La aprobación en la Cámara de Diputados del proyecto de reforma a la Constitución que habilita a los afiliados a las AFP retirar hasta el 10% de sus fondos de pensiones, y ad portas de la votación en la Cámara de Senadores, ha desatado un intenso debate político, constitucional y económico , que es reflejo de la profunda crisis orgánica que atraviesa el régimen político de la transición , sustentado sobre las bases constitucionales heredadas de la dictadura, desde la revuelta de octubre , agravada por la profunda crisis sanitaria y económica que tiene sumergido al país en un escenario profundamente polarizado, con miles de muertos a cuesta y cerca de 2 millones de desempleados.
La presentación del proyecto generó un fuerte rechazo del gobierno y de los grupos empresariales del país. La discusión de una medida que en otras circunstancias y países podría ser considerada de “mínima” y que mantiene la lógica “subsidiaria” ( aspecto fuertemente cuestionado de la actual Constitución dado que implica echar mano a nuestros propios ahorros para costear la crisis que los capitalistas han provocado), se monta sobre la base de un profundo rechazo al actual sistema de pensiones AFP. Y no es para menos que los empresarios las defiendan tan férreamente. Según datos de la Fundación Sol los fondos de las AFP constituirán el 80% del PIB de Chile, por lo que el negocio de las pensiones es la viga maestra de la actual configuración del capitalismo chileno.
Y precisamente por tocar un aspecto medular del modelo chileno, y dado que el proyecto es presentado como una reforma a la constitución lo que le suma popularidad ante un sentimiento mayoritario de querer acabar con la misma, es que el Ministro de Hacienda Ignacio Briones ha acusado a los patrocinantes del proyecto de vulnerar el “acuerdo constitucional” firmado en noviembre del 2019 por tratar una materia que debiese ser discutida en dicha instancia, pese a la actitud defensiva de la oposición de sostener que este es un proyecto acotado a la actual situación de emergencia que atraviesa el país.
Acusaciones más acusaciones menos, lo cierto el debate constitucional se ha vuelto a reactivar en un contexto en que la crisis política que atraviesa Chile expresa el conflicto entre una crisis económica que deja caer sus devastadores efectos sobre la población y una subjetividad creada por la revuelta , una “espera expectante” a que finalice la cuarentena en que muchos se plantean retomar la batalla en las calles, debate en el que se juega la continuidad del modelo y su capacidad de sobrevivir a esta crisis y de ahí la necesidad de los empresarios de constitucionalistas capaces de ofrecer soluciones políticas para la encrucijada que atraviesan.
¿El fin del presidencialismo?
El tono apocalíptico de la carta al mercurio firmada por los empresarios anunciando que podríamos encontrarnos en el “principio del fin” , si bien expresa el estado de ánimo de la burguesía chilena y su lectura de la crisis que atraviesa el país, puede llevarnos al equívoco de suponer que gran parte del camino para acabar con el modelo neoliberal está recorrido. La verdad es que de los resultados de esta crisis aún están por verse y dependen de muchos factores.
Lo cierto es que el debilitamiento de la figura Presidencial, con un congreso que toma el control de la agenda pública y una coalición oficialista incapaz de cerrar filas para usar los mismos mecanismos que la Constitución establece para boicotear el debate democrático es hoy el punto candente del debate constitucional, tan en aquellos que centran su atención en lo inconstitucional del proyecto que actualmente se debate en el congreso como en el futuro institucional del presidencialismo , debate al cual está estrechamente ligado el destino político del actual presidente.
¿Cómo es que un proyecto de ley cuya materia en “estricto rigor constitucional” es exclusiva del presidente logró avanzar tanto en su trámite legislativo? En esta pregunta reposa la controversia , en la que se esbozan también mecanismos de solución, no solo entre el oficialismo y la oposición, sino también en la propia derecha. En nuestra actual constitución es prácticamente improbable que una ley logre ser aprobada y promulgada sin la venia del poder ejecutivo quien cuenta con innumerables mecanismos ( veto, urgencia, materias exclusivas de ley) para hacer decorativa la discusión en el congreso y tener el control de la agenda pública, en el sentido de una constitución profundamente autoritaria y monárquica. El presidente de la república es el principal gendarme del modelo neoliberal.
