Para intentar responder a la pregunta que titula este artículo, consideramos necesario analizar varios aspectos fundamentales en cualquier partido político, esto, desde un punto de vista marxista: primero, a qué intereses de clase responde. Segundo, su programa. Tercero, su composición político-social. Y por último su rol en la lucha de clases.
¿A qué intereses de clase responde el Partido Republicano?
Aunque el PR haga demagogia hablando de las urgencias sociales, es evidente que se trata de un partido burgués, que defiende el orden capitalista. Esto se expresa en su defensa programática de la propiedad privada. Hablan de una “defensa de las garantías constitucionales a fin de impedir que el Estado invada el campo de actividad económica y social propio de los particulares”. Para el PR “la propiedad privada, en cuanto fruto del ejercicio de la libertad de las personas, constituye uno de los pilares de una sociedad auténticamente libre y responsable”. Saliendo de las abstracciones y yendo al terreno político, esta defensa de la propiedad privada y los “particulares” se traduce en la defensa irrestricta de las Isapres y del sistema de AFP en nombre de la “libertad”. Una de las acusaciones que realiza el PR al gobierno es querer demoler el sistema de Isapres imponiendo el Estado. Mirando hacia atrás, en plena revuelta, reaccionando al “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, a contracorriente de los ánimos predominantes en aquél momento, el Partido Republicano defendió el orden constitucional heredado de la dictadura pues en su visión, aquél había posibilitado “que Chile tenga paz y prosperidad”. Defender la “prosperidad” de las últimas décadas en un momento en que las masas cuestionaban en las calles la herencia de los “30 años” era toda una declaración de principios en favor de la riqueza de la clase patronal. Pero si bien la definición del PR como burgués, es correcta, es parcial, porque partidos “burgueses” hay de todo tipo: desde el Partido Socialista que fue uno de los pilares de la transición hasta la UDI. Necesitamos agregar más determinaciones a la definición de lo que es el PR, para llegar a una mayor concreción. Con este fin, pasemos a analizar más elementos de su programa y actuación política para afinar aún más la definición de lo que es el Partido Republicano.
El programa de extremaderecha del Partido Republicano
El programa del PR viene de un diagnóstico de la situación política en los últimos años. Éste se expresó en lo que era el programa presidencial de José Antonio Kast:
«(...) el debilitamiento institucional, el estancamiento económico producto de años de reformas de corte socialista y los intrincados momentos que hemos atravesado, como la violencia acaecida desde el 18 de octubre de 2019 y la pandemia del covid-19, nos demostraron la fragilidad de fundamentos como la libertad, el orden, el Estado de Derecho, la propiedad privada y la economía de libre mercado, todos los anteriores cimientos en los que se sostuvieron décadas más exitosas en la historia de Chile».
Llama la atención que hablen de reformas socialistas y de una supuesta explosión de violencia que habrían debilitado valores tradicionales como la libertad o el orden. Es la típica operación de llamar socialismo a cualquier cosa que no huela a derechista. Quieren salvar al régimen de conjunto y regenerarlo a su imagen y semejanza: se ubican como los más consecuentes defensores del orden. Este es un rasgo que podríamos definir como bonapartista: para Trotsky el bonapartismo entra en acción -entre otras cosas- para implantar el orden y el respeto por la propiedad, e impedir que la movilización vuelva a encenderse. Los militantes actuales del PR quieren restaurar la autoridad estatal (y policial) que fue cuestionada a partir de la rebelión, y en esa restauración, desean potenciar y fortalecer aún más los mecanismos represivos del Estado. El discurso securitario, que otras organizaciones han incorporado más activamente en función de la coyuntura, en el caso de PR es un eje de principio. El supuesto “combate a la delincuencia” y la demagogia punitivista son puntos claves, en un partido que busca reponer el orden.
