobierno del Estado dejó de promover leyes flexibilizatorias pero no revirtió el legado de la reestructuración capitalista, a través de reformas parciales en la legislación sancionada en los ‘90 y de la homologación de convenios y acuerdos colectivos que incluyen distintas modalidades de flexibilización”, afirma la investigadora Clara Marticorena en Un balance de la legislación laboral durante el kirchnerismo.
Sostiene además que los cambios legales durante el kirchnerismo, tuvieron que ver más “con las condiciones salariales y de contratación sin avanzar centralmente sobre la organización del proceso de trabajo”. “La legislación laboral introdujo cambios parciales que, en tanto tales, convalidaron el avance patronal consolidado en las reformas noventistas”, añade.
Durante el kirchnerismo, formas de precarización como los contratos temporales tuvieron lugar extendidamente dentro del mismo Estado. Los miles de despidos en el Estado que impulsó Cambiemos cubriéndose con el discurso de los “ñoquis”, tuvieron como punto de partida un alto porcentaje de trabajadores contratados. Estos miles no obtuvieron el pase a planta permanente durante el gobierno anterior, lo que permitió al macrismo la no renovación de contratos.
Call center: emblema de la precarización laboral juvenil
“En el caso del empleo público, la contratación a término (10% de la planta nacional) convive con un sector no registrado (12% de los empleados públicos de todo el país), y con forma de tercerización, así como el ocultamiento de la relación de dependencia bajo la contratación por locación de servicios. A nivel nacional la inestabilidad laboral afecta al 26,4% de los trabajadores estatales”, se detalla en esta nota de junio de 2015.
El macrismo no reniega de esta herencia, que constituye el colchón sobre el que se apoya para avanzar en las reformas que prepara en materia laboral. Las enérgicas denuncias de Cristina Fernández en campaña, fueron hechas como si su espacio político no hubiera gobernado el país por 12 largos años.
El debate para lo que viene
El joven mira largamente el libro de Durán Barba Nieto, aunque allí no está la explicación exclusiva del éxito de Cambiemos. De hecho Cristina también echó mano a algunos recursos de este manual en su campaña hacia las PASO.
La estrategia duranbarbista del kirchnerismo tomó el nombre de Unidad Ciudadana, pero suavizar el discurso para volverlo menos confrontativo que en los años de la “crispación” K, no fue suficiente.
De allí que, en la carrera para las generales, la ex presidenta haya optado por una campaña más típicamente peronista, buscando avanzar sobre el acotado espacio de Massa y Randazzo. Esto, a la luz de los números obtenidos, también demostró límites.
Es que cualquier construcción discursiva necesita ser contrastada con una realidad material concreta. El límite más serio al crecimiento electoral del kirchnerismo se relaciona con el hecho de que, para amplias capas de la población trabajadora, no fue un período idílico, tal como expresa el análisis presentado.
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Mientras el gran empresariado pasó por un ciclo de importantes ganancias, las divisiones al interior de la clase obrera se perpetuaron, al tiempo que se asentaban nuevos niveles de precarización y la pobreza estructural no era revertida. Para alterar esa situación hubiera sido preciso afectar profundamente los intereses del gran capital nacional y extranjero. Algo que el kirchnerismo se mostró incapaz de realizar.
Se hace necesario empezar a discutir un balance de este, tipo entre quienes vieron posible una trasformación profunda del país por medio del Estado durante la gestión kirchnerista. Esta nota ha sido un intento en ese sentido.
Movilización de la izquierda y el sindicalismo combativo contra los despidos en PepsiCo
En momentos en que la derecha se envalentona por el triunfo electoral de Cambiemos, urge sacar conclusiones estratégicas. Es preciso avanzar en la construcción de una fuerza social y política capaz de derrotar el ajuste que vendrá. Desde el PTS y el Frente de Izquierda, luego de la importante elección realizada en todo el país, nos proponemos aportar en esa construcción.