El senador Allamand vocifera, buscando cerrar filas con los sectores más duros de la derecha, que la oposición le ha dado un golpe de muerte al presidencialismo al aprobar este proyecto que constituye un “resquicio legal” mediante el cual el congreso se atribuye facultades que no le corresponden en virtud de la Constitución. Busca con esto legitimar el uso de las facultades antidemocráticas como recurrir al Tribunal Constitucional , esa tercera cámara elegida a dedo, y el veto presidencial para boicotear esta ley. Aún a costas de ir contra la mayoría de la población.
La derecha viene buscando convencer a sus propias filas y a los partidos garantes del orden transicional de que no es momento de debates “moralistas” ni dejarse llevar por “mayorías circunstanciales” cuando lo que está en juego son las bases mismas del modelo, ni menos dejarse llevar por la “coacción” ni las “amenazas” que enturbian el debate legislativo en clara alusión a las protestas que se desataron en varias ciudades del país en la jornada previa a la votación del proyecto en la cámara de diputados.
En la columna en la tercera del día Luis Larraín del centro de estudios Libertad y Desarrollo ligado a la UDI, discute contra el hecho moral de que pesen más los sentimentalismos que “la racionalidad” que debe guiar a “los electores de peso” (los congresistas) a la hora de tomar las decisiones que atañen al destino de la República ,porque claro para los ricos la democracia es solo cuando ellos tienen mayoría, sino es necesario cercenar y negarse a ello por no ir en contra de una mayoría “vociferante” y “circunstancial” , aun cuando el costo sea abrir la caja de pandora que puede arrastrarnos a un escenario impredecible que puede llevar a horadar las bases mismas del modelo es lo que definen como del populismo.
Argumento que es idéntico al esgrimido por el rector de la UDP y profesor de derecho civil Carlos Peña ligado a la centroizquierda, lo que nos muestra que los intereses de la clase dominante trascienden a las categorías políticas, en su columna del día viernes en El Mercurio al sostener que el problema político no es objetivo sino que moral al definir el hambre que atraviesa el pueblo como algo “injusto”, lo que no permite encauzar el debate en términos “racionales” que permita la negociación política y el entendimiento , la medida de lo posible, estándar moral con el que gobernó la Concertación durante todos estos años.
Claro está, y así lo señalan los columnistas, que no buscan convencer a las mayorías de sus posiciones, sino a quienes ejercen el poder de que se comporten a la altura de los verdaderos intereses a los cuales representan. La incapacidad de los partidos del régimen de ponerse de acuerdo para dirigir al país es precisamente uno de los rasgos distintivos de la crisis orgánica que atravesamos.
¿Las mayorías mandan? Con este título provocador el historiador Jocelyn Holt remata este argumento señalando que una mayoría no necesariamente expresa una relación de fuerzas capaz de activarse para lograr sus objetivos “Nuestro problema no ha sido no poder auscultar mayorías como el hecho de que éstas no se comportan como tales en el gobierno. El pueblo ya una vez, el 73, arrugó y no defendió al único gobierno popular que ha tenido en toda su historia”. Una mayoría expresada en las instituciones expresa una fotografía de un momento histórico estas no es que se den naturalmente, por lo que ajustarse a ellas puede terminar siendo un balazo en los pies para los reales intereses del sistema.
Por supuesto que no faltan aquellos que buscan darle un sostén técnico a todo esto. Sergio Verdugo del Centro de Justicia Constitucional Universidad del Desarrollo argumenta que:
Cuando los parlamentarios decidieron reformar la Constitución en vez de dictar una ley, se encontraron con un nuevo obstáculo: la necesidad de obtener la aprobación de 2/3 de la Cámara, una exigencia para proyectos relacionados con derechos fundamentes (como la propiedad y la seguridad social). Como alcanzar dicho quórum no era factible, los diputados decidieron obtener un quórum inferior (3/5). Para ello, invocaron un argumento que distingue entre los capítulos formales de la Constitución sin considerar sus contenidos. Para que este argumento formalista prosperara, los diputados presentaron la reforma como la mera adición de una disposición transitoria. (...)Era la alternativa que hacía factible su reforma.
Las constituciones deben establecer reglas indisponibles para las mayorías que hagan posible la democracia. Para ello, deben canalizar la lucha por el poder mediante procedimientos predecibles,(...), facilitando la negociación política y asegurando que la violencia no sea un factor relevante en el resultado del proceso político. Cuando los parlamentarios decidieron ignorar estas reglas sin antes proponer su modificación (...), señalizaron que están dispuestos a desobedecer los procedimientos que hacen posible la sobrevivencia de una democracia competitiva.(...) Los parlamentarios han puesto en tela de juicio su compromiso con las reglas constitucionales que hacen posible la democracia, dentro de las cuales se encuentran aquellas que regulan el itinerario del proceso constituyente.