El PR no solo defiende la propiedad privada y el orden, también defiende una determinada forma de Estado: el Estado subsidiario; lo han hecho incluso cuando Chile Vamos (RN-UDI-Evópoli) coqueteaba con el Estado Social de Derecho. La subsidiaridad del Estado está en la “declaración de principios” del PR, formulada en completa armonía con la solidaridad de los cuerpos intermedios y el rol fiscalizador del Estado para evitar abusos, pero dejando claro que los negocios son para los privados. Allí, dicen defender “el derecho de propiedad para todos, porque estamos convencidos de que la propiedad privada, en cuanto fruto del ejercicio de la libertad de las personas, constituye uno de los pilares de una sociedad auténticamente libre y responsable”. Allí mismo intentan amalgamar “solidaridad” y “subsidiariedad”:
«...defendemos la solidaridad como imprescindible complemento de la subsidiariedad, debiendo la comunidad tener consideración especial por la condición de vida de cada ser humano y de respeto a sus derechos fundamentales, expresión del humanismo tan propio del alma nacional, el cual permite al Estado desde su rol subsidiario, y al mismo tiempo que fomenta y permite a las personas y organismos intermedios hacer uso de su libertad con responsabilidad, el regular, fiscalizar y sancionar».
Pero con la misma fuerza con que defienden el Chile heredado de la dictadura, defienden los valores conservadores de la iglesia. En su declaración se plantean como un partido creyente y denuncian toda intolerancia o censura a la fe en dios como “un atentado a la sociedad democrática” que contraviene “gravemente nuestra tradición cristiano-occidental.” Son pro-vida y defensores de la familia, o sea, se oponen al derecho aborto y a los derechos de la diversidad. Se declaran enemigos de la “ideología de género” y se han opuesto no solo a la ESI, si no a toda iniciativa que atente contra su moral ultraconservadora.
El triunfo electoral del PR es la reacción a la rebelión, su programa y política se oponen por el vértice a todo lo que la rebelión condensó. Y no solo en el punto constitucional. Están contra el Movimiento de mujeres y la diversidad, y a eso le oponen un programa reaccionario basado en “la Familia y la biblia”, están contra la existencia misma del pueblo nación-mapuche y le oponen un programa chovinista reaccionario de criminalización, pro terrateniente y madereras. Están contra la movilización de obreros, y le oponen un programa de criminalización y debilitamiento de sus organismos como los sindicatos. Son reaccionarios en toda línea, y se encuentran a la extrema derecha del arco político del régimen, presionados por derecha solo por grupos y sectas como el team patriota o la vanguardia.
La composición político-social del PR
Un programa de ultraderecha, conservador y neoliberal, no es casual. Expresa sectores y figuras determinadas. La composición del PR es esencialmente burguesa, y si bien hay sectores obreros y populares que los votaron, sus principales cuadros y dirección son hoy burgueses (cuadros profesionales). Kast, ligado no solo al viejo gremialismo de la UDI, sino a sectores terratenientes del sur y las sectas ultra conservadoras de la Iglesia Católica, como el opus dei, es un defensor de la obra de Pinochet y amigo de Krassnov, que el 2017 afirmaba públicamente que si Pinochet estuviera vivo, votaría por él. Rojo Edwards, editor del libro Ruta Republicana (fundador del PR) ex militante de RN, trabajó para las AFP, fue un joven dirigente y cofundador de un Techo Para Chile (2000 mediaguas para el 2000). Cuadro profesional de la burguesía que posá de díscolo cuando dice que Pinochet no fue un gran estadista, pero que en todo lo importante se mueve con Kast. Silva, su Consejero más votado, es de hecho un numerario del Opus Dei, un militante de la secta católica fundada por el franquista Josemaria Escrivá de Balaguer: no sorprende así que considere a Pinochet un “estadista”. Silva expresa esa vinculación a una burguesía ultraconservadora, ligada no solo a la jerarquía eclesiástica sino a al pinochetismo civil. Otro es Urban, ligado a sectores terratenientes del sur, profundamente anti-mapuche. Otra figura reciente es la de Beatriz Hevia, representante de Los Lagos, una joven cuadro de la época del Movimiento Republicano, que en entrevistas de CNN sorprendió a Kast por su defensa de la vida y contra la “ideología de género”. O las formas más aberrantes y “outsiders” que se han integrado al PR, como Kayser (o el expulsado de la Carrera) que expresan sectores más radicalizados de la burguesía abiertamente misóginos y xenófobos.
El PR expresa los sectores más reaccionarios de la burguesía, aquellos más convencidos de no mover un centímetro la herencia de la dictadura y que defienden de forma más rabiosa los valores reaccionarios del régimen.
