La SEP incluye en su manual de seguridad para escuelas protocolos para “enfrentamientos con armas de fuego en los alrededores del plantel” y “despliegue de fuerzas militares o policíacas”.

Sulem Estrada, maestra de secundaria Agrupación Magisterial Nuestra Clase y Pan y Rosas
Jueves 4 de enero de 2018

Según datos del diario El País, el 2017 terminó con 32 mil 18 homicidios conviertiéndose en el año más violento de la historia reciente de México. El Financiero apunta que hasta septiembre se contaban 68 asesinatos por día. Las cifras de feminicidio oscilan ya entre 7 y 8 al día siendo así mil 844 las mujeres asesinadas por su condición de género en el último año.
La ola de violencia que se desató tras el despliegue de la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón, continuada por Enrique Peña Nieto y ahora mejor armada con la Ley de Seguridad Interior, aumenta cada vez más.
Los partidos del régimen, los gobernantes y funcionarios en curso apuestan porque las espeluznantes cifras de violencia en el país sean normalizadas y los operativos militares sean cada vez menos la excepción y cada vez más la norma.
En octubre del año pasado se viralizó un video en el que estudiantes de una primaria en Baja California Sur realizaban en el patio de su escuela un simulacro con policías armados y audios bastante realistas de tiroteos. Hoy el protocolo para protegerse frente a “las amenazas del narco” se extiende también a preparatorias y bachilleratos. En este la SEP señala ante algún peligro de esta índole:
“Recostarse en el piso bocabajo, lejos de puertas y ventanas, así como permanecer en silencio y apagar el celular. Evitar actos como correr o asomarse por las ventanas, entrar en contacto con los agresores, tomar fotografías o videos del suceso. Informar a la o el docente si él mismo o un compañero ha resultado herido”.
Esas son las instrucciones para niñas, niños y jóvenes a los que estamos formando en las escuelas de México.
Naturalización de la violencia
Lo que es cuestionable no es en sí el hecho de que se conforme un protocolo para que estudiantes, maestros y directivos sepan responder a un enfrentamiento armado, lo que en realidad hace ruido es que organismos del gobierno continúen presentando soluciones paliativas a un problema profundamente estructural.
La creciente violencia a la que están sometidas las capas más pobres de la población no son naturales ni casuales. Hoy en día miles de jóvenes tienen escasas opciones laborales que producto de la reforma laboral y los beneficios que el gobierno le da a los empresarios, no les pagan lo suficiente ni les presentan los derechos laborales necesarios, muchos de ellos encuentran en el narcotráfico las retribuciones que en otro trabajo no encontrarían, otros varios ni siquiera tienen otra opción.
Los cotidianos robos y asaltos responden de la misma manera a la pobreza generalizada que viven tantos y tantas en el país. El duro clima que vivimos es parte de las miserias del capitalismo, donde unos cuantos viven con todos los lujos habidos y por haber y el resto nos las vemos cada vez peor.
Militarización como forma de control social
Son 12 años de haber sacado a los militares a las calles y hemos visto en innumerables ocasiones como éstos reprimen a quienes salimos a protestar, como el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa o el pueblo de Nochixtlán en Oaxaca. Queda claro con que la estrategia de militarización no tiene nada que ver con combatir al crimen organizado si no con fortalecer el control del Estado en ciudades y pueblos.
La militarización sigue siendo la solución de los de arriba, mientras a los niños, jóvenes y maestros nos presentan protocolos para que sepamos como mantenernos a salvo frente a la ya cotidiana presencia del narcotráfico, paramilitares, militares y demás sujetos armados.
Pero lo que queremos no son manuales de seguridad, no queremos tener que saber cómo agacharnos y guardar silencio cuando hayan tiroteos en nuestras escuelas, no queremos seguir normalizando que nuestros jóvenes se vean obligados a elegir entre ser reclutados por el narco (y ser atacados si no aceptan) o agonizar en una línea de producción, con jornadas laborales interminables y salarios de miseria.
Lo que queremos es que termine esta reaccionaria guerra que tiene como enemigos a la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, no a los grandes magnates del narcotráfico. Es necesario que los de abajo nos unamos y construyamos entre todos un amplio movimiento democrático a nivel nacional para que los militares vuelvan a los cuarteles y poner un alto a la militarización y la criminalización de la protesta social.

Sulem Estrada, maestra de secundaria
Maestra de secundaria