El remate de esta opinión es clara: ¿ qué impide que de la misma forma que la oposición se salta las actuales reglas del juego no haga lo mismo en la convención constitucional, de ganar dicha opción en el plebiscito de octubre, y pase por encima incluso de los límites establecidos por el acuerdo por la paz con algún resquicio? Por su puesto el miedo no radica en la “astucia legal” de los abogados de la centroizquierda , sino en el efecto que la lucha de clases y la movilización puedan tener para empujarlos a traspasar dichos límites, ¿ A que recurrir cuando las normas supramayoritarias que debilitan el ejercicio de la democracia son susceptibles de ser traspasadas sobretodo con un árbitro del régimen como lo es el presidente de la república profundamente debilitado. ?
La derecha le teme al debilitamiento de la figura presidencial por dos razones: La primera de índole práctico dado que con ello pierden al gendarme que resguarda la herencia de la dictadura, y la segunda por que para ellos el parlamentarismo, independiente de que no es un rechazo perse a dicha forma de república, las recuerda aquel momento histórico de profunda debilidad de la institucionalidad que abrió paso a fuertes convulsiones sociales, expresadas en el explosivo movimiento obrero de principios del siglo XX que casi socavar el régimen chileno.
En este estado de debilidad es más complejo para los empresarios enfrentar por la vía democrática el proceso constituyente y de ahí todas las exigencias que el presidente de un golpe de timón y por supuesto también a los llantos lastimeros del progresismo de que “una presidencia débil facilita salidas autoritarias” buscando que se genere algún nivel de entendimiento en un debate tan polarizado.
El proceso constituyente que se avecina: ¿Hay un vacío de poder?
Esto es un parlamentarismo de facto - acusaba la senadora Jackeline Van Riselbergue - Que usa resquicios legales para saltarse la constitución .
Si, - le replica Catalina Perez presidenta de RD en el programa de Mesa Central de la señal televisiva de Luksic - El problema es que el congreso el que esta gobernando.
La Concertación por su parte se esmera en explicar , en palabras del abogado y presidente del PS Alvaro Elizalde , que no existen reformas a la constitución que sean inconstitucionales buscando convencer así al Tribunal Constitucional, instancia ante la cual se prepara el Oficialismo ante el desbande de sus filas parlamentarias que le hacen imposible boicotear el proyecto. Hay un vacío de poder - señala Elizalde mientras hacen cálculos electorales con la perspectiva de enfrentar las 15 supuestos comicios que se avecinan entre los que se cuenta el proceso constituyente de octubre.
Mientras el vacío de poder es expresado por los columnistas del domingo como una falta de autoridad, matices más matices menos la crisis política parece idónea para remar por una agenda política contraría a la sostenida por el gobierno. Este oportunismo de los partidos de la Concertación es duramente atacado por los ideólogos de la derecha , precisamente por que ellos han gobernado 30 años con el mismo modelo que alabaron.
Con todo, el avance del proyecto es motivo de celebración en todo el arco político opositor. Los políticos del Frente Amplio inundan las redes en celebraciones sosteniendo que “proyectos de ley que hablen a las mayorías” (su clásico argumento para contentarse con migajas) son capaces de construir mayorías parlamentarias, pasando por alto el hecho de que a este punto llegamos luego de que la oposición se entregase de rodillas a todos los proyectos que han permitido descargar la crisis sobre los trabajadores ( como la ley de protección del empleo) y la agenda represiva para fortalecer el rol de carabineros para reprimir las protestas.
Con este aire triunfalista ,que aun es prematuro considerando las cartas institucionales que le quedan al gobierno, para muchos el proceso constitucional que se avecina está prácticamente ganado. Solo es cosa de que se logre un marco democrático mínimo de entendimiento , como el actual proyecto de reforma constitucional, para desbaratar a la derecha. Pero como ya hemos sostenido en otros artículos aún cuando se logre el retiro de fondos esto difícilmente solucionara la actual situación de hambre y crisis que atraviesa la mayoría de los trabajadores.