El papel del PR en la lucha de clases desde la rebelión de 2019
La rebelión de octubre y noviembre de 2019 -en la cual participaron amplios sectores de masas- implicó un cuestionamiento a la herencia económica, social y política de la dictadura pinochetista y la transición (los “30 años”). En buena medida, este cuestionamiento se expresó en la demanda de Asamblea Constituyente que muchas y muchos hicieron propia en las calles, y con la cual apuntaban contra la Constitución de 1980 como una de las fuentes de las desigualdades y las miserias en el sistema de pensiones, en el sistema de salud, en educación, etc.
El gobierno de Sebastián Piñera junto a las fuerzas políticas con presencia en el Congreso -menos el PC- realizaron el “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución” con el cual se buscó canalizar ese cuestionamiento en los marcos de los “poderes constituidos”, iniciando un proceso que más tarde derivaría en la instalación de la Convención Constitucional.
En este escenario, el Partido Republicano -que se había legalizado recién en julio de ese año nucleando a ex militantes de la UDI y a independientes de derecha- se ubicó a contracorriente de la coyuntura política -al menos hasta la victoria del rechazo en el plebiscito de salida en septiembre de 2022-. Cuando se firmó el “Pacto por la Paz y una Nueva Constitución”, emitió una declaración puramente conservadora:
«Como Partido Republicano, asumiremos con valentía el desafío histórico de liderar la campaña del No, en defensa de un sistema constitucional que ha permitido que Chile tenga paz y prosperidad, al que Chile Vamos renunció defender por miedo o conveniencia, y trabajaremos incansablemente por colocar las urgencias sociales como prioridad en la discusión pública, ajenas del debate político que buscan imponer desde la derecha y la izquierda».
Además de esta defensa de principios del orden capitalista y neoliberal heredado de la dictadura de Pinochet, el Partido Republicano, por esas fechas, fue un acérrimo defensor de la labor de la represión ejercida por Carabineros y de la institución como tal, manteniendo esa ubicación consecuentemente como se expresó en el respaldo de José Antonio Kast a Patricio Maturana -que dejó ciega a Fabiola Campillay-; y Hugo Navarro -formalizado por homicidio frustrado a manifestante, el que dejó claro reuniéndose en su entonces condición de candidato presidencial con familiares de estos policías. Mientras la idea de “refundación de Carabineros” ganaba espacio en el régimen político, Kast y el Partido Republicano, apostaron por la defensa irrestricta de esta institución.
Durante toda la etapa de instalación de la Convención Constitucional cuando amplias franjas de masas concentraban expectativas en aquélla, el PR era minoritario. En las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2021, ya se vió un crecimiento de esta organización: el Frente Social Cristiano eligió a 15 representantes para la cámara, y a Rojo Edwards como Senador por la Región Metropolitana. Kast, obtuvo 1.961.779 votos, correspondientes al 27,91%, aunque perdería en segunda vuelta. Aun así, fue recién con el triunfo del rechazo en septiembre de 2022 cuando el Partido Republicano comenzó a ganar más espacio respecto a las ilusiones en el proceso constitucional y como oposición a Boric, lo cual terminó de cristalizar en su triunfo en las elecciones del Consejo Constitucional. ¿Cómo se explica esto? ¿Por qué un partido que en noviembre de 2019 emitió una declaración minoritaria de oposición por derecha al “Pacto por la Paz” y que no tenía mayor peso, ahora está a la cabeza del Consejo Constitucional y de la dirección de la derecha?
Para responder esta pregunta, es necesario visibilizar los factores políticos y de la lucha de clases que condujeron al actual resultado. A nuestro entender, son esencialmente tres: a) Primero, la irresolución de los problemas sociales que derivaron en la revuelta de 2019 y la decepción de franjas de masas con el gobierno y sus partidos en quienes se depositó la confianza de resolverlos. b) Segundo, el rol pasivo de la burocracia sindical y de los movimientos sociales frente al retroceso de las condiciones sociales derivadas de la inflación y de complicidad -al inicio de la pandemia- con medidas como las reducciones de jornada y salarios, es parto c) Tercero, la instalación de un clima securitario desde la derecha y los medios en connivencia con el gobierno.
