Las tensiones del plan macrista, a dos meses de gobierno. La inflación como un problema central que no logran resolver. La paritaria docente y las dificultades del gobierno para implementar el ajuste sin que escale la conflictividad social preanuncian mayores crisis.

Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Jueves 18 de febrero de 2016
De todas las promesas demagógicas que hizo el macrismo durante su campaña electoral, una de las más importantes fue aquella que aseguraba que la salida del cepo cambiario y la devaluación no vendrían acompañadas de un salto inflacionario.
Según la curiosa versión de Cambiemos por aquellos días, la economía ya funcionaba con los valores del “dólar blue” y no con los del dólar oficial, que por ese entonces estaba algo arriba de los 9 pesos. Por lo tanto, la llamada “unificación del tipo de cambio”, no tendría mayores consecuencias. Dos meses después, los resultados están a la vista.
Si las falsas promesas ayudaron al macrismo para obtener el triunfo electoral, promediando febrero son más serios los rostros que se observan en los dirigentes de la otrora “Revolución de la Alegría”.
El dilema clave lo sintetiza, a su manera, el diario La Nación: “Macri está en un brete: los economistas ortodoxos, incluso algunos en el Gobierno, consideran demasiado gradual el ajuste de 1% del PBI. Y los opositores del kirchnerismo dicen que es un ajuste salvaje”.
El problema deriva de la contradicción entre el programa de gobierno y lo que expresaban las promesas de campaña. La demagogia electoral, que incluía también la promesa de “pobreza cero”, era un reconocimiento, a su manera, de que no había consenso para un ajuste, principalmente entre grandes franjas de los trabajadores. El discurso que sirve para ganar elecciones, se vuelve un problema a la hora de gobernar.
La paritaria docente es un buen ejemplo de la dificultad. Aunque no está cerrada, los números de referencia del acuerdo nacional (llegaría a un 40% de aumento en agosto), que después sirven de parámetro para discutir en las provincias, muy lejos están quedando de la pauta que quería el gobierno, cercana al 25% de aumento.
Al macrismo le gustaría dar un golpe más duro al bolsillo, como parte de un programa de ajuste que baje la inflación, pero las pesadillas de la gran huelga docente de 17 días del 2014 despiertan por las noches a los funcionarios del gobierno. Aún así, el aumento que se aproximan a cerrar deja una realidad en la que el salario docente será aproximadamente la mitad de la canasta familiar. Es decir, muy lejos de cubrir las necesidades elementales.
Sin embargo, para el gobierno el acuerdo tiene el problema adicional de que el porcentaje de aumento eleva el piso de las negociaciones para todo el país, complicando el pacto que ya varios dirigentes se aprestaban a firmar, canjeando un monto bajo en las paritarias por modificaciones en ganancias (que serían anunciados hoy) y fondos millonarios de las obras sociales sindicales. Los funcionarios macristas buscan despejar ese problema diciendo que el de la educación “es un caso especial”, pero lo cierto es que los dirigentes que firmen muy por debajo del acuerdo docente se exponen a pagar altos costos en sus bases.
De este modo, el macrismo se debate sin solución entre el ajuste que necesitaría aplicar y la relación de fuerzas entre las clases sociales, que le pone sus límites a un ataque más profundo, si no quieren que el mismo se vuelva una aventura de destino incierto. Por las dudas, igual ya prepararon el “protocolo antipiquetes”, de cara al previsible crecimiento de la conflictividad social.
La inflación se transformó a esta altura en el principal problema del gobierno. Como la frazada es corta, el descontento popular crece, pero también del otro lado trinan por un ajuste insuficiente. Por derecha, crecen los cuestionamientos al plan económico, porque se hace improbable que con este nivel de ajuste puedan bajar la inflación y el déficit fiscal, poniendo en riesgo también que la escalada de precios anule en pocos meses la competitividad ganada con la devaluación. Para más problemas, la “lluvia de dólares” prometida también por el macrismo en campaña es menos probable por estos días que la ansiada lluvia que termine de una vez con la ola de calor que, dicho sea de paso, viene acompañada con cortes de luz para cientos de miles de personas, lo cual no hace sino aumentar más aún la bronca contra el tarifazo eléctrico. Aun resolviendo el conflicto con los fondos buitres, no queda nada claro que las tan anunciadas inversiones lleguen a caudales.
También hay otros frentes abiertos en los cuales hay fricciones. Si las medidas tomadas por el macrismo en estos dos meses favorecieron sobre todo a los grandes capitalistas (devaluación y quita y baja de retenciones a distintos sectores, principalmente), queda otro foco de tensión con los empresarios no monopolistas. La Unión Industrial Argentina lo hizo saber expresando su preocupación por las implicancias de los tarifazos para 6900 empresas, algunas de las cuales advierten sobre posibles cierres. El vicepresidente de la entidad, Daniel Funes de Rioja, reclamó ayer "una combinación de medidas" para que los aumentos del costo de energía "no afecten a la producción, el empleo ni al consumo".
Por su parte, la Unión Obrera Metalúrgica, con representación en muchas empresas pequeñas y medianas, señaló también que ya son cientos los despidos y las suspensiones en el sector, sobre todo en partidos del Gran Buenos Aires como Quilmes, Florencio Varela o Avellaneda, entre otros. Sin embargo, la preocupación del gremio de Antonio Caló no alcanza para pasar a los hechos, y por ahora prefieren negociar con Macri en Casa Rosada en lugar de llamar a un plan de lucha para enfrentar la situación.
Un tercer actor ligado al tema en la misma región, el Consejo Provincial del Partido Justicialista, endureció su discurso hacia el macrismo. Conducidos por Fernando Espinoza, emitieron un documento que acusa a Macri y a Vidal de provocar una recesión que golpea a los sectores populares. En uno de sus pasajes, el escrito le exige al macrismo que “cambie sus políticas porque ya empiezan a generar recesión, caída del crecimiento y del consumo popular, más inflación y desempleo”, a la vez que llama a “fortalecer un frente político y social multisectorial para contener el conflicto social que se está prefigurando frente a las políticas injustas y antipopulares de esta derecha Argentina”.
Si bien el peronismo nada serio hace para resistir de forma efectiva los ataques del macrismo, el documento sí es sintomático de los tiempos que corren.
Pasados dos meses de gobierno, el plan del macrismo empieza a parecerse a la cuadratura del círculo, y las tensiones que se observan por estos días anticipan que los problemas estructurales de la economía argentina no se resolverán sin mayores crisis y enfrentamientos entre las clases sociales. El PTS en el Frente de Izquierda se propone estar en la primera línea de los enfrentamientos contra el ajuste, y plantea un programa anticapitalista, para dar respuesta a los problemas de las mayorías obreras y populares.

Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.