La ilusión de conciliar mayor gasto fiscal con los intereses empresariales sigue siendo una utopía en todos los escenarios, y de ahí la ineludible tarea de quienes nos ubicamos en la vereda revolucionaria que pretende echar por tierra la herencia de la dictadura de plantear una vía concreta para enfrentar esta ilusión democrática para afrontar un enfrentamiento para el cual nuestro adversario se está preparando. La prolongada época de la “democracia de los acuerdos” nos ha acostumbrado demasiado a considerar la lucha solo desde el aspecto defensivo y reivindicativo, la medida de lo posible, haciendo difícil plantearnos como una posibilidad real la posibilidad de conquistar transformaciones profundas.
Este "vacío de poder" es una expresión de una crisis orgánica donde la dirección del régimen se encuentra sin un proyecto estratégico claro para enfrentar la crisis económica y social que atraviesa Chile, en un contexto internacional incierto. La derecha sabe que estos espacios de desconcierto de la Elite son los que abren fisuras en el régimen que pueden ser aprovechados por "el populismo." El pánico que infunden tiene un objetivo estratégico para la supervivencia del régimen: cerrar la brecha antes de que alguien se aproveche. A río revuelto ganancia de pescadores.
Dado que la derecha quiere llevarnos a rememorar las anécdotas de principio del siglo XX para advertirnos de los peligros del parlamentarismo, les seguiremos el juego.
El parlamentarismo como régimen de gobierno, que se instaló tras el desenlace de la guerra civil que terminó con el gobierno de Balmaceda en 1891, fue un camino que utilizó la clase dominante y sus partidos para mantener el consenso de como administrar la enorme riqueza que generaba el salitre y su saqueo por parte de las potencias Imperialistas de la época.
Mientras adornaban Santiago con palacios decadentes en su obstinado capricho de querer hacer de Chile una nación europeizada, el hambre del pueblo, quién no se veía beneficiado en nada de esta Belle Epoqué de bailes de palacios y desfiles elegantes, terminó generando una profunda brecha (en un tiempo donde aún existían enormes restricciones para ejercer el voto y el cohecho era una práctica recurrente) que generó la emergencia del movimiento obrero con fuertes huelgas y movilizaciones que hicieron tambalear al país.
Los partidos políticos de la época divididos por rencillas parlamentarias y jugando a endosarse la responsabilidad de uno a otro lado del hemiciclo parlamentario fueron incapaces de dar otra solución que no fuese la represión, lo que solo hizo aumentar la temperatura de la lucha de clases en Chile, mientras se sucedían una serie de presidentes irrelevantes.
Este vacío de poder, que generaba la ilusión en los dirigentes anarquistas, socialistas y sindicales de la época, otorgaba una apariencia que el régimen cayendo rápidamente como un castillo de naipes, lo que un panorama internacional convulsionado por la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa auguraba como plenamente factible. Sin embargo, el que la grieta se abriera desnudando el punto de debilidad del adversario no fue suficiente para que este se desplomase rendido a los pies de la clase obrera.
Apareció un caudillo político, Alessandri, que se hizo de la presidencia del país que seduciendo a una parte de la población hacia un proceso constituyente que dotó de mayores atribuciones a la figura presidencial, y luego, cuando Alessandri fue incapaz de manejar la situación e imponer su programa y su constitución, vino el caudillo militar, Ibañez, que se dedicó a limpiar el país con sangre y fuego del germen de la rebelión. Y aunque la situación política se mantuvo inestable por varios años, finalmente la clase dominante pasó el test y logró aferrarse en el poder.
¿Porqué en un momento de extrema debilidad del régimen político no logró imponer la clase obrera y el movimiento popular su programa? ¿Faltó organización, cuando se cuentan por decenas las instancias de asambleas, federaciones, sindicatos, centros culturales que elaboraban de manera original una serie de propuestas para transformar profundamente Chile?
El mismo año en que Roberto Silva Renard , a petición del presidente Riesco, ahogaba en un baño de sangre las fuertes movilizaciones que se tomaron Santiago bajo la convocatoria de la huelga de la carne, en la Rusia de 1905 el Zar ordenaba disparar sobre un grupo de manifestantes desarmados desatando con ello fuertes movilizaciones obreras que adquirieron el carácter de una revolución. Estas movilizaciones obligaron al Zar , monarca absoluto , abrirse a la posibilidad de otorgar una Constitución y un parlamento al pueblo ruso, algo que fue inmediatamente celebrado por los partidos liberales de la época.