El primero de estos puntos es reconocido incluso por publicaciones como la Revista ROSA, que en una editorial, señalaban que “la izquierda en el Gobierno ha hecho poco y nada por mostrarse más leal a las mayorías populares que la eligieron que a las odiadas y corruptas clases dirigentes, en la política y los negocios”. En su visión, el gobierno de Boric:
«Elige alianzas de siglas moribundas antes que alianzas sociales con las clases populares para construir la fuerza política de la que carece. Ante ese desprecio, que ya se parece mucho al de la derecha o la Concertación, mucha gente, identificada con la izquierda, prefiere el éxodo electoral, vía anular o no votar, antes que votar por el fascismo. Otros, menos comprometidos, simplemente siguen rechazando, ahora votando Republicano».
Si bien esta editorial está hecha con la ilusión de que sectores del gobierno podrían enmendar el rumbo, da cuenta con acierto de una de las razones que explican la pérdida de votos de los partidos del oficialismo y el incremento de los votos para la derecha -en especial para el Partido Republicano.
Ahora bien, en el mismo artículo no se explica integralmente cómo ha sido posible que el Partido Republicano pueda hacer demagogia hablando en nombre de las “urgencias sociales”. Si bien en términos económico-sociales, el programa del Partido Repúblicano es conservador de la herencia neoliberal, utiliza elementos como la actual crisis sanitaria o la crisis de inseguridad, para mostrarse preocupado de los padecimientos populares. Que esto sea posible en buena medida es consecuencia del rol que han tenido las burocracias sindicales y de los movimientos sociales. No sólo fueron claves en la consolidación del desvío de la Convención Constitucional, en tanto suspendieron las acciones de lucha con la ilusión de canalizar las demandas de los trabajadores en normas constitucionales; además, no respondieron a los despidos y suspensiones durante la pandemia -el Partido Comunista incluso fue favorable a la ley de suspensiones de 2020-, y bajo el gobierno de Boric, priorizaron una línea de presionar y dialogar sin “hacer muchas olas”, lo cual apenas empieza a cambiar tibiamente con los anuncios de paro del Colegio de Profesores. Otro ejemplo de esta ubicación es la Coordinadora 8M, que, teniendo una representante en la Convención (Alondra Carrillo) no desarrolló ninguna acción en las calles con el fin de canalizar las demandas del movimiento de mujeres en la Nueva Constitución, durante toda la etapa de instalación de la Convención ni posteriormente. Si las organizaciones sociales y sindicales suspendieron cualquier lucha por las demandas sociales, llevando todas las expectativas a la realización de una nueva Constitución ¿es tan sorprendente que una organización de extrema derecha que ha tenido en el centro de su discurso la idea de que “la constitución no resolverá los problemas sociales” y que es un asunto de los políticos ajeno a la gente, ganara espacio?
Que todo esto ocurra en medio de la inflación que ha traído más pobreza; que esto ocurra en medio de una crisis sanitaria; alimenta la idea “populista” de que “ellos”: los “políticos”, “la elite”, se dedican a los temas constitucionales mientras el pueblo sufre. Ahora bien, ironías de la historia: le toca al propio PR encabezar el Consejo Constitucional. Su discurso continúa siendo que la Constitución no resolverá los problemas sociales, pero se ven puestos a prueba: ¿serán capaces de sacar adelante una nueva Constitución o actuarán boicoteando el proceso desde dentro? Lo segundo no parece una apuesta realista en tanto uno de los objetivos declarados del PR es que en las próximas elecciones presidenciales pueda ganar José Antonio Kast y para ello necesitan proyectar una imagen responsable frente a la burguesía. En función de eso, les conviene más mostrarse dialogantes con otras fuerzas políticas y apostar por un “apruebo” de salida.
¿Qué es el Partido Republicano y cómo enfrentarlo?
Hecho este recorrido, podemos plantear una definición del Partido Republicano: es un partido burgués con un programa bonapartista de derecha; que actúa -hoy por hoy- respetando las reglas del pacto constitucional del régimen, y que expresa localmente los nuevos fenómenos de derecha que se dan a nivel internacional.
Esta definición, podrá parecer más complicada o más larga que la de “fascismo” pero es más certera. Definir que el Partido Republicano es fascismo o “neofascismo” es, en realidad, la justificación de una subordinación a la política del gobierno y los conglomerados que lo controlan, que consiste en buscar alianzas con todos quienes no sean “fascistas” en nombre de la democracia. Se juega con el miedo a que llegue el fascismo para correr velozmente a votar por el conglomerado oficialista.
