Con 121 millones de dólares, el consorcio integrado por las empresas Ovoprot, Tanacorsa y Grupo Laclau se adjudicó la segunda empresa avícola del país.
Miércoles 26 de octubre de 2016
El consorcio viene realizando una "prueba" hace casi un año a cargo de la empresa avícola. Está encabezado por Ovoprot -la segunda productora de huevo en polvo más grande en Latinoamérica- a quien secundan Tanacorsa y Grupo Laclau; contaron con el apoyo del banco brasileño BTG Pactual. Con 121 millones de dólares, se adjudicó la segunda empresa avícola del país.
Este grupo de empresas fue el encargado de la reactivación de la planta, proceso que originó pérdidas enormes de derechos y conquistas a los trabajadores que vieron deteriorarse sus condiciones de trabajo, perdiendo antigüedad y la estabilidad, al estar bajo un contrato temporal. Son responsables también de que cientos de trabajadores todavía no hayan recuperado sus puestos de trabajo; mediante promesas y migajas los mantiene en la incertidumbre sobre su reingreso.
Este consorcio se encargó de desplegar un enorme lobby en los medios y entre los trabajadores. Mediante los primeros se encargaron de instalar en la opinión pública que la competidora Granja Tres Arroyos se convertiría en un monopolio y que no aseguraría los puestos de trabajo, entre otras versiones que se encargaron también de difundir entre los trabajadores. Para esto último contaron con el servicio de la burocracia del STIA (Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación) y de la Comisión Interna traidora.
La mencionada firma Granja Tres Arroyos está respaldada nada más y nada menos que por George Soros -dueño del grupo Adecoagro- acompañado también por la pampeana Litirigoyen y Cía., con el financiamiento del Banco Holandés Rabobak. George Soros es la séptima persona más rica del mundo, un especulador profesional que no hubiera hecho nada muy distinto a lo realizado por Proteinsa.
Una nueva etapa para los trabajadores
Se cierra una etapa y se abre una nueva, en la que los trabajadores deben organizarse para enfrentar los atropellos, recuperar y defender las conquistas ganadas. Este año las patronales están más envalentonadas y vienen por más, ya que el macrismo -con la complicidad de la burocracia sindical- da vía libre para que el ajuste caiga sobre las espaldas de los trabajadores. Esto se refleja no solamente en Cresta Roja sino en todas partes: cada vez es más grande el nivel de desempleo y de pobreza.
La única salida para los trabajadores de Cresta Roja es organizarse democráticamente y desde las bases, ambas plantas de conjunto, los que ingresaron a trabajar junto a los que aun esperan su ingreso, para pelear y lograr sus demandas. Para lograr esto hay que sacar conclusiones de la etapa anterior.
Un breve repaso
A principios de 2015, todavía bajo el gobierno kirchnerista, los trabajadores de Cresta Roja se enfrentaron a los lock-out de los Rasic y sufrían la militarización dentro de la fábrica por parte de la Policía Bonaerense, además de las falsas soluciones que les daba el gobierno mediante Aníbal Fernández primero o el "interventor" Gurzi más tarde. También sufrían el inmovilismo y la inacción de la burocracia del STIA, quienes dicen estar al servicio de los trabajadores pero no hicieron un solo paro no solo en esos meses sino en dos años de conflicto.
En esta primera etapa los trabajadores tomaron una decisión clave para el conflicto: tomar el camino de unificarse ambas plantas coordinando la lucha, hacer guardias en los portones y un fondo de lucha –entre otras medidas- durante una semana para luego, manteniendo los bloqueos, marchar hacia la Municipalidad de Ezeiza para exigirle al intendente Alejandro Granados que se invaliden todos los telegramas de despido vigentes a ese momento, exigiendo la reactivación inmediata. Al poco tiempo se votó destituir a la comisión interna de ese entonces -que jugó todo su mandato a favor de la patronal avalada por el sindicato- coronando ese hecho histórico con el cantito: "los traidores no vuelven nunca más".
Este proceso, sin embargo, no culminó con la elección de una nueva comisión interna que representara la unidad y expresara el salto en organización lograda en la lucha; yendo en contra de lo votado en los portones, se rompió la unidad para presentar una lista propia, dividiendo el activismo de los portones. Las consecuencias fueron nefastas para todo el proceso de ahí en adelante. Se dividieron en tres listas -cuando estaba al alcance una lista de unidad sin la burocracia- y surgió un limite enorme como lo es esta actual comisión interna que permitió al macrismo y a Proteinsa llevar adelante sus planes y terminó burocratizándose tanto que terminó a los abrazos -con chalequitos verdes incluidos- con Luis Morán y la burocracia del sindicato.
El mareo fue de tal magnitud que incluso varias corrientes de izquierda -en busca de figurar en lo que fue la lucha del año- buscaron ligarse a la lucha nada más y nada menos que con acuerdos con esa comisión. Es evidente que con esta conducción no se puede recuperar lo perdido ni mucho menos enfrentar lo que se viene.
Para que esto cambie y que la balanza se vuelque para el lado de los trabajadores, se debe aprovechar que se abre una nueva etapa y organizarse para lo que viene. Se torna fundamental exigir una asamblea general para discutir el pliego de reclamos que se tiene que discutir con la nueva patronal, partiendo de exigir el ingreso de todos los compañeros que restan entrar y cómo recuperar las conquistas perdidas. Es necesario también abrir la discusión sobre el llamado a nuevas elecciones, ya que entre los trabajadores corren rumores de que la burocracia pensaba hacerlo y, de ser real, es un proceso que tienen que tomar en sus manos los trabajadores para evitar cualquier maniobra que permita la vuelta de Morán, Arriola y sus secuaces.