En otro tiempo histórico, y guardando el hecho de que las analogías siempre tienen sutilezas, el debate sobre la asamblea constituyente siempre ha sido particularmente espinoso para la izquierda.
Esta convocatoria generó controversia en el Partido Socialdemócrata Obrero Ruso. El ala menchevique de este partido reunida en su conferencia de Ginebra señaló que el objetivo de los socialistas era lograr una Asamblea Constituyente , más no la conquista del poder por parte del proletariado, dado que la actual fase de la revolución implicaba primero una etapa liberal burguesa donde los socialistas debían ser un ala dentro de dicha asamblea y dejar que los partidos liberales se entendieran con el Zar como sería el traspaso del poder de una monarquía absoluta a un régimen democrático constitucional.
Dicha concepción fue fuertemente rebatida por Lenin, sobre las bases de las resoluciones del III congreso del PSDOR al señalar que si bien , en ese entonces, las tareas de la revolución implicaba desarrollar las fuerzas productivas del capitalismo , que en Rusia presentaban un profundo atraso, la tarea de conquistar una Asamblea Constituyente estaba ineludiblemente ligada a la conquista del poder de un gobierno revolucionario que garantizase que dicha Asamblea pudiese cumplir su rol democratizador lo que era incompatible con mantener al Zar en el poder y dejar la política en manos de la burguesía , quien inevitablemente intentará boicotear todo aspecto progresivo de la misma.
Para constituir hay que tener fuerza de constituir explicaba Lenin en su ya clásico libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, por tanto la orientación del partido, que le imprime a este su carácter no podía basarse solo en pletóricas declaraciones de principios. “Solo la fuerza resuelve los grandes problemas de la libertad política y la lucha de clases y debemos preocuparnos de preparar y organizar esa fuerza” remata Lenin. Para él la apuesta menchevique difuminaba el sujeto de las transformaciones y lo dejaba sin orientación práctica para enfrentar los intentos del Zar de boicotear la asamblea constituyente.
No puede aprovecharse una brecha que se abre en el régimen en beneficio de la clase trabajadora si esta no cuenta con un plan sólido para derrotar toda resistencia de la clase dominante y desarrollar en ella toda la confianza posible de que puede tomar el poder.
Si algo hemos aprendido de la revuelta de octubre, que nos ha traído a este punto de la actual crisis política, es que ningún cerco de lo posible podría haberse corrido sin la existencia de masivas movilizaciones que han hecho tambalear al régimen heredado de la dictadura.
La izquierda frenteamplista comparte con nosotros este punto, pero lo elevan a una pletórica declaración de principios, como un aspecto decorativo del paisaje, dado que en todo este contexto pandemico en el cual se aprobaron una serie de medidas que precarizarón al pueblo trabajador, se negaron a ejercer ningún tipo de presión, llamando a paralizar servicios no esenciales por ejemplo, y nos acostumbraron a discursos en matinales llamándonos a confiar en negociar votos en la cámara de diputados, estratégica que hoy parece rendirla frutos.
Preparar una relación de fuerzas favorables es algo que está en la agenda de la burguesía para afrontar este proceso. Si para ellos se trata de cohesionar filas para nosotros se trata de preparar y organizar esa fuerza que sea capaz de enfrentarlos cuando logren hacerlo y busquen acabar con un solo golpe con todo lo que hemos logrado y nos propongamos conquistar en el proceso constituyente.
Si la derecha busca evitar que se configure esa “fuerza capaz de constituir” y por tanto boicotear cualquier tipo de discusión constituyente, por amarrada que legalmente tengan la instancia para distorsionar a las mayorías que ahí se obtengan, debemos entonces preguntarnos qué hace falta para que efectivamente esta logre configurarse: Un plan sólido y concreto que le de confianza a la clase trabajadora de que puede utilizar en su favor la grieta abierta en el régimen, plan que requiere no ser episódico sino que sistemático, que organice la fuerza de la misma para barrer toda resistencia de la burguesía e imponer una Asamblea Constituyente libre y soberana que permita reorganizar la economía y al país de conjunto.
Un plan que llama a quienes queremos empujar las transformaciones revolucionarias a la ineludible tarea de conformar un partido capaz de dirigir y organizar dicha fuerza, para que este "vacio de poder" no sea llenado por una salida que termine derrotando, una vez más, la idea de que Chile puede ser un país diferente.
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