Pero el fascismo es otra cosa distinta al Partido Republicano. Si queremos usar el concepto de manera más extensiva que sus referentes históricos clásicos como el nazismo en Alemania o el fascismo italiano, podemos decir que la clave del fascismo es la de actuar como fuerza contrarrevolucionaria que busca suprimir a las organizaciones obreras -partidos, sindicatos independientes- y liquidar físicamente a la vanguardia. En Chile hemos tenido casos como el de Patria y Libertad en la década de 1970 que chocaba directamente en muchos casos con la militancia de izquierda y la vanguardia obrera de los Cordones Industriales. El concepto de “bonapartismo” es más preciso, porque tiene que ver con una situación anterior al desenlace de las luchas de clases. Si en Chile ha habido una revuelta y no una revolución, parece ser más plausible que emerjan tendencias bonapartistas-reaccionarias en la situación política, que directamente fascistas-contrarrevolucionarias. En todo caso, no existe una frontera absoluta entre los fenómenos bonapartistas y el fascismo, y de desarrollarse la lucha de clases en un sentido complejo para los sectores más conservadores de la burguesía y de no lograr la clase trabajadora arrastrar tras de sí a las masas oprimidas, bien el bonapartismo del PR podría devenir en fascismo.
Pero esto, hoy por hoy, es sólo una hipótesis teórica, porque el PR actúa respetando las reglas del pacto constitucional del régimen. A nuestro entender, este elemento también hace a su definición como partido, y lo conecta con ciertas formas más tradicionales de hacer política de acuerdos. El sector más dirigente del Partido Republicano, nucleado en torno a José Antonio Kast, y que hizo escuela política en la UDI, expresa más este factor tradicional. Este sector cobra peso en tanto a la burguesía le interesa desarrollar todo lo que ayude a la estabilización del escenario político.
Sin embargo, sería un error disminuir el componente disruptivo del Partido Republicano. No es el triunfo de cualquier partido de derecha, sino de uno que incluso antes de que terminara el gobierno de Piñera se declaró en oposición -por derecha- a éste; un partido que no dudó en defender los principios constitucionales de 1980 en plena revuelta -cuando la derecha oficialista firmaba el “Pacto por la Paz” apostando por un desvío más sutil-, a la institución de Carabineros y a la Iglesia, tomando una posición antagónica contra los trabajadores, los sectores populares y el movimiento de mujeres, y en el cual militan no sólo “educados políticos” formados en la UDI, sino también figuras turbias de la derecha youtuber, repleta de oscurantismo y fanatismo en sus mentes. Es el triunfo de un partido que se ve a sí mismo como parte de una cierta tendencia que empieza a tener expresión en distintos lugares del mundo, como en España, con el partido Vox -con el cual mantiene una estrecha colaboración- o el trumpismo en Estados Unidos. Es expresión de una derecha “sin complejos” y que no apuesta por el centro como su eje político.
Por supuesto, lejos de caer en pánico, hay que caracterizar la fuerza real con la cual cuenta este partido, cuál es su basamento social concreto. Creemos que la votación que obtuvo no refleja esa fuerza, pues hubo muchos quienes votaron por ellos como señal de protesta en contra del gobierno más que como señal de adhesión a sus ideas y programa. Esa base electoral es sumamente endeble. Seguramente sus mayores respaldos están entre Carabineros y sus familias, en pequeños comerciantes atemorizados con la “crisis de inseguridad”, en sectores vinculados a la Iglesia y con valores más conservadores, sectores burgueses o profesionales a su servicio conservadores y cansados de una derecha que transa y pierde.
No hay que ver su fuerza como invencible. No hay un péndulo que fatalmente gire a la derecha, tampoco una explicación “sociológica” absoluta del tipo “la gente en Chile es de derecha”. Fueron los partidos del gobierno y las burocracias sindicales las que prepararon el terreno. Cambiar el rumbo requiere enfrentar a la burocracia y su pasividad e impulsar la lucha de clases, para defender todos los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares, partiendo por las demandas pospuestas de la rebelión y luchar por boicotear este proceso constitucional en manos de republicanos para retomar el camino. Para esto es necesario construir una izquierda revolucionaria, socialista, basada en la clase trabajadora.
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