Un estudio de Oxfam, rebela que si se cobrara un impuesto a la fortuna de los multimillonarios de todo el mundo se podría solventar la compra de vacunas para la población mundial y aún así seguirían siendo ricos. Pero de lo que no se habla es de liberar las patentes de los laboratorios que permitiría un real acceso a la vacunación, tocando las ganancia de esas multinacionales.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Viernes 13 de agosto de 2021 11:34
La tragedia que significó -y aún representa- para millones en el mundo la pandemia, para unos pocos significó millonarias ganancias.
El informe del Instituto de Estudios Políticos -Oxfam- basado en los datos de Forbes indica que la riqueza de los multimillonarios del mundo, combinada, es de 13.5 billones de dólares desde el inicio de la pandemia de coronavirus en marzo de 2020, lo que da cuenta de que obtuvieron una ganancia de más de 5.5 billones de dólares desde el comienzo de una crisis que ha dejado en el camino millones de vidas mientras aumentaba la desocupación, la pobreza. En fin: la precariedad de la vida para las grandes mayorías de la población mundial.
Oxfan aclara en su informe que un impuesto, solamente de emergencia, es decir: cobrado por única vez, del 99% sobre los 5.5 billones de dólares ganados desde marzo de 2020 dejaría a los 2 mil 960 multimillonarios del mundo, 55 mil millones de dólares más ricos que antes del inicio de la pandemia.
Mientras en el otro extremo están quienes no tienen trabajo. Según datos de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), en el mundo hay 220 millones de desocupados, de los cuales 114 millones perdieron el trabajo durante la pandemia. Estos datos son sobre trabajos registrados, a lo que hay que agregar quienes apenas sobreviven con changas o quienes también quedaron desocupados, pero tenían trabajos no registrados.
Una inequidad engendrada por el sistema capitalista en el que vivimos donde como vemos, unos cientos de miles lo tienen todo y acaparan riqueza obtenida por la ganancia que les proporciona el trabajo de millones en el mundo.
Un ejemplo de esto es Jeff Bezos, dueño de Amazon y el hombre más rico del mundo, que al rededor del planeta tiene 1,2 millones de empleados, con un régimen no solo extenuante de trabajo, sino hasta humillante, con trabajadores que para no parar la línea y "perder tiempo" se ven obligados hasta orinar en botellas. Además de sostener la prohibición de sindicatos en las plantas de su firma.
Desde que comenzó la pandemia su riqueza aumentó en 80 mil millones de dólares, lo que hizo que alcanzara una riqueza que supera los 192 mil millones de dólares al 31 de julio.
Max Lawson, director de Política de Desigualdad Global de Oxfam Internacional, planteo que “podría pagar personalmente suficientes vacunas para todo el mundo, pero prefiere gastar su riqueza en un emocionante viaje al espacio”.
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Este estudio muestra que con ese impuesto extraordinario de un 99% se podría palear como mínimo la falta de vacunas que todavía sufren enorme porciones de la humanidad. Oxfam muestra la enorme inequidad existente. Pero en realidad lo que no dice es que los Estados centrales, donde los grandes laboratorios producen sus vacunas, se negaron a imponerles la liberación de las patentes, lo que permitiría un real acceso sobre todo para países de regiones donde todavía la vacunación no llega ni a dos dígitos, como en África.
Recordemos que hasta el FMI habló en algún momento de un impuesto extraordinario y solo a las grandes fortunas personales, propuesta que apuntaba a no tocar las grandes ganancias de esos laboratorios imperialistas, acrecentadas ahora con el negocio de la producción de las vacunas
Pero de fondo, no se trata de poner un impuesto extraordinario, por única vez, cuestión que igual enfrentaría la oposición de esos mil millonarios. Ya se pudo ver en Argentina, por ejemplo, donde un mísero impuesto del 2% a la riqueza -por única vez- generó rechazo entre los empresarios y otros millonarios. Incluso varios han fijado domicilio en otro país para evadir ese impuesto. Eso es ni más ni menos la avaricia capitalista.
Se trata de imponer a los grandes empresarios y sus empresas, a los bancos (que durante esta pandemia también obtuvieron grandes ganancias), a esos multimillonarios, impuestos progresivos a sus fortunas, para llevar adelante planes de obras públicas allí dónde se necesite, lo que haría crecer el trabajo genuino. Junto a otras medidas para que por ejemplo, no fuguen los capitales a paraísos fiscales, para eso es necesario nacionalizar la banca y el comercio exterior, para poder además dar créditos baratos a pequeños ahorristas o pequeños comerciantes.
Pero esa imposición no se puede llevar adelante por quienes gobiernan los Estados y que no hacen más que favorecer los negocios capitalistas.
Recientemente lo pudimos volver a ver en Chile, con el gran negocio de la minería a cielo abierto y el magapuerto (que conlleva un ecocidio y saqueo de recursos naturales), donde son los empresarios amigos de Piñera que llevan adelante ese negocio.
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Ese impuesto progresivo se debe imponer con la lucha en las calles, con la clase trabajadora saliendo a luchar junto a la juventud (uno de los sectores que más sufre las consecuencias de esa enorme brecha donde los ricos, son cada vez más ricos y los trabajadores y el pueblo pobre cada vez se hunden más), pero también apostando a organizarse en forma independiente.
Porque estos mil millonarios no están solos, además de los políticos que juegan para ellos, también están las burocracias sindicales que mantienen encorsetada a una clase trabajadora que tiene las palancas de la economía en sus manos.
Los trabajadores esenciales en esta pandemia pusieron eso de manifiesto: mostraron quiénes hacen mover al mundo.